14; Aferrado a tus papeles y bolígrafos.
20 de diciembre de 2022, Corea del sur.
Querido nadie;
Es la segunda carta que escribo en esta misma madrugada, y presiento que habré de pasar mucho más tiempo del habitual aferrado a mis papeles y pluma. Al intentar ordenar el caos que habita en mi interior, me he encontrado revisando y organizando las dedicatorias que alguna vez le escribí. Afortunadamente, mis mejores obras permanecen intactas, y ahora las resguardo bajo llave, temeroso del peligro que representaría que alguien, más allá de Jung Hoseok o de mí, las encontrara por accidente.
Dicen que escribir un poema es sencillo cuando existen motivos... Pues bien, mientras lo observo descansar plácidamente en mis aposentos, encuentro millones de ellos.
Usted es mi motivo principal: sus labios, apenas entreabiertos, que he observado detenidamente, con un ardiente deseo en mi pecho de probar su sabor; sus ojos, bañados en la cálida luz del amanecer; su piel acaramelada, cuyo roce, al despertarme de mi inesperado desmayo, me inundó de innumerables sensaciones y tentaciones; su melena dorada y ondulada, su doble párpado, sus manos aferradas a una almohada como si su vida dependiera de ella, y su ceño fruncido, que me hace pensar que sufre frecuentemente de pesadillas. Hay tantos aspectos de usted que podría admirar mientras duerme, aunque me sienta un intruso al hacerlo. Sé que uno de sus propósitos, desde su llegada, ha sido que mis ojos se posaran sobre su figura por más de cinco minutos. Pues bien, ha logrado su cometido, sin siquiera proponérselo, ya que llevo una hora completa contemplándole, y me derrito ante su mera presencia.
¿Comprende ahora por qué no puedo mirarle más de treinta segundos? Lo arruinaríamos todo; destruiríamos cada cosa que hemos alcanzado a lo largo de esta década con una simple mirada, una caricia, una interacción que, para el mundo, no tendría importancia, pero que para nosotros lo significaría todo.
Tuve que recurrir a aquellos en quienes confiamos para interrumpir su descanso, aunque para mí fue un verdadero deleite que un ser tan celestial como usted se adueñara de mis aposentos por un breve lapso.
Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, los muros de insinceridad y las miradas cambiantes y vacías se desvanecen en cuanto le veo. Ya no puedo contenerme, y a estas alturas ni siquiera me esfuerzo en hacerlo. Esta noche brilla únicamente porque usted está a mi lado. Me temo que pasaré el resto de mi vida preguntándome qué habría sucedido si hubiera tenido el valor de ignorar lo que el mundo pensara de nuestro amor y le hubiera desposado, tal como le prometí cuando éramos niños. Y sé que alguna vez escribí que aquello era una tontería infantil, pero, cielos, no lo es. Jamás lo fue.
Usted jamás imaginará la impotencia que siento al comprender que nunca podré cumplir nuestra promesa de amor. Lo lamento, lo lamento, lo lamento, y lo lamento tanto, mi querido príncipe.
Querido nadie, su nombre, como observará, está presente en cada palabra que he escrito.
Lo ama,
MYG.
P.D.: Hoseok estuvo a punto de aniquilarme en su presencia cuando le informé que usted estaba en mis aposentos a las seis de la mañana. ¡Piedad!
P.D.D.: Sé que me estaba observando mientras me vestía, no soy un ingenuo. Sin embargo, no quise desaprovechar la oportunidad de mostrar lo que mi incómodo atuendo oculta. Espero que lo haya disfrutado tanto como yo lo hice cuando noté que estaba verdaderamente dormido, y me atreví a depositar un beso sobre su frente en agradecimiento por sus excelentes cuidados.
20 DE DICIEMBRE, 2022.
—Príncipe Magnus.
— ¿Your Majesty? —balbuceó entredormido.
[¿Su Majestad?]
— ¿Qué? —respondió con un bufido, optando por un método contundente: tomó las sábanas que cubrían al hombre, quien había sido la fuente de sus recientes dolores de cabeza, y las arrastró de un tirón seco—. In your fucking fantasies, Magnus —masculló mientras usaba sus manos para zarandearlo con firmeza—. ¡Get up now!
[En tus putas fantasías, Magnus. ¡Levántate ahora!]
— ¡What the hell...! —Taehyung elevó la voz, girándose sobre el colchón para detener de alguna manera el maltrato innecesario hacia su persona. Abrió sus ojos grandemente y pataleó, fastidiado de solo verlo—. ¿Cómo se atreve a comportarse conmigo de esa manera, señor Park?
[¿Qué diablos...?]
—I don't want to hear anything from "Mr. Park". I don't care in the least. You have exactly two minutes to get back to your room before everyone realizes you've spent the night where you shouldn't. ¡What a damn imprudence, Your Royal Highness!
[No quiero escuchar nada de “Señor Park”. No me importa en lo más mínimo. Tienes exactamente dos minutos para regresar a tu habitación antes de que todos se den cuenta de que has pasado la noche donde no debías. ¡Qué maldita imprudencia, Su Alteza Real!]
Sin embargo, Taehyung parecía renuente a acatar las órdenes de su fiel guardaespaldas. La recámara de Su Majestad era un refugio de tal calidez y confort que las mismísimas sábanas parecían invitarlo a permanecer enredado entre ellas por unas cuantas horas más. Aun así, en el preciso instante en que intentó aferrarse a la costosa tela, unas manos firmes capturaron sus tobillos y lo arrastraron sin piedad hacia la alfombra, sacándolo abruptamente de su ensueño.
Park Jimin, conocido por ser un hombre de una paciencia inquebrantable, poseía una tolerancia sobrehumana que lo diferenciaba de cualquier otro ser viviente. Sin embargo, rara vez aplicaba dicha virtud cuando se trataba de su mejor amigo. Entendía, y estaba profundamente comprometido con un refrán que circulaba entre los miembros de su familia: «A la vida hay que tenerle demasiada paciencia». Porque esta sabiduría adquirió un nuevo significado cuando fue designado, no sin cierta ironía, como el «perro faldero» de su propio mejor amigo, un rol que había aprendido a aceptar con resignada devoción.
—No deseo ver su rostro —le advirtió Taehyung con frialdad, rechazando de inmediato la genuina ayuda del militar—. Aléjese de mí, Capitán Park.
Con una compostura que reflejaba su estatus, Taehyung se incorporó, sacudiendo con fastidio su vestimenta, claramente disgustado por la obligación de abandonar los aposentos de Su Majestad. Apenas recordaba el momento exacto en que había sucumbido al sueño mientras revisaba sus redes sociales, pero no había tiempo para tales reflexiones cuando la prisa lo apremiaba. Consultó la hora en su teléfono, dándose cuenta de que aún disponía de cuarenta y cinco segundos. Aprovechando el escaso tiempo, se dirigió rápidamente al espejo de tocador para arreglar su aspecto antes de encaminarse hacia su habitación.
Tenía todo preparado, y no demoró un minuto más en vestirse. Con movimientos precisos, se colocó sus prendas, añadió los accesorios de mano, y corrigió con esmero el doblez de las mangas de su camisa. Se observó en el espejo, notando un sutil cambio en su semblante; su rostro resplandecía, al igual que su piel, y no hacía falta indagar demasiado para entender la causa de tal brillo. Sin embargo, cualquier rastro de satisfacción se esfumó de inmediato cuando su hermano menor irrumpió de manera atropellada en la habitación.
—Taehyung-ah, buenos días —saludó Jungkook, esbozando una sonrisa mientras sus pulmones se agitaban visiblemente, señal inequívoca de que había corrido hasta la habitación sin necesidad.
—Buenos días, Jungkook. ¿Qué motivo tienes para estar tan agitado? —inquirió Taehyung, dirigiendo una mirada inquisitiva hacia su hermano, observando cómo este se apresuraba a cerrar la puerta de la habitación—. ¿What's wrong?
[¿Qué sucede?]
—No es algo de importancia en este momento. Escúchame, hyung, ¿tienes maquillaje?
—Me pregunto qué milagro habrá acontecido para que comiences a preocuparte por tu rostro juvenil, lleno de pequeñas... imperfecciones, por llamarlas de algún modo —respondió Magnus con una expresión de incredulidad que resultó desagradable para su hermano, a la vez que cruzaba los brazos y se dirigía hacia el baño—. ¿Por qué no utilizas el maquillaje de nuestra madre? —preguntó luego desde el baño, abriendo uno de los cajones del mueble frente al espejo para tomar su pequeño bolso de maquillaje.
—No es de relevancia que lo sepas —murmuró Aidan, apoyando su brazo sobre uno de los bordes de la puerta, observando detenidamente los movimientos de su hermano.
Ante la respuesta evasiva, Taehyung interrumpió su búsqueda de lo necesario para maquillar a su hermano menor, sintiendo cómo su escasa paciencia se desvanecía por completo. Con pasos firmes y decididos, se acercó a él, tomando sus antebrazos con autoridad y levantando las mangas de su camisa en cuanto se percató de cómo sobaba aquel lugar misteriosamente. Sin solicitar su consentimiento, inspeccionó los moretones y raspones que decoraban aquella zona de su cuerpo. El asombro se reflejaba en su rostro mientras levantaba la mirada hacia los ojos preocupados de su hermano, negando de manera repetitiva con la cabeza en señal de profunda decepción. En ese instante, el peso de su responsabilidad como hermano mayor se hizo más evidente que nunca.
Esto tenía que acabar costara lo que costara, y le importaba una mierda lo que Andrew creyera correcto para Aidan.
— ¿Volviste a involucrarte en esas actividades ilícitas, Jungkook? —inquirió Taehyung con un tono severo, que no admitía evasivas.
—Son por el polo —se excusó de inmediato el joven, intentando ofrecer una explicación que Taehyung recibió con evidente escepticismo—. Me caí de mi caballo hace unos días —continuó, aunque su actitud nerviosa y evasiva delataba la fragilidad de su argumento. Al percibirlo, Magnus apretó con mayor firmeza su muñeca, arrancándole un quejido de dolor.
—No lograrás engañar a un experto en el deporte con un argumento tan vacío —replicó Taehyung, su voz cargada de desaprobación.
Jungkook, sintiéndose acorralado, comenzó a realizar movimientos bruscos, logrando liberarse de la opresión de su hermano. Sin perder tiempo, se apresuró a caminar hacia la puerta, intentando escapar de la situación. Sin embargo, Taehyung, con la determinación que lo caracterizaba, lo siguió de inmediato. Alzando ligeramente la mano, tiró de su brazo y volvió a sujetar su antebrazo magullado, esta vez ejerciendo aún más presión. Sentía un creciente hartazgo ante la terquedad que parecía ser una marca distintiva de todos sus hermanos, incluyéndose a sí mismo, quienes de forma inevitable desafiaban lo que les convenía.
Taehyung era consciente de que quizá no era el más indicado para impartir lecciones de moralidad, considerando que él mismo estaba profundamente enamorado de un monarca de un país extranjero y, lo que era terrible, del mismo sexo. Sin embargo, comprendía que, si no era él quien intentaba hacer entrar en razón a Jungkook, entonces su abuela Elizabeth lo haría. Y la intervención de su abuela era algo que Taehyung prefería evitar a toda costa. Conocía bien el carácter de la Reina, una mujer estricta, de temperamento fuerte y distante, muy diferente al talante tranquilo y paciente de su difunto padre, el Rey George VI. De hecho, estaba convencido de que esa mujer haría un escándalo descomunal si llegaba a enterarse de las imprudencias de Jungkook. Y lo último que su familia necesitaba era que ese tipo de situaciones ocurrieran, pues las represalias podrían ser severas. Temía que su abuela pudiera optar por aislar a su tercer nieto por un tiempo indefinido, o, en el peor de los casos, enviarlo a un campo militar, como ya había sucedido con Seokjin.
— ¿Por qué insistes en desobedecer continuamente? —masculló Taehyung con evidente frustración, su tono cargado de exasperación.
—Porque este estilo de vida es abrumador y monótono —respondió Jungkook con frialdad, dirigiendo una mirada desafiante hacia su hermano mayor—. Si me encuentro en problemas, los enfrentaré con la madurez que he adquirido. Ya no soy un niño, Magnus.
—Tienes toda la razón en cuanto a que físicamente ya no eres un niño —admitió Magnus, concediéndole ese punto—. Sin embargo, aún no has alcanzado la madurez plena de un hombre —replicó, endureciendo su expresión—. Lo que practicas es ilegal e inapropiado, y tu reputación podría verse severamente perjudicada si alguno de esos idiotas imprudentes captura una fotografía sin tu consentimiento y la publica en internet. ¡Por el amor de Dios, entiende la seriedad de la situación!
— ¡Maldición, te comportas exactamente como nuestra madre, hyung! —exclamó Jungkook, elevando la voz, claramente irritado por la comparación—. Magnus, estoy al tanto de la ilegalidad de mis acciones, pero no pienso abandonarlas. Estás exagerando, creando una tormenta en un vaso de agua.
—¿Acaso deseas terminar como Andrew? —interrogó Magnus, forcejeando con él—. ¿Pretendes que esto resulte en un desastre y que todos nos veamos implicados? Tienes el derecho a tomar tus propias decisiones, pero luego no vengas a nuestra familia en busca de apoyo y protección. Después de lo ocurrido con Andrew...
—No involucres a nuestro hyung en esta discusión. Déjame en paz, Magnus.
— ¡Estás siguiendo el mismo camino que Andrew, Aidan, por supuesto que incluiré a Seokjin hyung en este asunto! —replicó Magnus con vehemencia—. Andrew estuvo a un paso de... de que lamentáramos una tragedia —exhaló con profundidad, intentando calmar su creciente angustia antes de proseguir—. ¡Debes comprender la magnitud de todo esto! Tú mismo fuiste testigo de los acontecimientos durante aquella oscura época en nuestra familia, donde, afortunadamente, Seokjin aprendió la lección y ahora su reputación ha cambiado de manera notable. ¿Qué más falta? ¿Que sufras un accidente durante una carrera de autos y enfrentes consecuencias irreparables?
—No quiero dejar de hacerlo —insistió Jungkook con terquedad, liberándose del agarre de Taehyung poco después—. Ni hyung, ni nuestros padres, ni tú entenderían mi decisión.
—Concédeme el beneficio de la duda —pidió Taehyung, exhausto por el esfuerzo de tratar de razonar con su hermano menor—. ¿Por qué te opones a esto?
—Porque en este mundo —comenzó Jungkook, con un matiz de amargura en su voz—, y especialmente en nuestra familia con su historia, las relaciones que no nos convienen suelen costar más de lo que se ha roto —las palabras de Jungkook hicieron que la boca de Taehyung se secara de forma instantánea. Referirse a los trágicos eventos relacionados con la antigua princesa de Gales no era un tema habitual en la familia Windsor, especialmente en presencia de Elizabeth, cuyo semblante se tornaba sombrío ante tales menciones—. Las arruinan solo por... amarnos.
—Aidan, ¿have you fallen in love with someone you've met in those places? —preguntó Taehyung con cautela, bajando su tono de voz a un susurro.
[Aidan, ¿acaso te has enamorado de alguien que has conocido en esos lugares?]
Jungkook no tuvo oportunidad de responder, ya que un ruido seco se oyó al tocarse la puerta, seguido de una voz amortiguada que anunció la llegada de Louis y Seojeong. La puerta se abrió, interrumpiendo y concluyendo la delicada conversación entre los dos príncipes. Sin embargo, antes de que los recién llegados pudieran entrar por completo, Jungkook codeó a Taehyung y, con un tímido asentimiento de cabeza, respondió a la pregunta tácita de su hermano.
El ambiente tenso no pasó desapercibido para Seojeong, cuya expresión cálida y maternal se transformó en una de preocupación y curiosidad. No obstante, decidió no profundizar en el asunto, consciente de que se estaban retrasando para salir del palacio.
— ¡Vamos, llegaremos tarde! —exclamó Seojeong con urgencia.
Taehyung, algo desconcertado por el cambio abrupto de tema, se acercó a ella y preguntó:
— ¿Llegaremos tarde a dónde?
—Al ensayo para la coronación de Yoongi. ¿Have I pronounced everything correctly, my dear? —respondió Louis, lanzando una mirada rápida a su esposa para confirmar la precisión.
[¿He pronunciado todo correctamente, querida mía?]
La madre de los príncipes asintió cómplice con un leve movimiento de cabeza hacia su esposo, antes de volver su atención hacia sus hijos con una expresión de seriedad. Con un tono que no admitía objeciones, añadió:
—Los automóviles ya están esperándolos. Les advierto que habrá cámaras filmando el ensayo, por lo que es importante que se adhieran estrictamente al protocolo.
—Creo que no es necesario que nos lo recuerdes constantemente —comentó Taehyung con visible irritación.
Seojeong presionó sus labios un momento, fijando sus ojos marrones en Taehyung. La mirada pesada que sentía sobre su perfil lo llevó a devolver la mirada con menos determinación. Seojeong, satisfecha con la reacción de Magnus, se apartó y continuó en dirección a su hijo menor.
—A veces, en circunstancias especiales, es necesario —dijo Seojeong, su tono sereno pero cargado de un subtexto que Taehyung no pudo ignorar.
Taehyung frunció el ceño, sintiendo que las palabras de su madre llevaban un peso especial, como si estuviera haciendo énfasis en algo que él no alcanzaba a comprender del todo. ¿Había hecho algo mal hasta ese momento? ¿En qué había fallado? La inquietud comenzó a asomar en su mente: ¿sería posible que su enamoramiento por Yoongi se estuviera volviendo más evidente a los ojos de los demás?
El templo, una joya arquitectónica de la antigua era Joseon, aunque remodelado, estaba rodeado de jardines meticulosamente cuidados y caminos de piedra, ofrecía un aire de serenidad que contrastaba con la agitación interior de Yoongi. Vestido con una elegante túnica ceremonial sobre su traje, él recorría el espacio con pasos calculados y solemnes, su mente inmersa en los últimos preparativos para el evento más trascendental de su vida: su esperada —y, al mismo tiempo, temida— coronación. Los ecos de sus pasos resonaban con suavidad en el vasto interior del templo, mientras cada detalle de la ceremonia se afinaba en su mente, en un intento de conjurar la perfección para el día que sellaría su destino como rey.
La solemnidad del templo, con sus elevados techos y su atmósfera impregnada de historia, imponía un silencio reverente. Sin embargo, hoy había una sutil diferencia en el ambiente. Yoongi había extendido una invitación a YooJung para acompañarle en este lugar. O, al menos, eso debían hacerle creer a la multitud de periodistas que aguardaba fuera, cuando en realidad, fue Hyori y Jihyun quienes tomaron la iniciativa con gran satisfacción al percibir la química incipiente entre ellos. Era innegable que la presencia de YooJung ofrecía una calma inusual, una seguridad que Yoongi no había experimentado con ninguna otra mujer en sus citas previamente organizadas. No estaba enamorado de ella, ni la consideraba una candidata capaz de conquistar su corazón, el cual permanecía indiferente a cualquier ser humano que no fuera Kim Taehyung. Sin embargo, la idea de tenerla a su lado en el trono empezaba a parecerle no solo conveniente, sino también adecuada. No obstante, antes de tomar una decisión definitiva, consultaría a su consejero de confianza: el Teniente Jung Hoseok, quien además era su mejor amigo y la única persona a la que permitía interceder en caso de que cometiera alguna imprudencia.
Cuando YooJung llegó, vistiendo un elegante vestido blanco que, sin ser ostentoso, acentuaba su figura con una gracia natural, Yoongi no pudo evitar que una pequeña sonrisa se curvara en sus labios. La invitó a seguirle con un gesto de la mano, mientras sus pasos resonaban suavemente en el suelo de madera pulida del templo.
«Los dos se parecen tanto...»
—Bienvenida, señorita Kim —dijo Yoongi, con una voz baja y serena que contrastaba con la majestuosidad del lugar—. Francamente, no esperaba que aceptara esta invitación, considerando su apretada agenda.
YooJung respondió con una sonrisa que irradiaba la elegancia que tanto lo impresionaba.
—No podría rechazar una invitación suya, Majestad, especialmente en un momento tan significativo como el que se avecina. Este lugar es verdaderamente majestuoso —contestó ella, sus ojos recorriendo los detalles arquitectónicos con genuina admiración.
Yoongi asintió, observando cómo YooJung admiraba cada rincón del templo, o rara vez se permitía. La presencia de aquella hermosa mujer confería al lugar y al momento una intimidad inesperada, haciéndolos sentir más cercanos y personales.
Sintió una palpitación al verla.
—Deseo mostrarle algo —dijo Yoongi de repente, con una chispa de travesura en su tono. La condujo hacia el centro del templo, donde un trono imponente, tallado en madera oscura y adornado con detalles dorados, se alzaba en todo su esplendor—. Siéntese, por favor.
YooJung arqueó una ceja, claramente intrigada.
— ¿Aquí? —preguntó, señalando el trono, con un atisbo de diversión en su tono.
—Sí, aquí. Quiero ver cómo se ve sentada en la silla de la reina —respondió Yoongi, con una sonrisa que combinaba el deseo de bromear con una genuina curiosidad.
YooJung emitió una risa suave, pero no vaciló en aceptar el reto. Con una gracia innata, se acomodó en el trono, adoptando una postura recta y un porte impecable. Yoongi la observó con atención, experimentando una satisfacción inesperada al verla en ese lugar. Era como si todo encajara a la perfección, como si YooJung estuviera destinada a ocupar ese trono tanto como él estaba destinado a ocupar el suyo.
A pesar de que Yoongi había elaborado una extensa lista de exigencias para su futura y reina, no podía evitar pensar que YooJung parecía estar hecha para ese papel, como si el destino mismo hubiera intervenido.
—Te ves... perfecta —comentó Yoongi, su voz se volvió más suave, cargada con una sinceridad que no había anticipado.
YooJung lo miró, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de curiosidad y satisfacción.
— ¿Es así como me ve, Su Majestad? —preguntó ella, con un matiz juguetón en su tono, pero también con un genuino interés.
Yoongi se acercó, sus pasos firmes resonando en el templo que estaba siendo acaparado por varios de sus familiares, la familia Windsor y los demás organizadores del gran evento. Se detuvo frente a YooJung, apoyando sus manos en los brazos del trono y inclinándose ligeramente hacia adelante, lo suficiente para sentir la proximidad de ella. Taehyung, observando la escena desde una distancia que le parecía cada vez más insoportable, sintió una opresión en el pecho tan intensa que parecía casi física, como si un peso invisible se hubiera instalado sobre él. Sus ojos, cargados de lágrimas no derramadas, ardían con un dolor que apenas lograba contener. No podía apartar la mirada de Yoongi y YooJung, pero cada movimiento, cada palabra intercambiada entre ellos, intensificaba su agonía interna.
La conversación entre la reina Hyori y sus padres se desvaneció en la distancia; Taehyung estaba completamente inmerso en su tormento de emociones, de la cual tenía la sospecha de que pronto explotarían. Sabía que no podía permitirse hacer una escena; la magnitud de su tristeza era tal que sentía que cualquier expresión de sus sentimientos lo llevaría al borde del colapso. La certeza de que nunca sería ella, de que su lugar en el corazón de Yoongi comenzaba a ser ocupado por otra, se clavaba en él como una estaca afilada, hiriendo y desangrando su alma. Aceptar esa realidad era un golpe brutal, una verdad cruel que le estaba costando asimilar.
—Así es como te imagino —confesó Yoongi, con una familiaridad que contrastaba con la formalidad del entorno, sin apartar la mirada de la suya—. Fuerte, elegante, capaz de gobernar a mi lado.
«No puedo creer que eso salió de mi boca. Es un talento innato... endulzar.»
La mirada de YooJung no vaciló, manteniendo el contacto visual con una intensidad que pocos podían sostener frente a él. Solo Taehyung.
«Necesito dejar de compararlo..., pero simplemente no puedo continuar de esta manera.»
—Es una gran responsabilidad —dijo ella en un susurro, consciente de lo que representaba su presencia en ese trono, incluso si solo era una broma—. Pero no creo que me asuste. He tratado con una agrupación global que depende de mí, así que creo que puedo con este puesto.
Yoongi esbozó una sonrisa, complacido por la franqueza en sus palabras. Realmente apreciaba que YooJung no fuera una mujer que se dejara intimidar fácilmente, sino alguien que comprendía la magnitud de sus responsabilidades y, aun así, aceptaba el desafío con gracia.
«En mi próxima vida quiero reencarnar como una piedra en una montaña», se dijo a sí mismo, perdiéndose un segundo entre sus pensamientos.
—Tampoco creo que lo haga —respondió él, tomando asiento en el trono contiguo, el cual pronto sería oficialmente suyo—. Y es por eso que creo que funcionaría... que funcionaríamos.
La afirmación flotó en el aire, y por un momento, el silencio entre ellos se cargó de una tensión sutil, aunque no incómoda. Era una tensión que hablaba de expectativas, de posibilidades, de algo que aún no se había dicho pero que ambos podían sentir. A pesar de no estar completamente seguro, Yoongi consideraba la posibilidad de casarse con YooJung; era por el bien de su país, de su pueblo, de toda aquella gente que depositaba su plena confianza en él y en su gobierno.
— ¿Lo crees? —preguntó YooJung, permitiéndose abandonar las formalidades y acercándose ligeramente hacia él, su voz más baja y más íntima.
Taehyung estaba consumido por una furia que parecía casi desmedida. Su rabia era tal que deseaba profundamente desahogar su ira de manera destructiva. En su mente, las imágenes eran claras y violentas: deseaba con fervor arrojar a Min Yoongi al lago, arrasar con todo a su paso. La traición, manifestada en el simple hecho de que Yoongi se atreviera a coquetear con otra persona, a tocar a alguien más, a compartir el mismo aire con alguien que no fuera él, lo atormentaba. Cada gesto de cariño, cada sonrisa genuina dirigida a otro ser humano, le provocaba un dolor tan agudo que sentía como si sus propias uñas se hundieran en sus palmas con una intensidad desesperada, intentando canalizar su agonía a través de un dolor físico que le permitiera olvidar el deseo primordial de tirarse al suelo y llorar con toda su fuerza.
El odio y los celos lo habían consumido por completo.
—Lo sé —respondió Yoongi, sin vacilar ni un instante, con una actitud calmada.
YooJung esbozó una sonrisa suave.
—Entonces, deberías saber que yo también lo creo —respondió ella finalmente. Su tono de voz fue firme y llevaba consigo un matiz de dulzura que no pasó desapercibido para Yoongi.
El intercambio, un poco sutil y reservado, dejaba en evidencia la conexión especial que compartían y que él hubiera querido jamás haber sentido. No era amor en el sentido romántico, ni siquiera una atracción física abrumadora, pero había una tranquilidad en la presencia de YooJung que infundía confianza y un sentimiento de bienestar en Yoongi. La idea de tenerla a su lado, no solo en el trono sino también en la gestión de las responsabilidades que conllevaba, se volvía cada vez más atractiva. Este pensamiento se mezclaba con el inquietante y perturbador deleite que experimentó al captar la mirada celosa y severa de un rubio con una expresión que, aunque perturbadora, le resultaba enigmáticamente satisfactoria.
«No juegues con él, aunque sea momentáneamente divertido... Santo Dios, esto puede meterme en problemas.»
El ensayo continuó, y Taehyung no desvió su mirada de Yoongi ni un instante. Para él, Yoongi era inalcanzable, un ser casi intocable. Sin embargo, YooJung, con una familiaridad que parecía desafiar los protocolos, tocaba de forma ocasional el brazo de Yoongi o acomodaba su cabello. Era un comportamiento que para Taehyung resultaba totalmente prohibido, pero él observaba cómo ella se posaba a su lado para los periodistas, mientras Yoongi, con un atrevimiento notable, rodeaba la pequeña cintura de YooJung con su brazo. Este gesto causó un revuelo en el templo, atrayendo la atención de los periodistas y fotógrafos, cuyos flashes estallaban sin cesar para capturar cada instante del momento.
«Bendito sea el protocolo británico que no permitiría esta clase de muestras de amor. Pero, bien, has logrado lo que querías, Min Yoongi. Si vamos a jugar a este juego, no temo enfrentarte.»
No tuvo más tiempo para pensar en cualquier otra tontería en su cabeza cuando notó que Yoongi tomado de la mano con Yoojung llegaron a saludar a la familia británica con una sonrisa ligera, el monarca atreviéndose a dejar a Taehyung por último cuando Yoojung sí los había saludado a todos con su porte encantador, tanto que, en el fondo, Taehyung supo que no podía hablar nada malo de ella cuando sencillamente era... perfecta y agradable, tal como la describían los medios coreanos.
—Príncipe Magnus, hola —saludó Yoongi, su tono cargado de una cortesía innatamente molesta para el otro.
«Este maldito... ¿Desde cuándo se dirige a mí de esta manera? Su falsedad es más que evidente, Majestad. ¿Es así como me honrará con su trato después de que pasé la noche cuidándolo con tanto esmero?» En efecto, Taehyung había asumido el papel de cuidador con una dedicación incansable. Había recostado a Yoongi en su lecho, lo había arropado con las mantas y, tras cerciorarse de que la fiebre del monarca descendiera a niveles normales utilizando una toalla mojada que encontró en el baño, se había acomodado a su costado derecho para enviar mensajes urgentes a su guardaespaldas. El cansancio lo venció poco después, llevándolo a un sueño profundo, inconsciente de lo que le aguardaba al despertar: el torso desnudo del hombre que ahora fingía ser un heterosexual normativo le parecía a Taehyung una burla evidente.
El príncipe inglés se giró para enfrentar a YooJung y a Yoongi, sintiendo el peso de las miradas intrigantes de su propia familia, especialmente de Seojeong y Hyori. Estas últimas, con una actitud que sugería una intriga latente, esperaban su respuesta con una expectación palpable. La sala, cargada de una tensión poco disimulada, parecía esperar el desenlace de este intercambio.
—Good morning, Your Majesty —formuló con el tono más sutilmente sensual que le salió en ese momento, sabiendo que a Yoongi siempre le ha encantado oírlo cuando hablaba en el idioma de su familia paterna—. It is a pleasure to see you.
[Buenos días, Su Majestad. Es un placer verlo.]
El cambio en la expresión de Yoongi fue evidente y significativo. Su rostro, que antes denotaba una controlada compostura, ahora reflejaba una mezcla de desconcierto, admiración y fascinación. Sus ojos oscuros, que normalmente eran reservados y penetrantes, mostraban una lucha interna por contener las emociones genuinas que emergían con fuerza. Y ésta era tan evidente que incluso los presentes podían percibir el desajuste en la habitual firmeza del monarca.
«Bingo, Your Majesty, and game over.» «Mi abuelo Philip solía decir que los ojos hablan por sí solos y que son la parte del cuerpo que más debemos aprender a controlar. Tal vez necesita practicar más, hyungie, o no vuelva a desafiarme para evitar su propia humillación.»
El intercambio no pasó desapercibido para los presentes. Louis, Seojeong, Hyori, e incluso YooJung, cuyo ceño se frunció al observar más detenidamente la interacción entre ambos hombres, no pudieron evitar notar la tensión implícita en el saludo. Jungkook, por su parte, mostró un interés genuino, sonriendo apenas ante el curioso intercambio entre el monarca coreano y su hermano menor. Jimin, desde su posición a la izquierda de los asientos, no pudo contener una sonrisa de emoción, aunque esta se desvaneció con suma rapidez cuando alguien lo codeó en el costado, justo sobre sus costillas. Al volverse hacia el culpable, encontró la mirada fría, casi inmutable, del Teniente Jung, quien tenía una actuada expresión que sugería una mezcla de desinterés y, a la misma vez, curiosidad.
—No me resulta en absoluto agradable, ¿lo sabe bien? —La voz de Jimin, cargada de desdén y descontento, resonó en el aire con una intensidad palpable, como un desafío velado dirigido a Hoseok.
—Debería considerar mejorar su postura en el trabajo, eso no es profesional —respondió Hoseok con una calma impasible, su tono sereno y equilibrado sólo sirviendo para incrementar la frustración de Jimin.
— ¿Qué? ¿Quién se cree que es? —exclamó Jimin, su voz vibrando con enojo y desdén, mientras la furia se acumulaba en su pecho. Un nuevo golpe de desdén lo retorció, pero la actitud tranquila de Hoseok sólo avivó aún más el ardor del Capitán—. No me agrada en absoluto, en definitiva.
A pesar del desafío directo y la palpable tensión, el Teniente Hoseok esbozó una sonrisa que reveló una chispa traviesa en sus ojos, un destello de diversión y desafío. Su calma y su comportamiento inmutable contrastaban marcadamente con la agitación de Jimin.
—It is a true pleasure to know that it is so. — La sonrisa traviesa en su rostro parecía no desvanecerse mientras ambos se acomodaban en sus posiciones habituales, sus sonrisas contenidas revelando un juego de sutiles observaciones mutuas.
[Es un auténtico placer saber que así es.]
—I was not aware that you were proficient in English —murmuró Jimin en un acento británico perfecto, su tono elegante y preciso—. ¿Would you be so kind as to delight me with a bit more of it? —Sus palabras, pronunciadas con una suavidad casi melódica, contenían un matiz de desafío lúdico y sofisticación que intensificaba la interacción entre ambos, como Jimin jamás imaginó que ocurriría.
[No tenía conocimiento de que usted dominaba el inglés. ¿Sería tan amable de deleitarme con un poco más de ello?]
—Hmm, sometimes, words become unnecessary when admiration turns into a silent language that only two hearts can comprehend. —Hoseok continuó con un tono reflexivo, mientras su mirada permanecía fija en Jimin.
[A veces, las palabras sobran cuando la admiración se convierte en un lenguaje silencioso que sólo dos corazones pueden entender.]
—In that language, every glance and gesture becomes poetry, written with the complicity of two souls that recognise each other. —La declaración, impregnada de una elegancia casi poética, enfatizaba la conexión implícita entre ellos, a la par que la atmósfera alrededor se cargaba de una tensión leve pero intensa.
[En ese lenguaje, cada mirada y gesto se convierte en poesía, escrita con la complicidad de dos almas que se reconocen.]
—Honestamente, no tenía expectativas de que pudiera responder a un aforismo con tal destreza, Capitán Park —susurró Hoseok cerca de la oreja de Jimin, su voz cargada de una intimidad sorprendente. El escalofrío causado por la proximidad inesperada provocó que Jimin girara bruscamente, sólo para descubrir que Hoseok ya se había apartado, continuando su camino con serenidad, siguiendo de cerca a Yoongi con la misma elegancia que había demostrado en la conversación.
La intensidad derivada de la habilidad de Hoseok para manejar tanto el lenguaje como las emociones dejaba en evidencia que aquel intercambio trascendía una simple confrontación. Se había convertido en un duelo de poder y astucia que despertaba cada fibra y cada sentido de Jimin. ¡No podía comprender cómo, pero al fin lo había logrado!
Concluido el ensayo y con la llegada de la noche que comenzó a envolver el templo en su manto de oscuridad, los presentes comenzaron a dispersarse en diferentes direcciones. Yoongi y YooJung, sin embargo, permanecieron juntos sin separarse ni un instante. El monarca, tras acompañarla hasta su camioneta y despedirse con una promesa de invitarla a cabalgar en el palacio, sintió que, a pesar de que su relación apenas comenzaba a definirse, ambos reconocían un potencial significativo en lo que estaba emergiendo entre ellos. La satisfacción que sentía era palpable; todos estaban complacidos con el desarrollo de su vínculo, lo cual resultaba ser un inmenso alivio para él. Hyori, hora atrás al ver cómo se levantaban de sus tronos improvisados, mostraba una sonrisa más amplia y sincera de lo habitual. Quedó sorprendida mientras Yoongi ofrecía su mano a YooJung para ayudarla a bajar, siendo un gesto suave y cortés, un contraste notable con la frialdad que a veces solía exhibir. Observó también cómo sus manos permanecieron entrelazadas por un momento adicional, un acto discreto pero cargado de significado, que no escapó a la atención de quienes observaban, aunque sí pasó inadvertido para Taehyung y él.
No obstante, una vez que completó sus obligaciones, no dudó en buscar a su guardaespaldas y llevarlo rápidamente al lugar más privado que conocía en su hogar: el lago.
Lo invitó a tomar asiento, y se sumergieron en un silencio que resultó intrigante para el Teniente. Hoseok, con una sonrisa que se expandía mientras recordaba los eventos del ensayo para la coronación, al fin se permitió relajarse, abandonando su rígido rol de guardia real. Inicialmente, su mejor amigo no respondió de inmediato, pero luego correspondió con una sonrisa burlona y una breve risa.
— ¿Qué te picó? —preguntó el monarca con un tono curioso y ligero.
— ¿Qué te picó a ti? —replicó Hoseok con un tono acusador. El desafío en su mirada fue evidente, y desde el principio Yoongi supo a qué se refería—. No pararon de coquetear durante todo el ensayo.
—Por lo visto, has elaborado un cuento de hadas en tu imaginación —comentó Yoongi, mientras tomaba una pequeña piedra del suelo a su lado y la lanzaba al lago con un movimiento meditado.
—Efectivamente es correcto. ¿Qué piensas de ella?
—Cumple con las expectativas —respondió Yoongi, encogiendo ligeramente los hombros en un gesto de indiferencia.
—Qué respuesta tan vacía, básica y aburrida —se quejó Hoseok, manifestando un desagrado palpable en su expresión.
—De acuerdo, ¿quieres una respuesta verdadera? —dijo Yoongi, mostrándose hastiado—. Es alguien que ha causado tantos celos infernales en Kim Taehyung que cada vez que lo veía rojo hasta las orejas, me resultó increíblemente ardiente y divertido. Salí ileso de ese temlo y no entiendo cómo.
— ¿Qué es esto? Increíble. ¿Sólo has decidido ver a YooJung nuevamente porque provoca celos en Taehyung? Eso es lamentable y bajo de tu parte. Pero, aún así, no comprendo cómo logras mantener tanto autocontrol. ¿Cómo es posible que puedas resistir el impulso de ir y besarlo, amarlo, aunque sea una vez?
—Es un secreto. Hmm, tampoco es tan difícil; he aprendido a controlar mis impulsos de escapar y tomar un avión para ir a verlo, y con el tiempo, me he vuelto bastante hábil en ello.
—Eso tiene sentido —admitió Hoseok con una comprensión que parecía profunda—. Actor —murmuró, haciendo reír a su mejor amigo.
Se sumieron en otro momento de silencio hasta que Yoongi recordó las interacciones inusuales entre su guardaespaldas y el guardaespaldas de Taehyung. Los intercambios entre ellos eran excesivamente cercanos, y la curiosidad genuina de Yoongi se avivó por lo que podía estar pasando por la mente de su amigo.
—Sacia mi curiosidad, ¿qué ocurrió entre el guardia real de Taehyung y tú? Cada vez que se encuentran, él te mira como si deseara lo peor para ti —dijo Yoongi, riendo ligeramente.
La expresión burlona en el rostro de Hoseok desapareció de inmediato.
—Nada. Simplemente es su aura y su energía que no congenian conmigo —argumentó Hoseok con una explicación poco convincente.
—Te entiendo —respondió Yoongi, observando con atención el reflejo de la luna en el lago—. Tiene algo que... Dios mío, es indescifrable. A mí tampoco me agrada. Eso me recuerda a ti, francamente.
—No me compares con él, eso es ofensivo —replicó Hoseok con fastidio, aunque en el fondo se sintió aliviado de que la oscuridad de la noche ocultara el rubor que comenzó a aparecer en sus mejillas—. Yo no soy irrespetuoso, altanero e impertinente como el señor Park.
—Creí que no habían intercambiado palabras hasta hoy, cuando los vi susurrándose entre sí. Parece que lo conoces muy bien —comentó con un tono de doble intención, mientras le daba un codazo a su mejor amigo—. Vamos, Hoseok, cuéntame —le animó, recibiendo a cambio una mirada fulminante—. ¿Se han vuelto cercanos?
Hoseok suspiró, visiblemente resignado.
— ¿Recuerdas cuando te envié un aviso de que Taehyung tenía tu número debido a mi intervención? —inquirió con un dejo de nostalgia.
Yoongi asintió lentamente, recordando el episodio. El Teniente continuó con su relato:
—Bueno... El señor Park se presentó en mi puerta a medianoche solicitándome tu número. Fue a la vez cortés y descarado —dijo, mientras su mente revivía los acontecimientos—. A pesar de mi negativa inicial, persistió en su insistencia. No logré convencerlo de que no podía dárselo, y tras un leve forcejeo en el que me golpeó el brazo, se retiró enfadado. Su comportamiento me sorprendió —reconoció, mientras abrazaba sus piernas contra su pecho y observaba el lago—. Hace un par de noches nos encontramos por casualidad en el corredor de las habitaciones de los empleados, y tuvimos un altercado que culminó con él en el suelo...
— ¿Pero? —incentivó Yoongi a su amigo, interesado en escuchar más.
—Pero, el hijo de puta tiene unos atributos que me han llevado a tener pensamientos muy oscuros y sucios. Me estoy volviendo loco pensando en cómo... Mierda, no me hagas decirlo a menos que quieras quedarte traumatizado de por vida —dijo Hoseok, mirando a Yoongi con una mezcla de desafío y frustración.
—Es la primera vez que te escucho hablar de esa manera —observó Yoongi, claramente intrigado.
—Y no será la última si ese hombre no regresa a su país cuanto antes —repuso Hoseok con un tono firme.
—Parece que no soy el único aquí que desea que alguien regrese a Inglaterra —comentó Yoongi, con una sonrisa irónica.
—La diferencia aquí es que tú lo pides porque estás obsesionado y enamorado de alguien imposible. Yo, por otro lado, estoy lidiando con un deseo carnal que no debería sentir —replicó Hoseok con un toque de sarcasmo, provocando una mueca de indignación en Yoongi.
—Parece que has reavivado esa libido que se desvaneció cuando hiciste quinientas flexiones y ciento diez sentadillas después de que el capitán de nuestra unidad descubriera que te estabas divirtiendo con la joven cocinera. No puedo creer que todos pensáramos que había fantasmas en la cocina del submarino cuando en realidad eras tú, teniendo esos intercambios culinarios tan especiales con nuestra chef —le reprochó Yoongi, con una mezcla de indignación y diversión en su expresión, actuando de manera exagerada solo para provocar a su mejor amigo.
— ¡Basta ya! —exclamó Hoseok, mientras se ponían de pie—. ¡Cállate y no lo menciones en voz alta!
Yoongi salió corriendo en cuanto Hoseok comenzó a darle manotazos, y ambos se rieron mientras Hoseok gritaba:
— ¡No escaparás de mí esta vez!
Entre risas y miradas cómplices, el monarca y su Teniente cruzaron el umbral del palacio, envueltos en el fresco aire nocturno que parecía intensificar la atmósfera cargada que los rodeaba. Luego de una breve y monótona conversación sobre las tareas que Yoongi debía cumplir al día siguiente, el monarca se retiró a su habitación, en busca de un descanso. Sin embargo, Hoseok, movido por una inquietud que no podía ignorar desde que estuvo en el templo, decidió seguir un camino diferente. Sabía que esta era una oportunidad única con la cobardía fuera de su sistema, y la excitación de lo prohibido lo impulsaba con una fuerza casi notoria.
El corazón de Hoseok latía con una mezcla de nerviosismo y anticipación a la vez que se acercaba a la puerta de la habitación de Jimin. Al tocar dos veces, fue recibido por una respuesta inesperada que lo sorprendió profundamente:
—No me pregunte por qué, pero algo dentro de mí presentía que usted vendría —dijo Jimin con una sonrisa que combinaba travesura y alivio, una expresión que despertaba en Hoseok un ardiente anhelo de capturar esos labios en un beso apasionado—. Y creo saber para qué.
—Entre, ahora mismo —ordenó Hoseok con una firmeza que no dejaba lugar a dudas, mientras escuchaba los pasos de varios guardias en su turno nocturno acercándose desde la lejanía.
La puerta se cerró con un suave pero decidido clic, marcando el comienzo de una noche cargada de tensión y expectación de ambas partes. Hoseok tomó a Jimin por el brazo, con una fuerza calculada que no dejaba espacio para dudas, y lo guió hacia el borde de la cama. La atmósfera en la habitación estaba cargada de una intensidad tangible, una electricidad que parecía vibrar en el aire.
Por un momento, las palabras estuvieron de más, y ambos se guiaron únicamente por el ardor de sus instintos. El deseo y la emoción llenaban cada rincón del espacio, creando un entorno casi místico. Y el menor sonrió con el mayor de los placeres.
—Teniente...
—Capitán...
Las palabras de Jimin se desvanecieron en un susurro mientras su espalda impactaba contra el colchón con una suavidad torturadora, como si el tiempo se hubiera detenido en ese instante de anticipación a la misma vez que se embriagaba de su colonia varonil.
—Abra esas bonitas piernas, Capitán —demandó Hoseok con una voz que equilibraba la suavidad con una autoridad innegable.
Jimin, entendiendo el juego de poder y sumisión que se estaba desplegando, abrió las piernas con una obediencia que reflejaba tanto su deseo como su voluntad de someterse. Hoseok se posicionó entre ellas, y los latidos de ambos corazones se aceleraron en sincronía. Jimin sentía una combinación de confusión y excitación, una sensación extraña pero increíblemente estimulante.
—Creí que ninguno de nosotros era del agrado del otro.
—Todavía nuestro desagrado persiste —afirmó Hoseok, inclinándose para robarle un beso fugaz que desestabilizó a Jimin—, pero esta noche transformaré ese sentimiento en lujuria.
Jimin jadeó cuando el Teniente, con un tirón fácil pero decidido, despojó su camisa de botones. Las mordidas y succiones que siguieron sobre sus pezones hicieron que la respiración de Jimin se volviera errática, y se retorció sobre las sábanas. El roce de los pantalones de pijama contra su piel mantenía su boca entreabierta, y cada toque de Hoseok aumentaba la vehemente excitación que por días llevó reprimida, llevándolo a un estado de completa rendición.
—Soy un Capitán, por ende, soy su superior, Teniente —logró articular Jimin, entre tanto Hoseok lo arrastraba y lo volteaba boca abajo con una combinación de delicadeza y brusquedad.
—Permiso para cogerlo, mi Capitán —dijo Hoseok con una voz que mezclaba formalidad militar con una ardiente lascivia, ambos comenzando a acumular sudor.
Las yemas de sus dedos recorrieron con una apacible lentitud el elástico del pantalón de pijama de Jimin, deslizándolo hacia abajo con una parsimonia que intensificaba la desesperación en él. Finalmente, en el momento que los pantalones fueron retirados, Hoseok observó con una mezcla de admiración y deseo los glúteos redondeados de Jimin, sus hombros desnudos, los lunares sutiles que adornaban su espalda y la firmeza de su cuerpo trabajado. Era una visión que casi lo llevaba al borde del éxtasis.
Desnudo, Jimin era una obra maestra. La luz de la habitación acentuaba cada curva y detalle, haciendo que el fervoroso deseo de Hoseok se volviera casi incontrolable. Jimin era tan sensual, capaz de hechizarlo y llevarlo a un embelesamiento sin retorno. El Teniente no podía evitar desearlo con un ímpetu que lo consumía con agonía.
Hoseok lamió sus labios con anticipación y se despojó de su camiseta, revelando su torso trabajado ante un Jimin que lo miraba con una mezcla de fascinación e ilusión desde el primer momento en que se encontraron en aquella sala de reuniones hace unas cuantas semanas.
—Capitán, le he hecho un pedido. Permiso para cogerlo a mi antojo, Señor —repitió Hoseok, golpeando el trasero de Jimin con una mano firme, provocando un gemido de sorpresa y placer.
—Permiso... —Jimin logró decir entre jadeos, justo antes de que un segundo golpe lo hiciera gemir más fuerte—. Permiso otorgado, Teniente.
Con la autorización concedida, Hoseok actuó sin vacilar. Ansiaba tanto probar y marcar de manera posesiva cada rincón que el menor le concediera. Colocó una almohada bajo el vientre de Jimin para elevar sus atributos, separando sus mejillas traseras con ambas manos y hundiendo su rostro entre ellas. Su lengua jugó traviesamente, explorando cada parte con una pasión desenfrenada. Jimin empujaba sus caderas hacia adelante, presionando la cabeza de Hoseok para profundizar el contacto, su cuerpo temblando con las caricias otorgadas por ese candente hombre.
El apetito sexual y la excitación eran tan impetuosos que Hoseok estaba seguro de que Yoongi estallaría en risas al escuchar la historia la mañana siguiente. Jimin, por su parte, estaba convencido de que, al amanecer, sentiría un dolor en su trasero que lo haría presumir ante Taehyung, revelando con orgullo el nombre del hombre que había logrado hacerlo temblar y cuestionarse todo lo que sabía sobre el sexo tras una sola noche con él.
—Eres verdaderamente precioso, amor —murmuró Hoseok, acariciando como si fuera una pluma los labios de Jimin después de más de media hora de juegos previos cargados de lascivia y sensualidad.
—Lo sé —respondió Jimin con una confianza tranquila, dejando que sus palabras se desvanecieran en el aire cargado de frenesí.
Sin embargo, no tuvo oportunidad de añadir nada más cuando Hoseok, con una fogoscidad que desbordaba los límites de la razón, lo penetró con una estocada profunda y certera. La mirada de Jimin, antes llena de anticipación, se transformó en un abismo de abrumación, dolor y asombro, sus ojos dilatados reflejaban el tumulto de emociones que lo embargaba. Entre besos robados y caricias desesperadas, el Capitán dejó claro lo que deseaba y cómo lo deseaba, y Hoseok, sumido en un estado de ansia compartido, correspondió con una entrega total.
Hoseok, igualmente atrapado en el caos de su propia corrupción mental, se movió con una cadencia lenta y abismal, permitiendo que Jimin experimentara cada fragmento de su virilidad rozando sus paredes internas. Las sábanas se arrugaban bajo la presión de su cuerpo, la intensidad del momento iba aumentando de forma gradual. Posterior, con un ritmo más ágil, el Teniente elevó la velocidad de sus movimientos, a la misma vez que las piernas de Jimin reposaban sobre sus hombros y sus fluidos se entrelazaban en una danza primordial de lujuria.
— ¿Te gusto? —preguntó Jimin en medio del éxtasis, mientras cambiaban de posiciones. Ahora era él quien se embestía a sí mismo, brincando sobre el regazo de Hoseok extremadamente caliente y necesitado, con el Teniente golpeando su trasero sin preocuparse por el enrojecimiento y las ligeras marcas sangrantes que aparecían en su piel. Jimin, intentando mantener el control, colocó una mano en el cuello del mayor, sin arrebatarle el aire—. ¿Te gusto? —repitió, mordiendo sus labios hasta que se le rompió la piel, intentando soportar el salvajismo de los movimientos de su amante y de los suyos propios, temeroso de que sus gemidos traspasaran las paredes.
—Demasiado, sí —jadeó Hoseok, mientras Jimin, con un toque travieso, presionaba su falo con fuerza—. Eres un maldito enfermo.
Jimin, con una expresión de satisfacción, respondió con una risa entrecortada por el placer.
—Enfermo de anhelo por usted, Teniente.
Me quedé hasta aproximadamente las 5 A.M elaborando un extenso capítulo (+ de 8200 palabras) en recompensa por mis desapariciones constantes. ¡Me encuentro amando esto y espero que cumpla sus expectativas! Una carta más a mi top personal de cartas que me enamoran de Yoongi.
Como habrán visto anteriormente, agregué mucho socialmedia en esta ocasión y está en mi objetivo utilizar más en los futuros capítulos.
El Teniente Jung y el Capitán Park se salieron de control, lo que sucedió no estaba planeado, lo juro por mi amor a Magnus Bane y Alex Lightwood (Cazadores de sombras). Sin embargo, veo que no perdí la práctica al momento de crear escenas subidas de tono (yei 😁).
Qué tengan una bonita semana.
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ALEX.
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