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Capítulo Único

La madrugada gélida recorría las calles de Ssangmun-dong, donde algunos recurrían a sus hogares después de una jornada dura de trabajo, otros saliendo de comprar más bebidas energéticas y alcohólicas y chucherías para continuar estudiando y otros que se encontraban resguardados de la fría y suave lluvia del exterior en los lugares que continuaban abiertos, por lo general siendo los bares y las tiendas de conveniencia. Sin hablar de las estaciones de policía, hospitales y todos los centros de atención pública que obligatoriamente se mantienen abiertos. Ahí se encontraba el detective Jun-ho. Su jornada laboral estaba más que terminada, lo que no entendía su jefe era el por qué continuaba en el edifico, en su oficina. El jefe de policía tocó la puerta entreabierta y se recargó en ella, mirando al joven que se le veía la mirada cansada y perdida, pero que igualmente lo observaba con la misma seriedad y respeto de siempre.

- Jun-ho, hace más de una hora terminó tu jornada, debes de ir a descansar. - Jun-ho sonrió un poco avergonzado. No tenía muchos ánimos de ir a su cama a descansar, tampoco tenía sueño. Su jefe le devolvió la sonrisa. - Haz hecho un gran trabajo hoy, te lo mereces. Anda, vete a tu casa. - Tocó levemente el marco de la entrada y se dio media vuelta a retirarse.

Jun-ho solamente quería quedarse despierto un poco más hasta que sus ojos se cansen. Se recargó un momento en la silla giratoria, mirando el obscuro exterior, entre las cortinas de la ventana. Éstas estaban siendo iluminadas por la luz pública que estaba de color anaranjado. Era una sensación extraña, le vendría bien ir a dormir, pero no se encontraba en paz. Estaba intranquilo, la búsqueda de su hermano mayor estaba dando vueltas, dejándolo en un callejón sin salida nuevamente. Aún cuando había conseguido información nueva, lo dejó sin respuestas. Si no, le cerró más el corredor. La poca desesperación que dejaba que se notara, salía mediante su pierna derecha moviéndose de forma repetitiva. Tan lejos aún de estar junto a él.

Pasó su mano por debajo de su nariz, sobando su mandíbula de forma repetitiva una y otra vez.

Posiblemente debería escuchar a su jefe, podría prepararse algo rápido en casa o pasar a la tienda de conveniencia por un helado, solamente para distraerse un momento. Era sábado en la madrugada, no tenía mucho de dónde escoger. Recogió sus pertenencias, apagó la computadora de la oficina y salió. Al pasar por la entrada, le dio las buenas noches a su jefe y a los del turno nocturno antes de retirarse. Abrió su paraguas color negro y caminó hacia su coche.

En su celular, encontró un lugar de comida que aún estaba abierto, pero sólo entregaban por domicilio. No come seguido tteokbokki, pero un pequeño gusto jamás hace daño. Aunque, siendo honesto, no lo disfrutaría mucho. Al menos comería. Ordenó y se dirigió a su departamento, con la suave lluvia pegando en los vidrios de su carro, con el leve sonido de los truenos retumbando en el cielo.

Quitó sus zapatos en la entrada y acomodó su paraguas. Se quitó el abrigo y lo colgó en el perchero. Dejó de una vez el dinero que iba a utilizar para pagar la cena en la repisa de la entrada, donde dejó las llaves. Prendió la luz de la pequeña cocina con barra que había, dándole luz hacia la estancia. El resto de aquella luz vaga iluminaba el resto de la habitación provenía de la ventana estrecha que daba vista al exterior de las calles de la prefectura de Daejon. De su refrigerador tomó una lata de soda de sabor. Le dio un trago largo después de abrirlo. Se acercó de dónde provenía la luz, su edificio departamental es de los pocos que tienen el privilegio de tener una ventana, por lo general son lugares totalmente cerrados. Pero su dedicación le ha ayudado a poder pagar donde está ahora. Igualmente, las vistas no eran exactamente exuberantes. Se trataba de la ciudad, personas resguardándose en sus paraguas, las luces de los edificios y locales de los vendedores, los carros pasando. Nada extraño. Daejon no era exactamente querida para él, pero sin duda un lugar donde gran parte de sus recuerdos se mantendrán por el resto de sus días, pensando que algún día podría moverse de ahí. Tenía que moverse de ahí.

Si la respuesta no está aquí, lo estará en otro lugar. No puede seguirle mintiendo a sus padres sobre su estadía. Es cierto que In-ho es alguien reservado y no pegado a su familia, al contrario de él, pero ha pasado demasiado tiempo. Años, si está demás decir.

Miro hacia su mano, donde estaba la gaseosa. Hacía tiempo que no consumía licor, pero la idea de intercambiarlo por una botella de soju no sonaba mal.

Tocaron la puerta de su departamento. La comida había llegado. Recibió la comida, pagó y lo dejó encima de la barra.

Su celular sonó, notificación sobre las situaciones que llegaban a la oficina. Se trataba de una pelea fuera de un bar por Ssangmun-dong. Se requería de la presencia de los oficiales disponibles. Miró la localización, no estaba muy lejos de él. Dejó la lata en la barra de la cocina y respondió.

- Voy en camino. -


Si era honesto, no sabía cuántas había bebido, qué hora era y cómo es que terminó discutiendo con un cabrón que conoció hace medio minuto. Algo era seguro, quería agarrarse a golpes con él fuera del bar. Sin duda, el hecho en que su amigo le estaba alentando al contrario en hacerlo. ¿Pelearse con él y que el premio sea algunos cuántos wones? Puede conseguir eso y más junto a Sangwoo en su nuevo negocio, siendo todo un éxito en este momento, por cierto. A todo esto, ¿dónde está Sangwoo? ¿Y Ali? ¿Sae-byeok? Estaba junto a ellos hace unos momentos. Estaba riéndose con ellos hace unos minutos, ¿dónde se habrán metido? No lo dejarían solo aquí, supone. No es una patada en el culo cuando está ebrio, ¿no?

Sintió como alguien lo empujaba hacia el sujeto, que este le respondió con otro empujón y un intento de puñetazo en la mejilla. Solamente logró rozarle los labios, es ahí cuando captó con la fría lluvia en su cabeza que estaba afuera del local y rodeado de personas de caras irreconocibles para él, que estaban abucheando alrededor suya. En frente de él, el imbécil que le está dando pelea. Alzó ambas manos hacia en frente en signo de paz. Debido a su visión tambaleante, le costó un poco el mantenerse de pie de forma recta. Así que optó por doblar las rodillas como un seguro para sí.

- ¡Qué mierda, hombre! ¿Para qué es esto? - Gritó Gi-hun. El otro sujeto se estaba acercando a él. - No sé qué ha pasado, pero dejemos esto, por favor, es ridículo. - Antes de que terminara la oración, esta vez logró sentir el puñetazo en la otra mejilla. Gi-hun cayó al suelo sujetándose la mejilla. Aún así, con tiempo de reaccionar, evadió la patada del hombre colocando ambas manos en frente deteniéndolo. Tomó el tobillo del hombre y lo jaló hacia sí, haciendo que este se cayera de espaldas. Dándole tiempo a Gi-hun que se levantara. - Te lo dije. -

El hombre, sin rendirse aún, trató de pararse. El hombre era más bajito que él y un poco robusto, pero eso no tenía nada que ver con el miedo que le ocasionó al verlo acercarse de forma agresiva y ebria.

- ¡Eh, espera! - Pidió. Este no le escuchó y lo tomó la chaqueta gris, que estaba empezando a empaparse totalmente. Al momento, colocó ambas manos en los hombros del contrario, tratando de quitárselo. De los jalones continuos, ambos terminaron en el suelo. Patadas, empujones, jalones y puñetazos en todas partes de sus cuerpos. Al igual que entrarles agua de la lluvia en los ojos. Entre maldiciones y gritos de dolor Gi-hun hacía lo posible para evitar terminar con algo más roto, a parte del labio y la nariz y con el ojo morado.

- ¡Ya no eres tan fuerte! ¿Eh? ¿Seong Gi-hun de Ssangmun-dong? - Dijo el hombre de manera burlesca mientras le escupía en la cara y continuaba evitando que se moviera. De verdad no tenía idea de qué le pudo haber dicho que le hubiese enfadado tanto.

Entonces, el sujeto se detuvo. No por voluntad propia, sino porque alguien lo tomó por la camisa del cuello y lo jaló hacia sí, separándolo. Gi-hun, ayudándose con su mano debido a la lluvia, fijó la mirada en el hombre que le ayudó, que logró reconocer por el porte. Se escuchaban cerca las sirenas de policía.

- Ya no eres tan fuerte, ¿eh? - Repitió el hombre de forma serena pero imponente. El hombre contrario volteó lentamente hacia él, tragando saliva. - Policía de Dobong, viene conmigo. - El hombre problemático quedó atónito del miedo. Mientras trataba de darle alguna excusa, que no podía salir con su balbuceo, Jun-ho le esposó las muñecas.

- ¡Detective! Oh, qué alivio... - Suspiró Gi-hun, aun tratando de tomar aire de todo el ejercicio que hizo. Ya quería quitárselo de encima, era bastante pesado. - Todo sucedió tan rápido, no sé qué ha pasado, verá...- Al levantarse, cubriendo su ojo morado que tenía tentación de tocárselo debido a los golpes, vio a Jun-ho meter al hombre en el asiento trasero del carro negro deportivo. Este lo volteó a ver después de cerrar la puerta. Tenía puesto un impermeable transparente, cubriendo su vestimenta del mismo color que su carro. Gi-hun tragó saliva. Se escamó cuando empezó a caminara su dirección. Finalmente logró mantenerse quieto con eso.

Quedaron cara a cara. Es la primera vez en mucho tiempo que Gi-hun presencia la cara de Jun-ho de cerca. Los ojos del policía pasearon por la cara del hombre ebrio de 48 años, deteniéndose un momento en la nariz y el labio roto. Después a su mano cubriendo su ojo derecho. Jun-ho no tardó en llegar al porqué. Tensó la mandíbula.

- Usted también viene conmigo. - Con eso dicho, lo volteó y le colocó ambas manos en la espalda, esposándolo también.

- ¡Pero si yo soy el afectado! - Abucheó. Estaba cansado como para poner resistencia. Igual, no tiene apuro de ir a casa. - Carajo...-

Jun-ho lo metió al carro. Hizo un último anuncio a las personas que estaban alrededor, con la amenaza de multarles por ser testigos y alentadores de este desastre. Otros regresaron dentro del bar y otros se fueron de ahí. Jun-ho, al entrar al auto, se quitó el impermeable rápido y lo colocó en el asiento de al lado, que tenía una toalla encima. Se dirigió a la estación policial.

El camino se mantuvo en silencio. El único sonido siendo la calefacción saliendo, demás automóviles pasando a su alrededor y las gotas de lluvia pegando las ventanas. El único olor que había era el del alcohol. No era algo a lo que Jun-ho le molestaba, estaba acostumbrado, incluso a las de un cadáver, con lo que le ha tocado ver. Era lo de menos. Al estar en un alto, volteó a ver por el retrovisor, con la única iluminación que tenía siendo las luces de los demás carros, alcanzó a ver a Gi-hun acercándose lentamente al hombre contrario, que ahora estaba dormido, lo estaba oliendo.

- Este tipo apesta a cerveza. Hay mejores cosas... - Comentó regresando a su asiento. Jun-ho sonrió levemente, le dio gracia. Regresó su vista al camino. Pasó el pulgar por el volante.

- ¿Cómo es que sucedió? - Cuestionó. Gi-hun volteó a verle con un signo de pregunta en la cara. Lo notó al mirarle por un momento. - La pelea. ¿Por qué sucedió? -

- Yo qué sé, hombre. Si te soy honesto, no recuerdo qué pudo haber paso. No sé si le dije algo que le hizo enfadar, o me tropecé y este era de temperamento corto, ni idea. - Expusó Gi-hun. - Estaba con mis amigos en el bar, perdí de vista algunos y me quedé con un amigo, que me estaba alentando a pelear con él. Traté de detenerle antes que siguiera, pero tiene más cabeza dura que Sangwoo. - Giró los ojos hacia la ventana. El auto empezó a moverse nuevamente. - Hablando del diablo, tengo que llamarle. Me dejó solo el cabronazo. - Sonrió divertido. Jun-ho volteó una que otra vez por el retrovisor. Vio su sonrisa. Estaba por imitarlo a escondidas, hasta que ésta se borró. - ¿Me vas a multar, cierto? - Ahora lo miró por el retrovisor a él. Gi-hun solamente podía verle los ojos, estos con un signo de pena, que no podía distinguir.

- Es lo que se tiene que hacer. - Respondió Jun-ho. Dio vuelta. Gi-hun frunció el ceño con vergüenza.

- No creo tener el dinero a la mano en este momento. - Miró hacia el suelo. Chasqueó la lengua, mirando nuevamente hacia la ventana.

Al estar en alto nuevamente, Jun-ho volvió a tener la oportunidad de ver su cara. Ahora se mostraba estresado y decaído. Miró el moretón en el ojo. Sintió un leve golpe en el pecho hasta el estómago. Podía reconocer cuando una persona estaba mintiendo, Gi-hun no le estaba mintiendo. Jamás le ha mentido, y no cree que sería capaz de mentirle ahora. Tragó saliva al mismo tiempo que relamía sus labios. El semáforo cambió, avanzó.

Estacionó su coche al llegar a la estación. Le pidió a Gi-hun que esperase ahí. Bajó del auto con un paraguas y despertó a la fuerza al hombre adormilado. Este se quejó con las maniobras bruscas de Jun-ho. Al cerrar la puerta del auto, lo arrastró hacia dentro de las instalaciones. Su jefe lo regañó un momento por estar haciendo deberes fuera de su horario de trabajo. Su respuesta, tenía sentido, ¿quién a esta hora iría por un aviso de una pelea de dos borrachos fuera de un bar? Aún no se había dormido y estaba cerca de dónde vivía. No había problema. Registró al hombre y lo dejó a cargo de un oficial.

- El aviso dijo que eran dos hombres. ¿Dónde está el otro? - Cuestionó uno de los oficiales. Entonces, Jun-ho sacó su billetera.

- Me dio el dinero para la multa, le di esas dos opciones, venir conmigo o darme le dinero y retirarse del lugar. - Le mostró los wones correspondientes y pasó su mano por encima de la pequeña pared que separaba al ciudadano con el agente policial.

- Pero, necesitamos registrarlo. -

- Su nombre es Seong Gi-hun, y su multa está saldada. - Respondió. Guardó su billetera en la chaqueta. Señaló al hombre que acababa de entregar. - Ese gracioso empezó la pelea, todo lo que hizo Gi-hun fue defenderse, tienes más heridas que él. - Era creíble, el hombre robusto no tenía tantas heridas, máximo se le notaba unos cuántos moretones, a comparación de las que tiene Gi-hun en ese momento. Si pudieran verlo sería suficiente prueba.

- Vale. - Respondió Kim Sang-Hyuk. Jun-ho jamás ha mentido en todos sus años de servicio, así que lo tomó por hecho. Igual, quien lo empezó no importaba. Ahí estaba el dinero de la multa y el otro contrincante que estaba seguro que no tenía el dinero. Una noche en la cárcel no le haría mal. Volteó a ver al oficial que cuestionó a Jun-ho y se acercó a su lugar. Tomó el dinero que el detective dejó. - Búscalo entre los registros, ahí lo debemos de tener. - Agarró una bolsa café y metió el dinero dentro. Volteó a ver al policía del otro lado. - Buen trabajo, Jun-ho. Puedes ir a descansar. -

El detective hizo una leve reverencia de despedida y se dirigió a la puerta. Abrió su paraguas al salir y entró al automóvil nuevamente. Volvió a colocar el paraguas en el asiento contrario. Giró su cuerpo a voltear al asiento de atrás. Que este se veía con el cabello despeinado y sus ropas desordenada, su camisa le dejaba ver una parte de su estómago. Al igual que la respiración agitada.

- ¿Estabas tratando de escaparte? - Levantó una ceja, con un tono burlesco, pero debido a su expresión monótona no se notaba la broma. Lo que Gi-hun sintió que el azúcar se le bajó en un dos por tres.

- ¡N-No! ¡Claro que no! Yo...- Respondió nervioso.

- Estaba bromeando, tranquilo. - Volvió a acomodarse en el asiento. Se colocó el cinturón. - ¿En tu casa tienen kit de primeros auxilios? -

Gi-hun se silenció por un momento. Tragó saliva.

- No. - Respondió. Terminó por acostarse en el asiento. - No quiero regresar a casa. Si quieres déjame en la calle, yo encuentro mi camino al hospital o con alguien...yo qué sé. -

Jun-ho miró por encima de su hombro, extrañado por la actitud de Gi-hun. Sí, estaba ebrio, las personas en ese estado pueden decir cualquier cosa y por eso no debería de tomarle importancia. Pero el hilo agudo en su voz al final le erizó la piel, lo que se cuestionó el mismo por la preocupación que le generaba el hombre que se encontraba atrás. Le pagó la multa para evitar que tenga que ver los policías a la cara... Eso es nuevo. Lo hizo por instinto, quería hacerlo. Eso es nuevo en él.

Puso en marcha el auto hacia su departamento.

Le quitó las esposas antes de que saliera del auto. No batalló nada en subir a Gi-hun a su departamento, al contrario de llevar al otro hombre. Era más liviano y no estaba dormido, he ahí una ventaja enorme que tuvo. Subieron por el elevador. Sostenía al contrario con su brazo, que estaba por encima de sus hombros. Al tocarle la muñeca se percató que estaba helado. Lo más seguro es que tenía frío, pero no le ha dicho nada. Gi-hun tenía la mirada agachada. Aquella actitud decaída la recuerda, la primera vez que lo vio, se le notaba que estaba cansado de todo lo que le había pasado ese día, siendo aún desconocido para él. No sabía si sería imprudente preguntarle lo que sucedía. Quizá no lo recordaría para cuándo se le pase la borrachera, igual se sentía inseguro al respecto.

Abrió la puerta de su departamento. Se quitó los zapatos y llevó a Gi-hun al sofá de la estancia de colores grisáceos. Lo sentó, el contrario no opuso ninguna fuerza. Recargó sus codos en sus rodillas. Aquella imagen lo hizo preocuparse más. Le pidió a Gi-hun que se quitase la chaqueta y la camisa que tenía puesta, pues estaban totalmente empapadas. En lo que lo hacía, fue en busca de una toalla en el baño y por el botiquín. Gi-hun, al no saber dónde poner las ropas que se quitó, las colocó en sus piernas, con temor a mojar más el sillón de Jun-ho. Miró hacia la barra, se le olvidó apagar la luz de la cocina, aún seguía ahí el pedido de tteokbokki y la lata de soda que se terminó. Posiblemente comer le ayude a que se le baje tan siquiera un poco. Junto con un café cargado.

- Tome. - Le dio la toalla. Se colocó de cuclillas frente a él. Al lado de él colocó el botiquín y lo abrió. Sacó alcohol, algodones y pequeñas bandas. De forma un poco temerosa, Gi-hun lo recibió. Jun-ho miró la ropa que tenía en sus piernas. - Puede dejar la ropa al lado, no pasa nada. -

- ¿No te molesta? - Preguntó el contrario. El detective movió levemente la cabeza a los lados. Acercó el algodón con alcohol a sus heridas. Gi-hun de movió bruscamente, por el dolor. Jun-ho se disculpó antes de seguir limpiándole las heridas. Miró un momento su ropa, aún nervioso de hacer tal movimiento. Sentía vergüenza. Entonces, Jun-ho tomó sus ropas y las colocó al lado del botiquín.

- Mejor yo me ocupo de ellas, las pondré a secar. ¿Quiere darse un baño caliente? Le puede servir. - Continuó limpiándole la cortada del labio.

- N-No, gracias. - Rechazó con una sonrisa avergonzada.

- Insisto, puede que se enferme. - Intercambió el algodón por uno nuevo, pasó a la cortada de la nariz.

- De verdad que no. Venga, no me pasará nada. Mi sistema inmune es irrompible. - Sonrió divertido, riéndose levemente de su propio chiste. Jun-ho dejó de limpiarle. Le miró. Gi-hun se atragantó un poco debido a la mirada del contrario. Está nervioso.

Dejó de lado el algodón usado y tomó una de las bandas, le colocó en el labio y en la cortada de la nariz. Cerró el botiquín. Después, se levantó a tirar los algodones en el bote de la cocina. Regresó por la caja y las ropas mojadas.

- Como guste. - Dijo, yendo a su pequeño cuarto de lavandería propia. Antes de entrar, elevó la voz un poco. - Igualmente, el baño está en la segunda puerta a la derecha por el pasillo, cuando quiera utilizarlo. -

Gi-hun lo miraba un atónito. No sabía cómo reaccionar ante la amabilidad de alguien como él hacía su persona. Miró la toalla blanca, olía a lavanda y suave al tacto, como si de un peluche se tratara. Empezó que secar su cabello, su cuello y sus hombros. En un rato, Jun-ho regresó a la estancia, esta vez estaba vestido en una camisa negra floja y unos pantalones sueltos frescos. En brazos, tenía un set de pijama extra. Lo colocó en frente de él, en la mesa de café. ¿Ahora también le compartirá su pijama? Esto lo está haciendo sentir un culpable.

- ¿Le apetece cenar? - Ofreció. - Pedí tteokbokki. - Gi-hun levantó la mirada. La verdad es que sí tenía hambre.

Mientras Jun-ho calentaba la comida nuevamente, Gi-hun aceptó la insistencia de darse un baño. Aún estaba un poco tambaleante, pero logró evitar tropezarse. Dejó que el agua caliente le relajará el cuerpo. Podría dormirse ahí mismo si fuese su casa. Pero no era así. Borró de inmediato aquella idea. No quería regresar a casa de ninguna manera. No sé dignaba a hacerlo. No tenía valentía para hacerlo. El pensamiento hizo que se le formase un nudo en la garganta. Cerró la llave y se quedó sentado en el baño un rato, abrazando sus rodillas. Quería llorar, pero no podía. No sabía por qué.

No puede dejar así a Jun-ho. Debería regresar. Respiró profundo unas cuántas veces y salió de la bañera. Empezó a secarse para poder ponerse el pijama prestado.

Retornó a la cocina y se sentó en la barra. Jun-ho le acercó un plato y un vaso de agua, en frente de él el plato humeante de tteokbokki picante con semillas de ajonjolí y cebollín, acompañado con pasteles de pescado. Agradeció por la comida. Sin esperar, Jun-ho le empezó a servir a Gi-hun, para después servirse él mismo. Gi-hun volvió a agradecer. Aún se sentía un poco abrumado por la hospitalidad y servicio de Jun-ho. No entendía cómo es que un hombre puede seguir tan calmado hasta esta hora. Él estaría más que irritable si tuviese que cuidar a un borracho. Lo que le entraba conflicto también es el por qué recibirlo a su departamento. Le pidió que lo dejase en la calle y que él se fuese solo.

Misma pregunta se hacía Jun-ho, pero parecía querer digerirlo al mismo tiempo que comía. Como si cada vez que tragase le ayudaría a aclarecerse las cosas. No producía ese efecto para nada. Lo que sí tenía duda, era del porqué Gi-hun se negó ir a su casa, aún cuando él sabía su domicilio perfectamente. Aún seguía debatiéndose si preguntarle el por qué. No era porque quisiera que se fuera, le daba una sensación tibia y agradable su compañía. Como si la necesitara en este momento. La que le habían negado en la estación de policía sin saber.

Cenaron tranquilamente, Gi-hun aludió el departamento de Jun-ho, lo bonito y espacioso que era. Por obvias razones, preguntó el precio. Lo hizo atragantarse un momento. Su reacción hizo reír a Jun-ho, lo mostró mediante una sonrisa notoria, pero que trataba de esconder con su mano que sujetaba los palillos. El hombre de 48 años lo notó. En parte, pensó en volver a ahogarse en juego sólo para verle reír plenamente. Extraño de su parte, hacer reír apropósito para la felicidad de alguien. Solamente lo ha hecho con su hija y su exesposa.

Terminaron de comer, se hizo un pequeño silencio por un rato, en lo que Jun-ho se encargaba de recoger los platos.

- Sabes, la última vez que comí tteokbokki fue con Ga-yeong, mi hija. - Se recargó en el sofá, acostando su cabeza. - En su cumpleaños, cuando aún era pequeña. -

- ¿Hace cuánto fue eso? - El hombre de 30 años terminó de lavar el último vaso, se estaba secando las manos.

- Hace un año. - Contestó con la mirada agachada. Jun-ho pensó que se debía a que a la pequeña no le dejaban comer tan seguido aquellos pasteles de arroz. - Antes de que se fuera a vivir a Estados Unidos con su madre. -

- ¿Están separados? - Cuestionó Jun-ho con interés. Colocó una taza de color verde azulado en frente del hombre contrario, en la mesa de café, junto con una servilleta al lado. Colocó una bolsa de café encima y empezó a echarle agua caliente de la tetera.

- Hace años. No recuerdo desde cuándo, ya no importa. - Miró la taza llenarse de líquido caliente. El contrario dejó de servir, retornó la tetera a la cocina.

Se detuvo un momento. No perdía nada en intentar en hacer una pregunta con apariencia inocente.

- Seong Gi-hun. - Llamó. Gi-hun volteó con él.

- Llámame Gi-hun solamente, por favor. No hace falta hablarme de usted cuando me ha visto hasta la mierda de tomado. - Sonrió apenado por la formalidad. Era demasiado. Le estaba dando demasiado por el desastre que fue.

- Gi-hun. - Repitió. - ¿Por qué no quiere regresar a su casa? -

La pregunta tomó por sorpresa al hombre mayor. Dejó la bolsa del café en la servilleta. Claro, era tarde.

- Oh, si quieres que me vaya me lo pudiste haber dicho de otra manera... - Rió nervioso.

- No, no por eso. - Contestó rápidamente. - Su compañía no es ninguna molesta. Perdone el malentendido. -

- No hace falta que me hables de usted, Jun-ho. - Ratificó Gi-hun, un poco más tranquilo. - Somos conocidos a este punto. Nos hemos visto antes unas cuántas veces más y hemos hablado. Deja la formalidad. -

Jun-ho respiró profundo. Estaba ansioso, el por qué no era algo que quisiera descubrir en este momento, aun cuando tuvo tiempo de sobra antes de este momento. La curiosidad le carcomía, al igual que la ansiedad de saber qué era lo que tenía a Gi-hun tan triste hace unos momentos.

- ¿Por qué no quieres regresar a tu casa? - Volvió a preguntar. - Si es que puedo saber, claro. -

Ahora entendía la pregunta. La garganta se le cerró mediante un nudo. No era algo que ha discutido con Sangwoo, o con cualquier persona que ha considerado cercana a él. Bajó la mirada a la taza de café recién hecha. Salían líneas cursivas de vapor de él. Sus manos empezaron a temblar un poco, las juntó, como si estuviese agarrando fuerza para abrirse a la persona que menos pensó en decirle. Pero aquí estaba. Ojalá no recuerde esto al despertar.

- Durante las semanas anteriores me la he pasado en el negocio junto con Sangwoo. Reforzando y mejorando, trabajando sin descansar para sacar el mejor provecho. ¿Recuerda que se lo conté? - Miró de lado, solamente para ver si Jun-ho hacía algún movimiento. El hombre asintió. - Bueno, ese negocio. Está siendo todo un éxito, nos está yendo de maravilla. Joder, si no nos hubiéramos encontrado, ambos estaríamos comiendo de la basura. - Salió una risa entrecortada. - Nos está yendo de maravilla gracias a que le pusimos todo ese empeño. Estaba consiguiendo dinero para recuperar el seguro médico mío y de mi madre... Sabe, cuando se sumerge mucho en un proyecto y lo vuelve prioridad, ¿se olvida del resto? - Escuchó pisadas acercarse a dónde estaba él. - Ignoré sus llamadas, mi prioridad era el negocio, para beneficio de ambos. - Su voz empezó entrecortarse a medida que hablaba. La imagen vívida volvió a inundar su cabeza, haciéndole un nudo en el estómago. - Cuando regresé, la encontré tirada en el suelo, inmóvil. - Sintió las lágrimas y la mucosa bajar por su mentón, algunas cayendo en sus temblorosas manos. - Se me acabó el tiempo. Se me acabó el tiempo...- Dejó salir un llanto ahogado mientras pegaba sus manos a su frente. - ¡Se me acabó el jodido tiempo! - Elevó la voz. Separó sus manos y las pasó por sus cabellos despeinados. - Puto imbécil de mierda que soy, se me acabó el tiempo. - Cerró sus manos a puños, apretando sus cabellos.

Entonces, unas manos calientes se pusieron encima de los suyos, como si estuviesen rogándole que dejase de hacerlo. Gi-hun volvió a soltar un llanto ahogado. Sentía vergüenza, rencor a sí mismo, culpa, se sentía como un total idiota.

Jun-ho, con cuidado, empezó a separar las manos de Gi-hun de su propio cabello. Este cedió. Y a cambio, Gi-hun recargó su cabeza en el hombro del contrario. En respuesta, el hombre contrario lo amarró en un abrazo. Sintió las manos del hombre mayor sosteniéndose en su espalda. El nudo en la garganta empezó a formarse en su cuello de igual forma.

- Fue mi culpa. - Balbuceó Gi-hun.

- No lo fue. - Contestó Jun-ho.

- Sí lo fue. Llegué tarde. -

- No sabías que pasaría. Estabas trabajando para poder conseguir el seguro para ella. -

- Lo sé, pero, joder, sabía que estaba muy avanzado pero... ¡Mierda! - Jadeó. Con el grito del final, hizo a Jun-ho reaccionar de manera que colocó una mano en su cabeza, buscando consolarlo. No sabía cómo hacerlo, pero intentaría cualquier cosa para tranquilizar al hombre en duelo que tenía en brazos. Lo sintió esconder su cabeza en su cuello.

Los llantos inundaron la habitación, opacando hasta cierto punto la lluvia del exterior. El pecho de ambos retumbaba al mismo tiempo. El duelo, por la pérdida de un ser querido, es de los dolores más horribles que el ser humano puede experimentar. El hecho de tragárselo y tratar de seguir su vida es de las cosas más dañinas que puede hacer. El llorar se puede juzgar como si la persona está siendo débil, que no ha tratado de aguantar y ser fuerte. Es lo contrario, la persona está cansada de ser fuerte. Merece un momento. Un momento para llorar.

Las manos delgadas y tonificadas de Jun-ho paseaban por la cabellera de Gi-hun, mientras que la otra pasaba por su espalda, tranquilizándolo. Lo cual logró, poco a poco se fueron silenciando. La cercanía, el saber que alguien está ahí, aunque solamente para dar el hombro llorar, se siente bien. Se siente liberador.

Tal vez, el ir a beber no fue de gran ayuda para ahogar la pena.

Una vez más tranquilo, aunque con la respiración un poco entre cortada, Gi-hun se percató dónde estaba. La pena volvió a sucumbir.

- Lo lamento, qué vergüenza. -

- Para nada. - Respondió de vuelta, bajando la mano de su cabeza a su cuello. La temperatura caliente de su cuerpo era agradable. Tal pensamiento, le hizo sonrojarse.

- Perdón por la pregunta, pero ¿cómo va la búsqueda de tu hermano? - Jun-ho se sentía en el confesionario, pues ahora le tocaba a él. Se lo tomó con calma, aunque un poco decaído respondió.

- Volvió a dejarme en callejón sin salida. No sé por dónde buscar ahora. -

- No servirá de mucho, pero, genuinamente presiento que lo encontrarás. -

- ¿Tú crees? - Jun-ho sonrió al cumplido, aunque posiblemente sea de compromiso. Otro halago.

- Lo creo. - Claro, lo olvidó, Gi-hun nunca le ha mentido.

Sus pechos seguían sonando al unísono. Las ganas de separarse eran nulas. Pensó que quizá la cercanía le haría sentirse incómodos, pero no fue así, se sentían cómodos en este momento íntimo entre ambos. Esto era nuevo para ambos. Se sentían seguros. Se quedaron un rato más así.

- Toma el café antes de que se siga enfriando. Vamos a dormir. Debes de estar exhausto. -

- Lo mismo digo de ti. -

Gi-hun bebió el café en unos cuántos tragos, logró sentir lo tibio del líquido al pasar por su garganta. Jun-ho le ofreció su cama, mientras que él durmiera en el sofá.

- Jun-ho. - Llamó Gi-hun. El nombrado volteó a verle desde la cocina, con la taza y la servilleta con la coladera de café en las manos. Entonces, se colocó de forma recta e hizo una reverencia. - Muchas gracias por todo. - Se levantó, le brindó una sonrisa suave. - Prometo pagártelo. Buenas noches. - Con eso, se dio media vuelta y se dirigió a la recamara que había mencionado Jun-ho.

"Por favor, no lo hagas, lo haría otra vez si fuese necesario." - Esas fueron las palabras que se quedaron en su boca. La imagen de la sonrisa de Gi-hun sería algo que tendría en mente hasta dormirse. Y si pudiese soñar con aquella misma imagen también lo haría.

Por extraño que le pareciese, el estrés y el pensamiento en que no encontraría a su hermano se desvaneció. La motivación en las palabras cortas de Gi-hun fue suficiente.

Al terminar de lavar la taza de café y tirar la bolsa de café usada, fue a su habitación por sábanas y una almohada. Abrió lentamente la puerta. Se encontró con la imagen de Gi-hun adormilado con la boca abierta, con la mitad del cuerpo tapado con las sábanas y el colchón. Se quedó dormido al instante que tocó la cama, lo más seguro. Los leves ronquidos que estaban saliendo lo probaban todo. Sin querer, se encontraba sonriendo.

Verlo tan tranquilo lo hizo sentir un leve calor en el pecho.

Fue a los cajones a por las sábanas y la almohada extra. Todo los colocó por debajo de su brazo izquierdo.

Se acercó por última vez a Gi-hun. Tenía la tentación de tocarle la cara y peinar por última vez sus cabellos. Cuando se despierte, no tendrá la oportunidad de hacerlo. Y tampoco sabría cuándo se repetiría. Se dejó llevar y pasó el dedo índice por una parte de la frente de Gi-hun, peinando los cabellos que tapaban sus ojos.

El latido de su corazón lo dejó claro. Al igual que el deseo cumplido de plantarle un suave beso en su frente.

- Buenas noches, Gi-hun. - Murmuró.

Salió de la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Apagó la luz de la cocina y retornó al sofá. Dejó que el sonido suave de la lluvia fuese su son de cuna y la imagen de la sonrisa de Gi-hun apoderarse de su mente, volviendo a asegurarle que todo está bien ahora.

Todo está bien. Puedes ir a descansar, detective.

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