Capítulo diecinueve
La tumbé a un lado y me puse sobre ella para hacerle cosquillas. Nuestras risas unidas no podían ser más perfectas.
—¿Cómo que viejito? ¿Qué falta de respeto es esa? —refunfuñé de broma.
—¿Y chiquitina, eh? —dijo divertida.
—Pero eso es algo cariñoso —le mordí el cuello—, no compares. Viejito ya ofende.
—¿Te ha ofendido?
—No —fui sincero.
—Pues ya está, gruñoncete —me revolvió el pelo y gruñí
. —Gruñoncete yo... Para nada —miré la hora—. Será mejor que nos levantemos, vayamos a desayunar y donde tu quieras. Mira que yo prefiero quedarme aquí así contigo, pero ya que viniste no es plan que no veas nada.
—Tampoco me importaría estar encerrada haciendo lo que nos apetezca siempre que sea contigo —me mordió el labio y me besó con prudencia pero apasionada a la vez.
—Ni a mi, venga va que me estas volviendo loco y al final cederé —le mordisqueé un hoyuelo de la cara.
—Después de cagarme en todo lo que se menea, al final les voy a tener que dar las gracias por dejarme tirada porque sino lo hubiesen hecho, no hubiésemos vivido casi nada —afirmó.
—Avísame, te acompaño para dárselas yo también.
Me dio un codazo juguetón.
—Con que te alegraste, ¿eh? —me revolvió el pelo—. Serás listo.
—Hombre, cuando quiero sí —la besé con pasión—. Muchísimo, me vino de perlas —admití.
—Eres increíble —me volvió a besar y con cada uno de sus besos. Cada vez me sabía a poco.
—Y tu, ¿vamos a desayunar y a recorrer Vigo? —le propuse.
—Claro, voy a ducharme —se levantó y cogió su ropa del suelo para meterla en una maleta pequeñita, acto seguido cogió ropa limpia y me miró—. ¿Me esperas aquí?
—Sí —me levanté y recogí mis cosas. Me vestí y luego quité las sábanas para facilitarle a mi compañera camarera de pisos el trabajo. Segundos después las deposité en un cesto que tenía y le puse el cartelito de la habitación.
De repente, mi móvil empezó a sonar y empecé a escuchar el agua de la ducha. Sin prisa miré la pantalla de mi teléfono y respondí.
—No me digas que has pasado la noche con ella, dime que has triunfado y te hago una fiesta por perdida de castidad —escuché a través del altavoz de mi smartphone.
Solté una carcajada que vi oportuno de taparme la boca para que no se asustara. Bueno, como se iba a asustar si tenía la ducha a toda mecha.
—Yo estoy bien, gracias por preguntar —le tomé el pelo.
—Ya puedes desembuchar todo con lujo de detalles y no me quieras tomar el pelo —ya noté como hacía su gestito triunfal con dos de sus dedos cuando algo salía como él quería.
—Lo confieso —me admití culpable.
—¿Qué confiesas? —menudo cabrón, quería saberlo todo con pelos y señales. Existe privacidad y muchas cosas no te voy a contar chaval.
—He tenido algo con ella, es de ensueño —sonreí aunque no me podía ver.
—Vaya, que te la has trincado —se rió—. ¿Sabe ya que eres el multiusos? ¿Dónde estás?
—No voy a decirte nada, marujo —empecé a susurrar—, No, no lo sabes —negué con la cabeza y no sé para qué lo hice—, se lo pienso decir en breve. Estoy en su cuarto.
—¿Y ella dónde está?
—Duchándose —me quedé en silencio un segundo pendiente del ruido de la ducha—. ¿Alguien se dio cuenta de que mi coche pasó la noche aquí?
—Tío, ¿tu eres tonto?
—¿Porqué? —enarqué una ceja.
—¿Qué haces que no estás en la ducha magreandote con ella? —me regañó. Típico de él—. No, solo me di cuenta yo pero bueno, si lo ven seguro piensan que tuviste que venir a alguna urgencia temprano. Nada de qué preocuparse, sino yo te cubro las espaldas.
—Gracias, pues... no quería invadir su espacio y bueno, para que estuviese tranquila un rato —sonó poco convincente. Para qué mentir—. Ya habrán más ocasiones.
—Mas te vale, ¿qué harás cuando vuelva a Turquía? —carraspeó— .Otro tío, aprovecha y se la trinca bajo el agua.
—Claro, como la sirenita y el cangrejo, ¿no? Ay no, que esos no trincan —me reí y enseguida cambié de tema—. Aún no lo sé, supongo que luego hablaremos de eso.
—Vaya comparación tú también, si hubieses dicho Erick... —resopló con todas sus fuerzas y sabía el motivo por el que lo hacía—. Pues no te vayas por las ramas, mañana es veintiséis ya. Espavila.
—No lo dije por tí, sino por el príncipe Eric —ignoré su segundo comentario y caí en la cuenta de algo—. Erick, hazme un favor.
—Pues muy mal, yo molo más —escuché como abría la puerta de su despacho—. ¿Qué necesitas?
—Claro, claro —me burlé y volví a lo que me interesaba—. Ropa limpia y que me vendas de la tienda del hotel de navidad algo, no sé lo más bonito que veas. No tengo ni una alfiler para regalarle —le rogué que aceptara.
—Venga, voy ahora mismo —aceptó y yo pegué un saltito de felicidad. Menos mal que nadie me miraba—. Te tendrás que duchar, ¿no?
—Si,
—Baja ahora mismo y te abro alguna habitación para que te duches —me ofreció—. Habitación 204.
—Le aviso y bajo —colgué y me acerqué a la puerta del cuarto—. Nazlí.
—Dime, Jake —se escuchó a medias por el ruido que hacía la ducha.
—Te espero abajo, ¿vale? Voy a cambiarme y eso —me excusé un poco.
—Espérame y te acompaño —se ofreció y me puse colorado—, no tranquila así adelanto yo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro