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MIRADAS QUE MATAN

Esta historia les parecerá muy extraña, y hasta perturbadora. La verdad, para mí lo fue y bastante, especialmente al inicio. Pero para que entiendan bien empecemos desde ahí, el principio de mi pesadilla.

Mi nombre es Jungkook, actualmente tengo 19 años y voy a la Universidad de Sejong donde estudio Música en la Facultad de Artes Liberales. Las cosas empezaron cuando, en la primavera del 11 de marzo, comencé la universidad. Y aunque todo era nuevo para mí, era como una oportunidad para hacer nuevos amigos.

El año escolar inició lleno de sorpresas. Estando en primer año y siendo el nuevo de la escuela me sentía un poco nervioso, y era normal, no conocía a nadie todavía. El campus era mediano; pero tenía de todo: tiendas de conveniencia, farmacias, restaurantes, las residencias de los estudiantes, salas de exposiciones, biblioteca, papelería, banco, cajeros y cafeterías. Me gustaba mucho la biblioteca, que contaba con una amplia variedad de salas especializadas en información electrónica, trabajos, publicaciones periódicas, lengua y literatura, ciencias sociales, arte y mucho más que te ayudaba a ampliar tus conocimientos.

Las cafeterías eran otros de los lugares que me gustaban, pues ofrecían alimentos para todas las necesidades y exigencias alimenticias; podías desayunar, almorzar y cenar, además contaba con un horario muy flexible que iba desde las 09:00 de la mañana a las 07:00 de la noche, dependiendo del establecimiento. Y por último estaban las instalaciones deportivas. Había una de béisbol, una de tenis y una de baloncesto, otra de artes marciales coreanas y chinas, una de soccer y otra de replanteo y ocio en línea. Justo en frente de los bloques académicos estaban: las cafeterías, una zona de mini parque y un espacio con algo de césped artificial para quienes preferían leer y cosas así. Esta última era mi espacio favorito, porque a decir verdad me encanta leer.

El primer día de clases, me llevé mi libro favorito para poder distraerme si por alguna razón, muy probable mi timidez, no sea capaz de acercarme a alguien y entablar una conversación. Y así fue, por lo que, mientras los profesores trataban de organizar a todos los de primer año para que ordenadamente formaran filas e ir a las instalaciones deportivas, y empezar el acto de bienvenida, me distraje leyendo el tercer libro de la saga «Millennium: la reina en el palacio de las corrientes de aire».

—Hola —una suave voz me sobresaltó.

Era una chica hermosa de ojos color miel, cabello liso que le llegaba a las caderas y de color negro azabache, y lo mejor de todo, una amplia y dulce sonrisa que me cautivó de inmediato.

—Lo siento, ¿te asusté? —se excusó reteniendo una carcajada.

—Ah… n-no, solo me sorprendí un poco —titubeé nervioso—, estaba distraído leyendo.

—¿En serio te gusta esa saga? —señaló emocionada mi libro—, me encanta Lisbeth Salander, ojalá tuviera su memoria fotográfica, así me iría mejor en mates.

—En todas las asignaturas en realidad —acerté a decir.

Su sonrisa y el brillo de sus ojos terminó de convencerme, tenía que hacerme su amigo o moriría. Sí, exagero un poco, pero así lo decidí.

—Mucho gusto, soy Jennie —me tendió amistosamente su mano derecha.

—El gusto es mío —contesté aun sin soltar su suave mano—, mi nombre es Jungkook.

—Eres también de primero no es así —dijo soltando mi agarre suavemente.

—Sí —asentí lentamente— ¿se nota mucho?

—No, como crees… en realidad sí —se acercó un poco más a mí y susurró—: ¿Me creerías si te digo que nadie se acerca a esta zona, porque según los profesores es solo para fumadores y drogadictos?

—¿En serio? —me levanté de un salto.

Al ver mi cara de espanto, estalló en carcajadas incontrolables.

—Lo siento, era una broma —decía entre risas.

Normalmente no me gustaban mucho ese tipo de bromas, especialmente si vienen de alguien que apenas conozco. Pero, si eso implicaba volver a verla reír y sonrojarse como lo hizo en ese momento, permitiría que sucediera todas las veces que sean posibles.

—Eres mala —contesté con fingida molestia.

El timbre sonó fuerte y después, sonó una bocina anunciando el inicio del acto de bienvenida.

—Como disculpa por burlarme de ti, me ofrezco como guía turística —anunció diplomáticamente—, la universidad no es que sea muy grande pero tiene muchas instalaciones, no quiero que te pierdas por ahí.

—Gracias, tan gentil —un sarcasmo divertido se escapó en mi voz.

—De nada —volvió a reír.

Llegamos a las instalaciones, exactamente la de béisbol que era la más grande y con gradas más espaciosas. Al ser demasiados estudiantes muchos se sentaron en el suelo, solo los de segundo y tercer año podían ocupar esos privilegiados asientos. No sé si era por ser nuevo, pero muchos me quedaban viendo, en especial las niñas.

No es por presumir, pero soy atractivo. Mi cabello es liso, rubio y trato de cuidarlo mucho, por lo que mis primos siempre me molestaban por tener pelo de princesa. Soy alto y con el cuerpo algo trabajado, mis ojos son color café como los de mi mamá, tés blanca pero no en exceso y sí, dientes de conejo, porque una amiga de mi mamá me dijo que eso me hacía ver tierno.

No me incomodaban las miradas, pero sí sentía una sensación extraña. Me giré instintivamente a mirar en lo alto de las gradas, un chico de quizás un año mayor que yo me miraba fijamente con cara de pocos amigos. Su mirada era intensa y penetrante, me puso nervioso de inmediato. Era de ese tipo de chicos súper rudos que odia a todos, de los que se dedican a hacerle bullying a los de primero y al ser nuevo, encontró en mí carne fresca, como si no hubieran más personas a mi alrededor.

Desvié mi atención inmediatamente, debía procurar no hacer mucho contacto visual ni de ningún tipo con ese sujeto, de ahora en adelante y por el resto de mi existencia de ser posible. Nos ubicamos casi en el centro de la instalación de béisbol, con los demás compañeros de clases. Al terminar, nos quedamos todos los nuevos mientras los demás se iban a sus salones de clases. Lo bueno de eso era que tal vez, solo tal vez y si tenía suerte, no sería blanco fácil para aquel sujeto. Éramos aproximadamente 50 personas nuevas y no quería tener problemas con nadie, menos con ese chico que me miraba con cara de pocos amigos. Soy pacifista, o por lo menos hasta que me hacen enojar de verdad.

Las clases empezaron mejor de lo que esperaba, para mi buena suerte y por pura coincidencia me asignaron al mismo salón que Jennie, quien me confesó una tía de ella es profesora y antes de entrar a la universidad la visitaba, por eso la conocía como la palma de su mano. Ya tenía con quien hablar y hacer los trabajos grupales. Poco a poco, fue incluyéndome a su grupo de amigos: Mina, Hoseok y Lisa, pero la mayoría de veces se quedaba conmigo. Poco a poco, fui desarrollando una serie de sentimientos por ella que, a decir verdad, me encantaba.

Salíamos a receso juntos, hablábamos de tantas cosas y teníamos mucho en común, nos prestábamos los libros, nos hacíamos bromas y, sobre todo nos reíamos mucho y eso me tenía embrujado. Su sonrisa era encantadora.

De vez en cuando nos cruzábamos por ahí con ese chico, el cual según Jennie se llama Taehyung, está en tercer año y junto a su grupo de amigos, los consideraban la «pandilla de la Facultad de Artes», porque por suerte o desgracia él estudiaba Teatro. El típico chico rebelde que atrae las miradas de las chicas, alto, atractivo, cabello negro y despeinado como si se acabara de levantar, ojos negros y fríos, con un gesto permanente de «no me hablen o los mato». Todo un encanto salido del infierno.

Varias veces, en años anteriores había causado problemas dentro de las instalaciones, pero desde que pasó al último curso se había estado comportando. No sé, tal vez porque era su último año en la universidad y no quería echarlo a perder. La cosa es que, siempre me observaba de la misma manera, fijamente, como analizándome y eso me ponía nervioso. No se acercaba a mí, pero sabía que quería hacer algo, su mirada asesina lo delataba.

Hasta que un día, después de medio año en la escuela, durante el receso estábamos todos los de mi grupo de amigos en la zona de «drogadictos» como ya lo habíamos llamado, merendábamos y hablábamos como se nos había hecho costumbre.

Nos sentamos formando un círculo, a mi lado izquierdo estaba Jennie y del otro lado Lisa. Le seguía Hoseok, en frente de mí estaba Mina y detrás de ella el espacio que separa nuestra zona del pabellón académico.

—Jen, pregunta técnica —dijo Mina sorpresivamente—, ¿qué opinas de los chicos rudos?

Todos nos quedamos extrañados por su cambio de tema, especialmente uno tan peculiar como ese.

—Que son odiosos si es que te refieres a los especímenes que tenemos aquí —respondió sin dudar—, ¿a qué se debe la pregunta?

—He notado que cierto chico guapo y rudo no te quita los ojos de encima —anunció Mina con una sonrisa pícara en el rostro—, especialmente desde que nuestro atractivo compañero cabello de princesa está contigo.

Estaba tratando de tomar agua en ese momento, pero al escuchar sus palabras casi muero atragantado. Escupí parte del agua de mi boca, y la tos llegó asfixiante por lo que me puse colorado a lo que todos, excepto Jennie, respondieron con carcajadas. Ella solo trataba de hacer que respirara dando pequeños golpes en mi espalda.

—¿Cómo me llamaste? —pregunté con voz ronca—, mi cabello no es de princesa.

—Bien, no es de princesa, pero mírate —hizo énfasis señalándome—, estás bueno, sin ofender al otro presente.

—No hay problema —dijo Hoseok con un suspiro.

—No solo tu cabello, tus ojos y otras cosas más te hacen muy guapo —explicó seriamente Mina— y creo que eso ha llamado su atención.

—¿De quién? —preguntó Jennie con curiosidad.

—De Taehyung —respondió Lisa sobresaltado a todos—. Por favor, hasta yo noto las miradas asesinas que te lanza. Me parece un milagro que hasta ahora no haya intentado algo. Creo que le gustas, Jennie.

—¡Ay no, el pesado no! —exclamó Jennie—. Deben ser ideas locas de ustedes.

—¿Y entonces por qué mira a este pobre niño como si quisiera matarlo? —indagó Lisa señalándome discretamente.

—Porque está loco —dijo Jennie como si fuese lo más obvio del mundo.

—Puede ser —argumentó Hoseok—, recordemos de quién hablan, las historias que nos contaron sobre él no son inventos. Es el mismísimo diablo, a él solo le gusta molestar por diversión y recordemos que todos en este grupo somos de primero; pero claro, el princeso aquí presente siempre anda contigo Jennie, él es el blanco en la mira de Taehyung.

—Eso suena más lógico —dijo Jennie—; pero muy malo para ti Jungkook.

—Me lleva el chanfle —suspiré dramáticamente.

Volví a sentir esa sensación extraña en mi pecho, e instintivamente miré hacia arriba donde estaban las ventanas de los salones frente a nosotros. Una figura se asomaba inclinado en una de ellas, y como por arte del diablo lo reconocí al instante. Su mirada amenazante me hizo temblar, Taehyung me observaba con un brillo de furia en los ojos.

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