Capítulo cuatro.
Cinco minutos más tarde llegamos a mi coche, abrí la puerta con la llave y miré al idiota de mi amigo mientras me abrazaba con mis propios brazos del frío que tenía.
—Ven, súbete cinco minutos que hace rasca y aquí fuera nos vamos a helar —después de abrir del todo mi puerta, me dirigí a la puerta del lado izquierda y se la abrí a él también.
—¡Ay qué caballero! ¿Me estas abriendo la puerta? —imitó el contoneo de caderas de una chica—. Porque eres tu te dejo que esta noche me trates como dama, así vas practicando para tu churri —siguió con la guasa.
Me mofé de él, me acerqué todo galante y le ofreci la mano.
—Tome asiento, señorita —me limité a seguir el mini teatrito que montamos en un segundo.
Erick me cogió la mano y antes de sentarse como toda una señorita le pegué un culazo que hizo que cayera sentado con las piernas cruzadas como tal chica presumida. Lo siento, pero no me pude contener la risa de verlo en ese estado, si las miradas matasen en ese momento estaba tremendamente fusilado.
—¡Ay! Pero que manera de tratar una dama —me pegó una mini patadita en el tobillo, santa madre de dios lo que me dolió, hasta hizo que me conmoviera—. Aprende a ser un caballero, así no te voy a dar una cita con final feliz,¿eh? —vi como el muy gilipollas estalló en risas.
—¿Tu una dama? Si tienes pinta de ser un mariquita que aún no has salido del armario —seguí burlándome de él—. Mariquiqui, mariquiqi, mariquiqui abusadora el hombre que a mi me gusta no me lo quitas tu señora.
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Erick se estiró para darme un codazo pero le cerré la puerta rápido. ¡Punto para mí! Entre risas le escuché decirme:
—¿No era robar en vez de quitar? Si es que ni te la sabes palurdo.
Me metí en el coche y cerré mi puerta, en ese preciso momento lo pillé sentadose como todo un macho alfa.
—Venga.
Erick me miró con expectación.
—¿Qué? —lo miré esperando que me contase pero el muy idiota no reaccionaba ni decía ni media.
—¿Qué de qué? —me vaciló.
—Que me cuentes ya cojones.
—Cojones no, delante de una señorita se dice "Ay mis cojines" —seguía burlándose de mí.
No me pude controlar y le di un codazo.
—Venga ya, cuéntame que estoy cansado y me quiero ir a casa.
—Es sobre mañana —me contestó mientras se acomodaba.
—¿Y qué es lo que pasa mañana? —insistí.
—¿Mañana librabas no?
—Al final tengo que ir por la mañana a cubrir a Óscar unas horas pero después ya me voy y ya no vuelvo hasta el 26 de diciembre —seguí sin entender nada.
—¡Oh vaya! Es que mañana viene una visita muy especial que creo que te gustará —me guiñó el ojo.
—¿Algún grupo de viejitos? ¿Alguna excursión de niños? —me interesé.
—Mucho mejor que eso.
—Pues dilo ya, no tengo toda la noche.
—Mañana bien temprano vendrá... —dejó sin concluir la frase y te juro que si llego a perder los nervios, le hubiese pegado un buena ostia por tanto marear la perdiz.
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