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01: El doctor Nam.

ADVERTENCIA: El tipo de narración de la historia será en tercera persona, aunque seguramente hayan ocasiones donde narre algún personaje.

La hermosa Amaya Broklyn, es una joven aplicada, la número uno siempre, estudia medicina en su tercer año. Desde pequeña siempre ha querido ser una excelente cirujana y salvar muchas vidas con sus manos. Algo que ella siempre dice, es que los hombres son una distracción para lograr sus objetivos, o al menos eso fue lo que aprendió con su ex novio. No tuvo una bonita experiencia. Desde entonces, prefirió centrarse en su carrera, en ella misma y en su futuro sin impedimento algunos, por ello, no desea lazos sentimentales con ningún másculo.

Después de un par de veces se haber hecho prácticas desde que entró a la universidad, hoy por fin tendría la oportunidad de entrar a dar clases prácticas y ser guiada por grandes doctores.

La ciudad de Londres encierra grandes oportunidades para ella, por haber nacido ahí y ser una de las mejores estudiantes de su curso, quiso probar suerte y presentar un formulario de admisión al Clinical Hospital Center, el mejor hospital del país, donde se han tratado desde celebridades hasta la mismísima Reina Isabel. Y ese fue su objetivo, tras saber sido aceptada por fin, aquí estaba, justo enfrente del edificio.

— ¡Amaya, por fin llegas!— vocifera su amiga en medio de la acera.— Llevo aquí de pie hace media hora. Espero que tengas una explicación consistente y razonable para evitar que mi pie estrelle en tu cara.— y sí, su amiga siempre es así.— ¿Qué sucedió?

— Lo que sucedió fue que no encontré las llaves de mi auto.— resopló con fastidio.— Tuve que esperar el autobús porque en el metro debía esperar hasta las 8:30, y no contaba con ese tiempo.

— Hubieses llegado aquí el doble de tarde entonces.

Amaya asintió en respuesta.— ¿ Ya anunciaron algo?— preguntó rebuscando algo en su bolsa.

— Sí.— afirmó emocionada.— Nos han asignado a cada estudiante un médico especialista para que nos atienda personalmente.— sonrió—Es lo que tiene estar en una universidad prestigiosa.— se acerca a Amaya— Que las prácticas son en hospitales privados.— susurró.

Pues sí, estudian en la mejor universidad del país, en la facultad de medicina donde no cualquier persona es capaz de pertenecer.

— Si Sophie, sin duda alguna es lo mejor de estudiar ahí.— sonrió levemente.

Asintió con la cabeza encontrando por fin su identificación como pasante.

—¿ Y qué médico me tocó?— preguntó Amaya.— ¿No lo han mencionado? ¿Debo preguntar?

— Vendría bien que preguntaras.— afirma Sophie.— Pero creo que se llama Na...— frunció su seño.— ¿Natanael?— murmuró pensativa.— Bueno, da igual, se apellida Kim.

— No parece un apellido europeo.

— Tal vez sea de otro lado.— elevó sus hombros restándole importancia.— De todas formas debo irme, pregunta por el doctor. Tengo que irme a las prácticas.

Terminó de despedirse de su amiga y se adentró ascensor del lugar. Ya que ambas habían entrado hace tan solo unos segundos atrás.

— Bien, preguntaré en la recepción.

Avanzó hacia el vestíbulo en donde se ubican unos sillones de apariencia cómoda y mullida, en ellos se encuentran un par de personas sentadas, al parecer internos del hospital. Justo en esa zona se encuentras recepción del hospital, se acercó rápidamente para preguntar sus dudas.

— Disculpe.— llamó la atención de la chica.— ¿Puede decirme dónde está el doctor Kim?

— Claro señorita.— le sonrió amable y comenzó a teclear algo en su computador.— Pues a esta hora justamente se encuentra en su oficina, la 432 piso 18.

— Bien, muchas gracias.

Salió casi corriendo hacia el ascensor, presionó el botón de bajar para que el ascensor llegase hasta ella, sin embargo se encontraba subiendo en estos momentos y aparentemente estaba ubicado actualmente en el piso 32.

Amaya resopló y corrió a las escaleras al no obtener suerte con la caja metálica. De todas formas no le agradan los ascensores, solo los usa como último recurso. Jadeó sintiendo la fatiga por la carrera, cada escalón que subía era una tortura, pero por suerte, finalmente llegó a su destino, el piso 18.

Sin sentir sus piernas, avanzó a toda prisa por el blanco pasillo, no sé encuentra tan concurrido como el primer piso o los anteriores que había visto, es más tranquilo y sereno, aunque de vez en cuando se ven algunos médicos o enfermeros de aquí para allá con carpetas en sus manos, se les notaba el cansancio de las guardias.

— Sabía que...— tomó aire con fuerza.— No debía de...— pasó saliva, agotada.— ...haber dejado— pausó—...el gimnasio.

Continuó avanzando.

429...430...431...

¡Bingo! ¡Sala 432!

Hizo sonar sus nudillos en la puerta, rápidamente y como acto reflejo se escuchó una potente voz dentro de la oficina diciendo “Adelante”. Amaya obedeció entrando a la sala y topándose con la amplia espalda de un hombre de bata blanca y cabello negro.

— Doctor Kim.— llamó.— Lamento la demora, señor.

Su voz sonó segura y confiada, misma confianza y seguridad que perdió en el momento en el que ese hombre se volteó hacia ella lentamente. La observó con una ceja enarcada, su mirada fulminante eran como cuchillas en su ser.

— Llega usted— observó su reloj y regresó su vista al frente.— 46 minutos tarde, señorita...— dejó abierta la frase para que ella se presentara.

— Esto...yo...soy Amaya, Amaya Broklyn.

Él volvió a mirarla con rostro severo. Aunque reparó su cuerpo de arriba hacia abajo, analizando a su persona.

— Bien, señorita Broklyn.— suspiró.— Le recomiendo no jugar con su futuro de esta manera.

— Lo lamento, doctor Kim.— mordió su labio inferior algo nerviosa.— Tardé debido a que no encontraba las llaves de mi auto y por eso yo...

— Lo entiendo, tranquila.— elevó una de sus manos para que guardase silencio.— Solo le pediré que no vuelva a suceder nuevamente.— agarró unos papeles de encima de su escritorio y comenzó a leerlos.— Piense en que de usted depende la vida de alguien más. Si llegase tan siquiera un segundo tarde, podría morir y todo por su culpa.

La castaña guardó silencio y asintió apenada.

— ¿Qué edad tiene, señorita?

— 21 años.— respondió rápidamente.

Sonrió levemente el moreno.

— Hace poco estuve en tu lugar, y me tocó el peor de los superiores.— suspiró rememorando mentalmente esa época de su vida.— Pero gracias a él y su exigencia, soy el mejor cirujano de este centro.

— Para mí es un placer trabajar con usted, doctor Kim.

— Bien, comenzaste con el pie izquierdo, pero veo que está mejorando mi opinión sobre usted.

— Si usted lo cree.— sonrió tímidamente. Ese hombre es tan lindo a su vista.

— Y es así.— guardó silencio. Detuvo su mirada en la joven chica. Carraspeó.— Bueno, me dijeron que es usted la mejor de su clase. No, mejor dicho, la mejor de su año.— corrigió.— Es bueno saber que no trataré con incompetentes.

—  Gracias, docto...

— Y eso no significa que lo tendrás fácil.— la interrumpió rápidamente regresando a su postura anterior.— Debe esforzarse y ganarse mi confianza.— cruzó sus brazos detrás de su espalda.— Tiene unas normas que cumplir; primeramente, no llegues tardes nuevamente. La segun...— fue interrumpido por el sonido de un teléfono celular. Ella lo miró con ojitos de súplica.— La segunda es cero teléfonos en horario laboral.— suspiró.— Puede contestar.

Amaya asintió y rápidamente contestó la llamada.

— ¿Mamá?— se detuvo escuchando lo que diría su progenitora.— ¿Qué? Aish, soy una estúpida olvidadiza.— calló nuevamente debido a que su madre se encontraba regañándola.— Que sí, que sí mamá. Lo entiendo.— volvió a callar.— Sí, también llegué tarde. Mejor hablemos de esto en casa. Adiós.

Terminó la llamada y guardó su celular.

— ¿ Ya?— pregunta el hombre parado en frente de ella.

— Sí, lo que sucede es que mi mamá me dijo que–

Fue interrumpida nuevamente por si superior.

— No es de mi incumbencia los motivos de su llamado.— aclaró.— Solo dígale que en horario laboral de prácticas no vuelva a llamar, para eso hay un horario de descanso.— se acercó a ella.— Ni su mamá, ni nadie. ¿Entendido?

— Si, doctor— agachó su cabeza.

Luego de recibir algunas indicaciones por parte de su superior y observar como realizaba la curación de las heridas de un accidentado tuvo su horario de descanso. Así que por eso, se dirigió a la cafetería cercana del hospital.

— Y ¿cómo te fue, amiga?— preguntó Sophie comiendo unas patatas fritas.

— Fatal.— suspiró Amaya. Bebió de su malteada.— Me tocó el más estricto de los doctores.— hizo un puchero.

— Y también es el más sexy.— sonrió pícaramente la rubia.— Amiga, la doctora que me supervisa a mí comentó algo sobre él.— bebió de su jugo de arándanos.— Dijo que es el mejor cirujano del hospital. Y hace un rato lo vi, ¡está súper bueno!

— Mmm. No mentía en realidad por lo visto.— murmuró Amaya.

— ¿No mentía quién? ¿De qué hablas?

— ¿Ah?— inquirió.— No es nada.— negó con su cabeza. Observó su reloj de muñeca.— Tenemos que terminar ya, casi debemos terminar el descanso.

— Pues claro, está bien.


°°°


Esta vez Amaya había llegado temprano a la oficina del doctor Kim, y se encontraba esperando a que regresase de una reunión importante. Mientras tanto estaba estudiando algo su libro de Anatomía.

Debía hacer rotación cada dos semanas, ya que tenía que pasar por todas las áreas del hospital.

El sonido de la puerta de la habitación, la castaña observó hacia el lugar, resultaba que si superior acababa de entrar.

— Buenas tardes, doctor Kim.— se levantó de su asiento para saludarlo debidamente.

— Me alegra mucho que hayas llegado temprano.— sonrió mostrando sus hoyuelos. Eso le pareció simplemente hermoso a Amaya.— Es bueno ver progresos.

La chica sonrió orgullosa gracias al elogio de parte del doctor Kim.

— ¿Y buscó lo que le pedí?— interrogó enarcando una de sus cejas.

— Por supuesto, doctor.— abrió su mochila y sacó un cuaderno de ahí.— Aquí tiene.— le entregó su libreta a NamJoon.— Anoté todos los tipos de insiciones que pueden hacerse sin llegar a la vena.

El doctor leía de manera inexpresiva las anotaciones de la joven. Se sorprendió por lo detallado del informe y las claras explicaciones que la chica dio. Sería una gran doctora con total seguridad. Dejó de leer y cerró el cuaderno de la joven, la miró serio.

Ella simplemente ardía en nervios por la opinión de su superior. Le inquietaba lo que le dirá.

— Señorita Broklyn.— la miró serio— debo decirle que hizo un buen trabajo.— sonrió levemente con orgullo.— Mañana vamos a practicar las insiciones. ¿Le parece bien?

— Claro doctor Kim.

— Ah, y otra cosa.— ella volvió a observarlo.— No me digas doctor Kim cuando estemos solos. Puedes llamarme NamJoon, o Nam. Cómo prefieras.— se acercó a su escritorio.— Detesto las formalidades.

— Entiendo doc–señ–Ki–Nam–ou...— su lengua se trabó.

Por supuesto que Amaya no esperaba que él le sonriera de esa manera tan genuina. Quedó maravillada con la belleza de ese hombre, además de su porte masculino y esa bata blanca, lo hacían lucir sensual y elegante a la vez.

— Perdone.— humedeció sus labios. 

— Puedes decirme Nam. ¿Te parece?

— Bien.— asintió.—Doctor Nam.

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