2; Príncipe Geumjae.
“No sé lo que se supone que debo hacer,
embrujado por tu fantasma.
Llévame de vuelta a la noche que nos conocimos.”
The night we met - Lord Huron.
“Usted es el rey ahora”, le espetó alguien del personal del castillo, una hora después de que todos ellos lo habían visto arrodillado, ahogándose entre sus propias lágrimas.
“Su majestad”, resonó la voz de otra persona, a la cual no pudo identificar, mientras Hoseok se esforzaba por guiarlo hacia su habitación.
“Mañana se reunirá con el ministro Gong”, le informó su secretario real. Fue lo último que escuchó antes de que su guardia ingresara a sus aposentos detrás suyo, azotando la puerta en el rostro de aquel hombre.
“¡Su majestad, su majestad! ¡Majestad!”, retumbaban las voces en su cabeza como un estruendoso trueno. Un maldito caos de sonidos que su jaqueca apenas podía tolerar. Lamió sus labios, abrumado por la sensación que comenzaba a apoderarse de él una vez más. Carajo, eran demasiadas voces, una sinfonía discordante que resonaba en su mente mientras la realidad de su nueva posición se ajustaba sobre él, otorgándole una sensación de ahogo desesperante.
«Desearía regresar a aquellos días de adolescencia, cuando nuestra mayor preocupación era asegurarnos de que tú y yo fuéramos felices. Anhelo la sencillez de entonces, cuando la vida parecía más liviana y los problemas no pesaban tanto en nuestras mentes. Ojalá pudiera sumergirme de nuevo en esa época, donde no había lugar para extrañarte tanto como ahora, Taehyung-ah.» Pensó con una fuerte punzada en el pecho, sintiendo cómo sus ojos creaban un nuevo huracán de lágrimas que inicialmente se esforzó por contener, más no lo logró por tanto tiempo.
Yoongi se hallaba frente al escritorio de su habitación, bebiendo el vaso de agua que Hoseok le había traído momentos atrás, como si fuera lo último que consumiría en aquel lamentable día. Mientras tanto, se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas para plasmar en los papeles en blanco que le habían entregado junto a un bolígrafo negro de estilo elegante.
La pulcra camisa negra que se vio obligado a colocarse cuando el protocolo por la muerte de su padre dio inicio ahora estaba más arrugada, con las mangas arremangadas y los primeros botones desabrochados. La asfixia de llevar hasta el último mísero botón junto a una corbata negra prolijos lo llevó a un ataque de nervios minutos atrás, y su guardia real, en un gesto de compasión, se encargó de liberarlo de cualquier objeto que aumentara su ansiedad y lo impacientara.
Los alaridos de su madrastra cesaron una hora y media después, justo cuando retiraron el cuerpo de Daehyun para los preparativos previos al funeral que se llevaría a cabo en los próximos días. Yoongi recordaba las veces que atrapó a su padre ideando la mejor manera de conservar su cuerpo para el día de su partida. Desde que tenía uso de razón, conocía los detalles del ataúd, los arreglos florales y los invitados más cercanos a la familia. Porque algún día, él debía encargarse de todo, y repetiría los mismos pasos en el futuro.
A pesar de su duelo, el resto del castillo parecía indiferente al colapso del gran príncipe y heredero de Daehyun. Desde que tuvo uso de razón, diferentes miembros de su familia le imponían erróneamente que los herederos reales jamás debían mostrarse tristes, ya que eso iba “en contra del protocolo real”. Sin embargo, Daehyun le enseñó desde su infancia que tenía permitido demostrar sus emociones, ignorando las opiniones ajenas.
Era un ser humano, y en momentos como estos, en su vida de adulto, podía permitirse ser débil y sensible sin sentir culpa alguna. Aunque, claro está, eso no ocurría con frecuencia. La carga de la responsabilidad real y las expectativas parecían pesar más que cualquier muestra de vulnerabilidad.
—Su majestad, debe apresurarse —La voz baja de Hoseok llamó su atención, y entonces Yoongi apoyó su codo sobre la fría madera y masajeó su sien liberando fuertes suspiros.
—No creo que pueda hacer esto hoy.
—Pero debe hacerlo, señor —insistió el menor con pocos ánimos. Su mejor amigo necesitaba un descanso de aquel largo día, y era de los pocos lujos que le ha visto tener a lo largo de su vida—. Luego me encargaré de que nadie lo moleste en las próximas horas. Se lo prometo, su Majestad.
—De acuerdo. ¿A quiénes van dirigidas? —preguntó, acomodando el bolígrafo entre sus dedos, posicionándose para escribir y así liberarse de una vez de aquella obligación que acabaría pulverizando su corazón roto.
Su guardia real carraspeó y sacó del bolsillo de su chaqueta la lista que el secretario de Min le había entregado luego de tanta insistencia. Comenzó a recitarle al mayor uno por uno, tratando de no saltear a ninguno de los invitados, y esto debido a la cantidad de nombres que se encontraban escritos sobre ese papel post-it color amarillo.
—Los ministros Oh, Gong, Choi, Lee, Song, y el ministro Hong. Las familias Windsor y-.
— ¿La familia Windsor? —Yoongi lo interrumpió y miró con incredulidad. El guardia asintió, presintiendo las palabras del otro y su posible reacción antes de tiempo e hizo una mueca. Porque todo lo que fuera referente a aquellas personas, los padres y hermano de Taehyung, al nuevo rey le producía disgusto—. ¿La misma familia que no se ha comunicado con este reino durante años? —indagó, indignado y sorprendido, y a su vez se podía percibir una ligera tonada sarcástica, pero Hoseok no emitió ningún sonido—. Dime que no estás hablando en serio.
—El difunto rey dio la orden de invitarlos, entiendo que fue una de sus últimas voluntades —aclaró totalmente serio. Ni siquiera tenía el conocimiento sobre si aquello era cierto, pero era la mejor manera de que el pelinegro no hiciera más preguntas o se posicionara en contra de las “órdenes” de su difunta majestad.
—Ah... ese anciano —masculló con las cejas demasiado juntas y respirando pesado, mientras masajeaba su sien con impaciencia y trataba de no insultar a su padre cuando horas atrás se sentía devastado por la noticia de su partida, aunque, de hecho, aún lo estaba. Pero estaba haciendo un enorme esfuerzo en demorar aquellas lágrimas lo más que podía.
— ¡Yoongi-ah, sé respetuoso! —Lo reprendió su guardia y Yoongi le hizo señas de que se retractaba, por lo que continuó escribiendo a quienes iban dirigidas cada una de esas cartas privadas.
Sólo demoró veinte minutos para escribir la carta que le comunicaba a los ciudadanos coreanos sobre el deceso del rey Daehyun, y su guardia real entraba y salía de la habitación con total confianza, siendo el encargado de entregarle las cartas a su secretario real a medida que acababa con todas ellas.
Su mano se movía con continuidad y sus músculos estaban fatigados por presionar inconscientemente su bolígrafo en la última carta que le quedaba por escribir tras pasadas dos horas desde que inició con aquel agotador trabajo, y se quedó allí admirando lo único que había podido colocar en la carta: “Estimada familia Windsor”.
—Hoseok, ¿qué... sabes sobre la vida de Taehyung? —quiso indagar de repente, sorprendiendo al guardia, quien había estado centrado en el gran paisaje que las ventanas del mayor ofrecían. Ojalá pudiera grabar y fotografíar ese momento, pero sería una total ofensa y falta de profesionalismo.
—Estudió comunicación social y relaciones internacionales, le gusta mucho participar en las campañas que su familia patrocina y es por eso que viaja constantemente. Tenía entendido que la familia coreana de la reina recibirá visitas de los Windsor en un par de semanas, pero es sólo información de la farándula y nadie ha querido aclarar la situación.
— ¿Algo más? —inquirió, iniciando con el comunicado de la carta. No sería demasiado extenso.
—Está alejado del ojo público desde hace cinco meses y se lo ha visto en París. Sé que actualmente está residiendo en el castillo de Balmoral —comentó ligeramente emocionado.
Hasta ese momento, Hoseok era el único que de vez en cuando mantenía contacto con el príncipe de Inglaterra. Era un completo secreto. Nadie podía saberlo, mucho menos su mejor amigo hasta que se diera la circunstancia para comunicárselo.
Aunque lo que siempre le ha sido una preocupación para él, fue que Daehyun y JooHee tuvieran una seria obsesión de mantener a ambos hombres alejados del otro, y todos esos años su curiosidad por averigüar el motivo fue aumentando.
— ¿Por qué el repentino interés? —Le otorgó una curiosa mirada.
—Quería encontrar algún motivo por el cual no pudieran asistir al funeral de mi padre —Fue sincero mientras se encogía de hombros, intentando cambiar un poco las palabras que había utilizado en sus anteriores cartas—. Pero no lo hay, por lo tanto, papá se saldrá con la suya. Como ambas familias somos cercanas, seguramente la reina Hyori me pedirá que inicie la organización de un pequeño banquete de bienvenida para ellos.
—Entiendo, y pienso lo mismo que usted. Pero, por curiosidad, ¿su Majestad busca un motivo para que la familia Kim no asista al funeral o un motivo para no encontrarse con su antigüo amor por los pasillos de este enorme castillo? —indagó, metiéndose un poco más en la boca del lobo y arriesgándose a ser golpeado o insultado por el nuevo monarca, a quien a veces consideraba un libro abierto donde podías ver con demasiada facilidad que aún existía una persona que se adueñaba de aquel corazón atestado de piedras y ese era Kim Taehyung.
El mayor se vio obligado a detener su intensa escritura, lanzando su bolígrafo sobre el escritorio antes de girarse para enfrentar a su guardia real con la mirada más aterradora que pudo haber reunido en ese momento. La insinuación de su mejor amigo le dejó un sabor amargo en la boca, como si hubiera bebido tragos de soju hasta el cansancio. Aunque, en realidad, eso habría sido preferible a sentarse frente a su escritorio y escribir a tantas personas, especialmente porque no toleraba la resaca al día siguiente.
Hoseok permaneció en silencio, incluso más serio que su propio rey. Su actitud buscaba evitar cualquier reprimenda por su comentario, aunque se daba la razón y no le importaba si Yoongi lo aceptaba o no.
— ¿No cree, general Jung, que somos lo suficientemente adultos para esto? —cuestionó Yoongi, sonriendo sin mostrar sus pulcros dientes y con los ojos abiertos de manera exagerada.
— ¿No cree, su Majestad, que es lo suficientemente adulto para comportarse como un adolescente? —retrucó Hoseok, dando un paso hacia el rey.
— ¿Y eso qué significa? —preguntó Yoongi con sorpresa.
—Sin responsabilidad afectiva, su Majestad.
— ¡Jung..! Olvídalo —se rindió Yoongi, segundos después de señalar a Hoseok con su dedo índice, totalmente ofendido por los comentarios recibidos.
—Si tiene aún más curiosidad por la vida del príncipe, sólo dígamelo, y reuniré toda la información disponible para usted. Y, por cierto, está soltero.
La mano de Yoongi se azotó sobre el escritorio de madera, generando un sonido que retumbó en ecos por toda la habitación. Posteriormente, se levantó de su asiento y se alejó del guardia, señalando esta vez las cartas faltantes en su escritorio.
—Ve a entregárselas a mi secretario y que él se encargue del resto. Iré a despejarme, que nadie vaya a interrumpirme y eso también te incluye a ti.
La voz del rey sonaba demandante, haciendo que el guardia se sintiera diminuto. Ni siquiera le miró cuando se retiró, simplemente asintió con la cabeza y realizó una reverencia. Reflexionando que quizás había hablado de más, Hoseok tomó las cartas y liberó un sonoro suspiro mientras se disponía a salir, caminando en dirección a la secretaría del castillo.
Cuando me sumergía en los desesperantes protocolos, en los deberes impuestos por la Corona, sentía que ya no era un niño, pero tampoco un adulto completamente capaz de cargar con el peso de las responsabilidades reales. En ese momento, experimentaba la incertidumbre de si sería capaz de sobrevivir a las implacables exigencias del mundo que me rodeaba. Siempre me atormentó el hecho de que cumplí cada expectativa impuesta sobre mis hombros, sin importar cuánto sacrificio exigieran.
¿Querían mi cabello más corto? Acudí al estilista. ¿Deseaban verme con algún cambio físico? Dediqué mi vida al polo y, más tarde, al gimnasio, cuando decidí tomar un breve descanso de aquel deporte encantador.
Anhelaba la aprobación, no las críticas. Aunque me considerara fuerte, solo me sentía así cuando pensaba en los ojos juzgadores y expectantes de todos a mi alrededor. Manipular y engañar resultaba absurdo pero necesario, siempre estaba dispuesto a hacerlo para favorecer al trono y a mi familia. Me encontraba bajo la mirada de mi país, del Parlamento, de los ministros y de cualquier persona que creyera tener el derecho de juzgar cada uno de mis pasos. Y, por supuesto, se lo permitía. Porque si actuaba correctamente, cosechaba críticas; si intentaba cometer un error, el mundo se detenía y los paparazzi, mis persistentes sombras, me perseguían a dondequiera que fuera. Así, Daehyun y Hyori sonreían durante el desayuno, mientras leían lo que para mí era desgarrador titular en el periódico: “El príncipe heredero de Corea nos ha vuelto a enamorar.”
“A costa de su propia agonía”, les faltaba por añadir.
Era irónico sumergirme en los titulares de los tabloides que ostentaban mi nombre. No podía negar que en muchas ocasiones, esos títulos alimentaron mi estúpido egocentrismo y mi autoestima. Sin embargo, no todo era lo que aparentaba ser. Al despertar esta mañana, creía que simplemente cumpliría con mi rutina diaria y regresaría a la cama, pero ahora me sentía incapaz de poner un pie en mi habitación. Saber que al día siguiente me despediría de mis antiguas responsabilidades como príncipe para asumir las del rey me generaba inseguridad y una incertidumbre abrumadora sobre mi futuro.
Me invadió una sensación de agitación, y minutos después de abandonar los aposentos de mi padre, me acobardé. Ya no era el Gran (Sí, con mayúsculas) y perfecto príncipe heredero de Corea; en su lugar, me encontraba como un tonto niño asustado y perdido entre la multitud de personas que, a partir de ahora, me servirían y me seguirían a todas partes. A pesar de mis veinticuatro años, me sentía como un joven que apenas estaba empezando a comprender la vida.
La idea de casarme con una mujer digna y concebir un heredero para asegurar el trono y ese simple objeto de oro y piedras realmente pesadas para la cabeza de cualquiera, que al observar su imponente presencia, solo conseguía irritarme, ocupaba mis pensamientos mientras paseaba por el establo. Reflexioné innumerables veces sobre la situación y llegué a plantearme abandonar. Mi padre me había confiado una enorme responsabilidad, pero desde mi triste adolescencia, específicamente desde que Taehyung partió y perdí toda comunicación con él, sabía que tal vez ese título y cualquier otro no eran para mí, simplemente porque él nunca podría estar a mi lado.
Vivía y gobernaba en un país donde lo que Taehyung y yo compartíamos a los quince años nunca sería bien recibido. Sin embargo, éramos adolescentes en esa época y la opinión del resto era lo último a lo que le prestábamos atención. Nuestras familias se encargaban de cuidarnos de los escándalos que dos niños de esa edad podían ser capaces de crear.
A los veinte años, comprendí que no entendíamos absolutamente nada de lo que conllevaba ser príncipes. No sabíamos lo que era seguir protocolos sin rechistar, ni cómo complacer las expectativas. Solía pensar que un rey que amaba a otro hombre no podía traer honor a su comunidad ni mucho menos a su familia.
El relincho de uno de los caballos interrumpió mis pensamientos y me concentré en buscar al responsable del pequeño susto que había sentido en la soledad del establo. Al encontrar a Max, un caballo de tonalidades grisáceas, moviéndose incómodo y bufando, intenté calmarlo con caricias en su cabeza. Mis ojos se dirigieron al cubículo, pero no encontré nada que pudiera molestar al animal, lo que aumentó mi preocupación. A pesar de ello, continué con mis caricias y le sonreí. Pensé que estar entre aquellos animales era incluso mejor que torturarme a mí mismo al visitar el lago detrás del castillo, fingiendo que solía hacerme bien, cuando era todo lo contrario. En ese lugar eternamente veía a dos adolescentes abrazados y riendo sin parar. Me veía a mí mismo amando a Taehyung.
— ¿Hyung? —Oí un murmullo débil, proveniente de la voz de un infante, y en cuanto me giré, Geumjae con su pijama de Iron Man puesto se aferró a mis piernas, sintiéndome invadido. Hoseok lo notó al mirarnos mutuamente mientras se posicionaba debajo de una tenue luz.
—Lo siento. Él insistió en verlo, su Majestad —me comunicó con un semblante apagado y penoso, ocasionando que me olvidara por unos minutos de que aún estaba furioso con él.
Geumjae no deseaba apartarse de mí, porque cada vez que intentaba alejarlo, él se aferraba aún más a mis piernas y acabé aceptando que eso fuera así. Era un niño, uno demasiado asustado y preocupado por quién sabe qué cosa. Y cuando estuve a punto de indagar al respecto, sus preguntas me inquietaron:
— ¿Por qué no puedo ver a papá y mamá? ¿Algo le ocurrió a papá, hyung?
«Papá está muerto», me abstuve de responder.
—Ellos dicen muchas cosas que no entiendo. Yo solo quiero desearles buenas noches, ¿podrías ayudarme?
Revolví mis cabellos totalmente frustrado. Miré a Hoseok y luego a Geumjae, quien aún estaba esperando por mi respuesta; todos suponían que como hermano mayor le haría caso, le diría que lo amaba y le explicaría la situación familiar más tarde. En cambio, me callé y lo ignoré porque el nudo en mi garganta por la insistencia del menor estaba ahogándome por dentro.
No sabía cómo explicárselo y quería preguntarle a JooHee el motivo por el cual aún Geumjae no estaba enterado sobre la partida del difunto rey. La situación no me gustaba para nada, entonces rápidamente tomé mucho aire, casi ahogándome por llenar demasiado mis pulmones, y demandé en dirección a mi guardia real:
—Llévatelo de aquí.
Apenas podía hablar, me sentía muy mareado y mi corazón se aceleró ante la negación del más pequeño en el momento que traté de alejarlo de mí.
—Guardia Jung, llévate al príncipe y déjalo en sus aposentos —inquirí sin fuerzas, estaba al borde de la crisis de ansiedad. Ya no sabía cómo lidiar con todas mis emociones, y mi mejor amigo parecía perdido entre sus propios pensamientos, por lo que realmente me enfadé y levanté la voz—. ¡Llévatelo, santo Dios!
— ¿Qué? ¿Hyung? No, no, no... Ayúdame, ellos te harán caso porque eres mayor. Hyung, por favor... —insistió por milésima vez y Hoseok reaccionó tomando en brazos al pequeño mientras ambos éramos testigos del inicio de un llanto. Accioné a voltearme y darle la espalda y finalmente respirar para dejar de sentir que me estaba yendo de este mundo.
«Mierda.»
Lo modifiqué un millón de veces y por fin puedo decir que me siento conforme con el resultado.
Quiero regresar a esta historia más inspirada que nunca, más organizada y preparada para cambiar, al menos acá, mi estilo de redacción. Si ven que se volvió más tedioso de leer, pueden decírmelo sin problema.
Bonita semana, el tráiler de esta historia ya está publicado hecho por mí, claro está <3
Me llevó una semana, así que respeto a los editores de videos de youtubers a partir de hoy xd.
ALEX.
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