XXXII «Confusión»
Se giró, comenzaba a ser conciente de que estaba despertando. Entre abrió los ojos teniendo a primera instancia un techo blanco, miró a su alrededor, estaba en la cama de una habitación de hospital. Había un monitor conectada a ella, tenía varias soluciones conectadas a un catéter en su mano izquierda.
Se miró a sí misma, se dió cuenta que tenía una venda en su pierna derecha, inmediatamente recordó que le habían disparado y suspiró. Entonces los recuerdos se agolparon en su cabeza tan rápido que le dolió.
La pequeña pelea seguido de la confesión de Steve antes de detonar la bomba, el hecho de que la hubieran secuestrado y su extraño escape a un pueblo fantasma con la anciana.
¿Cómo había llegado ahí? No había ningún recuerdo al respecto. Suspiró, lo importante es que, la anciana había llamado a alguien y ahora estaba en el hospital.
De pronto, se abrió la puerta dejando ver al arquero. Él se sorprendió al verla despierta, sonrió y caminó a ella.
—Hey! ¿Cómo estás? —Preguntó con una gran sonrisa—. Por fin despertaste.
Clint tenía un look bastante relajado, unos jeans con una camiseta café a cuadros de manga tres cuartos.
Ella le sonrió.
—Estoy bien —Comenzó con voz áspera y ronca al parecer había durado mucho tiempo sin hablar—. Dime, ¿Cómo dejé al otro?
Su tono era divertido, al arquero le dió gusto ver que bromeaba ya que indicaba que estaba relativamente bien.
—Eso dímelo tú —Sonrió—. Te perdiste por seis horas antes de que te encontráramos.
Su tono de voz era burlón pero algo lo hacía sentir que en verdad le preocupaba.
—¿Ustedes me encontraron? —Preguntó pensativa.
—Sí... Bueno, en realidad fue Thor. Aunque si me dejas decirlo, Steve nos presionó bastante para encontrarte, aún sabiendo que no tenía que hacerlo ya que obviamente te buscaríamos.
—¿En dónde me encontraron? —Preguntó ignorando lo demás.
—Uhm... —Clint estaba a punto de responder con un balbuceo pues no sabía qué decir, entonces el sonido de la perilla girar lo salvó. Ambos giraron su cabeza a los recién llegados.
Steve, Tony, Thor y Natasha entraron en la habitación, justo en ese orden.
Rogers caminó a ella y se plantó justo a su lado.
—¿Como te sientes? —Preguntó el capitán con voz suave.
—Adolorida, pero bien —Contestó tajante.
Steve la observó confundido.
—Debes estar exhausta, Lady Ángela —Habló Thor atrayendo la atención de todos, Ángela le dijo un “Gracias” con lo labios—. Deja que descanse.
—Sí, sí. Pero debes decirnos qué pasó, Angie —Murmuró Tony quién se encontraba a los pies de la cama con su elegante traje azul.
—Stark no la agobies... —Intervino Natasha, la pelirroja estaba detrás de él con una chaqueta de cuero negra y unos jeans del mismo color.
—Está bien, ya lo he recordado —Comenzó la chica de la cama—. Al parecer caí en manos de los Dark Criminal's, querian obtener mis poderes para gobernar el mundo, aniquilar a todos y luego gobernar el universo.
Ángela terminó, acomodándose en la cama, pronto notó la postura rígida que los caballeros tomaron.
La agente Romanoff caminó cerca de Steve y se cruzó de brazos.
—¿Recuerdas cómo escapaste? —Preguntó lo que todos temían preguntar.
La mirada de Tony y la de Steve se posaron sobre Natasha con tanta intensidad que parecía, la irían a matar en ese momento.
—Uhm... No, está borroso. No hay nada de eso en mis recuerdos. Sólo sé que terminé en la casa de una anciana llamada Gea, ella me curó la herida, me sacó la bala, lo cual dolió bastante... El recuerdo me atormentará un buen rato —por unos instantes volvió a esos momentos—, también me dió de comer —Murmuró distante recordando la charla—. Luego me desmayé, supongo que llamó a urgencias o a ustedes y terminé aquí.
—Bien —Murmuró Tony.
Ángela los miró y sabía que escondían algo.
—¿Qué sucede? —Preguntó a la expectativa.
—Lo que pasa... —Comenzó Steve.
—No, no pasa nada —Cortó Tony.
—Sí, ocurre algo y quiero saber qué es —Respondió con determinación.
—Debemos decirle —Contestó Steve mirando al ingeniero, éste rodó los ojos y exhaló, el cap se giró a la chica y la miró—. Nadie nos llamó, Angie. Estabas a las afueras de un edificio abandonado, habías perdido mucha sangre y estabas desmayada. No hubo anciana, ni comida.
Ella lo miró sorprendida. No era posible.
—No, una anciana me rescató —Su tono exigía que le creyeran, los miró a todos.
—Tal vez era un sueño, Ángela —Murmuró Thor tomando su martillo entre sus manos, tenía su traje tradicional del dios del trueno.
—No, yo lo ví. Era real —Continuó, insólita de que nadie le creyera.
—Tranquila, Ángela... Quizá sí pasó así y sólo te trasladaste inconscientemente al lugar donde te encontramos —Thor trató de arreglar las cosas.
—¿Eso es posible? —Se preguntó en voz alta.
—Puedes hacer muchas cosas —Convino el dios con una pequeña sonrisa.
Eso la tranquilizó, pero sabía que aún no le creían. ¿Qué más daba? No iba a pelear por estupideces.
—Le informaremos a Fury —La voz de Natasha inundó la habitación que había quedado en silencio—. Y llamaré a la enfermera para que te revise.
La agente salió de ahí, Thor la siguió.
—¿Cuánto tiempo me quedaré aquí? —Preguntó la chica dirigiéndose a Tony.
—De una a cuatro horas —Contestó sin dejar de mirar su celular—. Recibirás tu última transfusión de sangre y nos podremos ir.
Al terminar, guardó el aparato y la miró.
—Uhm... De acuerdo —Suspiró bajando la mirada.
—Me tengo que ir, y tú también Tony —Clint anunció llevándose del hombro al ingeniero.
Ambos salieron por la puerta y la dejaron sola con Steve.
Él estaba confundido. Quería hablar con ella pero, ¿Cómo? La chica parecía no tener la mínima intención. Exhaló el aire contenido y se retiró un poco mientras ella observaba cada movimiento del capitán por el rabillo del ojo, nerviosa.
Pronto entró una enfermera con una bolsa llena de sangre, la inscripción decía “Thor” y todos los demás espacios donde se suponía que debía ir la demás información, estaba vacío.
—Hola, linda —Saludó la chica caminando a ella—. Buenas tardes, capitán.
Ángela sonrió y saludó. Steve simplemente asintió a ella.
La enfermera colocó todo en orden para la transfusión. Tomó los signos vitales y le explicó el proceso.
—Te pondré el goteo para cuatro horas, porque ya estás mejor y es más sano observarte así, lento —La enfermera miraba el expediente y escribía un par de cosas en él. Al terminar la miró fugazmente y al capitán—. ¿Alguna duda?
—No, hemos comprendido todo —Aseguró Steve.
—Muy bien. Tengo que venir a tomar los signos vitales cada hora, así que los molestaré unas cuatro veces en las próximas horas —Comentó sonriente.
—Está bien, no hay problema —Ángela contestó con un tono divertido y con una sonrisa.
No estaba feliz pero trataba de simpatizar con la señorita.
La pelinegra de blanco salió de la habitación, dejándolos solos y sumergidos en un gran silencio... Para él, incómodo. Para ella, efímero.
Pasó su vista por los aparatos que estaban de alguna u otra forma conectada a ella, sus ojos se enfocaron en la bolsa de sangre y el nombre del dios del trueno ocupando todos los espacios.
—¿De verdad no había alguien más con mi tipo de sangre? —Preguntó en voz alta.
Steve giró su vista a donde ella miraba y pronto comprendió lo que sucedía.
—No; no todos tienen sangre asgardiana —Contestó él mirándola, luego se acomodó en la silla.
—Ugh, deja de decir eso. Pude haber recibido de otro tipo de sangre, ¿No? —Preguntó en un bufido.
Él sonrió poniendo sus codos recargados en sus piernas.
—Claro, si quieres morir —Contestó.
Ella lo miró despectiva y luego dejó escapar una sonrisa.
—Estoy bien así, entonces —Suspiró mirando hacia delante de sí.
—¿Ahora eres conformista? No recuerdo que fueses así, Angie —Se dejó caer en el respaldo cruzado de brazos con una sonrisa. La quería retar.
Ella giró su cabeza con una sonrisa y mirada retadora.
—No lo soy, pero tienes razón. No quiero morir... Aún —Sonrió.
—¿Aún? —levantó la ceja y sonrió mirando a otro lado—. Me sorprendes. Por la forma en que pones en riesgo tu vida, cualquiera pensaría que quieres morir lo antes posible.
Ella se encogió de hombros sonriente.
—Soy sorprendente —Se aludió—. Sin un poco de adrenalina no tendría sentido mi vida, ¿O no, Steve? —lo miró con la ceja alzada.
—Concuerdo contigo. Uno nunca sabe qué esperar de tí. Eres un enigma —Contestó con una sonrisa.
Ella rió.
—Que gran forma de describirme, capitán.
—Hay otras formas de describirte, Angie —Comentó con voz suave.
—Claro. Cool, divina, carismática, hermosa... —Enumeró pensativa luego miró a un lado y sonrió—. Ó, por el contrario. Fastidiosa, llorona, dramática —Le miró a los ojos con una sonrisa divertida—. Depende de quién hable.
Steve soltó una carcajada inevitablemente y como es natural, Ángela lo secundó.
—Creo que soy de los primeros —Asintió mientras se acomodaba en el asiento.
Ángela sonrió pero rápidamente cambió de tema. El transcurso del tiempo fue relativo. Dejó de importar en el momento que hablaban sin resentimientos, sin tristezas, sin odio... Como si fuesen a empezar de nuevo.
Cada vez que entraba la enfermera, ambos callaban y se miraban furtivamente con una sonrisa. Luego, al salir la pelinegra, explotaban en risas.
Ambos se sentían muy bien estando así con el otro. Eran momentos de comodidad pura. Estaban con la persona que amaban profundamente pero ninguno hablaba de temas delicados por temor a arruinarlo.
Y fue bueno que aprovecharan el momento, habría tiempo para hablar de ciertas decisiones y momentos específicos, pero, para ello uno de los dos tendría que sufrir más.
A consecuencia de sus cuatro horas de convivencia sana que Ángela tomó como «tregua», Steve se ofreció a cargarla y ponerla en la silla de ruedas una vez acabada la transfusión y darla de alta.
Ángela aceptó. Un «¿Por qué no?» asomó a su cabeza cuando Natasha la ayudaba a cambiarse.
Llegaron a la torre, Steve nuevamente la cargó al estilo de princesa para dejarla sobre su cama. Ella recordó una cita que tuvieron en la playa donde la cargó exactamente igual. La nostalgia se apoderó de ella.
Suspiró. Ángela pensó por un segundo en la situación... Se dió cuenta que desde hacía tiempo eran esclavos del silencio. Pero, ¿Cómo expresar tantos sentimientos en palabras?
Ella le miró a los ojos. Él levantó la vista y se encontró con unos bellos ojos celestes que derramaban incertidumbre, la miró cálidamente transmitiendole... Amor.
Ella desvió la mirada y Steve, agobiado, la arropó con una cobija tapando la pijama violeta de panditas de la chica.
—Muchas gracias, capitán —Murmuró la chica con voz ausente. Ya no estaba animada ni sonriente.
—¿Capitán? ¿Por qué tanta formalidad de repente? —Preguntó sentándose a un costado de la cama.
—Creo que acabó la hora feliz. Regresemos a nuestros antiguos puestos, ¿Quieres?
—¿A qué te refieres? —Su voz sonaba insegura.
Ángela lo miró, parecía tan perfecto e inocente con su camiseta blanca sin mangas, sus jeans sueltos y su tan bien acomodado cabello rubio. Parecía que no le haría daño ni a una mosca.
—A que ya no es necesario deshacernos de los silencios incómodos ni de tratar de entablar una conversación. Volvamos a ser los de antes. Yo la llorona depresiva y tú el frío indiferente —Al concluir, le regaló una sonrisa forzada, luego miró en otra dirección con un bufido.
—¿Qué? No, no, no. ¿De qué hablas? Creí que progresabamos. Hasta hace unos instantes creía que...
—Creiste mal —Cortó tajante, volteó a verlo con la mirada totalmente fría.
Él le sostuvo la mirada. ¿Qué estaba pasando? Claramente no comprendía ni una palabra.
Aclaró su garganta y se separó un poco de ella. Tenía que pensar bien su siguiente movimiento.
—Dime una cosa —Habló lento, levantó la vista y la miró—. ¿Qué opinas de lo que ocurrió en el edificio? Justo antes de que detonará la bomba tú y yo...
—Sí, sí. Lo recuerdo —Interrumpió y suspiró—. Opino que muero de hambre. Ser secuestrada no es nada fácil —Desvió el tema con voz monótona. No tenía muchas ganas de hablar.
—Me refiero a lo que pasó entre tú y yo —Comentó mientras iba por un plato lleno de frutas que le había preparado Tony a ella.
Él adoptó su postura en cunclillas junto a la cama para quedar frente a ella. Ángela lo miró y tomó el tenedor.
—No esperes una respuesta ahora, Steven —Dijo antes de llevar el trozo de manzana a su boca—. Aún no sé qué decir... No estoy lista —Le miró, confundida.
Steve se retrajo, la mirada de ella le aterró. ¿Había perdido su última oportunidad?
Ella suspiró y continuó comiendo.
—Además, no te has disculpado —Murmuró con la boca llena, tragó y lo miró—. Es como si no te sintieras mal por todo lo que pasó. ¿Crees que con estar aquí conmigo remediará todos estos meses de constante agonía y sufrimiento que pasé? ¿Crees que con ayudarme ahora que soy vulnerable enmendará noches de llanto y ahogará pensamientos miserables? ¿Crees que con movilizar a media ciudad para encontrarme y presionarlos a todos aún cuando sabías que ellos lo harían porque me quieren, solucionará todo? —Hizo un breve silencio. No se dió cuenta que a medida que pronunciaba las palabras su voz se alzaba y se hacía más dura y fría—. Pues lamento decirle, capitán Rogers, que no. No es tan fácil.
Steve estaba anonadado, se había dado cuenta de lo estúpido que había sido. Ella tenía razón, no podía hacerle daño y de pronto, como por arte de magia tratarla bien sin si quiera una disculpa.
Aclaró su garganta y adoptó una posición cómoda, lo que iba a decir a continuación no era sencillo.
—Es verdad. Soy un idiota, no me he disculpado... Llegué de la nada a querer enmendar las cosas. Claramente soy un imbécil —Comenzó no sabiendo qué decir con exactitud—. Te hice sufrir por meses, así que perdóname... pero debes entender que yo también sufrí. Tuve constantes luchas internas porque una parte de mí quería ir corriendo a tí, abrazarte, besarte y nunca soltarte. Pero la otra me ataba, me esclavisó usando mis principios como excusa y la razón actuó como una máscara, el silencio fue mi aliado... Haciéndome parecer un cobarde —La miró con ojos cansados y emanando tristeza—. Me partía el corazón cada vez que te veía triste, monótona, con las grandes bolsas negras bajo tus ojos... Tus hermosos ojos —Susurró—. Pero no fue hasta el instante que realmente temí perderte; cuando te secuestraron entré en cuenta que no podía permitir que alguien te separara de mi lado. Ni si quiera el idiota de Storm —Miró a otro lugar—. Cada vez que él se te acercaba quería ponerle mi puño en su perfecta nariz. Pero no tenía derecho a reclamar, él tenía a mi chica —Volvió la cara con una expresión esperanzada.
«Dime que no es así» —rogó mentalmente Steve— «Dime que no eres su chica»
—“Él tenía a mi chica” —Repitió Ángela mirando a la ventana, luego volvió la vista a él con los ojos un poco cristalinos—. No, Steve, él tiene a tu chica.
Steve sintió que su cuerpo no respondía, quería salir de ahí, aventarse por la ventana o algo que lo hiciera desaparecer por un rato. No podía creerlo, las palabras entraron como espinas en sus oídos.
Ángela por su parte, también estaba destrozada. Decirle eso al único hombre que había amado... Y que aún amaba, era difícil.
Steve se levantó abruptamente sin comprender lo que acaba de suceder.
Inspiró todo el aire que pudo, sus pulmones demandaban oxígeno y, aún teniéndolo, se sentían asfixiados.
Se giró a encararla. No podía ser grosero con ella, ya no podía enojarse con esa carita de ángel que derramaba una lágrima por la mejilla.
Ángela lo apreció con tristeza, esforzándose por no sollozar. Le dió miedo por un segundo, creyó que le gritaría. Entonces suavisó su reacción y pronunció lentamente:
—Lo entiendo... Sí ese idiota te hace daño, lo pagará caro.
—Oh, Steve. No me puede hacer más daño que tú —Respondió con tristeza.
Steve bajó la cabeza y relajó sus puños.
—Sólo recuerda que aún te amo, Angie.
Y sin esperar una réplica, salió de la habitación con rapidez.
Ángela rompió en llanto inmediatamente, no podía seguir guardando toda aquella frustración que sentía. Steve había regresado en el momento menos oportuno.
«No es cuando él quiera». Se dijo a sí misma en medio de los lloriqueos.
Steve no podía saber que la tenía tan segura que cuando regresara ella iba a estar dispuesta a seguir.
Se limpió con rabia las lágrimas que empapaban sus mejillas y sus ojos. Respiró hondo varias veces hasta tranquilizarse y se dispuso a tomar el libro que había comenzado a leer.
La había logrado calmar por momentos. A veces tenía que releer la última frase ya que las palabras de Steve se pasaban por su mente interrumpiendo. Lo peor es que se quedaban tanto que terminaba por repasar cada palabra dicha en esa conversación.
Se cansó de no poder poner atención suficiente al libro como para comprender todo el contexto, así que decidió ponerse los audífonos y escuchar a AC⚡DC ya que quizá necesitaba algo que la llevara a las campanas del infierno. (Nota espero entiendan la referencia 7u7)
Justo cuando “Big Gun” comenzaba su perfecto intro, se detuvo. Ángela frunció el entrecejo mirando enojada su celular.
La cara y el número de Johnny la sorprendió. Dudó un instante y pese a que le había dicho a Steve que ahora estaba con Storm, no quería hablar con él. Estaba sensible y podría hacer alguna estupidez.
Optó por apagar su celular y tomar el iPod para seguir escuchando la ronca voz de Brayan Johnson.
Natasha la sorprendió cuando dejó la bandeja con la cena en la mesita de noche de la chica. Ángela no se la esperaba por lo que se sobre saltó, pero no dijo nada, en cambio apagó la música y se quitó los audífonos.
—¡Qué rico! —Chilló al ver comida italiana. No estaba del mejor humor pero estaba harta de sentirse mal y de que todos la vieran mal.
—Tony lo trajo especialmente para tí —Asintió la pelirroja con voz seria.
Ángela sabía que venía un discurso a continuación, no siempre hablaba con ese tono; se limitó a comer.
—Y... Estuve hablando con Steve —Comenzó tratando de hacer que Ángela arrojara algo.
Ella miró a la pelirroja mientras comía, esperando detalles pero como no llegaron ella alegó:
—¿Ah, sí? Qué bien.
—Fuiste el tema principal.
—Ah, mira... ¿Qué bien? —Preguntó dudosa, luego metió un bocadillo a su boca—. En realidad, no me importa.
—La hinchazón de tus ojos dice que sí. Dime dos cosas —Exhaló—. ¿Estás con Johnny?
Ángela pensó un segundo mirándola a los ojos, luego con toda la confianza del universo contestó:
—Sí.
Natasha miró a la ventana confundida, regresó la vista a ella.
—Dejame ver si entendí —Se acomodó en el asiento—. ¿Lloriqueaste por cuatro meses porque Steve no te amaba y no regresaba contigo y ahora que te está diciendo que te ama y que quiere regresar contigo, dices que estás con otro hombre exactamente igual a él que apenas conociste hace unos días?
Ángela se quedó pensando mirando el techo, luego a la pelirroja.
—No —Tomó otro bocadillo—. Digo que pasé por las etapas del duelo. Negación, ira, negociación, depresión y... Aceptación. Aún trabajo con la última pero creo que Johnny me ayudará bastante.
—Claro, sí. Por supuesto que te ayudará verte con el clon exacto de Steve —Contestó nefasta—. Ahora dime, ¿Realmente ya no amas a Steve?
Ángela desvió la vista y aclaró su garganta.
—¿Lo ves? Ahorranos todo un drama y regresa con él.
—¡No! Natasha, él no puede verme segura. No es que él se vaya y yo aquí de estúpida esperándolo siempre. No puede dejarme de la nada y el día que regrese verme ahí —Replicó—. No será tan sencillo, además debo darme un tiempo para mí, quiero experimentar, ser más plena y no depender de él.
—No sé porqué, pero tengo un mal presentimiento.
—Vamos, no será tan malo. De hecho, necesito que me ayudes con un par de cosas —Sonrió.
—De acuerdo. Por cierto, ¿Aún quieres saber lo de la carta? —Preguntó tratando de sacar cizaña.
—Uhm... Supongo que ya me dijo todo lo que me ibas a decir —se encogió de hombros.
—No estés tan segura. ¿Te dijo que ese recuerdo le despertó la idea de poder regresar contigo?
Ángela negó lentamente. Le había salido el tiro por la culata, «demonios» —Pensó—.
—¿Y te dijo que los celos que le causaste con Johnny reforzaron esos pensamientos?
—No directamente pero me lo dió a entender.
—¿Te dijo que durante seis horas no paró ni un momento en buscarte y todo el día que estuviste en el hospital no se marchó de tu lado?
—No —Contestó en un hilo de voz.
—Ángela, te dijo que te ama y lo mucho que le ha costado vivir después de dejarte. Ambos han sufrido mucho, ¿No crees que es hora de que sean felices... Juntos?
Natasha quería terminar una vez por todas con todo aquello y estaba dando lo mejor de sí. Su voz era dulce y comprensiva, su tono era persuasivo, tenía una mirada cálida y confiada, tenía todo para que Ángela cayera.
—Mi postura es firme, Natasha —Contestó con seriedad—. Comenzaré de cero a partir de mañana y tú vas a ayudarme.
Romanoff se levantó y le dió la espalda para evitar darle un golpe para que entrara en razón. Exhaló sonoramente y contestó.
—No estoy de acuerdo contigo pero como soy tu amiga... Tendré que ayudarte a hacer tu desorden.
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