🍼Prólogo🍼
Darien mordió su labio inferior viendo la imagen a través de los cristales de su despacho, no había nada extraño simplemente era un envidioso. El Omega al que miraba parecía divertirse mucho con su cachorro de tres años, inconscientemente llevó una mano a su vientre y apretó.
¿Por qué estaba pensando en esto? Ya había quedado bastante claro que nunca tendría algo así, las familias no existían para él y nunca debían formar parte de su vida.
Su familia era un claro ejemplo de ello, incluso su situación actual.
Sus colmillos se alargaron y gruñó con furia, Yulián hizo de él una persona miserable, no, en realidad él dejó que lo hiciera, nunca había pensado en tener un cachorro, eso sólo era una forma de amarrarse a un estúpido Alfa.
No imaginó esto nunca.
Maldición, esto era confuso, tenía estas ideas desde hace meses y no se irían pronto, estaba seguro.
Era extraño admitirlo, pero quería un cachorro.
Era un Omega de veinticuatro, casi veinticinco, si llegaba a sus treinta estaría al límite, si dejaba pasar más tiempo dejaría de ser fértil, y ya no tendría oportunidad.
Darien se puso de pie, recogió todas sus cosas y condujo a casa.
Yulián estaba ahí sentado frente al televisor viendo alguna aburrida cosa, por lo que podía olfatear había llegado de buen humor, así que tomaría la oportunidad. Luego de dejar su maletín se sentó a su lado y apagó el televisor.
Yulián lo miró directamente, el cabello castaño estaba más corto de lo usual y sus ojos, el derecho azul y el otro verde, parecían más brillantes últimamente, probablemente eso se debía a las visitas que estaba haciéndole a otro Omega. Estaba seguro de ello, ya que él no atendía sus necesidades como marido, le daba igual la verdad.
Internamente se alegraba de que alguien tuviese ese papel, él no lo tendría luego de lo mal que terminaron, eso definitivamente acabó.
Darien dejó de entretenerse e hizo caso al Alfa frente a él, Yulián estaba comenzando a enojarse y eso era desagradable.
—¿Qué quieres ahora?
—Quiero un cachorro —admitió, Yulián hizo una mueca de incredulidad.
—¿Perdón? Creo que no escuché bien.
Darien no dejó que su obvio sarcasmo lo hiciera sentir mal.
—Escuchaste bien, quiero un cachorro, Yulián —el Alfa se carcajeó de forma estrepitosa, su pedido le pareció bastante gracioso, sin embargo, él no le veía lo divertido.
—¿Qué vas a hacer tú con un cachorro? Darien, no puedo creer que estés tan aburrido como para querer algo tan irrazonable.
—Ese no es el motivo.
—No me casé contigo para tener cachorros, ni siquiera los quiero —gruñó, Darien se encogió de hombros sin problema alguno.
—Y no quiero que tú lo cuides, sólo que me lo des.
—Adopta un maldito perro, o a cualquier mocoso que encuentres —Darien puso una mano en su vientre, Yulián miró a su mano con sorpresa.
—Quiero mi propio cachorro.
—Hace años que no compartimos cama y vienes con esto —resopló negando, Darien agarró su brazo tratando de convencerlo.
—Sólo será una vez, puedo hacer un maldito esfuerzo si hace falta.
—¿Será suficiente una vez? — preguntó con ironía, Darien apretó la mandíbula.
—Yulián…
—No, ya te lo dije.
—Si no me lo das tú iré a buscarlo yo mismo.
—¿Qué? —gruñó Yulián poniéndose de pie, Darien fue agarrado del mentón con más fuerza de la necesaria, los ojos de su esposo se colorearon de dorado, sus colmillos se alargaron —. No te atrevas, Omega, eres mío, así que no hagas tonterías.
Darien lo miró aburridamente ignorando sus agresivas feromonas, Yulián chasqueó la lengua decepcionado y se retiró a su habitación.
Darien también fue a la suya y se dio un baño, podía conseguir a ese cachorro si quería, y Yulián no le impediría nada, si no quería dárselo él, algún otro Alfa lo haría.
Se envolvió en la toalla y rebuscó en su armario por algo adecuado, se puso un jean junto a una camisa negra, también tomó una chaqueta y se miró al espejo, su pelo negro estaba húmedo y los ojos grises no se veían tan cansados como esperaba, no estaba tan mal, sólo un pequeño detalle.
Su anillo de matrimonio fue abandonado en la mesa de noche.
Darien salió de casa, no sin antes dar un portazo, quería que ese estúpido intento de Alfa con el que vivía se enterara de lo que haría.
Terminar en una discoteca llena de adolescentes hormonales no fue la idea original, sin embargo, fue justamente donde terminó, nada le convencía, todos tenían defectos a sus ojos.
Darien miró al Alfa que acababa de sentarse frente a él sin siquiera pedir permiso, probablemente el niño acabase de dejar sus pañales, demasiado irrespetuoso.
Se puso de pie dejándolo solo, tomaría un último trago y se iría, había perdido el tiempo en esta estupidez, tomó su bebida de una y chocó con un joven Alfa haciendo que la bebida del contrario terminara en su ropa.
—Ups! Lo siento, pero te ves increíblemente caliente, Omega —dijo el borracho Alfa acariciando su pecho por encima de la camisa, Darien torció los ojos y quitó su mano.
—No hay problema, ya me iba —él no se rindió tomándolo de la muñeca.
—No, quédate conmigo —Darien frunció el ceño ante la voz de Alfa, joder, había olvidado este pequeño detalle en el que los Omegas eran vulnerables a esa voz.
Sus piernas temblaron, y se sintió débil de repente, el joven Alfa pretendió acercarse con una sonrisa.
Maldición, que tonto fue. ¿Cómo le pasaba algo así a estas alturas?
Darien salió de su estupor cuando alguien rodeó sus hombros y lo cubrió con sus feromonas, conocía ese aroma, conocía a este Alfa.
—Chico, no deberías hacer eso, él claramente te rechazó.
—No lo escuché en ningún momen… —Darien pensó rápido y levantó su brazo, con su mano tomó la mejilla del Alfa y ladeó su cabeza para tomar sus labios en un beso.
El Alfa estuvo completamente sorprendido al principio, pero cedió a profundizar el beso con una experiencia inaudita, sus lenguas se enredaron dejándole probar el alcohol y algo más dulce.
Darien gimió cuando le mordió el labio inferior, dejó de escuchar la música, y el Alfa que le molestaba había desaparecido con una queja, sólo estaba este pelirrojo Alfa frente a él con sus profundos ojos verdes.
Unos ojos que conocía muy bien.
—Misel —murmuró contra sus labios, Misel lo soltó enseguida y carraspeó de forma incómoda.
Darien era un genio en su materia, y desde temprano formó su propio imperio, por lo que solía enseñarle, Misel fue su becario y podía decir que era un excelente arquitecto.
Nunca supo el motivo por el que no presentó su expediente en la empresa donde hizo su pasantía cuando ya se llevaba bien con todo su equipo.
—Señor Withman —pronunció arrastrando el apellido de su padre, Darien se molestó por eso.
—¿Ya olvidaste mi nombre? Soy Darien.
—¿Qué hace en este lugar? —preguntó mirando alrededor, Darien suspiró.
—Ya me iba.
Misel se acercó y lo tomó de la cintura acercando la nariz a su cuello, Darien suspiró cuando sus feromonas lo envolvieron, olía a coco, y ciertamente era un aroma embriagador.
—No respondió mi pregunta, vino solo aquí, sin una maldita marca, sin un collar de protección, sin nada, poniéndose a sí mismo en riesgo.
—Misel —murmuró mirando directamente sus labios.
Misel se alejó dándose cuenta de lo que había hecho.
—¿Mmm?
Darien se acercó y le sonrió, estaban al mismo nivel, no era un Omega convencional, nada pequeño o femenino, por ese estúpido motivo su vida fue un poco más difícil.
—¿Qué tan lejos está tu casa?
—No mucho. ¿Por qué?
—¿No quieres invitarme a ir esta noche? —Misel lamió su labio inferior seduciéndolo de forma inconsciente.
—¿Sabe lo que está ofreciendo? —Darien resopló.
—Lo sé perfectamente, y tutéame, ya tuviste la lengua en mi boca.
—¿Qué hay de tu marido?
—¿Lo ves por aquí?
—Entonces, es una aventura de una noche, porque sigues casado. ¿Verdad?
—Sí —admitió sin problema, Misel olfateó su cuello otra vez y se atrevió a deslizar la lengua por la piel sensible.
—Joder —gruñó haciéndolo estremecer —. No sé qué piensa ese estúpido esposo tuyo al no dejar una mordida sobre este lindo cuello y no atender tus necesidades, pero yo puedo atenderte esta noche con gusto.
—Bien, al menos por hoy hazme olvidarlo—y dame el hijo que tanto quiero—Darien sabía que estaba mal hacerle algo así a un Alfa como Misel, no se merecía su engaño, pero era su mejor opción.
Estaba dispuesto a tener ese cachorro, y si debía engañar a este pobre Alfa, lo haría sin dudar.
—Lo haré, Omega, por hoy, eres sólo mío.
Misel tomó su mano y caminó con él hasta el auto, estaba seguro de que esta noche sería inolvidable en todos los aspectos posibles, pasaría una gran noche con un Alfa que había deseado desde conocerlo y concebiría a ese cachorro que tanto quería.
Sólo en una noche tendría lo que tanto quería y ni siquiera importaba la opinión de Yulián.
No le hacía falta ese Alfa para nada.
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