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Perder 1/2

You should have asked me for it
How could I say no?
And our love could have soared
Over playgrounds and rooftops (Bloc Party)
 
 


 
   
    
     
     
     
  
  
  
El comienzo del caos se remontaba a una tarde después de la escuela. A Jungkook le gustaba atravesar un pequeño parque cercano antes de llegar a casa. A veces lo acompañaban sus amigos y como si fueran cachorros tonteaban en los juegos infantiles que apenas resistían cuerpos adolescentes o trataban de volar agarrando impulsos en los columpios. En otras ocasiones volvía solo y eran sus instantes de paz y reflexión.

Reflexiones tan profundas como en cuál videojuego debería invertir su mesada. Prefería pensar en eso que en lo agotador que era tratar de llenar las expectativas de sus padres y profesores. Sostener la imagen de buen alumno era difícil. Sostener la imagen de buen compañero también. Sostenerse y definirse como un alfa firme y seguro era agotador.

Muchas veces Jungkook todavía se sentía como un crío sin presentar. Uno que no quería tener más preocupaciones que ordenar sus juguetes cuando los sacaba de la caja y quizás una tarea de matemáticas de operaciones básicas, ya que al terminarlas su madre le decía que se sentara a su lado a ver televisión y comer galletas.

Hacía años que dejó de tener una tarea de matemáticas de operaciones básica.

Lo juguetes...no tanto, ahora los llamaba figuritas de colección que iban llenando su repisa —juguetitos, insistía su mamá—.

A quién engañaba, por dentro seguía siendo un crío.

Pero a la vez le gustaba ser alfa y que los demás lo reconocieran como fuerte e imponente, que halagaran su curioso aroma y atraer miradas de omegas, aunque al lado de ellos terminaba sonrojado y cohibido.

Jungkook tenía que ser fuerte y exudar dominio Al menos así era como le habían enseñado que era su casta o sino ¿cómo iba a proteger a quien fuera su futuro omega?

No tenía idea de esas cosas, en realidad. Si tuviera que describir su interacción con omegas, lo resumiría en una mezcla de orgullo —por los cumplidos que alimentaban su ego— creciendo a la par con la vergüenza, porque la mayor parte del tiempo no sabía que responder. "Ah, s-sí, tú igual hueles increíble" o cualquier frase prearmada que acudiera a su rescate.

Tampoco estaba buscando tener algo o una pareja. Había prioridades como invertir su mesada en algún juego que lo mantuviera con insomnio. También tenía que entrenar para mejorar su actual marca personal, sus piernas largas y cuerpo ligero eran un ventaja a la hora de correr. Su entrenador insistía en que debía inscribirse a la competencia con otras escuelas del distrito y a sus padres les encantaba la idea.

Se forzaba a sacar las preocupaciones de su cabeza, aunque fuera solo por un instante, ya volverían cuando llegara a casa y tuviera que poner manos a la obra para terminar su ensayo. Sus padres estaban más obsesionados que él mismo por sus calificaciones, le recordaban cada día que todo alfa, beta u omega de su familia debía asistir a una universidad prestigiosa y si Jungkook debía ser sincero, no se sentía ni la mitad de bueno que su hermano alfa y no tenía idea qué quería hacer de su futuro en concreto.

"¿Qué tipo de profesión va contigo? ¿Qué te gustaría estudiar?", solían preguntarle y el alfa de cabellos castaños se limitaba a encogerse de hombros. Era bueno en artes y dibujo, cantaba bien, bailar se le daba sencillo y más aún correr; pero decir canto, diseño o danza no sonaban como a opciones que quisiera tomar —o más bien que sus padres quisieran para él—.

Atrás había quedado su reflexión sobre el videojuego para volver a cuestionarse sobre su futuro y no le gustaba.

Jungkook solo quería llenarse de pensamientos sencillos que le arrancaran una sonrisa conforme caminaba por el parque en pleno atardecer.

Avanzaba a paso lento, disfrutando de un placer tan simple como la brisa tocando su piel. Había pocas personas y un mar de aromas, pero alguien olía como a triste; amargo, fresco e intenso. Era imposible que pasara desapercibido.

Olía a alfa triste.

Alzó la mirada en busca del portador solo por curiosidad, de haber sido un omega seguramente habría avanzado por instinto a zancadas a ofrecerle un poco de ánimo gratuito con la torpeza en sus manos y en sus palabras lo más probable, con las mejillas rojas, rebuscando algún pañuelo desechable en los bolsillos de su pantalón o en la mochila.

Los aromas a omega triste eran una especie de invitación a cuidarlos.

Aunque un alfa triste...¿cómo se procedía? ¿Sería tan orgulloso como para levantar una barrera de metros de alto y gruñir incómodo si alguien se le acercaba? Jungkook y otros alfas que conocía respondían así frente a la vulnerabilidad.

El chico-alfa-triste no lucía como si quisiera alejar a la gente para quedarse sumido en soledad y en sus pesares. Era un tipo de aroma triste como cuando alguien quiere un abrazo y un poco de consuelo. Claramente no pensaba darle un abrazo.

Debería seguir de largo, le insistía a sus piernas rebeldes. No tenía porque enlentecer su andar y centrarse en ese sujeto desconocido que llenaba un pequeño radio con su olor a tristeza.

Lo reconoció al acercarse con extrema cautela. Su aroma fresco, su rostro que apenas se dejaba ver bajo el flequillo porque el sujeto miraba al suelo. Era Seokjin, un compañero de escuela de último año. El sunbae atractivo que recibía un montón de declaraciones románticas de omegas y betas —o eso era lo que Jungkook destacaba de aquel chico triste porque no había interactuado nunca con él—.

Incluso recordaba haber presenciado una que otra confesión romántica en el lugar y momento equivocado, ya sea en un aula vacía una tarde que olvidó su libro o en la azotea un día que escapaba de clases de inglés, no era que Jungkook se considerase a sí mismo un mal estudiante de comportamiento oposicionista, solo que una pequeña travesura o clase menos no venía mal.

Aunque si algo debía destacar que llamó su atención era la amabilidad con la que rechazaba a sus pretendientes.

Otra cosa imposible de obviar era su risa estridente de limpia vidrios. En cualquier radio cercano si "Jin" —como le decían sus amigos— reía, aquel particular sonido agudo inundaba el lugar.

Lo veía por los pasillos con su porte altivo, estilizado, condenadamente guapo, ojos hacia el frente, sabiéndose admirado, pero repartía sonrisas y miradas dulces a todo quien que lo saludara.

Jungkook no era de ellos, pasaba por su lado sin prestarle mayor atención y era mutuo. Apenas habían cruzado miradas casuales y sin ningún motivo memorable, menos aún intercambiaban saludos.

Seokjin apenas levantó la vista, sus ojos estaban un poco rojizos, Jungkook imaginaba que estuvo conteniendo las lágrimas y apenas debió haber vertido un par.

El menor de los alfa sentía que mentalmente estaba paralizado y sus pasos avanzaban por cuenta propia guiados por la curiosidad y la preocupación.

—Uh, esto...¿estás bien? —no fue exactamente la forma más empática y fluida de preguntar, pero al menos la intención estaba a la base.

Sus ojos tristes se clavaron en los propios unos segundos antes de dirigirlos a los pies y sus labios gruesos que se fruncieron.

—¿Me veo muy mal?

Se veía mal y su voz rasposa acompañaba a su tristeza tanto como su aroma fresco. Si tuviera que pensar en un color sería el turquesa.

—Un poco, creo, hueles triste —respondió sincero.

—Lo estoy, un poco.

Huele bastante más triste que decir "un poco", pero quién era él para esperar que otro alfa simplemente se mostrara abierto a sus sentimientos y le soltara sus problemas. Ni el mismo Jungkook sabía qué demonios hacía parado ahí, con el calor comenzando a subir a sus mejillas frente al atractivo sunbae de su escuela.

El silencio incómodo se prolongaba, el menor se debatía entre emprender rumbo y decir un vago "espero que estés bien" o cualquiera de esas frases de emergencia y huir, porque oler su frustración era abrumante y no sabía qué hacer.

—Vamos en la misma escuela —dijo vagamente el alfa triste.

—Uh, sí, el uniforme —contestó igual de vago, nervioso y torpe, rebuscando pañuelitos desechables en sus bolsillos.

La conversación era un completa torpeza, pero los ojos de ese alfa ya no estaban fijos en el piso, sino que lo miraban con curiosidad. Su nariz rojita le provocaba un poco de ¿ternura, quizá?

—¿Por qué te acercaste a mí?

—No me gusta sentir el olor a tristeza, es contagioso y tienes cara como de querer que alguien te consuele —soltó franco y le tendió lo único que encontró: una servilleta limpia que le sobró del almuerzo.

Seokjin parpadeó confundido y recibió el trozo de papel. Tan mentira no era, habría querido hablar de esto con alguno de sus amigos cercanos, pero Yoongi sufría con sus propios líos amorosos con aquel adorable omega y Namjoon...bueno, no era opción.

Qué más daba, quería sacarse un peso de su interior y ese hoobae tenía cara de buena persona.

—Solo estoy frustrado, ¿alguna vez has sabido de antemano que algo va a resultar mal y aún así lo intentas? —preguntó jugando con la servilleta, enrroscándola en sus dedos.

Jungkook asintió con un bajito "hmm". Lo sabía, varias veces hacía cosas sabiendo que no tendrían el resultado esperado y cuando salían contra todo pronóstico como quería disfrutaba de aquella inusual felicidad, afirmando que tal vez los milagros existían.

Quizá no hoy para Seokjin.

—Es decir, sí, siempre supe que esto pasaría, pero quería creer que podría funcionar, lo siento, te debo estar aburriendo —continuó antes de callar, sopesando que tal vez estaba incomodando al alfa que seguía parado nervioso a frente a él.

Aburriendo no era la palabra. Más bien abría una puerta a la intriga. ¿Qué era? ¿En qué le fue tan mal para borrar su sonrisa y mirada llena de chispa de aquel guapo sunbae que exudaba confianza? ¿Algún fracaso académico? Los alumnos de tercero vivían en continuo colapso —recordaba a su hermano mayor trasnochando cada día estudiando su último año—, así que era una opción probable. ¿Conflicto familiar? ¿Amoroso?

—Es normal tener esperanzas —dijo con torpeza y en voz baja—, son sanas y pueden dar fuerzas para intentar las cosas aún si no funcionan.

—No siempre son sanas, menos cuando no se ajustan a las expectativas.

—Incluso así, la gracia está en levantarse de un fracaso, Seokjin sunbae.

—¿Crees que me voy a quedar sumergido en uno? —cuestionó, ladeando un poco el rostro— ¿Viniste a consolarme por que crees que soy un alfa débil?

Jungkook negó enérgico. ¿Está malinterpretando sus palabras y acciones? Él no...

—Es broma lo último —comentó antes de reír suavecito, la expresión del menor había sido bastante divertida, de haber estado de mejor humor, seguramente habría soltado carcajadas con ganas.

Jungkook notó la diferencia, no era esa risa alegre y estridente que se le hacía contagiosa.

—Pensé —Jungkook murmuró antes de tratar saliva—...pensé que había dicho algo que te molestó, pero no creo que seas de las personas que se rinden.

A Seokjin le llamó la atención la forma tan directa en que el chiquillo se acercó, así como al hablarle.

—Crees mal, sé cuándo rendirme, a veces hay que saber cuáles batallas luchar y las que no valen la pena.

Jungkook asintió sin estar convencido. A él le habían enseñado que las batallas se enfrentaban hasta el final con la mentalidad que las podría ganar.

¿Acaso no se les enseñaba así a los alfa? ¿A pelear y defender a toda costa?

—No significa que dé por perdida la guerra —afirmó con entonación determinada—. Ni siquiera me gustan las guerras.

Jeon notaba que el aroma de su compañero de escuela ya no era profundamente triste, ahora tenía matices de curiosidad, incluso incitaba a relacionarse como si sin necesidad palabras le dijera "eh, mira que podemos llevarnos bien, soy un alfa amigable".

Aunque a Jungkook no se le daba fácil llegar y socializar plenamente abierto, pese a que no pensó en ello al acercarse. Si no estaba en confianza, se sentía tímido, más aún frente a la figura que tenía en frente. Aquel sunbae lo escrutaba con su oscura mirada de cervatillo.

Una de las impresiones que se estaba llevando de él le hacían pensar que era demasiado dulce para ser un alfa.

Su fuerte aroma a menta fresca dictaba lo contrario.

Seguramente Seokjin era un mapa complejo y de momento solo conocía pequeñas partes que no lograba encajar en un todo.

—Me siento un poco mejor, creo que ya no llegaré con cara de funeral a casa —comentaba buscando algo dentro de su mochila—. Gracias, ten estas, sé que me quedaron buenas —agregó con arrogancia lanzando la bolsita.

Los reflejos de Jungkook actuaron más rápido de lo que alcanzó a asimilar su cerebro. Sus manos se extendieron y agarró el paquete de galletas que acababa de arrojar para segundos después darse cuenta que sus dedos se aferraban al regalo inesperado. Apenas procesó que por sus oídos atravesaba la frase "nos vemos en la escuela". Claro, era normal toparse al menos una vez en los pasillos o en la cafetería y cuando buscó a Seokjin, su sunbae se alejaba.

Se quedó pensando que ese alfa muy guapo y triste ni siquiera le preguntó el nombre al amable chico que se acercó preocupado. Miró la bolsa de galletas en sus manos, tenían caritas de Ryan de Kakao Friends y casi le daba penas comerlas.

Quizá le agradecía por las galletas cuando volvieran a encontrarse.

Quizá comenzaba a saludarle por los pasillos a ver si conseguía una sonrisa.
  
  
   
   
   
   
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Jungkook consiguió bastante más que una sonrisa. Los recientes días Seokjin era quien iniciaba los saludos en los pasillos.

Lo primero que hizo el atractivo sunbae tras la tarde del encuentro a primera hora por el corredor, además de desearle los buenos días, fue preguntarle su nombre. Después se hizo rutina el intercambio de palabras por las mañanas.

Luego de los saludos iniciaron pequeñas conversaciones ocasionales, incentivadas por el mayor porque a Jeon todavía le quedaban rastros de timidez y cara ardiendo cuando los ojos de Jin se clavaban en los suyos.

De repente notaba que había más miradas encima de él como cuestionando por qué Seokjin se le acercaba.

Había escuchado los cuestionamientos inevitables. Era imposible pasar desapercibido cerca de la celebridad de la escuela.

—¿Lo conoces? —preguntaba una chica que caminaba a su lado.

—Claro, Kookie es un hoobae adorable —respondía sonriente, dejando una estela de menta fresca a su paso y al chico aludido con las mejillas rojas a varios pasos de distancia.

También lo buscaba algunas veces para compartir el tiempo libre en el almuerzo o para volver juntos después de clases. Acababa de descubrir varias cosas: la primera era que vivían medianamente cerca, cruzaban el parque y su sunbae doblaba en dirección contraria a la suya. Otro hallazgo consistía en que ambos eran amantes de los videojuegos, así como también les gustaban artistas similares y algunos placeres semi culposos con grupos de idols femeninos —Seokjin insistía que deberían juntarse a practicar coreografías y reír del desastre que podrían ser—.

El descubrimiento más importante era lo mucho que disfrutaba de su compañía y como lo cohibido que estaba al comienzo se iba difuminando en el camino.

Devolverse juntos empezó a ser rutina. Jungkook se daba cuenta que lo esperaba a la salida y sonreía al verlo llegar. Lo mejor era que Jin le devolvía la sonrisa.

Seokjin sunbae con el paso de las semanas pasó a ser "Jin hyung".

Fue inevitable, estaban bromeando por el parque. Su nuevo amigo alfa reía escandaloso y Jungkook sospechaba que ambos tenían la misma edad mental cuando corrieron a los columpios.

—Empújame más fuerte, más alto, más alto, Jin hyung.

—¿Ahora soy tu hyung, Jungkook-ah?

Su hyung.

Debía darse las gracias a sí mismo por acercarse al mayor aquella tarde. De haber pasado de largo seguramente habría perdido la oportunidad de integrar a su vida a una persona tan genial como Jin y seguiría siendo ante sus ojos solo la cara bonita y amable de la escuela.

—No sabía que te llevabas tan bien con Seokjin sunbae —decía su amigo Yugyeom sentado en el pupitre contiguo a la espera que el profesor llegara.

—Solo se fue dando desde que nos topamos una tarde que me devolvía cruzando el parque —respondió sin profundizar en detalles como el fresco recuerdo de sus ojos triste.

Aún no le preguntaba sobre eso. Tampoco pensaba hacerlo. Si Seokjin quería, le contaría, así funcionaba la confianza.

Esperaba que llegara a confiar tanto en él como para decirle aquello y más. Que fuera mutuo.

Ansiaba que llegara el fin de semana porque su mayor le invitó a una tarde y noche de videojuegos en su casa.

Y cuando el sábado llegó, llenó su mochila con los snacks que había comprado con parte de su mesada, metió un par de juegos, un pijama limpio y partió corriendo, literal, bajando a saltos las escaleras y despidiéndose con un abrazo apretado de su madre antes de esfumarse de su vista.

El permiso le había costado mostrar buenas calificaciones, todas las tareas de la semana terminadas y la promesa de hacerse cargo de la lavar los platos lo que quedaba del mes, pero valía la pena.

La sonrisa de Seokjin era radiante cuando lo recibió, se hizo a un lado para cederle el paso por el umbral. Jungkook se deleitó no solo de la expresión feliz, sino también del aroma a comida y la música animada que provenía desde la sala de estar.

En la mesa de centro había un par de vasos, refrescos, patatas dulces horneadas y alitas de pollo picantes. Los días anteriores corroboró de primera fuente aquellos rumores que halagaban a Seokjin como una especie de dios dominantes de las artes culinarias, ahora volvía a comprobarlo con tan solo oler la comida y su boca se aguaba. Sentía indigna su triste ofrenda de snacks envasados, pero su hyung estaba más que agradecido con las frituritas de sabores.

La tarde se llenó de risas, competían y quien perdía una partida debía hacer alguna confesión vergonzosa o aceptar una penitencia ridícula. Así fue como Jungkook tuvo que beber un sorbito de un vaso que mezclaba refresco, salsa picante y vinagre. Cuando fue el turno de Seokjin de aceptar reto, el menor había añadido trocitos de la brocheta a la combinación tortuosa y su mayor reclamaba escandaloso que "Yah, no, me niego", para luego explotar en carcajadas de su cara de asco cuando seguramente mordió un pedacito de carne.

—Eres un dongsaeng cruel —se había quejado con los ojos lloroso, comiendo patatas de la bolsa para sacarse el sabor agrio de la boca.

Jungkook tuvo que hacer una llamada de broma y a la siguiente derrota confesó que estornudó en la cara de la chica a quien le iba a dar su primer beso. Seokjin le contó entre risas que había escupido el café encima del omega que le gustaba cuando le dio un repentino ataque de risa.

También supo que su hyung no era hábil en ciencias y que había sacado cuatro puntos en su último examen.

Aquel alfa resaltaba tanto, mostrando una imagen tan pulcra y atractiva, de alguien que parecía perfecto, que no imaginaba que su sunbae era del tipo de alumno promedio en cuanto a calificaciones, pero el mismo Seokjin había dejado en claro en una conversación los días anteriores que procuraba mantener un promedio decente, pero que su aspiración no era un puntaje alto en el test de aptitud para entrar a una prestigiosa universidad y ser infeliz sacrificándose por estudiar algo que no le gustase solo para complacer a otras personas que se alimentaran del mérito ajeno. Fue un golpe bajo, Jungkook se había encogido en su posición y su mayor frotó su cabello desacomodándolo y diciendo: "sé que terminarás por elegir algo que te guste y no tienes que tenerlo claro ahora".

¿Cómo no iba a sentirse bien a su lado?

Ciertamente ciencias no sería el área fuerte de su hyung, pero no dudaba que tenía muchísimos talentos y habilidades. Los chistes no era una de ellas, aunque no negaba que de lo malo que eran le arrancaban una sonrisa.

La última penitencia casi lo hizo morir de vergüenza cuando imitaba una coreografía por exigencia de Seokjin quien coreaba "you don't know me, you don't know me". Intentaba digerir la secuencia de pasos en su mente y reproducir torpemente los movimientos, aunque de a poco se iba soltando. Manos apoyadas en las caderas, balanceando el peso de un lado a otro, la puerta sonó al cerrarse y un par de miradas de dos mujeres lo dejaron paralizado en el acto.

Lo describía como su orgullo de alfa recio quedando por el subsuelo, pero dignamente tartamudeó un "buenas tardes" e hizo un venia antes de presentarse formal antes las madres de su hyung.

Aunque el bochorno no desaparecía del todo de sus mejillas cuando ellas los trataron con dulzura y le sirvieron un enorme plato de comida, Jin insistía que "el mocoso es un atleta, necesita más" y la madre alfa del chico bonito agregaba otra ración de carne.

Terminó con la barriga llena, tendido de espaldas en la cama del mayor mirando el televisor con la boca entreabierta y pequeños quejidos porque apenas podía moverse, mas Seokjin no tuvo piedad al momento de empujarlo hacia un lado.

—Estás aplastado a mi RJ.

—¿Tú qué?

Entonces el alfa de cabellos castaños metió las manos y empujó su espalda para sacar un peluche esponjoso, blanco y adornado con un pañuelito rojo.

—¿Una oveja?

—No, es una alpaca.

Jungkook asintió, aunque si no lo puntualizaba no se le habría ocurrido pensar que era una ¿alpaca? Creía que debía ser de las tantas ocurrencias dispersas de Jin.

"Adorable". Aquellas frase cruzó su cabeza. Su mayor no era como un endiosado modelo de portadas, desfilando por los corredores de la escuela orgulloso de ser deseado y admirado, sino más bien tenía ante sus ojos a un sujeto adorable, que le gustaba reír a destajo, jugar como un cachorro y abrazando un peluche blanco. Un alfa bastante atípico.

Un día le dijo que no podía creer que fuera mayor que él y Seokjin se encogió de hombros, diciéndole que cumplía su deber de buen hyung varias de las veces que lo invitaba a comer como si eso anulara el hecho que su sunbae podía ser como un niño.

—Supongo que me dejarás dormir en tu cama, soy el invitado.

—Olvídalo, puse colchón inflable y el saco de dormir para ti, mi cama es absolutamente mi propiedad, está marcada con mi aroma, quizás algún día te conceda el honor de dormir en ella.

—Yah, no lo necesito tal honor, no quiero que tu olor me envuelva.

Mentía. El aroma de su hyung era agradable y sentía que extrañamente combinaba bien con el propio.

—Tampoco es que quiera compartir la cama contigo.

Jungkook pensaba una vez más en lo fácil que era disfrutar de la compañía de Seokjin.
  
  
   
   
   
    
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A Seokjin le agradaba Jungkook, podría decir que lo sintió así desde el momento que se preocupó y se acercó a ofrecerle una arrugada servilleta de papel. Tenía un par de ojitos de bambi que le sugerían que era un buen chiquillo de corazón cálido.

Inocente y dulce para ser un pequeño alfa.

Claro, primera impresión construida solo por una instancia. Después fue viendo que su dongsaeng era un mocoso travieso y terco una vez que entraba en confianza, incluso obviando los límites del respeto con quien era su mayor.

Era tan fácil gastarse bromas y reír a su lado que resultaba inevitable no buscar su compañía. Podía relajarse, dejar salir aquellas partes de sí mismo que reprimía porque las presiones invisibles e inconscientes lo llevaban a actuar acorde a lo que esperaban de él, a ser esa especie de idol dentro de los pasillos. Bonito y amable con todos.

Seokjin no se reducía solo a esos dos adjetivos, había dimensiones de sí mismo que distaban de lo que esperaban los demás. También era irritable, caprichoso, escandaloso, de risa fácil —eso sí lo sabían todos—, a veces si el mal humor primaba, también lo hacía el sarcasmo en su lengua que podía ser venenosa.

Todo eso lo reprimía, no ante Jungkook u otros de sus amigos cercanos y sentir esa libertad junto a alguien sin ser juzgado lo consideraba realmente valioso.

También era un alfa, aunque no siempre sentía que encajaba en lo que pedían de su casta. Aquel instinto protector y competitivo no estaba arraigado a su ser, pero podía ser bastante dominante cuando se lo proponía. No andaba al acecho de omegas dulces, solo le había gustado uno y para mala suerte de su pobre ego herido lo rechazó con tanta dulzura incluso antes de confesarse y sacar las galletas que preparó especialmente para él.

Si debía ser sincero le tendían a gustar los betas, hombre y mujeres, eran más simples y olían a jabones y perfumes sutilmente adheridos a la piel.

Desde que se presentó empezó a explorar un mundo de olores como si volviera a vivir la experiencia de pasear por el mercado de la mano de sus madres por primera vez, abrumado por los estímulos picando en su naricita desde los especiados, ahumados, ácidos, amargos a los dulces y caramelizados. Le parecía tan extraño como las feromonas podían adquirir aromas concretos a comidas, flores, plantas y elementos naturales. Incluso el suyo, menta, ¿de dónde salía? ¿Qué había en su código genético, en sus células para producir semejante olor? Todavía era un misterio.

A Namjoon no le gustaba la combinación de chocolate y menta. Quizá por eso también resultaron incompatibles si el menor olía a chocolate y avellanas, porque se mezclaban sus esencias y seguramente a su amigo le gustaba el aroma neutro de su novio beta.

Se suponía que los alfas estaban hechos por la sabia naturaleza para encontrar complemento con un omega. Recordaba a la perfección cuando en su primer año de secundaria salía con una omega y tanto el olor como el sabor dulce parecían quedar adheridos a sus papilas. Igual a comerse una paquete entero de caramelos hasta el punto de la saturación.

Definitivamente no fue su sabio complemento ideado por la naturaleza.

Los alfas podían oler demasiado fuerte y los omegas empalagosos.

Los betas no olían a nada en particular, quizás a sudor y sal, mezclado con lociones, pero nunca tan potente como alfas y omegas. Nunca tan complejos y con celos exacerbados que debieran controlar con supresores.

Jungkook...

Su dongsaeng tenía un aroma bastante particular que era como un pasaje directo a la infancia y a jugar con barro. Fresco y terroso, como pasear por un jardín recién regado.

Seguramente juntos olían como a jardín.

Varias veces se contenía de no acercarse más de la cuenta para olisquear descaradamente su cuello como el animal curioso que se sentía ser.

Seguramente Jungkook no tendría una reacción agresiva, si varias veces era el mismo chiquillo quien saltaba a su espalda para que lo cargara y escondía el rostro contra su cuello. A veces Seokjin lo abrazaba y se apoyaba en su hombro huesudo. Lo tomaba como una señal de confianza mutua. Por lo general su casta consideraba sagrada la región del cuello.

Mirar a Jungkook le transmitía la sensación de estar todavía al lado de un cachorro queriendo creerse un alfa fuerte.

Uno de sus compañeros de clases que estaba en el club de atletismo con su dongsaeng le dijo más de una vez que Jungkook era bastante altanero y presumido solo por alcanzar la mejor marca del equipo. Seokjin se mordió la lengua para no decir que era un envidioso y que no era culpa de Kookie ser talentoso con sus piernas largas.

—Es bueno en lo que hace, supongo que tiene todo el derecho a regodearse en su logro —comentó un poco más comedido, alzando los hombros.

Tal vez Jungkookie era arrogante y se había vuelto demasiado confianzudo, pero así le gustaba. Tan espontáneo y divertido.

Tenía la teoría que se llevaban bien porque ambos tenían la mentalidad de un par de críos como si compartieran la misma neurona.

Cada vez que Jungkook le gastaba una broma, Jin respondía con pequeños golpes en el hombro o jalaba un mechoncito de cabello de su nuca, quejándose con un "yah, tan confianzudo, respeta a tus mayores" y el condenado chiquillo le decía "abuelo", riendo entre dientes. Las menos veces, él le gastaba alguna broma de vuelta.

Pero el paso del tiempo a su lado le permitía ver que era parte de ese pequeño porcentaje de personas que conocían aquella faceta de su menor.

Ciertamente era un estudiante bastante responsable y calificaciones altas. La promesa de su club, apreciado por sus profesores —salvo el maestro de inglés—. Uno de esos alfas que se ganaban muchas miradas de omegas que buscaban "un buen partido" y genes fuertes para sus futuros cachorros, Jeon era todo un ejemplar de alfa en ese sentido.

Muchachito dorado, bromeaba Jin para quitarle un poco la presión de encima.

Casi se sentía avergonzado de sus cuatro puntos en el examen de ciencias hasta que Kookie le comentó que tuvo el mismo puntaje en los exámenes de inglés y que a duras penas lograba salvar aquella materia.

También su dongsaeng le contaba una tarde mientras se devolvían por el parque que las calificaciones eran como un especie de billete para pagar por permisos o mantener intacta su mesada. Seokjin creía que era algo agotador aquellas presiones académicas que tiraban sobre sus hombros, además del peso que le asignaban a su casta. "Pobre Jungkookie", por eso le insistía que buscara el camino que se le hiciera satisfactorio. Si le gustaba matarse estudiando, le apoyaría —incluso si implicaba reducir las horas de ocio que compartían—, pero si quería dedicarse a otra cosa, sería de los primeros en animarle a ser feliz.

Estaba agradecido que sus madres no lo criaran con la mentalidad de competir constantemente y alcanzar expectativas ajenas, las cuales terminaban surgiendo desde otras aristas. Dedicarse al mundo culinario era competitivo per se y Seokjin sabía que tenía que prepararse mentalmente para la presión.

Podía con ello, estaba convencido. Aunque siempre había incentivos como Jungkook que lo miraba con esos grandes ojitos asombrados cuando Seokjin se entusiasmaba hablando de preparaciones, técnicas y puntos de cocción específicos, hasta que su menor soltaba un "wow" y agregaba "sabes mucho, hyung", "cocinas asombroso"; entonces notaba su pecho inflarse de orgullo. No sacaría altos puntajes en ciencias, pero al área que le gustaba le ponía mucho empeño para superarse.

Había encontrado un compañero alfa con quien se entendía muy bien y se sentía libre a su lado. Además de ser un par de críos que jugaban en los columpios, también podían tener de aquellas conversaciones que permitían desnudar temores, mostrar sueños y exhibir pedacitos de sus almas. ¿Qué más podía pedir?

—Quiero decir una de las frases más cliché del mundo —reía Seokjin aquella tarde almorzando a escondidas en la azotea.

—¿Cuál?

—¿Dónde habías estado toda mi vida? —dijo antes de emitir un par de aquellas sonoras carcajadas que a Jungkook se le hacían tan contagiosas.

—Por los mismos pasillos que tú, hyung, solo que no nos hablábamos —respondió antes de robar un par de trocitos de pollo apanado de la caja de almuerzo de su mayor.

—¡Yah, maldito mocoso! —reclamó al ver que aquellos pedazos de comida que guardó para el final, porque era lo que más le gustaba, habían desaparecido—. Primero soy tu sunbae, segundo soy tu hyung, deberías tenerme más respeto.

—Como mi mayor debes cuidarme y soy un atleta en crecimiento, necesito comida.

Entonces Seokjin terminaba indefenso, barreras anuladas, ya que Jungkook le dedicaba una de sus sonrisas, tan alegre, mostrando sus dientecitos adorable y ojitos cerrados. Se quedó grabada como una fotografía en uno de los álbumes de su memoria.

Algo se rompió y se desparramó cálido en su pecho.

—Dongsaeng tonto.

Seokjin empezaba a adorar más de lo que creía posible a ese chico que se le acercó en el parque.

No quería pensar que salía de una para entrar en otra. Además ambos pensarían como críos, pero Jungkook seguía siendo más crío que él.

Imposible. No.

"Si no lo pienso no existe", se repetía.
  
  
  
   
   
   
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Jungkook esperaba a Seokjin a la salida de la escuela. El plan del día era hacer una visita al centro comercial, su hyung insistía que necesitaba prendas nuevas y un par de cosas de aquella tienda de artículos gastronómicos que tanto le gustaba, "es como mi juguetería", comentaba entusiasmado.

Su mayor tardaba, pero era habitual estar unos cuantos minutos de pie, despidiéndose de sus compañeros mientras aguardaba, luego sacaba su teléfono y se distraía mirando los mensajes en las redes sociales hasta que el alfa castaño aparecía a su espalda, hablando justo en su oído para hacerle saltar.

Aire tibio acariciando su piel sensible. El hormigueo de su voz vibrando suavecito.

Jungkook-ah.

Sus hombros se alzaron en respuesta al cosquilleo que produjo el aliento contra su oreja. Volteó y se topó de frente con una sonrisa de gruesos labios cerrados. Empuñó su mano para frenar el impulso de tocarlos, se veían demasiado esponjosos que le daban ganas de apretarlos con sus dedos.

En el camino su hyung hablaba sin parar, comentaba acerca de su futuro, de los cursos de gastronomía que tomaba durante los veranos, algo sobre uno específico de repostería y lo nervioso que estaba ante la idea de rendir una prueba especial si quería ingresar a una buena academia al terminar la secundaria.

Al año siguiente Seokjin no estaría y comenzaba a ser consciente que ya no escucharía su risa haciendo eco por los pasillos, que no aparecería a sorprenderlo por la espalda, ni tampoco se devolverían juntos después de clases.

—Qué cruel, hyung —le decía Jungkook una tarde que cruzaban rápido por el parque cuando pequeñas gotitas caían sobre sus cabezas—, aceptas mi compañía porque tus compañeros de grado están estresados por el examen de ingreso universitario.

—Yah, dongsaeng desconsiderado, que sepas que puedo conseguir la compañía de quien quiera, pero prefiero la tuya.

Jungkook no admitió en aquella ocasión que pensaba lo mismo. Podría  estar en compañía de cualquiera de sus otros amigos o en cualquier otro panorama, pero elegir a Seokjin era instantáneo.

Los meses estaban pasando demasiado rápido. Quizás era por eso que decían que el tiempo vuela cuando uno se divierte y mucho de aquello había traído su hyung a sus días.

—...Son unos ridículos, dicen que soy especial y tengo todo lo que buscan cuando ni siquiera me conocen, ¿entonces qué buscan exactamente? O sea sé que tengo una cara bonita...

¿En qué momento Jin cambió el tema? Por estar metido en su propia cabeza perdió el hilo de la conversación, pero entendía que posiblemente hablaba en referencia a las recientes confesiones que había recibido.

Al principio no entendía por qué su mayor no se daba la oportunidad de conocer siquiera a uno de los omegas que se le declaraban. Luego fue experimentando lo apabullante que era tener aquel tipo de atención encima.

Tal vez pasar tanto tiempo con Seokjin le estaba contagiando la belleza o el carisma, pero notaba que había más miradas en su persona, más saludos en los pasillos, chicas y chicos omegas que le dejaban alguna carta o que lo esperaban a la salida del club de atletismo para confesar que estaban interesados en él. Entonces Jungkook se deshacía en su propia timidez y con pesar les decía que no era mutuo.

Porque no podía forzarse a que alguien produjera mariposas en el estómago y esas cosas que se suponía que sentía la gente enamorada.

Quizá para Jin era parecido y simplemente no aparecía otro omega que agitara su corazón.

Hacía algunos días atrás, luego de bastante tiempo, le confesó que aquella tarde que estaba triste en el parque fue tras el rechazo de parte del omega de quien estaba enamorado. Le contaba con una sonrisa triste que siempre supo que su amigo ya estaba interesado en alguien más y no sabía por qué pensaba que funcionaría, que se dejó influenciar por la vaga idea de que por ser un alfa atractivo y que los omegas tendían naturalmente a fijarse en él, Namjoon no sería la excepción, "una estupidez y arrogancia sin sentido", añadió.

Todavía veía que su hyung sonreía triste cuando saludaba a Namjoon y su actual pareja beta, suspirando que le gustaba ver a "Joonie" feliz.

Seokjin también merecía a un omega tan asombroso que le hiciera feliz.

Por su parte procuraba ser un amigo que lo hiciera feliz.

—...Pero lo más ridículo es cuando me vienen con la excusa del predestinado, si lo fueran, supongo que lo sabría —continuaba comentando de forma que rozaba lo despectivo—. Un poco de dignidad, cuando me dijeron mi primer "no", lo acepté y continué con mi vida, no seguí intentando siquiera cortejar a Nam nuevamente.

A Jungkook le gustaba esa faceta de su hyung, a quien antes jamás habría imaginado soltando tales comentarios cargados de molestia siendo que sus rechazos estaban bañados en dulzura.

Seokjin estaba pintando con diversos colores y matices, cada vez descubría más. Muchos más. Solo tenía que mirarlo con atención y emergían a la superficie.

Hacía una semana Seokjin descargaba su enojo y Jungkook recién se daba cuenta que cuando su hyung despotricaba contra el mundo, podía emitir más palabras por segundo de las que era capaz de procesar.

—¿Qué? ¿De qué te estás riendo, dongsaeng irrespetuoso? —se quejó con el ceño fruncido y todavía las mejillas rojas por la furia.

—Podrías rapear, hyung —apretó lo labios para no estallar en carcajadas.

Seokjin lo hizo en su lugar, diciéndole "tonto" entre risas agudas e hipidos. Porque tan rápido como el enojo llegaba, se esfumaba. Tan rápido como el ritmo de sus frases.
  
   
   
  
—¿Y bien? ¿Aún no hay ningún omega, beta o alfa que esté robando un lugar en el corazoncito de este adorable dongsaeng? —preguntó Seokjin arrastrándolo de vuelta a la conversación, revolviendo su pelo con cariño.

¿Alfa? —cuestionó sorprendido.

¿Siquiera era posible? Hasta donde sabía era atípico que dos alfas o dos omegas estuvieran juntos. Además no le gustaban sus aromas fuertes.

Aunque Seokjin era un alfa y olía muy bien. Su aroma a menta era refrescante y le hacía pensar en el color verde. Lo que más le agradaba de su esencia era que no lo percibía igual a la menta de los caramelos, tan sintéticos, sino que era como tomar un puñado de hojas y machacarlas hasta que desprendiera la aromática fragancia herbal.

—Una persona, Kook, quien sea que te guste. ¿Hay alguien? —indagaba curioso.

Jungkook permaneció pensativo, había un compañero de clases que le parecía bonito y amable, varias veces se sentaban juntos, en alguno que otro receso conversaban, podría decir que se llevaban bien y que el omega olía exquisito, pero de ahí a estar enamorado lo separaba un gran trecho de distancia.

—Un compañero, Jimin, él me parece bonito —respondió encogiendo los hombros. No podría confirmar que estaba metido en su corazón, pero sí que le parecía un omega agradable, que la posibilidad no estaba descartada.

Vaya alguien a saber lo que dictaba el futuro.

—¿Park Jimin?

Jungkook asintió y no entendía porqué su hyung lo miraba como entre sorprendido y extrañado.

Tampoco entendía de dónde llegaba esa extraña tensión entre ambos mientras recorrían el centro comercial. De repente Seokjin estaba más hermético y Jungkook más silencioso, sin saber qué decir, respirando el aroma a menta fresca y amarga.
  
  
   
  
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
***
Bueno entre releer, rehacer y editar se me extendió más de la cuenta. 

Lo separé en dos parte porque así editarlo se me hace más sencillo (además me entrarían ganas de aventarme con celular y compu de un puente si wattpad me desconfigura algo o me cambia los guiones como tantas veces me ha pasado en capítulos muuy largos ;_; )

Gracias por leer a mi bebé, pronto estaré subiendo más. Les adoro~ 💕

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