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Última parte


El día de la boda llegó más pronto de lo que se imaginó y todo estaba prácticamente listo.

Sus amigos estaban lo suficientemente ocupados como para prestarle atención al Capitán, quién sufría una de las peores experiencias en su vida.

El corazón le palpitaba a un ritmo intenso. No estaba preparado para lo que venía pese a todas esas veces en la madrugada en las que se repitió que era real, Tony se casaba.

Natasha llegó a su lado, dándole un fuerte abrazo. Dejó que los brazos de su amiga lo envolvieran, teniendo cuidado de no maltratar o arrugar su hermoso vestido.

—Eres un necio, te dije que no vinieras.

—Hice una promesa.—miró hacia otra dirección para escapar de los foraces ojos de la pelirroja.

Los floristas afinaban cada minúsculo detalle de los adornos y en especial del arco estructurado frente al altar.  Steve reconocía que no había espacio que no se viera maravilloso.

Las flores que Pepper había escogido eran las indicadas con tal especial ocasión.

—Aún tienes tiempo, vete de aquí.—Natasha casi le imploró, atrayendo su vista de nuevo hacia ella. 

—Sé lo que debo hacer, Nat.

—Entonces habla con él, confiésale lo que sientes antes de que todo esto comience. Hazlo o te arrepentirás toda tu vida.

Quiso seguir aquel consejo, nada más lo haría más feliz, pero él bien sabía que para eso era desgraciadamente tarde.

—Nat, por favor... Creeme esto es lo mejor.

La espía, indignada por lo que presenciaba, maldijo en un susurro y antes de darle la espalda a Steve reiteró:

—Te veo en la primera fila, si es que soportas esta maldita farsa.

La vio alejarse y situarse con los demás invitados. Sus compañeros y amigos ya tomaban asiento en las sillas distribuidas alrededor del inmenso jardín.

—¿Qué?, ¿estás nervioso, Steve? —y allí estaba esa voz. Casi se paralizó por completo al escucharla, tan vivida, llena de sarcasmo, en pocas palabras tan Tony.

Giró su cuerpo apenas unos centímetros para verle.

Sonrió siendo cegado por la belleza del hombre frente a él. El castaño no necesitaba arreglarse mucho para presumir de una elegancia y un porte  masculino envidiable, además, ni hablar de los finísimos rasgos en su rostro, como si hubiese sido esculpido a mano ante la tremenda perfección en cada parte que lo componía, haciéndolo digno del aprecio de todos a su alrededor. El traje negro se adhería perfectamente al cuerpo del multimillonario, no había forma de que nadie no notora lo bien que le quedaba.
Por instantes se siente débil cuando ve esa sonrisa coqueta y aquellos ojos color avellana mirarlo con un encanto y brillo únicos en el mundo.
Y es que tenía muy en claro que Tony debía ser admirado, después de todo, es lo que se supone se hace con el arte.

—Sólo pensaba en cosas.—respondió gentil. —¿No deberías estar alistándote?, falta poco para el inicio de la ceremonia.

—Te ves horrible, Steve, ¿estás bien? —sintió que su alma lo abandonó por unos segundos cuando Tony le tomó por las mejillas para corroborar su temperatura.

Le apartó de su cálido toque, antes de cometiera una imprudencia.

—Estoy bien, sigo enfermo, eso es todo. —resumió, tomando unos cuantos pasos de distancia entre ambos.

Agradeció como nunca la presencia de  Rhodey en medio de la platica, antes de que el más bajo pudiera contestarle.
Tony le lanzó una última mirada que no supo como interpretar y que lo dejó bastante inquieto.

El general se llevó al castaño para instruirle el lugar en el que tenía que estar para oficialmente dar comienzo con la boda.

Steve de igual forma, corrió para tomar su posición junto a sus amigos, específicamente, junto a Natasha y Bruce en los asientos reservados.

El equipo de héroes guardó silencio en cuanto el Capitán llegó. Si era cierto que varios no sabían por lo que estaba pasando, también era verdad que algunos otros se daban una idea de lo difícil y sobre todo gran sacrificio que afrontaba.

La música y cánticos se empezaron a entonar, alentando a que los presentes se pusieran en pie para recibir a la novia.

Pepper apareció al inicio del camino hasta el altar, caminando lentamente y sonriendo alegre a quienes dirigían su mirada hacia ella. Estaba radiante, en su rostro se podía leer toda esa emoción y alegría.
Su vestido era precioso, con todos esos detalles y acabados supuso costó una fortuna. Una que sin duda alguna valía la pena en un día tan importante en sus vidas.

Steve sacó fuerzas de lo más profundo de su ser cuando creyó que ya no resistiría más. Fue firme y se mantuvo al margen durante gran parte de la ceremonia. No demostraría signos de su profunda tristeza o al menos eso intentaría.

Más de una mirada se posó en él cuando el sacerdote hizo la tan famosa pregunta de que si había un impedimento para realizar la unión de las dos personas era el momento de hablar.

Silencio. No se inmutó por los ciertos pares de ojos sobre él, porque ya sabía perfectamente lo que haría.

Su corazón latía fuerte.

Al no haber una respuesta la ceremonia continuó.

Todo iba bien, hasta que llegó el momento culminante en que los novios se comprometían mutuamente y sellaban su juramento con la entrega de los anillos.

Steve sentía que poco a poco  le fallaba la respiración, sus manos sudaban y de repente todo se volvía borroso a causa de unas cuantas lágrimas.

Se fracturó mucho antes de lo previsto.

No pudo resistir el dolor un solo segundo más. Sin dirigirle la mirada a nadie, se levantó de su silla y salió caminando discretamente por un costado de los asientos para no llamar la atención.

Natasha intentó salir tras él pero Clint se lo impidió.

—Necesita procesar esto, déjalo solo un momento.—justificó el arquero a lo que la pelirroja se volvió a sentar inconforme.

Una vez fuera de la vista de todos, corrió a toda velocidad, avanzando a grandes zancadas a los largo de los extensos jardines. Se detuvo cuando comprobó que estaba lo suficientemente lejos de la ubicación del evento como para que alguien lo encontrara.

Se sentó en el verde pasto con fin de estabilizar su respiración y por supuesto su mente también.

Ni siquiera contempló o siquiera escuchó cuando Tony y Pepper intercambiaron aquellas palabras de amor y que era tal vez la parte fundamental de toda la boda. Fue un momento en el que se encasilló y lo único en que pensaba era en escapar de ese tormento de una vez por todas.

¿Habría notado Tony su ausencia?

Esperaba a que no fuera así, ya que de nada serviría todo su suplicio al respecto.

Se recostó, pasando sus brazos por detrás de su cabeza. El cielo se teñía poco a poco de tonalidades oscuras conforme pasaban los minutos. La vista era fantástica, siempre le tranquilizaba observar la majestuosidad del manto nocturno pintado de estrellas. Quizás porque en sus peores momentos los miles de millones de astros, habían estado allí para recordarle que nunca estaba solo.

No se preocupó por dejar fluir el llanto, al final de cuentas nadie le observaba en todo ese emotivo encuentro con la naturaleza  mágica de aquel lugar.

Días anteriores había hablado con Fury acerca de tomarse más en serio su labor como Capitán América, así que le solicitó ponerle al frente de las misiones de mayor rango y de preferencia de tiempo completo. Dejaría a los vengadores por un tiempo y aunque en sí todos trabajaban por el bien común, Steve se enfocaría más en casos y situaciones  del país, dejándole a sus amigos las amenazas a nivel mundial. Esto no solo le permitiría mantenerse ocupado, sino que lo alejaría de Tony por un periodo.

Hizo lo que tenía que hacer, lo mejor para todos.

Estaba por retirarse cuando de la nada  apareció frente a él la tan conocida armadura de Iron Man aterrizando.

Tony salió del traje y Steve se quedó en silencio sin saber que decir o cómo justificar su huida.

Ninguno de los dos se atrevía a hablar, dejaron que el pacífico canto de los grillos nocturnos reinara en el ambiente mientras ellos no hacían más que contemplarse.

Steve suspiró, desabrochándose la corbata del cuello. En sus planes no tenía contemplado ver a Tony después de la boda.

Tony por su parte había estado buscando al rubio por buen rato en la fiesta y al cansarse de no encontrarlo recurrió al método más efectivo de todos. No fue difícil rastrearlo una vez en los aires y con Jarvis a su servicio.

Ambos aún sin pronunciar palabra alguna, se sentaron en el creciente pasto verdoso como si se hubieran leído la mente.

—Puedo saber por qué te fuiste.—la voz de Tony fue serena.

—No, no creo que sea lo adecuado ahora.

—Necesito saberlo, Steve.

El de ojos azules volvió a negar con la mirada gacha. Era como si un devastador nudo se estuviera formando en su garganta, simplemente no quería ni se sentía capaz de explicarle la verdad a su mejor amigo.

Por el rabillo del ojo distinguió el brillante anillo plateado lucir en su dedo anular.

Lo hizo.

El dolor regresaba para alojarse en su pecho.
Ya no importaba lo que sentía por él, ni lo mucho que su corazón latiera por estar a su lado, todo estaba consumado.

—Olvidalo, Tony, ya no importa. —se incorporó, sacudiendo su traje.

—¡A mí sí me importa, Rogers! —Tony lo detuvo del antebrazo para evitar que se alejara.

—Entiende que ya no tiene sentido, fue un error, tal vez en otro momento te lo pueda explicar mejor.

Sus ojos se encontraron con los del castaño por unos segundos y su cuerpo entero se estremeció al verlos brillosos a causa del exceso de lágrimas.

Tony lloraba y no entendía el por qué.

Entonces el mundo se detuvo, o al menos así lo sintió Steve cuando por fin los labios de Tony  entraron en contacto con los suyos.

El menor lo sujetaba por las mejillas en su intento de atraerlo lo más posible y profundizar aquel beso.

Ahora entendía la famosa expresión de ir flotando en una nube y se quedaba corta con cualquier explicación que alguien le hubiera dado e incluso con cualquier interpretación de sus autores favoritos.

Debo estar soñando...

Pensó Steve ante la posibilidad de que eso ocurriera. Sin embargo supo que era real cuando reafirmó su agarre a la cintura del menor.

Era un beso lento pero lleno de una carga emocional inmensa, con un sentimiento a flor de piel que por mucho tiempo ambos hombres habían tratado de ignorar.

Sintió el sabor salado de las lágrimas a través de los labios ajenos.

Ninguno de los dos quería que ese momento terminara. Aún no. Después de haber volado tan alto, sería como lanzarse sin consideración alguna sin paracaídas. El vacío al concluir la unión de sus almas simplemente era aterrador.

Finalmente pasó, con las respiraciones agitadas y miradas inseguras, rompieron el contacto.

—Tony...—acarició una de sus mejillas y éste se estremeció.—¿Por qué?, ¿Por qué no me comentaste nada?—reprochó con un hilo de voz.

—Tenía miedo. —confesó, sosteniendo su mano.

Steve se quería estirar de los cabellos, frustado por todo el revoltijo de emociones en su interior.

—¿Que no era obvio que yo te amaba?, ¿no veías cómo te miraba?, ¡Por dios, Tony, siempre te he amado!

—¡No sabía si era verdad o mi mente me estaba jugando sucio!—también alzó la voz, queriendo justificar sus acciones.—Tú tampoco dijiste nada y yo tuve que tomar una decisión.

—La mayor declaración de amor es la que no se hace.

—Nunca fui fanático de la filosofía.—respondió triste por oír aquello.

—Por eso te casaste con Pepper...—pronunció entrecortadamente, mientras numerosas lágrimas recorrían su rostro. Todo comenzaba a tener sentido.

—Steve, creí que si apresuraba las cosas con ella todo cambiaría, que te olvidaría y esa etapa de enamoramiento se esfumaría con el tiempo... Nunca se me cruzó por la mente que tú sentías lo mismo.

El Capitán estaba a nada de desfallecer allí mismo, jamas en su vida había sentido un dolor semejante. Si tan sólo pudiera regresar las manecillas del reloj y retroceder en el tiempo.

Tomó por las manos a su amado y depositó un prolongado beso en cada una. Amaba a ese hombre con cada fibra de su ser, con cada latido, con cada respiro y hasta el último aliento que diera su cuerpo, sólo habiendo alcanzado la muerte, podría dejarlo de amar.

—Lo siento mucho, Tony. —acarició unos segundos más la tersa piel de sus manos con su mejilla.

Y entonces lo soltó. Probablemente la  elección más difícil en su vida.

El castaño veía todo con el corazón destrozándosele.

—Es tarde, amor. Ya es muy tarde para nosotros.

—Steve...—su voz sonó desgarrada.

—Por favor no hagas esto.—el mayor retrocedía a pasos lentos.—Tú lo has dicho, tomaste una decisión, hay que aprender a afrontarla cada quién por su lado.

—¡No puedo hacer esto sin ti! —le impidió darle la espalda, rodeándole con sus brazos por el pecho.

Tony no quería senrtirse de nuevo que estaba muerto en vida. Ahora le quedaba claro que sin el rubio a su lado, estaría incompleto.

—No me dejes, por favor...—sollozó.

Steve no dijo nada. Besó una última vez la frente del amor de su vida y lo apartó dulcemente sin dejar de observarle con los ojos azules cristalinos.

—Te amo.

Si algo le decía su cabeza y también su corazón, es que no podía permitirse estar con alguien que ya se había comprometido de por vida con otra persona.

Sus pies respondían torpemente a su cerebro con la intención de caminar lo más lejos posible de él.
No miraría hacia atrás, no cometería un error más.

Algo dentro de sí mismo moría, despojándolo de cualquier visión en la que fuera feliz.

Volvió al festejo de la boda con una sola intención.

Natasha lo vio aproximarse a la barra de bebidas y prácticamente corrió en su dirección sin importarle a quienes golpeara en el camino.

—Por favor sácame de aquí, no me siento en la disposición de manejar.—suplicó.

Y era cierto, sus manos temblaban incapaces de controlar ese estado. Su cuerpo entero parecía haber sufrido una lesión. Natasha se preocupó al verlo tan demacrado.

—Tranquilo, Steve, estarás bien. —prometió la espía, llevándoselo de allí.









...









Tres años después

Nadie sabía a ciencia cierta porque el Capitán América había decidido dejar al equipo de los vengadores por tanto tiempo. Fue una noticia que corrió de norte a sur y se imprimió en todos los diarios del país.

Más extraño aún era que su compañero y amigo, Tony Stark, se abstuviese de hacer cualquier comentario al respecto. La prensa no se tragaba del todo la situación frente a un sin fin de incógnitas por resolver.

En sí, el mundo entero seguía consternado.

Tres años habían transcurrido desde aquel día. Tiempo en el cual Steve luchaba frecuentemente para salir adelante por su nación, por su gente y sobre todo por él mismo.

No hubo noche en la que no recordara lo hablado con el filántropo el día de su boda. A pesar de que ya había pasado mucho tiempo, aún, si cerraba los ojos por unos instantes, venía a su mente esos hermosos ojos color miel, el sabor agridulce de sus labios. Tony seguía como desde el primer día en que lo vio, resguardado en su corazón.

Su historia era trágica a los ojos del Capitán. Tan solo el hecho de coincidir con esa persona especial y no poder haber permanecido juntos, le causaba un remordimiento horrible.
Al final, la vida se había encargado de encontrarlos en cierto punto del sendero para después volver a alejarlos por caminos separados.

Steve no dejó que todos esos recuerdos y memorias atormentaran más lo que quedaba de su roto corazón. Debía enfocarse en el presente.

Actualmente viajaba con un escuadrón de agentes de SHIELD hacia lo que se supondría eran unas instalaciones abandonadas de HYDRA.

—Capitán, entraremos por el frente como ordenó, debemos dejar el vehículo para proseguir el resto a pie.—le informó un joven agente.

—Sí, adelante.—dio su señal aprobatoria.

Su equipo siguió lo que faltaba del camino en tierra. Todos iban armados y alertas, incluyéndolo a él con su escudo.

El edificio a simple vista se veía antiguo y deteriorado. Algunas ventanas tenían los vidrios rotos y la estructura parecía caerse a pedazos.

Steve y algunos agentes, fueron los encargados en entrar primero a inspeccionar, mientras que el resto vigilaba la zona por fuera.

Ya recorriendo las habitaciones y pasillos, encontraron varia información útil, como viejos mapas de las bases y localizaciones de hace años. Fuera de eso no había nada más relevante, todo lucía tan solitario y olvidado. El polvo y la suciedad eran prueba de ello.

Steve estaba un poco decepcionado, esperaba encontrar algo más interesante que planos de hace más de una década. Aunque quién sabe, a lo mejor descubrían un posible hallazgo cuando los examinaran con detenimiento.

Dio indicaciones para que los agentes se reagruparan y regresaran a SHIELD. Ahora sólo quería llegar a su departamento a descansar.

Procuró ser breve en su informe con Nick y Coulson, realmente necesitaba llegar a su casa.

Phil lo llamó antes de que se retirara.

—¿Sucede algo?—preguntó.

—No sé cómo explicártelo sin que resulte incómodo pero lo haré de todas formas.—sonrió a medias.—Mira, los vengadores están aquí, sé que siempre los evades pero sólo creí que te serviría saberlo.

—Gracias.—permaneció neutral. —De todas formas ya me iba.

Se despidió del agente diciéndole que lo vería al día siguiente.

Los vengadores pocas veces visitaban la base, motivo por el cual nunca tuvo problemas con toparse con algunos de sus compañeros. Claro que no había dejado de frecuentarlos, exceptuando por supuesto a cierto castaño.

Sin incluir al dueño de industrias Stark, su relación con los demás seguía siendo muy buena.

—¡Steve, ¿te marchas ya?!—escuchó el grito de Natasha del otro lado del corredor.

Esperó a que su amiga lo alcanzara de pie a la siguiente puerta de accesos.

—Así es, tú bien sabes el por qué.

Por algún motivo notó a Natasha el doble de sonriente que otras veces.

—¿Podemos seguir hablando después?, como podrás ver aún traigo puesto mi traje y debo dejarlo antes de irme.

—No te preocupes, te veo luego.

Al principio le extraño ver a la pelirroja tan alegre, seguro algo no tan bueno se traía entre manos. La cuestionaría esa misma noche sobre eso, no se quedaría con la incertidumbre.

Steve no alcanzó ni a llegar a la sección donde guardaba sus uniformes cuando sus ojos lo visualizaron.

Tony.

Trago saliva inseguro de si seguir en la misma dirección. Por muy irreal que fuera, nunca se lo había encontrado después de lo ocurrido.

Estaba decidido, se llevaría su traje a casa, no es como si le importara y esperaba que a Fury tampoco.

Quiso dar la media vuelta e irse pero una mano sobre su hombro se lo impidió.

—¿Podemos hablar?—preguntó la voz detrás de él.

El solo escuchar su voz lo transportó a otra época, en la que ambos eran tan cercanos y a la vez tan distantes.

—Señor Stark, yo...

—Me divorcié de Pepper.

Sin creer lo que claramente había dicho, lo encaró por primera vez en mucho tiempo.

No lo había tenido así de cerca desde aquella noche.

A pesar de que Tony lucía cansado, y el descuido en su imagen era evidente, seguía siendo tan hermoso de pies a cabeza que el rubio se regañó por caer tan malditamente fácil en su encanto.

—Tú...

—Fueron tiempos difíciles pero ella lo entendió, mejor de lo que yo me esperaba.

Sólo Tony sabía lo que vivieron juntos esos tres años. Pepper era una mujer admirable, lo cuidó y lo amó con toda la sinceridad de su corazón. Lo más triste es que él jamás pudo responderle de igual forma. Se esforzó en hacerlo, sobrellevar su matrimonio y algún día quererla como lo hacía ella. Pero ese día nunca llegó.

El fantasma de Steve siempre estuvo allí. No importase cuánto tratara, él no lo dejaría de amar, ni lo olvidaría de la noche a la mañana.

La chica no era para nada despistada y pronto comprendió que su esposo no era feliz. De hecho ninguno de los dos lo estaba siendo realmente. Pláticas monótonas, sonrisas decaídas, conversaciones incómodas, miradas vacías, por mencionar algunos ejemplos.

Ambos super héroes permanecían ahí de pie.

Un latiente palpitar le recordaba a Steve que en efecto seguía vivo.

—¿Te tomó tanto tiempo darte cuenta?—habló, volviendo a sentir su pecho vibrar de emoción.

Tony sonrió sin dejar de observarlo.

—Supongo yo le debo una disculpa por eso, Capitán.

—Eso no será suficiente, señor Stark.

El pánico se apoderó del menor.

—Yo, en verdad...—fue callado intencionalmente con un apasionaso beso.

Sus labios se atraían como imanes a la perfección. Si su primer beso había sido un momento memorable, éste era el doble de mágico.

Jadeos, respiraciones entrecortadas y el roce de sus bocas eran los sonidos que se oían en medio del emotivo contacto.

Ya habiéndose agotado, Steve fue dejando cortos y repetidos besos en los labios del castaño hasta romper el íntimo encuentro.

La mirada azulada se mezcló con el café claro de los ojos de Tony.

—Creo que podemos intentarlo.—el rubio lo abrazó, escondiendo su rostro en el cuello de su amado.

Tony presentía que lloraría de pura felicidad. La alegría que sentía al escuchar a Steve decir eso, no cabía en él.

—Sí, Steve. Vivámoslo.

De no ser porque Thor y Clint aparecieron, Steve le habría robado otro beso al menor.

—Vaya, veo que ya se reconciliaron.—comentó Clint, divertido.

Las mejillas de los dos enamorados se ruborizaron, delatándose.

Thor rió con gracia.

—Son el uno para el otro.—reconoció el asgardiano—Nos hiciste falta en los vengadores, Steve.

—Me puedo hacer una idea, yo también los extrañé.

—Por cierto, sabían que hay cámaras por todos lados aquí, ¿no?

Steve y Tony se miraron entre sí para después sonreír avergonzados ante las palabras de Hawkeye.

—Me imagino entonces que escucharon y vieron todo.—planteó el Capitán.

—¡Dalo por hecho!—una tercera voz se unió a la conversación. Natasha no dejaba de sonreír como maniática.

—Ya no hay privacidad en este lugar.—Tony mencionó, cruzado de brazos.

Entre risas los dejaron de nuevo a solas no sin antes hacerles prometer que no se volverían a distanciar, dividiendo al equipo y amenazando por consiguiente la seguridad de todo el mundo.

Así lo hicieron.

Los héroes más poderosos del planeta estaban de nuevo reunidos.

Había valido la pena la espera. Siempre se pertenecieron, incluso cuando no lo sabían.

Nadie dijo que el camino para estar juntos fuera sencillo, nadie mencionó que no dolería. Así de impredecible e incierta era la vida.

Después de muchas noches en agonía, Tony por fin pudo descansar debidamente en los brazos de Steve. Acurrucados en la cama, con caricias y besos de por medio, ambos hombres sabían que esta vez sería para siempre.

Esa noche, la luna y las estrellas fueron testigos de un amor que prevalecería eternamente.

Un amor que existía en ese y en todos los universos posibles, un amor inefable.

Porque así es y siempre debió ser así, Tony Stark y Steve Rogers, estarían destinados a permanecer juntos.

FIN












¡Hola, de nuevo!

Como bien saben hace mucho que traía la idea de esta pequeña historia y me moría de ganas por compartirla con ustedes. Espero les haya gustado.

En parte siento que fue mi refugio ante la situación que plantea Marvel actualmente con mis bebés.

Así que sí, pueden hacer que Tony tenga cincuenta mil novias y contando, o incluso casarlo con alguien.

Steve podrá salir con Sharon y tener un sin fin de romances más.

Pero todos sabemos a quién realmente les pertenece su corazón.

A veces pienso que si alguno de los dos no fuera hombre, estos dos se terminarían casando...

Ustedes saben, para fomentar la heterosexualidad en el mundo...


¡Esperen!

Eso ya pasó 😂😂😂😂

Anyway...




Lo quiero, gracias por leer. ❤











Atentamente,

—Missmarvel17

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