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XXI «Citas» •Parte II•

En su séptimo domingo de descanso y cita, irían a pedir el brunch a Brooklyn en Roebling Tea Room, muy temprano.

—¿Por qué a esta hora un domingo? —Preguntó Ángela un poco somnolienta, preparando su café.

Tenía sus gafas de sol y un pequeño sombrero ocultando el hecho de no haberse peinado.

—Es lindo venir aquí a esta hora, mira la pureza de Brooklyn —Contestó Steve, sonriendo.

Él se había quitado sus gafas de sol pero seguía con su cachucha, tan varonil y guapo.

—¿Pureza? —alzó una ceja—. ¿No ha cambiado?

—Físicamente sí, pero las personas siguen siendo cálidas. Estar aquí para mí es regresar a mi hogar.

—Se siente bien estar aquí. Y tomar el desayuno contigo en Brooklyn, es más que perfecto —Sonrió ella.

Él sonrió y le tomó la mano para besar su dorso.

—Me gustaría saber algo sobre ti, Angie —dijo él—. ¿Qué lugar consideras tu hogar? El mío es aquí, Brooklyn. Pero tú has viajado por todo el mundo...

—Uhm... No creo tener un lugar físico como hogar —Se quitó las gafas para mirarlo a los ojos con más cercanía, a él le encantó ver los ojos celestes  de ella—. Con toda la inestabilidad que he tenido llegué a la conclusión que yo soy mi hogar y puedo hacer de cualquier lugar mío... Pero últimamente me he dado cuenta que... Tú eres mi hogar ahora —Le miró tímida con una pequeña sonrisa.

Steve la miró con una enorme sonrisa y se acercó a besarla de forma que le quedara bien claro a Ángela que nunca la dejaría.

—Y tú el mío.

Ese día, Ángela le dió una gran lección a Steve. Él estaba tan sujeto a un lugar y a un tiempo, sin darse cuenta que el podía construir algo mejor. Pero ahora lo sabía y estaba consiente que podía construir grandes cosas junto a Ángela.

• • •

Ángela creyó que pelearía con Thor en la mañana del lunes, pero Steve la sorprendió diciéndole que él sería su rival. Ella sonrió ampliamente, tenía un gran conocimiento de su contrincante por lo que sabía exactamente en dónde atacar. Ese enfrentamiento no fue como los pasados —que siempre terminaban en una demostración amorosa—, sino que fue serio y con golpes reales. A pesar de su corta edad y su breve entrenamiento de menos de un año, Ángela le dió una gran pelea pero no logró ganarle.

• • •

El octavo domingo fue de resurrección —hablando de religión—, a Ángela ésto la tenía sin cuidado hasta que Tony dió un aviso importante.

—¡Buenos días a todos! —Anunció el ingeniero al llegar a la cocina donde todos estaban desayunando.

—Cuanto entusiasmo Tony, ¿Qué sucede? —Preguntó Natasha quién se extrañó del comportamiento inusual.

—¿Cómo que qué sucede? —Preguntó agobiado—. Hoy resusitó Jesús, es el inicio de la primavera y he escondido huevos de pascua por toda la torre. Para que se sientan unos niños, deben encontrarlos y el que encuentre el mayor número le daré una sorpresa —Sonrió al acabar

—¿Huevos de pascua? ¿Qué significa? —Preguntó Ángela.

Todos la miraron extrañados puesto que todos en esa sala —Sin mencionar a Thor quién no estaba presente— sabía lo que simbolizaba pese a que no lo celebraron nunca.

—¿No te dieron educación religiosa? —Preguntó Tony, sorprendido.

—Sí, pero en ningún momento me hablaron de huevos de pascua —Asintió.

Stark se quedó mudo.

—De modo que nunca has oído hablar de está tradición, ¿Verdad? —Preguntó el ingeniero.

Ángela asintió.

—¿Por qué? ¿Nunca estuviste en estados unidos para éstas fechas? ¿O en centroamérica? En algunos países también se celebra ésto allá —Murmuró.

Eso la dejó pensando. Era cierto, extrañamente nunca le había tocado estar en el continente americano para pascuas o semana santa.

—Uhm... No, ahora que lo mencionas, creo que siempre he pasado marzo y abril en Europa y Asia —Murmuró pensativa.

Stark rodó los ojos y suspiró por lo bajo.

—Como sea, que te explique el capi el significado mientras buscan, yo me largo —Su voz sonaba cansada, ya no había rastro de entusiasmo. Él salió de ahí.

Ángela se sintió mal por no saber y acabar con la alegría con la que había despertado Tony Stark.

—Tranquila, Angie —Murmuró Steve atrayendo su atención—. Yo te explicaré. Se esconden huevos de chocolate hoy porque se supone que en Cuaresma nos abstenemos de comer carne, huevo y sólo se come pescado —él hizo una pequeña pausa mientras ella asentía—. Entonces, el huevo simboliza la resurrección de Cristo, ahora podemos celebrar que está vivo y por eso podemos comer huevo, pero con forme pasó el tiempo se empezaron a hacer de chocolate para los niños. Por lo que he leído, muchos, ahora en la actualidad, tienen ésta tradición por el simple gusto del chocolate ya no es tan religiosa. También representa la llegada de la primavera y con ésto la fertilidad teniendo como símbolo el conejo de pascua.

Ángela trató de hilar la información.

—¿Y tiene algo que ver el conejo con la celebración?

—Sí, una creencia judeocristiana menciona que un concejo fue testigo de la resurrección de Cristo, se dice que salió a regalar huevos para anunciar la buena nueva y que ya no estuvieran tristes —Le explicó el capitán.

—Oh, ¿Cómo no me enteré de esto? Suena fascinante —Comentó con repentina emoción—. ¿Qué esperamos? ¡Quiero encontrarlos todos! —La chica saltó de su asiento y le tomó de las manos a Steve.

Steve sonrió ante la reacción de la chica.

—Sí, anda y ve. No tengo intenciones de buscar esas cosas, las tradiciones norteamecanas no son lo mío —Murmuró Natasha antes de beber de su vaso con agua.

Pronto se vinieron una avalancha de murmullos secundando el comentario anterior.

—Pero, ¿por qué? Se escucha algo muy bonito —Ángela comentó con tristeza.

Steve la atrajo a él, abrazándola por la cintura. Quizá lograría calmarla o consolarla, de cualquier forma, le gustaba tomarla así.

—Ah, por cierto chicos —Regresó Tony—. Todos deben participar. He cerrado las puertas e inhabilitado cualquier cosa que los distraiga de buscar los huevos. Así que muevan sus traseros y busquen huevos de chocolate.

Stark salió nuevamente, recuperando el entusiasmo con el que había llegado recién.

—¡Yay! —Gritó la chica rubia mientras todos los demás gruñían o bufaban por el comentario de Stark.

Steve dejó salir una pequeña risa grave, la miró y ella se acercó a besarlo.

Así pasaron el día, recolectando huevos de pascua. Natasha y Banner fueron los únicos que estuvieron sentados sin hacer nada. No les apetecía hacer cosas de niños. Aún así, ambos encontraron uno por causalidad: Romanoff en el sillón al sentarse y Banner en la nevera al ir a buscar algo refrescante.

Mientras tanto, la competencia entre Clint y Ángela se hizo algo personal. Steve estaba del lado de la chica pero le divertía bastante ver cómo peleaban por los dulces de chocolate.

Al final, Ángela ganó sólo por la diferencia de un huevo, celebró lanzándose a los brazos de su querido novio y besándolo muy intensamente frente a todos.

Stark los separó y le dió el premio a la chica, que consistía en un reloj multifuncional que él había inventado. Tenía tantas funciones que Ángela decidió averiguar por sí misma antes de aburrirse de todo lo que le decía Stark.

• • •

Noveno domingo, fueron a tomar helado casero a Ice cream factory en Brooklyn.

—El helado de chocolate está delicioso —Dijo Ángela saboreando.

—El de vainilla también sabe delicioso —comentó Steve.

—A ver, quiero probar —dijo ella y él le dió de su helado—. Tienes razón, creo que sabe mejor que el mío.

—Dejame comprobarlo —Dijo Steve y ella le dio—. No creo, saben igual de bien —Sonrió.

Ella sonrió y siguió degustando su helado. Después de un pequeño silencio ella dijo:

—Me gusta mucho pasar el tiempo contigo, Stevie —Se acercó a él y se recargó en su pecho mientras caminaban rumbo al puente Brooklyn.

—A mí también me agrada tu compañía, Angie.

—Tengo la teoría de que Brooklyn será nuestro lugar.

—Venimos mucho —sonrió él—. Pero me has enseñado que cualquier lugar puede ser nuestro si estamos juntos.

—Es verdad, por consiguiente, aquí puede ser.

—No me gustaría que fuese aquí. Ya tengo muchos recuerdos de este lugar y quiero construir nuevos en otro sitio... Contigo. Éste lugar representa mi pasado, quiero forjar un presente y un futuro contigo en otro lugar que sea de los dos, no sólo mío.

—Entonces ese sería... Manhattan, la torre de Tony, para ser más precisos. Ahí es donde pasamos el mayor tiempo juntos y dónde hemos compartido más cosas.

—Sí... Pero me refería a un lugar donde podamos tener nuestro espacio, algo más... Íntimo.

—Oh, claro. Deberíamos comenzar a buscar, ¿No crees?

• • •

Décimo domingo, decidieron ver una película al aire libre en Bryant Park, bajo las hermosas estrellas. Habían paseado sin rumbo en la ciudad hasta que Ángela vio la película que pasarían.

Era extraño que en Nueva York se viera “El amor en los tiempos del cólera” siendo una producción latina. A ella le encantaba ese libro, así que convenció a Steve de sentarse en el pasto y mirar la película.

Mientras esperaban a que empezara, Steve le pidió que le explicará un poco de qué trataba.

—Está basada en un libro de un escritor colombiano llamado Gabriel García Márquez. Para mí es la historia de amor por excelencia. Un amor que duró por ahí de cincuenta y tantos años para realizarse —Sonrió—. Es muy lindo, creo que te encantará.

—Suena interesante —Sonrió él—. ¿Leíste el libro?

—La pregunta ofende, ¡Claro que sí! Es uno de mis libros favoritos.

—Claro, disculpa —Bajo la mirada con una sonrisa nerviosa—. Uno de mis libros favoritos es Drácula.

—Un vampiro a la antigua —Rió ella.

—¿Hay otra clase de vampiros? —Preguntó él, confundido.

—Sí, digamos que mientras Drácula se quema bajó el sol, Edward Cullen brilla bajo él —Soltó una pequeña carcajada al mirar la cara de confusión de Steve.

—¿Edward Cullen? ¿Quien es ese?

—Un vampiro... De los nuevos. Una nueva versión. Es de una saga de libros. No los he leído pero ví las películas y me enamoré de ellas. Es un gusto culposo, lo admito —rió.

—No suena aterrador, los vampiros tienen que ser aterradores.

—¿Y también tienen que beber sangre de vírgenes? Vamos, llegué a la conclusión de que chupaban sangre porque no pueden obtener la vitamina D porque no se pueden exponer al sol. Cualquier sangre les haría bien —Se encogió de hombros.

—No lo había visto así —Pensó un momento—. De cualquier forma sigo prefiriendo a Drácula.

Ella rió y lo abrazó.

—Como sea, te encantará la historia de Fermina Daza y Florentino Ariza, los protagonistas del amor en los tiempos del cólera, ya verás.

Y así, ambos disfrutaron la película, la historia. Tanto así que Ángela volvió a leer el libro y Steve quiso leerla junto a ella.

• • •

Para el onceavo domingo, Ángela logró convencer a Steve de ir a las playas de Coney Island. Era divertido ir y disfrutar de las mareas.
Caminaron por la playa, Ángela le enseño a hacer castillos de arena, juguetearon como niños por un rato, ella no logró que Steve entrará al mar pero no por eso ella iba a desaprovechar así que se divirtió un rato en el agua, hasta que se hizo tarde y ambos observaban la luna.

—¿En qué piensas? —Preguntó Ángela al ver a Steve que estaba muy distraído.

—¿Uhm? —giró a verla—. Oh, eh... Yo —rascó su nuca—. Me vino a la mente un recuerdo de la guerra. No es nada importante —La miró con una pequeña sonrisa.

—Cuentame, todo de ti me parece importante —contestó ella, tomándole la mano.

Él miró sus manos y acarició la de ella. Sonrió levemente luego la miró.

—Era una misión en Prusia oriental, íbamos a atacar un laboratorio de los Alemanes. Bucky me acompañaba, siempre íbamos juntos a todas las misiones —Sonrió—. Yo me distraje un poco al ver los planos de... Al parecer, era un arma de destrucción masiva. Él evitó que me atacarán por la espalda con un extraño artefacto que luego supe por Howard que pudo haberme dejado un par de días en el hospital —Hizo una pausa y miró sus manos nuevamente—. Él siempre estaba ahí para mí. Nos protegíamos el uno al otro. Y me acordé porque esa noche zarpamos y la luna lucía exactamente igual. Recuerdo que le dije a Buck que la luna me recordaba a una chica que él había invitado a salir y terminó molesta con él por una salchicha frita —Sonrió—. Ella dijo que ni aunque le bajará la más grande, brillante y hermosa luna, jamás saldría con él nuevamente.

Ambos rieron. Ángela lo miró a los ojos y con un tono un poco serio le dijo:

—Lo extrañas demasiado, ¿Verdad? —Él suspiró—. Sé que nunca vas a reemplazar a Bucky pero... Creo que deberías dejarlo ir y encontrar a alguien con quien puedas pasar el tiempo de forma fraternal. Él siempre estará en tu corazón.

Steve pensó un momento, hacía figuras en la arena.

—Como... ¿Tony?

Ambos se miraron. Ella esperó a que él prosiguiera con la idea.

—Él es... —Hizo una pausa—. Quizá no dé los mejores consejos pero...

—Está para escucharte —Explicó Ángela.

Él lo pensó un segundo.

—Sí, así es...

—Y tiene muchas cosas más. Puede que se vuelvan cercanos algún día —Pausó—. Puede que sea tú confidente y no necesariamente un reemplazo de Bucky, porque no existe tal cosa.

—No, a él jamás lo podrán reemplazar —Convino Steve—. Nunca lo olvidaré.

—Sólo... Recuérdalo con alegría y deja de culparte, sólo te hará mal.

Y con ese consejo, Steve la miró, estaba con sus enormes ojos llenos de esperanza que hacían que el capitán se derritiera, así que sonrió. Ella lo abrazó y él buscó sus labios para besarla.

• • •

En el doceavo domingo ambos estaban de acuerdo en que necesitaban una cita en el mar, por lo que decidieron ir a un crucero con cena al rededor de Manhattan.

Las actividades en el barco eran diversas y ambos se divirtieron mucho, pasando el tiempo juntos.

Estaban vestidos, ella con un vestido blanco veraniego y él con un pantalón crema con una camiseta blanca. Estos atuendos les permitían disfrutar de las actividades con plenitud.

Llegó la noche y con ella la cena, fueron a sus camarotes a vestirse de gala para la ocasión. Ángela optó por un vestido rosa palo strapless, estaba señido hasta la cintura y después caía un poco bombacho, se hizo una media coleta y llevó su cabello por detrás de los hombros. Mientras tanto, Steve prefería un traje azul con una camiseta blanca y un moño negro.

Ambos aludieron el atuendo del otro en cuanto se vieron, seguido continuaron con la velada.

La comida era riquísima, el servicio divino, todo era increíble.

—Angie, linda... —Comenzó Steve, mirando al mar con la copa de vino entre sus manos, Ángela volvió su mirada a  él—. No he sido totalmente honesto contigo —Steve la miró y Ángela se puso rígida prestándole atención—. Al principio no tenía idea... No me veía en un futuro contigo, yo seguía sujeto a mi pasado. Sólo probé suerte  y me arriesgué a estar contigo. Ahora... Justo ahora, es diferente; me veo contigo en nuestra boda, con hijos y envejeciendo juntos —Hizo una pausa y sonrió—. Y tal vez no sea así pero... Estaré feliz sí estoy contigo. Nuestra relación se ha fortalecido en éste tiempo y la verdad... Creo que no podría estar sin ti ahora. Eres una parte esencial de mí.

Ella tragó fuertemente, le era repentino y algo intenso pero le causaba mucha ternura. Le sonrió al procesar todas aquellas palabras.

Los ojos de Steve la veían con una mezcla de miedo y esperanza. Se había debatido el decirle esas palabras toda la velada, así que ahora que se atrevió, necesitaba oír las palabras que saldrían de la boca de la chica expresando su opinión al respecto.

Los ojos celestes de la chica lo miraron asomando nerviosismo. Ambos sonrieron.

—Stevie, cariño —mordió su labio al acabar para evitar sonreír como una  boba—. Gracias por esas lindas palabras. Sabes que yo estaré dispuesta a hacer cualquier cosa si es a tu lado. Nada me haría más feliz que formar una familia junto a ti.

Él besó la frente de la chica, seguido bebió de su vino.

—Yo... Tampoco he sido completamente honesta —Suspiró.

No quería mirarlo a los ojos así que mantuvo los suyos en la copa de vino entre sus manos. ¿Sería hora de decirle? No... No había demostrado ser suficiente para los vengadores. Además, había estado tan lindo el día, la velada era hermosa y no quería arruinarlo en caso de algún tipo de drama.

Steve la miró debido a que se había tardado un poco en proseguir.

—Dime, cariño —La voz de él sonaba un tanto asustada, a la expectativa. ¿Qué le ocultaría su chica?

—Uhm... He tenido... Sueños —Comenzó la rubia, otra vez—. Sueños... De... nosotros con... Dos hermosos hijos —Mintió, levantando la vista al terminar y sonrió nerviosa.

Steve rió y le besó la mejilla.

—¿Son sueños o visiones del futuro? —Preguntó alzando una ceja.

—Me temo, señor Rogers que sólo son sueños —Frunció los labios con una pequeña sonrisa—. Te... Te lo oculte porque creí que era demasiado pronto para pensar en ello —Mintió con una sonrisa.

Steve dejó salir una carcajada y besó la mano de ella.

—Está bien, Angie. Tampoco creo que sea pronto —Sonrió—. Es mejor que la vida nos sorprenda, ¿No?

—Sí...

Ella asintió y bebió su copa de Champán evadiendo la pregunta. Prefirió seguir con un tema distinto. Para su suerte no hubo repetición por el resto de la noche.

• • •

Para el treceavo domingo, no tenían muchas ganas de salir, así que decidieron quedarse solos en la torre. Steve tenía hambre y fue a hacerse un sándwich mientras Ángela terminaba de cambiarse.

Ella llegó a la cocina cuando él ya tenía listos los alimentos, sólo servía el jugo de naranja.

Ella rió al verlo.

—Veo que tu especialidad es el sándwich, no he visto que hagas otra cosa para comer —Comentó ella, abrazándolo por la espalda.

—Me gusta el sandwich —Dijo él con una sonrisa, terminó de servir la bebida y le tomó de las manos.

—Pero si comes mucho pan con jamón te dará un fuerte dolor de estómago, aunque seas un súper soldado —Sonrió ella,  recargándose en su espalda, luego se separó haciendo un movimiento con la cabeza que provocó un movimiento lindo de su cabello.

—No sólo es jamón y pan, también lleva lechuga, tomate, mostaza...

Ella lo interrumpió riendo y él continuo con la risa, Ángela se soltó y lo volteó a ella, le volvió a abrazar y lo miró a los ojos.

—Dime la verdadera causa de que no cocines —Dijo ella, firmemente. El azul de sus ojos desafiaba a Rogers a decirle la verdad, en ese momento.

—Uhm... Yo —Bajó su mirada—. No sé cómo cocinan hoy en día.

—¿Qué? ¿En serio? —Sonrió ella— Pensaba en algo trágico y horrible que te hubiese pasado en tu pasado cocinando —rió—. Pero siendo esa la razón, ¡No temáis más, mi capitán! —Gritó heróicamente con una enorme sonrisa—. Yo te enseñaré.

Pasaron todo el día cocinando ricos platillos y comiendolos a más no poder. A veces se descuidaban un tanto besándose y riendo entre éstos. Él mantenía sus manos en la cintura de la chica y las manos de ella siempre estaban en cuello o pecho de él, riéndose y hablando de cualquier cosa. Hasta que olía a que algo se quemaba, Ángela corría a la estufa a pagarle a la llama, mirando el arroz o la sopa que terminaban un poco dañados de la parte baja, pero se rescataba algo. Reían ante el insistente y comían, disfrutando de él.

• • •

El catorceavo domingo, decidieron ver un par de películas en la sala de la torre.

—¿Por qué no en tu habitación? Tu cama es tan suave y se siente muy bien. Éste sofá es bueno pero a cierto tiempo se vuelve rígido —Se quejó la chica.

—Me gusta eso. Mi cama... No es mi lugar favorito —Contestó un poco serio.

—¿Por qué? ¡Es gloria ese colchón!

—Exactamente por eso —Contestó él, mirándola con una pequeña sonrisa, luego volvió la vista a la T.V.

—¿Qué? No entiendo, deberías estar feliz por dormir ahí —la chica seguía confundida.

—En mi época no había muebles como ahora y en la guerra... Bueno, dormías donde podías, casi siempre era en el suelo. Me acostumbré a eso por eso ahora... Dormir en esa cama no es muy agradable para mí —contestó, dándole unas cuantas miradas de tanto en tanto.

Finalmente se sentó junto a ella.

—Ya veo —Dijo pensativa—. Debió ser un cambio muy drástico.

—Sí, lo sigue siendo. Por suerte te tengo a ti, que me guías en éste nuevo mundo —La abrazó por los hombros atrayendola a él.

Ella sonrió y pasó una mano por el estómago de él, abrazándolo.

—Me enseñaste el periódico electrónico, a usar el internet, a estar a la moda, la música... las películas —levantó su mano a la T.V. luego la miró con una sonrisa.

—Y así seguirá siendo.

Ella lo besó y se acomodó en su pecho para continuar prestando atención a la película.

Lo que al principio era un par de películas se convirtió en un maratón del señor de los anillos y el padrino. Terminaron muy tarde y casi dormidos en la sala. Ángela terminó con un terrible dolor de cuello que decidió ocultar al capitán para no hacerlo sentir mal.

• • •

Quinceavo domingo, era una tarde lluviosa y no habían preparado nada. Steve dibujaba en la terraza —en la parte techada— mientras Ángela lo miraba desde la cocina. Llevó té para los dos.

—Me encanta como dibujas —Comentó al llegar.

—Gracias —Steve le sonrió.

Se trataba de la vista que se daba a la ciudad desde la terraza, resultaba realmente bella desde ese ángulo y en esas condiciones.

Ángela, al ver esa obra maestra, recordó cierta película y se lo ocurrió una broma exquisita que podría hacerle a Steve.

—¿Has visto la película de Titanic? —Preguntó la chica con cierta inocencia.

—Claro.

—Bueno, quiero que me dibujes como Jack dibujó a Rose —Dijo Con seriedad, tratando de aguantar las ganas de soltar la carcajada al ver el rostro perplejo y rojo de Steve.

—Yo... Angie...

—Ay, vamos. Tengo un collar de esmeralda que mis padres me regalaron, quedará perfecto.

Steve se ponía cada vez más rojo, no le salían las palabras ya que se imaginaba a sí mismo dibujandola... Completamente desnuda.

—Y-yo... Ángela, no creo... Yo soy más a la antigua, ya sabes... Respetuoso de tu cuerpo —Por fin pudo sacar la voz.

Tenía las mejillas tan rojas que Ángela pensó que explotaría en cualquier momento.

—De qué hablas —dijo ella con un poco de gracia, tratando de no reír—. Se supone que eso pasó en mil novecientos doce. Rose era de la alta sociedad y Jack no, nada de eso lo impidió.

—¿Me trataste de decir pobre? Porque si es así, entendí la referencia —Contestó Steve, un poco más fluido. Se enfocó en su dibujo evitando pensar en eso.

Ángela soltó la carcajada.

—¡No! Para nada. Me refiero a que no sería irrespetuoso porque yo te lo estoy pidiendo.

—Y después terminamos... Intimando, ¿No? —Preguntó Steve, nervioso.

Ella sonrió y mordió su labio para no delatar la broma.

—No necesariamente, ellos no terminaron teniendo sexo después del dibujo.

—No fue inmediato pero si terminaron en el almacén del barco en un auto, ¿Recuerdas? —Preguntó Steve, tomando su taza. Después bebió para tranquilizarse. Aún tenía las mejillas coloradas.

—¡Ay, Steve! —Rió ella—. ¡Que ingenuo eres! Nunca te pediría que me dibujaras así, sé cómo eres y qué no serías capaz de aceptar tal cosa —Sonrió ella—. Fue sólo una broma, tranquilo. Puedes hacer que tus adorables mejillas vuelvan a su color original —dijo ella tocándole el lugar más rojo de todo su rostro.

Él sonrió, nervioso.

—¿Lo gozas, cierto? —Preguntó con humor—. Eres mala, muy mala Bloom. Así que pagarás por esto —Rió y la acercó a él tomándola de la cintura para subirla encima de su regazo y besarla.

—Me gusta éste pago —contestó ella entre el beso.

Él se separó un poco.

—Oh, no. Éste no es el pago, linda. Te haré sufrir como lo hiciste conmigo —sonrió y prosiguió a besarla.

—Ya lo quiero ver —contestó ella entre besos, acercándose más y más a él.

• • •

El dieciséisavo domingo cayó en un día más bochornoso de lo habitual de Julio. La pasaron en Central Park, caminaron un rato, fueron por helado, miraron los animales del Zoológico. Fue una tarde amena y llena de emociones de alegría y paz.

—¡Mañana cumples años! ¿Se va a suspender el entrenamiento, cierto? —Preguntó ansiosa.

—Sí, es día de la independencia. Vamos a ir a ver el espectáculo —Comentó, restándole importancia a su cumpleaños.

—Sí, pero es tu cumpleaños, ¿No te emociona cumplir años? —Preguntó la chica con curiosidad.

—No me emociona cumplir noventa y seis —Murmuró

—Oh, vamos... No es así —Ella rodó los ojos—. Históricamente sí pero no de edad física.

—No me siento así.

—Entonces, ¿estoy saliendo con un anciano? —Preguntó la chica con astucia.

—No... Bueno... Quizá sí —Sonrió él.

Ambos rieron.

—Creo que tú me vuelves joven, Angie.

—Es tu percepción, eres joven con o sin mí —Asintió ella—. Ahora, prométeme que mañana disfrutarás de tu cumpleaños y de tu juventud, ¿Okay?

La alegría y determinación de la chica  hicieron que Steve aceptará de inmediato.

—Okay —Contestó con una sonrisa—. Vamos a comer, ya es tarde.

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