TÚ, ERES MÍO
El timbre sonó sobresaltándome, nos levantamos y recogimos nuestras cosas. Nos dirigimos a la clase de arte en el pabellón anterior al que estábamos. Mina, Hoseok y Lisa iban en frente y Jennie conmigo atrás. Estábamos sumidos en una conversación personal, riéndonos por lo bajo así que nos fue imposible detectar al intruso.
—Quítate princesita —un fuerte empujón me hizo trastabillar hacia un lado—, un verdadero hombre va pasando.
Caminó en medio de nosotros dos, empujándome solo a mí. Siguió su andar hasta entrar al pabellón de arte sin siquiera mirar atrás, y lo más raro, sin empujar a más nadie. Al parecer Mina podía tener razón, la cosa es conmigo. Desde ahí todo se fue al carajo, literalmente hablando.
Cada vez que podía me empujaba, me lanzaba cosas, me insultaba incluso. Casi todos los días pasaba lo mismo, nos cruzábamos con Taehyung y su grupo de orangutanes, me miraba fijamente con ganas de asesinarme y como si fuese un accidente, pasaba por mi lado haciendo algo para molestarme: un día era quitarme la mochila y lanzarla lejos, otro día era meter el pie entre los míos terminando mi cara contra el piso, y así. Lo raro de todo era que, solo él era quien me molestaba, los demás de su grupo no se atrevían a tocarme. Solo me miraban como si quisieran analizarme, y se reían entre ellos.
A final de año ya estaba harto de esta situación, por lo que cada vez que me molestaba me atrevía a responder de la misma manera. Al inicio solo se quedaba sorprendido, pero solo por un par de segundos después de eso se reía en mi cara, alborotaba mi cabello tirando un poco de él y me llamaba princesita. El último día de clases nos reunieron a los de primero y tercero en el salón de teatro, era una sala grande con una tarima en frente iluminada tenuemente por unas lámparas de luz azul.
—Bien chicos, silencio por favor —solicitó la profesora de música—. Esta reunión es para avisarles que, al finalizar el curso se hará un evento, como todos los años, por eso hemos reunido a los estudiantes de más experiencia y a los nuevos alumnos, queremos que trabajen en conjunto para llevar a cabo el evento, más cuando tercer año ya se gradúa.
Cuchicheos de emoción por parte de las chicas, y algunas quejas silenciosas se hicieron escuchar tras aquella noticia.
—Silencio jóvenes —exigió con voz alta la profesora—. Espero que no se desordenen, así como serán ustedes de numerosos tendré asistentes que me ayuden a controlarlos. Chicos, les advierto que no se alboroten mucho, la calificación que obtendrán por este evento tendrá en cuenta la disciplina.
Sonaba normal la noticia, pero, ¿saben cuál era el punto malo de todo esto? Estaré compartiendo nada más y nada menos que con Taehyung, mi villano favorito. Desvié la mirada hacia donde estaba él, cruzado de brazos y con una sonrisa diabólica en su rostro. Ya soy, definitivamente, presa fácil para él.
Gracias al cielo el primer trimestre había terminado, mi pesadilla cesaría por el momento y tendría alrededor de diez días o más de paz mental. Tenía planeado invitar a Jennie a salir conmigo, solo los dos porque de verdad me estaba gustando mucho. Logré que aceptara una salida al cine un viernes de finales de marzo, para vernos el estreno de «Calle Cloverfield 10». Por lo general no veía películas de terror, pero ella quería ver esa y la quise complacer.
—Espero sea buen filme, como se mostró en el tráiler —decía Jennie emocionada—, ¿por qué no querías verla?
—La sangre en ese tipo de películas me da cosa —hice un gesto de desagrado—, me da asco.
—Qué ternurita —dijo pellizcando mis mejillas.
Cuando estábamos solos me abrasaba, pellizcaba suavemente mis mejillas y en varias ocasiones me había dado un beso en una de ellas. Me emocionaba con cada uno de sus gestos, me daba esperanzas de poder tener algo con ella.
Entramos a la sala de cine, ubicamos nuestros asientos y nos acomodamos. Colocamos las bebidas en los portavasos, yo sostenía las palomitas y en voz baja ella me explicaba lo entusiasmada que estaba de ver la película, ya que el tráiler le había encantado. Detrás de nosotros sentía cuchicheos, pero no les di mucha importancia, mi atención estaba centrada en la dulce chica que estaba a mi lado hablando emocionada.
—No solo es la sangre —decía con entusiasmo—, es la parte de ficción que tiene la película, según la información que busqué de ella en internet, la chica que es secuestrada está en una especie de búnker, sin saber que toda forma de vida que conocía en ese lugar, estaba muerta hace mucho tiempo.
—Increíble resumen, ya no hace falta verla —dije sarcásticamente.
—Mira señor sarcasmo, no me simpatizas —amenazó blandiendo su pitillo hacia mí.
—Qué miedo.
La película empezó y con cada escena me apretaba la mano para darme ánimos. Yo ni siquiera la veía, simplemente me concentraba en el tacto de su mano sobre la mía. Internamente estaba feliz, dichoso de haber aceptado ver una película de terror. Lo mejor de todo, al final de la película mientras salían los créditos me dijo:
—Gracias por verla conmigo —susurró a mi oído, se inclinó hacia mí y me dio un suave beso en la mejilla.
—Fue un placer —contesté emocionado.
Pero de un momento a otro, un balde de palomitas con algunas de ellas y bastante sal aún en su interior, fueron a parar a mi cabeza. Inmediatamente me lo quité, me levanté girándome para mirar detrás de mí y encarar al responsable. La sorpresa fue grande, Taehyung y su séquito estaban detrás de nosotros. ¿Recuerdan el cuchicheo? Eran ellos.
—¿Ni en mis días de descanso me puedes dejar tranquilo? —indagué exasperado.
—¿Algún problema con eso, princesita? —dijo seriamente, al parecer estaba molesto.
—Púdrete —espeté.
Tomé de la mano a Jennie y me la llevé lejos de ellos, mientras más lejos mejor para nosotros. No los volvimos a ver durante toda la tarde, por lo que estuvimos más relajados y disfrutando de nuestro paseo. Lastimosamente el regreso a clases llegó más rápido de lo deseado, así que mi tortura continuaría largo y tendido. Lo bueno era saber que ya este era el último año que él estudiaría allí. Si es que algo extraordinario no ocurría.
Lo veía más a menudo en las clases de música, por el dichoso evento. Traté por todos los medios posibles estar totalmente alejado de él, pero como un imán se nos pegó justo un asiento detrás de dónde nos sentábamos Jennie y yo. «Si tanto le gusta, ¿por qué no se lo dice de una vez para que lo rechace y ya nos deje en paz?», pensé molesto.
Durante la primera semana del segundo trimestre, se mantuvo alejado por estar ocupado con los demás estudiantes de tercero, quienes se encargarían de liderar varias actividades. Pero mi paz duró muy poco, durante la segunda semana de clases empezó nuevamente a molestar. En una de esas estaba hablando con Jennie en el receso, a punto de declarar mis sentimientos por ella cuando «bravucón salvaje» apareció derramando un vaso de agua sobre mí.
—Ups, se me resbaló —dijo sarcásticamente.
—Si claro, idiota —dije levantándome de mi asiento.
—¿Cómo me llamaste? —se acercó peligrosamente a mi rostro.
Jennie reaccionó inmediatamente interponiéndose entre los dos, para evitar que me golpeara o que tal vez fuese yo quien le diera un golpe a él.
—Ya déjalo en paz —exigió furiosa.
La miró con un gesto de calma en su rostro, ladeando la cabeza como analizando qué hacer. Se acercó a ella y le dijo:
—Oblígame.
Se marchó sin decir más nada. Le agradecí y me excusé un rato con ella para poder ir al salón, buscar un pañuelo que cargaba a veces y secarme un poco. Llegué a mi casillero, saqué una pequeña toallita de algodón color azul y me quité la chaqueta del uniforme, también la camisa, quedando con una camisilla blanca sin mangas que siempre me colocaba debajo. Por lo menos esta no se había mojado mucho, la mayor parte del agua fue absorbida por la camisa y la chaqueta.
Mientras secaba mi cara y cabello, sentí un cosquilleo en la nuca y nuevamente esa sensación extraña de ser observado. Temiendo lo peor desvié la mirada hacia la entrada y para mi mala suerte, ahí estaba Taehyung apoyado en el umbral de la puerta, mirándome fijamente. Al notar que me di cuenta de su presencia, empezó a caminar en mi dirección. Los casilleros estaban en el fondo del salón, por lo que instintivamente caminé hacia las persianas, sin escapatoria, hasta tocar la fría pared de la esquina.
De aquí en adelante todo fue tan confuso como absurdo, deseaba con toda mi alma que solo hubiese sido un delirio de mi mente o una historia contada por alguien más. Me acorraló en aquella esquina, colocó ambas manos a cada lado de mi cara para evitar que escapara. Acercó amenazantemente su rostro al mío, sus ojos brillaban con su típica furia asesina.
—¿Cómo me llamaste hace un rato? —preguntó entre divertido y molesto.
Le gustaba jugar conmigo, ver mi reacción de miedo. Me quedé paralizado, sabía que de esta no iba a salir ileso.
—¿Qué pasa princesita, te comió la lengua el gato? —se burló.
Sus palabras no hicieron más que llenarme de rabia, por lo que cometí el peor error de mi vida. Seguirle la corriente.
—Idiota, te llamé idiota porque eso es lo que eres, ¿ahora si escuchaste bien o te lo repito? —dije sin moverme.
Me miró sorprendido y tal vez con un poco de admiración. No muchos se atrevían a hablarle de esa manera, pero es que ya me tenía harto. Y aquí es donde se pusieron las cosas raras.
—Muy valiente ¿no? —tensó los brazos para impedir aún más mi huida—, a ver qué tanta de esa valentía te queda después de esto.
Por instinto cerré los ojos al ver que alzaba una de sus manos, esperando sentir su puño estrellarse en mi cara. Pero no fue así, su mano abierta fue a parar suavemente a mi mejilla y con el corazón acelerado sentí su boca tocar la mía. Con la otra mano me tomó por la cintura y pegó mi cuerpo al suyo, aumentando los movimientos de nuestras bocas. Me besaba de una manera entre tierna y suave al inicio, y después apasionada.
Me dejé llevar por la mera sorpresa, algo así como en modo automático, porque en mi cabeza aún no cabía tal acontecimiento. Me acariciaba la mejilla mientras lentamente seguía besándome, recorriendo dulcemente con besos suaves mis labios, mi barbilla, hasta detenerse en mi cuello, haciendo un chupetón en la base. No podía moverme, la presión de su cuerpo sobre el mío no me lo permitía. Dejó libre mi cuello para regresar a mi boca, dio un último suave beso y se separó de mí, ambos teníamos la respiración agitada. Su mirada era diferente, incluso puedo decir que estaba sonrojado.
—Tú —dijo tomando mi rostro por la barbilla—, eres mío.
Plantó un beso más en mis labios y se marchó como si nada, dejándome con mil y una preguntas estallando en mi atareado y confundido cerebro. Me senté en el suelo, mirando la lejanía como esperando ver una señal divina que me explicara con dibujitos lo que acababa de suceder. Pero tal señal nunca llegó, y tenía miedo. Mucho miedo.
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