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X «Conflictos»

Por la mañana, Steve Rogers se levantó como de costumbre, se lavó la cara y se cambió a ropa floja para entrenar.

Llegó al gimnasio, miró su reloj. Eran las cinco en punto, suspiró. Hizo estiramientos y prosiguió a golpear un saco de box.

Pensó en lo que había sucedido el día anterior, jamás había espiado a nadie en particular; H.Y.D.R.A. había sido cuestión de una organización y no una persona. Se sentía mal, le comenzaba a agradar ella y no le gustaba tener que vigilarla, ella no merecía eso.

Al principio él había estado en contra de que la admitieran en los vengadores; en general estaba de acuerdo con las decisiones y ordenes de Nick, su jefe, pero esa mañana no. Estaba en desacuerdo de dejar que se uniera una chica que se veía bastante joven como para tener algún tipo de experiencia en el campo de batalla —Como Nat— pero Fury había dicho que no la subestimara, además sus poderes, aunque pudieran ser peligrosos serían de utilidad.

Steve había hecho justo lo contrario. La había subestimado, ella tenía potencial, sabía pelear y lo que era mejor: no tenía miedo de hacerlo. Ella le había demostrado grandes actitudes y habilidades, le era un poco (demasiado) irreal que ella pudiera representar un peligro como lo había dicho Fury la mañana que conoció a Ángela. Pero aún no había visto sus poderes, salvo el día anterior, cuando ella levitó dejando un pequeño rastro casi imperceptible de color morado que se veía bastante mágico. No quería admitir que eso podría ser el inicio de un peligro, no sólo para ellos, sino para la ciudad.

Y luego pasó la explosión que acabó con casi un piso de la torre de Tony.

Pero cuando recordaba el rostro de Ángela le era imposible creer eso de ella. Cuando le dijo a la enfermera que él era su novio tenía la impresión que trataba de ser amable; nada le habría costado correrlo de la habitación pero en cambio tuvo ese pequeño acto de simpatía.  Aunque también pudo haber dicho que era cualquier otro pariente —Tomando partida de lo que había dicho Stark—, pero ella había optado por decir «Novio» y a Steve le pareció exagerado.

Aún quedaba la situación que Thor les había planteado cuando Ángela se preparaba para dejar el hospital. El dios nórdico les había dicho que tenía que tener aún más cuidado, al parecer no tenía mucho dominio sobre sus poderes, Fury intervino alegando que a eso se refería cuando les dijo que ella era peligrosa y debían estar más atentos. Pero él no quería ver el peligro en ella, su parte emocional comenzaba a florecer y empezaba a pensar que no era cierto, ella lucía tan normal e inofensiva; comenzó a recordarla en la cama del hospital la tarde del día anterior mientras descansaba. Se veía tan pacífica e incluso... Tierna.

Se dio cuenta que había aumentado el ritmo con el que golpeaba el saco de box, paró de golpe y se alejó rápidamente para no ser golpeado por la inercia del saco, tocó su frente, se dio cuenta que tenía grandes gotas de sudor que pronto sintió en toda su cara. Estaba agitado, jadeante. Se sentó en el suelo tratando de regular su respiración y miró su reloj. Habían pasado sólo veinticinco minutos. ¿Acaso había golpeado tan duro casi desde el principio para estar así de agitado en poco tiempo? Suspiró recobrando un ritmo aceptable de respiración.

Pensó un momento, debía ir a despertar a Ángela, ya era tarde y ella aún no aparecía. Le molestaba su impuntualidad y el hecho de que debía ser él quien fuera a despertarla; en otras circunstancias habría dejado que ella llegara a la hora que fuera pero la sometería a un entrenamiento tan pesado como castigo que haría que jamás se volviera a quedar dormida. Pero ahora era diferente, Fury había dado ordenes específicas de mantenerla vigilada la mayor parte del tiempo por todos ellos y eso implicaba tenerla despierta desde temprano. Además había ordenado ser amables y no ser tan duros pues podría desatar la furia de sus poderes.

Suspiró, otra vez.

Se dirigió a la habitación de Bloom, abrió la puerta y la vio, entre libretas, su laptop, lápices, plumas y demás útiles escolares; reposaba en una posición que se veía incómoda, su cabello tapaba parte de su cara pero eso no evitó que Steve viera la paz con la que ella dormía. No quería despertarla, por el simple hecho de que ella parecía que debía descansar, las pequeñas manchas moradas bajo sus ojos indicaban que no había dormido bien y era muy probable que fuera por la hipoglucemia de la tarde anterior.

Steve la miraba debatiendo mentalmente por su siguiente acto, ¿la dejaría dormir o la despertaría?

De pronto, Ángela se movió violentamente hacia un lado poniendo alerta al capitán. Ella arrugo su frente y frunció los labios, unos leves quejidos salieron de su boca ligeramente abierta, después se convirtieron en gemidos de terror menos sutiles, movía sus manos violentamente en puños, su cabeza se movía de un lado a otro y parecía que estaba a punto de llorar.

—¡Ángela! —Le gritó, un poco asustado— ¡Despierta!

Le tomó las manos para evitar que lo golpeara y así poder hacer que saliera de su sueño con mejor efecto. Pero al parecer no funcionó: lo empeoró, ella ahora gritaba desesperadamente: «¡Suéltame, no me lleves!».

Steve fue por otra cubeta con agua helada y se la vació en la cara. Ángela despertó, confundida y apunto de maldecir pero al ver al capitán se tranquilizó.

—Uh... ¿Me quedé dormida otra vez? —Preguntó ella un poco avergonzada. Su voz era suave y cálida.

Steve asintió, manteniendo su postura rígida y seria. No podía permitir que Ángela supiera que un minuto antes estaba preocupado por ella.

—Y otra vez tienes quince minutos para arreglarte e ir a correr cincuenta vueltas mas cincuenta flexiones y si mañana te vuelves a quedar dormida será todo eso mas cincuenta sentadillas —Salió de la habitación sin decir nada acerca de lo que acababa de ver. “Quizá sea mejor así” —pensó.

Su tono hizo que Ángela se desanimara, pensaba que estaba progresando con él pero cada minuto que pasaba le decía que era totalmente lo contrario.

Salió de la cama y verificó que el agua no hubiera alcanzado alguno de sus libros o libretas, las apartó colocándolas todas sanas y salvas lejos de la cama húmeda. Fue al baño a lavarse el cabello, los dientes y la cara. Mientras, pensaba en su sueño un momento antes, ese hombre seguía perturbandola pero ésta vez venía tras ella y ella no logró huir, la atrapó e intentaba llevarla a algún lugar.

Se cambió, alejando sus pensamientos del horrible momento que había pasado mientras dormía. Salió lo más pronto posible al gimnasio procurando no tardarse tanto.

Al llegar, ni le preguntó a Steve qué iba a hacer, pues lo había escuchado en la habitación, así que sin más, se puso a correr al rededor del gimnasio.

Steve la miró pero después continuó con su entrenamiento el cual, Ángela no le puso mucha atención.

Al terminar, calló una vez más rendida, reguló su respiración y tomó agua. Steve se le acercó y se sentó frente a ella.

—Aún faltan las flexiones —Comentó él, como si no fueran la gran cosa.

—Sí, lo sé —Contestó, un poco jadeante—. Sólo, necesito un minuto —puso una mano detrás de su cabeza y se recargó.

—Te ayudaré. Con las flexiones.

—Qué gentil —dijo con un tono sarcástico sutil.

Él no dijo nada, sólo asintió y Ángela reprimió una sonrisa de gracia. Respiro hondo y se tiró al suelo, juntó sus pies y levantó las rodillas. Steve se puso enfrente de éstas y las tomó con fuerza; ella se sintió un poco incómoda, puso sus manos cruzadas sobre su pecho y comenzó con las flexiones, entonces se puso aún más incómodo ya que, cuando se levantaba quedaba a escasos centímetros de la cara del capitán y podía sentir el calor de su aliento cuando él pronunciaba el número en el que iba.

Por fortuna, Steve permitió que hiciera cinco series de diez flexiones con descansos de cinco segundos. No era mucho pero funcionaba para reponerse.

Cuando terminó, Ángela calló al suelo rendida, dejando sus piernas estiradas y aventando a Steve contra ella, él logró detenerse con su antebrazo a escasos centímetros de ella; quedaron un momento así, mirándose el uno al otro olvidándose de la impresión de haber caído.

Steve se sintió cómodo estando cerca de ella, mirando sus grandes ojos celestes, cansados en ese momento y sintiendo la respiración agitada y pesada de la chica.

Ángela por su parte, se perdió en sus profundos ojos azules. Para ella eran tan hermosos como el mismísimo cielo, pero de pronto cayó en cuenta que él también la miraba y su firmeza la hizo dudar; ella sentía una pequeña tensión —que era obra de su imaginación—, creía que Steve la juzgaba y un tono rojizo se elevaba a la altura de sus mejillas y desvío la vista haciendo así que Steve reaccionará y se levantara. Ella se quedó ahí, descansando un poco más.

Hubo un silencio incómodo.

—¿Y es todo por hoy? —Preguntó ella, aún sin verlo.

—De hecho no. Vas a practicar patadas, ayer te desequilibraste, por eso caíste. Ven —dijo caminando al saco de box—. Dame veinte patadas, de diferentes tipos de disciplinas.

Ella, con dificultad se levantó, lo siguió y asintió pero sólo conocía dos disciplinas y quince tipos de patadas dentro de éstas.

No le dijo nada, mejor comenzaría de inmediato. Estaba cansada pero el tener la vista del capitán clavada en ella la hacía sentir presión a hacerlo de todas formas, aunque sintiera que se desmayaba.

Steve estaba atento a sus movimientos y cada vez que hacía alguna patada mal, le decía cómo hacerla bien y que la repitiera hasta que le saliera. Hacía demostraciones y le indicaba cómo tener la posición correcta.

Ella se sentó en el suelo de nuevo, exhausta. Le ardían los pies y se sentía desfallecer. Respiraba agitadamente mientras se recargaba en el ring. Steve pasó y le dio una toalla para que se secara el sudor y ella lo agradeció.

—Es todo por hoy, puedes ir a ducharte y desayunar —habló Steve sin mirarla.

—Sí, gracias. Por cierto, puedo preguntar, ¿qué fue eso de ayer? Me refiero al desayuno que preparaste para Miss McFlay y para mí —Preguntó con curiosidad, ésta vez mirándolo.

—Después de un entrenamiento así, debes desayunar muy bien o podrías comenzar a desnutrirte. Supuse que tu maestra iba a querer empezar las clases sin si quiera dejar que tomaras un bocadillo.

—Oh, entonces gracias, fuiste muy amable.

—Ve a arreglarte, no tarda McFlay.

Ella asintió y se marchó pesadamente. Le dolía absolutamente todo y ni hablar del día siguiente que para su mala suerte le dolería aún peor.

Se alistó y desayunó antes de sus clases lo que le dio tiempo de acabar su tarea justo a tiempo.

Sus clases transcurrieron con el aburrimiento normal, la tarea habitual y la dificultad regular de los problemas de álgebra y pre-cálculo.

Cuando se fue, ella comenzó a hacer la tarea ya que no quería quedarse dormida otra vez intentando hacerla. Pero entonces Nat le dijo que debía ir a S.H.I.E.L.D. a hacer unos exámenes y test's de habilidades e inteligencia ya que todo eso estaría en su expediente.

—¿Es obligatorio? —Preguntó Ángela con poco entusiasmo.

—Muy obligatorio —contestó la pelirroja con tono firme.

Ella exhaló y se dispuso a ir al dicho establecimiento.

Al llegar se encontró con Kenneth quien la recibió con gran emoción, la guió a donde debía ir y la acompañó en todo momento.

—Oh, y disculpame por no haber ido hoy —dijo él—, tuve un problema aquí y, bueno... Tu sabes.

—Sí, no hay problema. Sólo quizás debiste avisar.

—Te compensaré, el sábado. Te estoy preparando una sorpresa para nuestra cita —Dijo él entusiasmado.

—¿En serio? —Preguntó, sin si quiera pensarlo—, No te molestes. De verdad, no lo hagas —Prosiguió con seriedad—. No le des tanta importancia, sólo saldremos, ¿Okay?

—Es imposible hacerlo contigo. Digo, sabes que me gustas y que quiero lo mejor para ti —Dijo él acercándose demasiado a ella, inclinó su cabeza indicando que la besaría pero ella se alejó un poco y una voz la salvo.

—¡Hey! ¡Wilson! Te habla Graham. Urgente.

Kenneth se hizo para atrás, cerrando los ojos y gruñendo por lo bajo. Volteó a su compañero y le hizo un ademán de que iría enseguida, luego se volvió a ella y le sonrió.

—Nos vemos, linda —se despidió dándole un beso lento y suave en la mejilla. Luego se alejó caminando por el pasillo mientras ella lo veía.

Suspiró, ¿cómo podría bajarlo de las nubes sin lastimarlo? Debía encontrar una forma sutil de decirle que parara con eso.

Caminó rumbo a la última habitación que debía ir, entró y encontró a una chica rubia recibiéndola con una sonrisa.

—Hola, tú debes ser la señorita Bloom. Yo soy Sharon Carter pero puedes decirme Sharon.

—Un gusto, Sharon. Dime Ángela, por favor —contestó ella amablemente.

—Muy bien, sientate —Dijo acomodando unos papeles, buscó un par en especifico y dejó el resto de lado—. Primero, ¿Sabes que no está permitido salir con agentes, cierto?

Ángela negó.

—No tenía idea —Comentó tranquila.

—Bueno, sólo te digo porque tengo que pasar el reporte sobre ti y Wilson —Dijo tratando de sonar amigable.

—¿Kenneth?, ¿Yo?, ¿Qué tiene que ver él en todo ésto? —Preguntó confundida.

—No tienes que ocultar nada, quizá pienses que es un secreto que ustedes son pareja pero la verdad es que todo el mundo lo sabe así que...

—¿Qué? No, no, no, para nada —Trató de sonreír pero le salió una pequeña mueca—. ¿Por qué piensas que salimos?

—No es que lo piense, todo S.H.I.E.L.D. alardea acerca de ti y él. No es que sea chismosa sino que el mismo Wilson está “presumiendo” su relación.

“¡¿Qué?! Oh Dios mío. Kenneth ahora si se pasó de la raya.” Pensó, mientras trataba de encontrar unas palabras adecuadas.

—Eh... Que locura, eso no es verdad. No es mi novio ni nada. Lo puedo asegurar.

—Tienes que calmarlo, yo no digo que no estén juntos pero que no lo ande divulgando por todos lados. En lo personal creo que se ven lindos juntos —sonrió—, igual que todos por ahí —susurró con una gran sonrisa.

—No, de verdad. No estoy con él —Negó seria—. Él inventó todo eso y lo anduvo regando por la organización sin mi consentimiento —concluyó enojada y cruzándose de brazos.

—De acuerdo, tranquila. Deberías hablar con él...

—Oh, claro que lo haré y lo pagará.

—Bien —Dijo tranquila y cortando con todo, un aura violeta al rededor de la chica asustó a Sharon—. Mejor sigamos con el test de personalidad.

• • •

Al llegar, Tony la esperaba en la sala de la torre, junto con Nat y Steve.

A decir verdad, la agente y el capitán charlaban con Tony desconociendo el hecho de que él esperaba a Ángela y lo que tenía que decir.

En cambio, Romanoff y Rogers tenían sospecha de que Stark no les decía todo lo que debieran de saber y estaban comprobandolo cuando Bloom entró.

—Hola —saludó con pocos ánimos.

Todos quedaron en silencio. Ángela ni si quiera se dio cuenta de que los héroes estaban hablando de algo muy importante: ella.

En cambio, estaba muy distraída pensando en qué le iba a decir a Kenneth. Ese tema la tenía vuelta loca.

—¿Por qué no me dijiste que salías con el agente Wilson? —Preguntó Stark, sin darle rodeos al asunto.

—¿Qué? No me digas que hasta tu lo sabes —Dijo ella tapándose los ojos con ambas manos y arrastrándolas hacia sus mejillas.

—Todo el mundo lo sabe —Contestó Nat.

—Hasta yo lo sé —convino Steve, hablando lentamente.

Ah, demonios. Ésto es realmente genial (en el mal sentido).” Pensó Ángela.

Al pronunciar las palabras, a Steve se le vino a la mente el momento exacto en el que se encontró con Kenneth Wilson.

Flashback

Él sabía que era la oportunidad de decirle que no distrajera mucho a Ángela, debido al entrenamiento y el desempeño que tenía que realizar, por lo tanto la dejará un tiempo en paz, ahora que sólo fueran amigos, porque después sería tarde, entonces Ángela se haría ilusiones y adiós desempeño y disciplina.

—Agente Wilson, necesito hablar con ustedSteve se dirigió con cierta autoridad.

—Claro, ¿en qué le puedo ayudar, Cap? —Kenneth se hallaba tranquilo, listo para ayudar.

—Necesito que te alejes de Ángela, ella debe estar concentrada en su entrenamiento y lo sabes.
Podrías ser una distracción, aun más si llegan a ser algo más y rompen su relación, por lo general son ellas las que sufren.

—¿Está bromeando? Ya es mi novia y no se preocupe, no la haré sufrir, créame. Ella es la cruel en todo ésto.

Él se sorprendió, tenía esperanza en que sólo fueran amigos o que recién comenzaban a sentir una atracción. Pero era tarde.

—No la dañes. No lo hagas, Wilson.

Steve pronunció las palabras con dureza.

Y sin más se fue de ahí. No creía que ella se fijara en Kenneth. Ella le agradaba; conocía al agente, sabía que no era un buen prospecto y eso lo molestaba.

Fin del flashback

—A ver, no. Yo no estoy con Kenneth, ¿si? Él anduvo por ahí divulgando información errónea acerca de nosotros... Porque no hay un «nosotros» que me incluya a mí y a Kenneth, ¿ok? —intentó hablar calmada pero el tono que usó la delató.

—¿Segura? Porque, como dicen por ahí, sí el río suena es porque piedras lleva —Dijo Stark mirándola.

—Por Dios Tony, yo solo lo quiero como amigo... y sobre eso ya no estoy muy segura —Se detuvo a pensar, era cierto, había traicionado su confianza, no podía quererlo como amigo. Ya no—. No quiero ser una más de su colección de polvos.

—¿Colección de polvos?preguntó Steve confundido.

Tony rodó los ojos y suspiró por lo bajo.

—Sí, ya sabes, sexo; un acostón solamente —Contestó Ángela.

Steve tragó saliva. Ella sabía qué tipo de chico era Kenneth y lo rechazaba, de alguna u otra forma eso lo hizo sonreír, pero aún así quería ver que tan cierta era su teoría.

—Pero... se ve un buen chico, ¿Por qué no salir con él? —Preguntó el capitán con un tono sereno.

—No es mi tipo de chico. Mujeriegos y sólo les interesa el sexo. No gracias, paso —Contestó ella, eso hizo a Steve sonreír levemente una vez más.

—¿Y cómo son tu tipo? —Preguntó Nat.

—Que sean románticos y clásicos, ya sabes de esos que se sonrojan cuando te ven, que te dan flores y chocolates junto con una pequeña cartita hecha a mano expresando lo que sienten en un poema mal estructurado que ellos mismos hicieron —ella sonrió imaginándose cómo sería—. Chicos hechos a la antigua —Concluyó mirando a Steve, aclaró su garganta, miró a Nat con seriedad.

—Indirectas MUY directas —dijo Romanoff acercándose a Steve y dándole una palmadita en la espalda—Andando Jane Austen, tenemos que entrenar.

Ángela tardo un momento en darse cuenta de lo que en realidad había querido decir, pero inconscientemente en verdad quería echarle esas indirectas a Steve pero no de esa manera tan espontánea, se sonrojó un poco y salió de ahí antes de que alguien se diera cuenta.

• • •

Clint se encontraba en la habitación en la cual iban a entrenar; ésta era blanca, con sólo unas cuantas dianas para tiro y una mesa pequeña de madera con 4 sillas. Hawkeye estaba practicando cuando ellas llegaron.

Primero, Nat le mostró un arma walter 9 mm. Ángela estaba sorprendida, nunca había visto una arma y menos la había sostenido o usado. Nat le enseñó las partes que la conforman, a armarla y desarmarla. Cuando ya quedó comprendido todo eso, le enseñó a cargarla y a disparar con ella, usando otro tipo de casquillo menos dañino con un silenciador para que Ángela no se asustara. Aún no tenía buena puntería por lo que entró en acción el maestro Clint Barton; él le enseñó toda clase de maneras de hacerlo. No fue fácil, en la primera clase no se acercó ni un poco al blanco.

—Me resigno, hoy no podré darle en el centro —murmuró sentándose en una silla.

—Vamos, no es tan malo fracasar en la primera clase —Comentó Romanoff sentándose en otra silla.

—Natasha —La miró Clint—, no ayudas.

—No importa, con el tiempo aprenderé, ¿no? O por lo menos intentaré.

—Tu tranquila, no hay presiones —Nat sonaba animada.

—Claro, tómate tu tiempo. Yo habría querido que me lo dieran —Comentó Clint.

—A mí también —secundó la pelirroja.

—¿A qué se refieren?, ¿Los presionaron para que fueran lo que son?  —Preguntó la chica, intrigada.

—Así es, pero esa es otra historia. ¿Por que no vamos a cenar? Muero de hambre —Clint salió de ahí. 

—Todos aqui tuvimos que vivir un infierno y no todos somos capaces de hablar sobre él. 

Comentó Nat con un tono serio y sombrío, seguido salió de ahí haciendo pensar, por un momento, a Ángela, quizá debía de ser menos curiosa para no hacer sentir mal a los demás. Después salió y se reunió con los otros en el comedor.

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