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XX «Citas» •Parte I•

Después de aquél pequeño incidente, Steve Rogers decidió llevar la rutina más severa para que eso —Los golpes que le ocasionaron— no volviera a sucederle a Ángela. Entrenarían todos los días exceptuando el domingo y  cuatro horas al día con cada uno, teniendo un día de siete de la mañana hasta las once de la noche.

Arregló lo necesario con Fury para que fuera así y pidió a la educadora de Ángela que no le dejara tarea para que pudiera rendir mejor.

Y así fue. Todos los días era lo mismo, menos el domingo, ese día era sólo para Steve y Ángela. Tenían una cita una vez a la semana, se daban ese tiempo para conocerse más.

La primera vez que salieron fue a un picnic en un parque de Brooklyn. Steve escogió el lugar, frente a una iglesia bajo un árbol, ambos habían hecho la comida, optaron por ensalada de pollo con sandwich y pan tostado con mermelada. De tomar había jugo de naranja.

Extendieron la manta y colocaron todo, Ángela llevaba un lindo vestido veraniego color blanco y Steve lucia casual con una camiseta blanca y unos vaqueros café, era obvio que ninguno se quería ensuciar.

—¿Eres religioso? —Preguntó la chica sacando las cosas de la canasta, había observado que Steve veía el templo con melancolía.

—¿Uhm? —Murmuró regresando a la realidad—. Sí, crecí bajo el manto católico.

—¿Por eso escogiste este lugar? Pareciera como si la iglesia te recordara algo...

—Oh... En realidad... sí, aquí fue donde mis padres se conocieron —Sonrió viendo la iglesia—. Mi madre me contó que... Se mandaban papeles con mensajes, él le daba uno cuando iniciaba la misa y ella le daba la respuesta cuando ésta acababa —Soltó una risilla y Ángela también.

—Que romántico —contestó la chica, ya había servido todo pero se ocupaba de ponerle atención a su novio—. ¿Aquí se casaron?

—Sí... En mi casa había una fotografía de mis padres en la puerta de la iglesia recién casados.

—Imagino que tus padres eran muy amorosos frente a ti...

—Mi padre murió antes de que yo naciera —interrumpió Steve, serio—. Murió en combate en la primera guerra mundial —Bajó la mirada—. Mi madre me crío sola. Mi niñez fue dura, casi no teníamos dinero y tuve que trabajar muy joven para ayudarle.

—Oh, Lo... Lo siento —Contestó avergonzada.

Pese que le había fascinado la vida de Steve a la chica, ella solo se enfocó en saber lo que había sucedido con él en la guerra. Le avergonzó bastante no darse a la tarea de saber un poco más de su pasado antes de ser un súper soldado.

—Hace mucho que pasó. Mi madre murió cuando tenía dieciocho, era enfermera... viví solo desde entonces —Suspiró.

—Cielos, Steve... Eres muy fuerte, yo jamás... Lo podría hacer —Dijo la chica—. ¿Sabes qué? Sé que tus padres están orgullosos de ti... Del centinela de la libertad —Le tomó el brazo y lo abrazó.

Steven sonrió y le devolvió el abrazo, sólo ella podía ponerlo de buen humor ante un recuerdo muy desgarrador.

—Gracias, Angie.

Steve tomó aire y se separó de ella, mordiendo su sandwich.

—¿Y qué me dices tú?, ¿Eres católica, cristiana, mormona? —Preguntó el capitán degustando su comida.

—Católica de palabra —Contestó la chica—. Mis padres me bautizaron, contrataron a una madre para que me diera la catequesis, me confirmé e hice la primera comunión pero hasta ahí.

—Pero... ¿Crees en Dios?

—Por su puesto, pero no mucho en la religión, en la iglesia o en la biblia... Sólo en los salmos —Concluyó pensativa.

Steve la miró con una ceja alzada, estaba confundido.

—¿Por qué?

—Siento que Dios va más allá de lo que cualquier persona puede imaginar. No creo que se límite a lo que dice las escrituras. Además, ¿Has leído la biblia? No sé, quizá era muy pequeña pero lo único que entendí fue que el Dios que pintan ahí es machista y castigador. Y lo entiendo, ¿Sabes? En la época en la que se escribió era... Y sigue siendo en esa región de esa forma, denigran a la mujer a solo un objeto —Suspiró—. No creo que Dios quisiera eso para nosotras, ni para nadie. No creo que sea de esa forma —miró a Steve, quien la miraba pensativo—. Creo que te he asustado, lo siento.

—No; no es eso —Contestó acomodándose en la manta—. Trato de entender tu punto de vista. Yo entendí de forma diferente lo que explicas —Sonrió—. Aún así, ambos sabemos quién es Dios... es amor, ¿No?

Ella asintió.

—Estamos de acuerdo en algo —Sonrió—. Pero no iré a misa, ¿de acuerdo?, no es lo mío —Rió.

Él siguió con la armoniosa risa de la chica y ambos degustaron su alimento.

Ángela disfrutó de ese descanso en la semana, había estado dando todo de sí y su vida avanzaba a toda velocidad.

• • •

El segundo domingo fueron al puente Brooklyn. Habían desayunado en un pequeño puesto de por ahí que había sugerido Ángela. Aunque el capitán nunca lo creyera, a la chica le encantaban los lugares simples... Humildes, cualquier comida que no fuese lujosa ella lo apreciaba y disfrutaba como si lo fuese.

Después se detuvieron a ver el mar, había un telescopio donde ponían monedas y podían ver a dónde quisieran. Ella estaba muy entusiasmada pero él... Tenía constantes recuerdos de su vida antes de despertar.

—¿Qué ocurre? ¿No disfrutas el día? Podemos regresar si lo deseas... —Comentó Ángela mirándolo desconcertada.

—Uhm... No, sólo pensaba. Estaba recordando algunas cosas —La miró, con un ojo abierto ya que el otro estaba entrecerrado por el sol.

—¿Qué cosas? —Preguntó sin quitarle la vista de encima. Ella llevaba un lindo sombrero de paja con un listón rosa, así que el sol no era un problema.

Él se incómodo un poco, se recargó en su otro pie y miró a los edificios que estaban a espalda del mar.

—Vamos, puedes decirme —Insistió con una pequeña sonrisa.

—Yo... —Bajó la mirada pero la volvió a subir, más seguro de sí mismo—. Tenía muchos planes, quería vivir aquí en Brooklyn con Peggy, casarme, tener hijos... En un mundo perfecto, quizá ahorita estaría rodeado de nuestros nietos jugando por todos lados —volvió a mirar el agua, recargando sus antebrazos en el barrote—. Pero eso nunca sucedió.

Steve se dió cuenta que estaba siendo algo cruel con la chica. ¿Hablarle de su ex que extraña a su novia? Uhm... Mala idea.

—Perdón. No debí hablar de ella... Yo, no sé qué estaba pensando...

Ángela, muy alejada de sentirse mal consigo misma, lo entendió. Él tenía un pasado que aún no superaba del todo pero ella lo aceptaba así y trataría de ayudarlo.

—Puedes hacer nuevos planes, es de sabios cambiar —Se acercó a él, interrumpiéndolo—. ¿Qué dices? Piénsalo, en aquél entonces estaban en guerra, no creo que pudieses tener tiempo para eso. Pero mira ahora —Levantó los brazos emocionada, mirando al rededor.

Él sonrió de lado mirándola. Le parecía encantadora.

—Sí, eran mis planes para después de la guerra.

—Seguiría la guerra fría y luego otro conflicto y otro y otro... Cuando te hubieras dado cuenta, estarías viejo, con arrugas y posiblemente usando Viagra. Ahora puedes hacerlo.

Al capitán se le subieron los colores al rostro, bajó la mirada para disimular.

—Ya no sé, creo que el Steve de hoy no quiere nada de eso.

—Perfecto. Hay que idear un nuevo plan —Dijo ella con entusiasmo.

Él soltó una pequeña carcajada.

—¿No es ésto raro? Te digo que extraño mi mundo y tú quieres hacerme sentir mejor. ¿No sé supone que te enojes por recordar a mi... ?

—¿Ex? —Completó—. Para nada. Vamos, no es tan malo... Yo también tengo un pasado de chicos. No es nada del otro mundo.

—Me parece un pago justo el que me hables de alguno de ellos —Comentó mirándola intrigado por saber quiénes cautivaron su corazón.

—Oh... Uhm... Déjame pensar.

Ella no tenía ni idea de qué decir, ¿Inventar una historia? No, ya había suficientes mentiras con lo de su edad como para hacer algo así. Luego recordó una vieja, olvidada y superada historia.

—La que me viene a la cabeza es la de un niñero que tuve en una ocasión. Mis padres no tenían tiempo y contrataron al primer imbécil que vieron. Él tenía dieciséis y yo tenía nueve. Al principio él era muy lindo y tierno, me trataba como una princesa. A mí me gustaba mucho.

—¿Tú primer amor inocente? —Preguntó él.

—Algo así —Hizo una mueca—. Total, un día trató de jugar de otra forma que a mí no me gustó. Me comenzó a toquetar y yo no quería pero él era más fuerte que yo y me obligó —Suspiró, Steve se puso rígido—. Él no contó con que yo tuviera poderes. Me negué y forcejee hasta que un aura violeta lo desprendió de mí. Salí corriendo y me encerré en el baño hasta que llegaron mis padres.

—¿Les dijiste?

—Claro que lo hice. Pero... No me creyeron —bajo la mirada.

—¿Qué clase de padres son? ¡No pueden no creerte algo tan serio como eso!

—Cálmate, Steve. Lo superé, ¿Sí? Entendí que no fue mi culpa y que quizá tengo a unos malos padres, pero no lo puedo cambiar, ¿Okay? Así son ellos y no puedo hacer mas que aceptarlos y amarlos tal como son.

—Pero no tenías que vivir con ellos todo este tiempo, pudieron hacerte más daño.

—Lo sé, mis padres no me creyeron, pero sí mi abuela y me fui a vivir con ella por un año. Luego mis padres me reclamaron y tuve que volver con ellos. Pero... Nunca fue lo mismo. El único día que se comportan como unos buenos padres es el día de Navidad, por eso es mi día favorito. Siento que soy importante para ellos ese día.

Steve se acercó a abrazarla, eso le ayudaría a ambos —a él a calmar su rabia por la injusticia que le hicieron pasar a la chica entre sus brazos y a ella... Bueno, ella ya lo había superado—.

Él la miró, acariciándole la mejilla.

—Mientras yo exista, prometo que nada ni nadie te volverá a hacer tanto daño, ¿de acuerdo?

Ella lo vió y asintió.

—Gracias, Steve —recargó su cabeza en el hombro del capitán—. Se siente extraño decirlo en voz alta y después de tanto tiempo —Frunció los labios.

Steve la tomó de la mano y la insitó a seguir el recorrido. Por el resto del día  evadieron el tema y siguieron hablando de cosas más agradables. Aunque, claro, Steve no dejaba de pensar en lo valiente que fue ella y en lo terriblemente sola que se encontró la chica después de esos sucesos como para madurar rápido y darse cuenta que en ella no radicaba el error. Ella perdonó a sus padres y se perdonó a sí misma. Eso hizo a Steve admirar a su novia un poco más.

• • •

El tercer domingo fueron a la feria de Coney Islan, iban de modo turistas. Llevaban sus gorros, ropa casual tipo pesca y dinero para gastar.

No subieron a ningún juego mecánico por el temor de Ángela a las alturas pese a las insistencia del capitán.

En un puesto había un viejo mapa de Nueva York que Ángela compró a escondidas de Steve y cuando se lo mostró, el capitán recordó a su viejo y buen amigo Bucky.

—¿Qué pasa? ¿No te gustó? —Ángela estaba pensando devolverlo ya que lo había comprado por él.

—Me gusta, es sólo que recordé a un viejo amigo con el que compartí mapas así en la guerra.

—Oh, lo siento. No era mi intención, Steve —dijo ella guardando el mapa avergonzada.

—No te sientas mal, no es tu culpa —Miró el mapa—. Con Bucky pasé tantas cosas que es inevitable recordarlo.

—¿Bucky? —Preguntó pensativa.

—Sí —sonrió—. Olvidé que te había contado sobre él.

—Si quieres hablar, aquí estoy... Soy buena escuchando.

—Gracias... Yo lo agradezco mucho —Suspiró—. Él siempre estuvo para mí también. Cuando murió mi madre. Cada vez que me golpeaba algún brabucon. Cuidaba mi espalda en la guerra. Hasta que murió por mi culpa.

—No puedes culparte por su muerte, Steve. Si crees en Dios, creerás también que cuando te toca, te toca, aunque te quites. No habrías podido hacer algo para impedirlo.

—No me consuela. No estoy satisfecho con lo que hice, porque pude hacer más —Habló con un poco de rabia.

Ella suspiró y lo abrazó.

—¿Quieres algo que te consuele? Intentaré algo con lo que Thor y yo estamos trabajando con mis poderes —Explicó ella, antes de tratar de mostrarle una imagen en su cabeza de lo que hubiera sucedido si él hubiera hecho otra cosa.

Para poder mostrar una secuencia a alguien más, primero tenía que estar en sintonía con la otra persona, es decir, poder ver su pasado y su futuro pero como eso le era imposible —aún—, le causaría un terrible dolor de cabeza a Steven. Ella no era consciente, por eso lo hizo, además que calmó el sentimiento de culpa del capitán al ver que hubiera muerto él también y la guerra hubiera continuado hasta la victoria de Alemania.

Después de eso, ambos tuvieron que regresar a la torre a descansar ya que ambos estaban agitadísimos. Ya bastante era el entrenamiento así que durmieron toda la tarde.

• • •

Para el cuarto domingo, pensaron en algo más tranquilo, alejado de la multitud de la ciudad. Decidieron hacer una fogata en un bosque cercano a la ciudad. Habían salido por la tarde, después de la comida, cuando aún estaba el sol en lo alto.

Steve cortó la madera y Ángela encendió la fogata, llevaron salchichas y malvaviscos, un par de mantas, repelente para mosquitos y una cámara instantánea.

Pusieron las salchichas en viejas ramas —Sabiendo que corrían el peligro de enfermarse de algo— y comenzaron a asarlas.

—Veamos, ¿Qué es lo más asqueroso que has comido? —Preguntó Steve después de un pequeño silencio.

—Uhm... No sé qué elegir —Sonrió—. En México comí chapulines y gusanos de Maguey, en Tailandia comí larvas, en Namibia al sur de África comí orugas de mariposa Emperador... he comido bastantes cosas asquerosas, ¿Y tú?

—Eso no es nada, en el ejército hay un lema, todo lo que camine, se arrastre o vuela... A la cazuela. Comíamos cualquier cosa, prendíamos una fogata y lo cocinabamos.

—Vaya... Que interesante —Dijo ella con un poco de asco—. Me gusta la comida exótica pero... Al grado de matarla y cocinarla yo misma, no gracias —Rió ella.

—Cuando estás en el ejército, haces muchas cosas que nunca imaginaste hacer. Por ejemplo, saltar de grandes edificios o acantilados, hacer tirolesa en un tren en movimiento, escabullirse por las tuberías...

—Bueno... He saltado de edificios porque tú me estás enseñando Parkour pero todo lo demás no me lo imagino haciendo.

—Tendrás que hacerlo si quieres seguir en S.H.I.E.L.D ya que las misiones te lo van exigiendo.

—Ahora que lo mencionas, es muy difícil pertenecer a éste mundo. Levantarse temprano, entrenar duro todo el día, dar todo de sí, terminar exhausta, dormir poco, sentir que no progresas en absoluto... —Hizo una pequeña pausa—. Pero no quererlo cambiar por nada del mundo —le miró a Steve, sonriente.

—Me agrada que luches por lo que quieres... Pertenecer a nosotros —le sonrió él de vuelta.

—Y tú salchicha está luchando por no quemarse, quítala del fuego —Rió Ángela mirando la rama de Steve con el embutido.

El capitán la retiro rápidamente y luego soltó una carcajada, estaba toda tostada, tuvo que comérsela así.

—¡Yay! La salchicha consiguió su cometido —Bromeó Ángela.

—Mira la tuya, también se quemó —Sonrió Steve.

—Pero no tanto como la tuya, mírala, si hablara pediría ayuda.

Ambos rieron fuertemente y Steve cubrió de ambos con la manta que tenían en los pies.

—¿Lista para mañana? —Él preguntó con emoción, quitando la parte quemada de su salchicha.

—Bueno... Estoy preparada para el entrenamiento —Contestó con indiferencia, entretenida en su embutido asado.

—Tienes que estar lista ésta vez, ya que pelearas contra Tony mañana —Steve la miró esperando ver su reacción.

—¿Qué? —Gritó mirándolo confundida—. ¿Cómo que pelear con Tony?

—Sí, has estado muy bien las últimas semanas y es hora de que enfrentes a Stark. Si no te diste cuenta, te he entrenado para poder contra la armadura de él.

—Creí que era una coincidencia, no pensé que fuese algo así —Contó, pensativa—. ¿Estás seguro que podré contra él?

—Por supuesto, confío plenamente en que puedas darle una gran batalla —Contestó.

Ella sonrió y le miró a los ojos. A Steve le encanta ver los celestes ojos de la chica y luego hipnotizarse en sus labios rosados.

Ella se inclinó a juntar sus labios con los de él e inundarse en un beso largo y profundo.

• • •

Ángela le dió una pelea digna a Tony pero lo dejaron como empate ya que el magnate no tenía más tiempo para el último round para desempatar.

El resto de la semana se dedicó a entrenar para poder darle batalla a Clint y sin que se diera cuenta el arquero, ella empezó a analizar sus movimientos.

• • •

Su quinto domingo en las ya acostumbradas citas de los protagonistas, Ángela tenía preparado ir al Empire State para observar el atardecer con Steve, tomar una copa de vino y brindar por ambos. Era increíble la vista que se vislumbraba desde aquella altura.

Ambos tenían su copa de vino, Steve había escogido el Lambrusco para que a Ángela no se le hiciera tan pesado beber. Ella estaba recargada en el pecho del capitán y él la rodeaba con su brazo.

—¿No es maravillosa la vista? —Preguntó ella, dejándose llevar.

Él sonrió.

—Me recuerda a Howard —Contestó el capitán.

—¿Howard? —Preguntó levantando la vista a él.

—El padre de Tony. Él siempre creaba cosas tan maravillosas como el mismo atardecer.

—Como tú, ¿No? —Preguntó la chica sonriendo.

Él sonrió también y la miró.

—Supongo que sí, él ayudó al doctor Erskin. Pero hizo muchas cosas más, mi escudo, trabajó en proyectos para terminar la guerra. Era un verdadero genio y Tony heredó todo eso, es impresionante.

—Es la genialidad de los genes —Sonrió ella—. Veo que le tenías mucho cariño al padre de Tony.

—Sí, con el tiempo nos hicimos amigos. Cuando desperté en éste tiempo, me dió gusto saber que había encontrado el amor y había hecho su familia. Realmente nunca creí que sentara cabeza, era muy... Bueno, le agradaban mucho las mujeres —rió.

Ella sonrió.

—Oh, ahora veo de dónde sacó eso Tony.

Ella notó que Steve se puso rígido. Al principio él no se veía como padre o esposo, pero ahora la tenía a ella, podría funcionar, pese a que tenía miedo.

—Mira, son los últimos rayos del sol —Dijo Ángela mirando el atardecer.

Ella no quería que él se sintiera mal y optó por dejar de hablar del tema para disfrutar la velada.

—Me alegra estar aquí contigo, Angie. No me imagino al lado de nadie más —Anunció Steve, mirándola con sus ojos azules como el safiro.

Ella sonrió.

—Disfruto mucho tu compañía, Steve —Contestó mirándolo, los últimos rayos del sol hacían resaltar las facciones del capitán—. Y no podría estar con nadie más que contigo aquí arriba.

Steve sonrío y la abrazó, le dió un beso en la frente y continuaron su velada.

Ángela quiso hablar sobre la pelea que tendría con Clint al día siguiente.

• • •

El Sexto domingo, Steve le preparó la sorpresa a Ángela de ir a pasear a central park en carruaje, impulsado por caballos, sería sumamente romántico. Le tapó los ojos y la llevó allá.

Cuando le quitó el pañuelo, Ángela gritó de emoción, viendo un carruaje azul por fuera, amarillo por dentro y un hermoso caballo café.

—¡Dios mío! —Miró a Steve—. ¡Es un carruaje! ¡Como las princesas! ¿Cómo es esto posible?

—Todo es posible en Nueva York —Contestó Steve son una sonrisa—. Ahora mi Lady, ¿Quiere ir a pasear conmigo? —Preguntó con tono elegante y le tendió la mano para que pudiese subir.

—Seria un honor, señor Rogers —Respondió con el mismo tono y le tomó la mano para subir.

Ambos sonrieron y se emprendieron a viajar.

—Me siento como una princesa de cuento Disney—Comentó la chica, mirando a su alrededor.

—Te ves como una —respondió el capitán.

Ella le sonrió.

—Gracias, a decir verdad, me recuerda a Lima, Perú. Fui cuando tenía seis y me acuerdo que había personas paseando en carruajes y yo quiera subirme a uno pero no había tiempo. Me quedé con las ganas y ahora... Cumpliste un sueño.

—O un capricho —rió él.

—Ugh, tenías que arruinarlo —contestó sarcástica y luego rió—. No era un capricho porque lo acepté, sabía que no había tiempo y no lloré o me enojé.

—Que madurez —Contestó el capitán aludiendo.

—Sí, bueno... Tuve que madurar demasiado pronto. Cuando tienes padres despreocupados, tienes que hacerte cargo de ti mismo desde pequeño si no, abría muerto ya —Bromeo ella.

—No lo dudo, tus padres si son muy malos padres.

Ella soltó una carcajada.

—Sí. Sin mencionar que no me han hablado desde que llegué aquí.

—Se pierden de la maravillosa hija que tienen.

—¿Crees que soy maravillosa? —Preguntó coqueta.

—Sí, todo de ti es genial, ¿No te había dicho? —Le sonrió y besó su sien.

—Y tú eres increíble —le tomó la mejilla para besarlo fugazmente en los labios—. Gracias por esto, es muy lindo que hayas preparado todo para mí —le sonrió.

—Haría cualquier cosa por ti —le besó de vuelta.

Su semana había sido tranquila pese al entrenamiento para pelear contra Natasha. Su combate con Clint fue bastante entretenido e igual quedaron empatados. Con Nat fue... Distinto, su pelea estuvo intensa, ninguna de las dos cedía ni se dejaba de ningún golpe por lo que terminaron en una tregua. Ninguna ganó.

Lo único que Ángela no sabía era que... Natasha no puso todo su esfuerzo para ganarle, por eso terminaron en tregua.

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