Epílogo
Diez meses después
by: Steve Rogers
Steve se encontraba en alguna cafetería de Washington DC sentado a lado de una ventana esperando a que Natasha regresará del sanitario.
Eran aproximadamente las nueve de la mañana, y Steve aún se preguntaba cómo había llegado ahí.
“Empecemos por el principio” —Se dijo a sí mismo.
Había sido difícil estar en el mismo lugar donde conoció y se enamoró de Ángela. Cada lugar de esa torre encerraba un recuerdo. No podía estar ahí sabiendo que ella no regresaría... Por lo menos, no pronto.
Se recuerda a sí mismo deambular por la habitación de la chica los primeros días. Al abrir la puerta de la recamara podía notar ese olor, aquél aroma que la caracterizaba. Solía sentarse en la cama y mirar el álbum que ella había hecho de los dos. Estaban todas las fotografías de sus citas, también fotos desprevenidas de ambos y con caras graciosas. Después cerraba sus ojos y trataba de recordarla siendo tan hermosa y alegre como siempre.
Ahora que estaba sentado en ese café mirando a la ventana, se había dado cuenta de, después de algunos meses de no tenerla cerca, el grandísimo idiota que había sido con ella. Ahora ni si quiera podía verla.
Había estado distraído en las misiones. No salían mal, de hecho salían bastante bien, lograban hacer que despejaran su mente de ella, pero no mantenía el rendimiento que deseaba.
Aún así él mismo pidió su cambio, necesitaba aires nuevos, sentirse un poco libre. Ya que en esa torre seguía esclavo de su silencio y preso de sus acciones.
Decidió que Washington DC sería su mejor opción. Pero Nick no lo mandó solo, Nat estaría con él. Y era lo mejor, los demás sabían que Steve aún no estaba bien y le dieron esa pequeña sugerencia al jefe, la cual acató.
Llevaba relativamente poco en la ciudad y su adaptación no era precisamente miel sobre hojuelas. Extrañaba sentir cerca a Ángela a través de su aroma en la habitación, o mirar sus fotos juntos.
Ahora sólo tenía una fotografía de ambos. Había logrado colarla entre su equipaje sin que se dieran cuenta ya que Natasha lo había hecho prometer que el estar en Washington sería un nuevo comienzo.
Eso esperaba, pero no sería sencillo.
De pronto, fue conciente de una pareja a través de la ventana, llevaban un bebé en los brazos y ambos parecían encantados con el pequeño.
Suspiró. Una vez anheló todo eso. Familia. Pero ahora ya no estaba tan seguro. Ahora sólo quería que ella regresara.
Bajó la mirada a su tasa de café. Recordarla no era fácil. Debía admitir que había llorado por ella noches enteras, días en silencio. Un par de veces fue sorprendido por Tony quién, extrañamente lo apoyó.
Así se hicieron cercano, muy amigos, los mejores. Tony lo ayudaba y lo sacaba de la torre, iban a club's nocturnos, comidas exclusivas a las que Tony estaba invitado, salían de viaje y cualquier cosa que ayudara al capitán a superar esa pérdida.
—¡Steve! —Gritó Natasha.
Él volteó serenamente y la miró. Ni si quiera se había dado cuenta que había llegado.
—¿Sí? —Preguntó mirándola.
—Te hablaba y no me respondías —Contestó la pelirroja un poco enojada.
—Lo siento, estaba distraído pensando en... Cosas —Dijo mirando su café, luego bebió de él.
—¿En ella? —Preguntó tomando su tasa de té para beber.
Él la miró, movió la cabeza, pensaba en negarlo pero era imposible.
—Sí.
—¿Qué tal estás aquí? —Preguntó con interés.
—La ciudad es linda —Miró por la ventana, luego a la rusa—. Pero preferiría estar en Nueva York.
Natasha miró a ambos lados con rapidez buscando las palabras para decir luego centró su vista en él.
—Steve... No hemos tenido noticias de ellos en meses —Comenzó con un tono suave—. No sabemos si sigue soltera o está con alguien, ni si quiera tenemos la certeza de que regresará. Existen miles de posibilidades de que ella no vuelva...
—Y también miles de posibilidades de que lo haga —Interrumpió tajante, desafiándola con la mirada. Luego bajó la vista—. Ella lo prometió Natasha, y Thor también, ¿Lo olvidas? —Preguntó con esperanza.
Natasha lo miró con tristeza.
—No me vengas con actitudes infantiles, Rogers. Sabes muy bien que a veces no está en nuestras manos ciertas situaciones. Puede que jamás vuelva o que mañana se aparezca por aquí pero la verdad es que el futuro en incierto —Le tomó la mano y sonrió comprensiva—. También la extraño, Steve. Creeme que ha sido bastante difícil aceptarlo también, pero es lo único que podemos hacer. Tenemos que seguir con nuestras vidas.
Steve la miró procesando lo que acababa de decir la espía. Concluyó que tenía razón.
Asintió.
—Tienes razón, Natasha. Pero me resulta difícil.
—Lo sé, no hemos logrado mucho avance contigo. Mudarte aquí sólo fue el comienzo, quizá el cinco porciento ya que sigues aferrado a la idea de que volverá, soltera y dispuesta a todo contigo. Acepta que si vuelve no será como lo imaginas, que ambos crecerán y cambiarán.
—¿Como tú y Clint? —Preguntó con una sonrisa, intentando darle un pequeño golpe bajo a la pelirroja.
Ella lo miró cansada.
—Sí. Clint y yo ya no estamos juntos porque nuestros intereses cambiaron. Pero no estamos hablando de mí, sino de tí. ¿Por qué no sales con otras personas?
Él bajó la mirada con una pequeña sonrisa.
—Confío en su palabra, Nat. Sé que regresara y si lo hace al lado de otro hombre estará bien, por lo menos podré verla y saber que está bien.
Se detuvo y pensó en ello. Era terrible imaginar que ella regresara y estuviera casada o comprometida con alguien más. Aunque era raro pensarlo ya que ella tendría casi diesiciete. También estaba la posibilidad de que la obligarán a casarse en Asgard o algo por el estilo.
Negó con la cabeza para sacar esos pensamientos de su mente.
—Bien, continúa pensando en que estarás bien con que ella esté haciendo su vida y tú aquí pudriéndote en su recuerdo —Lo regañó Natasha, él la miró desafiante—. Debes continuar, Steve y Tony sabe cómo hacerlo. Vendrá en un par de días para que tengan un tiempo a solas y salgan un rato en una noche de chicos.
Ambos se miraron pensando en sí era o no una buena idea.
F L A S H B A C K
Dos meses atrás, Tony trataba de convencer al capitán de salir y despejarse un poco.
—Vamos, Rogers. Será divertido —Comentó el ingeniero mientras lo miraba decidido.
—No lo sé, Tony. No creo que sea una buena idea —Suspiró.
—Serán sólo unos tragos y la pasaremos bien, no seas amargado, Rogers —Insistió.
Steve lo miró y ante aquellos ojos determinados de Tony, el capitán sucumbió.
—Está bien, quizá no sea tan malo como imagino —Sonrió.
—Relajate, Cap —Sonrió Tony—. Vamos en mi auto.
Stark tomó las llaves y ambos caminaron al lujoso Audi del ingeniero. Mientras iban en camino, había buena música, la ciudad de Nueva York de paisaje y una entretenida charla de Stark abrumaban al capitán.
No tenía muchas ganas de salir y todo aquello le generaba cierta angustia. Ni si quiera ponía atención en lo que alegaba Tony. Ni en la letra de la canción o en la luces ostentosas de la ciudad.
Al llegar, Tony bajó seguido de Steve. Le dió las llave al valet parking y entraron al edificio. El lugar era bastante amplio y se veía exclusivo. Las luces eran azules y blancas. No se podía ver más allá de la nariz.
—Yo invitó la primera ronda —Comentó Tony.
Steve asintió y caminó detrás de él. Llegaron a la barra y Stark pidió dos whisky's dobles con aceitunas.
El barman asintió y pronto comenzó a servirlos.
—Te tengo una sorpresa —Murmuró Stark al oído de Steve ya que la música era muy alta—. Enseguida regreso.
—Sí —Contestó Steve no muy convencido viéndolo irse.
Algo no le daba buena espina, aún así, bebió el whisky hasta el fondo y trató de relajarse.
De pronto se percató que había dos chicas a su derecha observándolo. Le incomodaba bastante ya que sentía que examinaban cada poro de su piel y cada detalle de su atuendo. Miró por el rabillo del ojo; una era rubia y la otra pelirroja. “¿A qué duo te recuerda Steve?” —Pensó y suspiró bajando la mirada a su vaso vacío. Eran lindas, muy atractivas pero no tenía cabeza para las chicas.
Miró sobre su hombro para ver si había señales de Tony.
Ubicó al ingeniero en una esquina con un par de chicas extravagantes de vestimenta vulgar. Tony le dió dinero a la que estaba a su derecha de vestido rojo escotado.
Steve se giró bruscamente, se tomó el whisky de Tony de un trago y se dispuso a irse.
Stark lo interceptó casi a la salida del lugar.
—¡Rogers! ¿Qué haces? Ven, acompáñame. Ya está tu sorpresa —Dijo tomándolo del brazo.
Steve se giró a él, mirándolo. Al principio molesto, puesto que ya sabía lo que sucedía pero al ver a Tony cambió su expresión. Stark sólo quería ayudarlo y creía que esa era la forma, Steve no quería hacerlo enojar ya que se había portado muy bueno con él. Desde la partida de Ángela, Tony le había demostrado su apoyo al cien porciento.
—No lo sé, Tony, no creo que sea buena idea —Comenzó poniendo cierta resistencia.
—Vamos, Rogers, relájate —Lo jaló hacia adelante y le dió un pequeño masaje en los hombros—. Te gustará.
Steve se dejó llevar, llegó un punto en el que dijo “Que sea lo que Dios quiera” no podía con Tony y si no puedes con él... Te le unes.
Tony lo hizo meterse en la habitación primero, Steve se sentó en la cama con algo de frustración.
“¿Qué estoy haciendo?” —Se preguntó.
En ese momento una mujer muy alta, castaña, morena, con un vestido rojo escotado entró. Era la misma a la que Tony le había dado el dinero.
Los tacones rojos de aguja asustaron un poco al capitán.
—Hola, Steve —Saludó con voz sensual y poniendo una pose sexy en el marco de la puerta—. Nos divertiremos mucho.
Se acercó a él y lo empujó para que cayera recostado en la cama, ella se subió encima de él y comenzó a besarle el cuello.
—Oye... No, para —Murmuró él pero ella seguía.
—Estás muy tenso, relájate cariño —Murmuró ella bajando al pantalón.
—¡Alto! No, ¡Basta! Déjame —Gritó Steve tomándola de la cadera, la giró para quedar encima de ella, le tomó las muñecas sometiéndola.
—Si querías tener el control, lo hubieras dicho, nene —Sonrió juguetona—. ¿Ésto es como cincuenta sombras de Grey? Porque me está exitando bastante la idea —Ronroneó.
Steve la miró confundido y negó.
—No, yo... No quiero acostarme contigo —Dijo dejándola, se levantó y caminó de un lado a otro.
Ella se sentó en la cama algo triste y molesta.
—Pues ya me pagaron por estar aquí una hora. Podemos hacer lo que quieras —Dijo mirando sus uñas.
Steve la miró.
—No quiero hacer nada.
—Tony no estará muy contento —Dijo levantándose y caminando a la puerta.
Steve la detuvo.
—No, espera. No le digas nada —Suplicó.
—Claro que lo haré, ahora quítate o llamaré a seguridad —Amenazó.
—Te doy cien dólares —Dijo sacando su billetera y el billete.
Ella lo miró aún molesta pero tomó el dinero.
—No prometo nada. Ahora, déjame salir.
Steve la dejó irse. Suspiró y se quedó ahí un segundo. Luego salió al baño.
Vió a la morena hablando con Tony pero inmediatamente apartó la vista de ellos dos.
Entró al baño, abrió la llave y mojó sus manos, después su rostro. Se miró al espejo. En el reflejo observó que entraba Tony.
—¿En serio, Rogers? ¿Eyaculación precoz? Oye, no es mi problema si lo tienes o no pero sé cuando Candy miente —Dijo Stark mirándolo por el espejo.
Steve exhaló, se secó la cara con un poco de papel y se giró a él.
Alzó una ceja y bajó la mirada. La chica había mentido por él.
—No quería hacer nada con ella, Tony.
—¿Por qué? Ella es atractiva.
—Pero eso no lo es todo en la vida, Tony —Contestó un poco molesto.
—Ya sé que no lo es pero, viejo, puedes divertirte con ella un rato y nadie te culpará —Stark se acercó a él unos pasos.
—Gracias por querer ayudarme, ¿Sí? Pero contratarme una... Prostituta no será la solución ni total ni parcial, de acuerdo.
Tony rascó su frente y dió unos pequeños pasos de un lado a otro tratando de no frustrarse.
—¿Por qué no puedes olvidarla, Steve? —Preguntó con violencia plantándose frente a él y mirándolo a los ojos—. Ya han pasado meses y tú no la dejas ir. Sí, yo sé que volverá pero no será pronto, ¡Acéptalo! Tienes que seguir con tu vida. Todos nos hemos esforzado por hacerte sentir mejor, ayúdanos a ayudarte, Rogers.
Steve asintió lentamente y luego lo miró con tristeza.
—¿Sabes por qué no puedo olvidarla?—Preguntó suave—. Porque la amo, Tony —lo miró—. No puedo dejar de pensar en ella. Ponte en mis zapatos, Stark. ¿Qué pasaría si Pepper se va un día y no vuelve? ¿Qué pasaría si fueras tú el que está con la incertidumbre y constante frustración de no saber cuándo regresará? Sin saber que está bien o no, sin pensar en la posibilidad de que la esté pasando mal y no poder hacer nada. Dime, Tony, ¿Qué harías?
Stark no respondió de inmediato, de hecho, quedó un silencio prolongado que a medida que avanzaba se hacía cada vez más incómodo. Tony bajó la mirada y Steve desvió la vista a un lado.
Rogers sabía que había hecho reflexionar al hombre de acero y era necesario hacerlo, él sólo pensaba en sí mismo y en lo que a él le afectaba. Nunca había imaginado lo que le sucedía a su amigo.
—Tienes razón —La débil voz de Stark sorprendió a Steve, no pensó que le respondería, lo miró—. Es muy difícil olvidar a alguien que amas... Y es sólo que, no te entiendo, creí que estarías bien en un par de meses, quizá más pero ahora... —Hizo una pausa y fijó su vista en Steve que aún lo miraba—. La hiciste sufrir, por meses. No te importó entonces, ¿Por qué ahora? —Hizo una pequeña pausa y luego sonrió—. Antes la evitabas a toda cosa por la torre y ahora me dices que la necesitas y no puedes vivir sin ella. Sé coherente, Rogers.
Steve tragó saliva.
—Sí, tienes razón Tony. Pero antes sabía que estaba ahí, podía verla y cerciorarme de que estaba bien —Suspiró de frustración al ver la cara de Tony diciendo “No me vengas con eso, Rogers”—. ¿No te das cuenta, Stark? Siempre la he amado y la seguiré amando. Cometí errores en el pasado, sí, pero, ¿Quién no lo ha hecho? Además —Exhaló—. Yo quería evitar que sufriera en ese entonces y sé que causé lo contrario pero... No soy muy bueno con las relaciones.
El tono desahuciado de Steve conmovió a Tony.
Pero no contestó ni replicó. Metió sus manos a los bolsillos de su pantalón y lo observó. Steve tenía la mirada baja y su postura mostraba arrepentimiento. Se dieron un tiempo en silencio hasta que la firme voz de Tony replicó:
—Sí, todos sabemos que fuiste un idiota. Vámonos —Dió media vuelta y se fué.
Steven suspiró mirando en dirección a dónde se había ido, asintió y caminó detrás de él.
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A Steve se le dibujó una sonrisa al recordarlo. Negó con la cabeza y apoyó una mano en la mesa.
—No quiero volver a tener una noche de chicos con Stark, la última vez terminó concluyendo que era virgen... O algo así —Pausó mientras la expresión confusa de Natasha se agrandaba—. Larga historia, el punto es... Gracias por la preocupación, Nat pero estoy bien, ¿Si? Lo superaré, sólo dame mi tiempo —Se levantó de la mesa, sacó su cartera y dejó cien dólares sobre la mesa—. Yo invito. Nos vemos luego en alguna misión, supongo.
Antes de que la pelirroja si quiera asistiera, Steve salió de ahí lo más pronto que pudo. Como sí huyera de su destino.
Subió a su motocicleta —traída especialmente para él desde Nueva York— y emprendió el viaje a su departamento.
En una luz roja una calle antes de llegar a su edificio, Steve llegó a considerar la idea de Natasha. Quién sabe, quizá sí debía salir con otras personas, despejarse de su mundo, liberarse de las ataduras que lo obligaba a estar soltero.
Luz verde, ¿Qué estaba diciendo? Arrancó la maldita motocicleta con enojo. Él debía serle fiel, ella había prometido volver y había dicho que lo amaba.
Aparcó en el estacionamiento del edificio.
Entró a la recepción en donde se encontraba Lilia, la chica detrás del escritorio.
Ella le sonrió.
—Buenos días señor Rogers, ¿Se le ofrece algo? —Preguntó con una voz chillona que intentaba ser seductora.
En Steve sólo logró que lo avergonzara un poco.
—Buenos días. No, estoy bien, gracias —Contestó lo más amable que pudo evitando contacto visual y apretando el botón del elevador lo más rápido posible.
—¿Seguro? Puedo hacer lo que usted quiera —Contestó con tono juguetón, mientras enredaba un mechon de su rubio cabello sobre sus delgados dedos.
—Muy seguro, gracias —Contestó entrando al elevador, fue inevitable girar y quedar frente a ella.
Sólo le regaló una pequeña sonrisa que dejó suspirando a la chica.
Estaba pensando seriamente irse por las escaleras la próxima vez cuando sonó Sweet Child Of Mine de Guns N' Roses. Steve apretó las mandíbulas, recordaba a Ángela dándole un audífono para que escuchara la canción.
Exhaló de alivio cuando las puertas del elevador se abrieron en el quinto piso —Su piso—. Caminó por el pasillo, dobló a la izquierda y al fondo estaba su departamento.
Mientras caminaba, salió su vecina que, al parecer era enfermera. Usualmente, al pasar, solo sonreían y asentían, ni si quiera se saludaban cordialmente.
—Buenos días, vecino.
El repentino saludo de la chica le sorprendió, se giró a ella y le sonrió de lado.
—Buenos días, vecina —Contestó.
—Me preguntaba si le gustaría ir por un café más al rato —Preguntó un poco tímida—. En agradecimiento por... Dejarme usar la secadora.
Steve había olvidado por completo que de vez en cuando le prestaba la secadora, no era gran cosa para él pero al parecer para ella sí.
Él la miró atentamente antes de responder. La chica era linda, carismática y, por sus estudios era evidente que era lista. Llevaba una pijama quirúrgica rosa realmente impecable. Steve lo pensó en breve.
—Claro —Salió de sus labios—. ¿A qué hora sales? —Preguntó tratando de no balbucear y parecer un idiota.
—Oh, uhm... Hoy doblaré turno así que... A las ocho —Contestó con una sonrisa.
—Bien, tocaré tu puerta a las nueve treinta —Aseguró Steve, luego giró y abrió su puerta.
Cerró la puerta detrás de él y arrojó las llaves a la mesa junto a la puerta. Quitó su chaqueta dejándola en el perchero y se sentó en el sofá.
¿Qué acaba de hacer? Quizá era mala idea. Pensaba dejarla plantada pero eso no sería nada cortés.
“Vamos Rogers, date una oportunidad” —Pensó— “No es como que te fueras a casar, sólo saldrán”
Exhaló. Estaba perdiendo la cabeza por algo tan simple. Sonrió. Se levantó a prender su toca discos, colocó uno de Elvis Presley, luego fue a la cocina a preparar algo de desayunar mientras poco a poco su cabeza se fue llenando de pensamientos cada vez más ruidosos.
Las voces de Natasha, Tony y Clint estaban casi gritándole en su mente hasta que dejó bruscamente el cuchillo de lado dejando de cortar las frutas. El ruido repentino acalló a todos. Resopló. Estaba cansado de que todos quisieran ayudarlo. Y tenían razón en hacerlo pero él estaba confundido y afligido.
Tenía sólo una cosa en claro: Necesitaba un nuevo comienzo.
Diez meses después
by: Ángela Bloom
Adara puso sus puños sobre la mesa con el mapa sobre ella. Lo miraba atentamente, pensaba la estrategia perfecta para pelear contra los ejércitos de Loki.
Veía las pequeñas estatuillas de soldados sobre el territorio en el mapa, indicando los suyos y los de Loki. Su armadura era ligera y le permitía el movimiento, así que posó su mano sobre la estatuilla que representaba su ejército y lo movió sobre el mapa.
—Bien, entonces llegaremos y los rodearemos —Levantó la vista a los líderes que la ayudaban a organizar el enorme ejército, Sigur y Viggo, también se encontraba Fandral, uno de los amigos de Thor—. Hablé con Heimdall antes de venir y vió que los hombres de Laufeyson están débiles, concentrados en un punto. No serán problema.
Los líderes asintieron ante las palabras de su jefa y salieron de la casa de campaña. Viggo, el hombre regordete pelirrojo detrás de Sigur, el hombre larguirucho y rubio.
Ella exhaló y bajó la vista al mapa, esperaba no equivocarse ante esa orden.
Viggo regresó y ella reaccionó, se puso seria y comenzó a ponerse sus guantes de combate.
El hombre estaba un poco nervioso, ella lo miró alentandolo a hablar por su cuenta.
—Lady Adara —Habló—. Debe revisar las provisiones, según mis cálculos sólo tendremos comida para la cena.
Ella asintió y se inclinó para tomar su escudo, el cual era redondo y de un material muy fuerte y pesado. Al colocarlo ella contestó:
—Iré cuando regresemos, de cualquier forma ya he pedido más. Quizá llegué hoy en la noche o mañana a primera hora. ¿Algo más?
Se levantó y tomó su espada, la examinó, ocupaba saber si aún tenía filo o no, pero todo parecía en orden.
—Nada más, mi Lady. Yo me retiro —Contestó Viggo y salió.
Exhaló, tomó firmemente la espada en su mano. Ángela o, ahora Adara, tragó saliva duramente. Estaba a punto de salir a combatir, se encontraba asustada, invadida por el terror de su «yo» Midgardiano.
Sacudió su cabeza para sacar esos instintos carnales. Ahora era distinta, debía actuar como lo que era: una diosa. O lo que le decían que era. Aún no recordaba todo y seguía muy unida a su «Yo» terrenal.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó Fandral, sorprendiendola.
Su profunda voz la tranquilizó. Además, le regaló una de sus perfectas sonrisas.
—No —Contestó con voz baja—. Nada está en orden, Fandral.
Él estaba acomodando sus muñequeras pero le daba miradas de vez en cuando.
Ella se preguntó el porqué se había sincerado de buenas a primeras con él.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudar, Lady Adara? —Preguntó prestándole total atención.
Ya estaba listo en esa armadura dorada que lo hacía lucir bastante bien. Recuerda haber reconocido a Fandral inmediatamente, era aquél hombre que había soñado el día que Odín se le apareció en su vida. A decir verdad, cuando llegó se había sentido como una princesa rodeada de caballeros. Todo lucía bastante irreal... Hasta que le devolvieron la memoria y sus poderes completos.
Suspiró y sonrió.
Fandral tenía carisma y no por nada le apodaban “Apuesto”.
—¿Qué se supone que deba hacer? —Preguntó afligida.
Y no era realmente Adara quien hablaba sino Ángela, ella aún tenía miedo y era bastante insegura como para tomar decisiones importantes estando al mando de un grupo de soldados asgardianos.
Fandral iba a decir algo pero ella prosiguió:
—Hace tan sólo unos meses mi mayor preocupación era olvidar a mi ex que, convenientemente vivía en la misma torre que yo —Hizo una pausa y bajó la mirada—. Que el tinte rosado dañaba mi cabello en niveles olímpicos —Lamió sus labios, ahora tenía el cabello corto hasta poco antes que el hombro—. Y que mi barniz de uñas rojo preferido se estaba acabando —Ella lo miró—. Ahora debo planear estrategias para derrocar a Loki y vencer sus ejércitos. Mis preocupaciones radican en contar las provisiones y saber cuándo pedir más, no perder a ningún hombre, estar conciente de las muertes que habrá y no culparme por las que sucedieron... —Habló con frustración—. O sucederán —Exhaló.
Fandral la miró preocupado y no dudó un segundo en acercarse a abrazarla. La chica se sintió protegida y reconfortada. Cosa que no había sentido desde que Steve la había abrazado antes de irse.
Ella se dejó llevar y se sintió bastante bien.
Fandral se separó un poco pero la tomó de los hombros y la miró fijamente.
—Escucha, sé que vienes de una vida cómoda y que todo ésto es, relativamente nuevo, pero ten por sentado que estaremos todos para tí. Si sientes que es demasiado, podemos hacer que Thor venga y lidere el ejército. Pero yo creo que lo haces bastante bien —Le sonrió tiernamente—. No hemos perdido tantos hombres y la comida nunca falta. Eres una excelente líder, Adara.
Ella sonrió levemente ante lo que él le dijo. La alentaba a seguir y con él cerca... Ella sentía que podría contra cualquier cosa.
Entonces su sonrisa se desvaneció y tocó su pecho, por debajo de su armadura estaba el collar con las fotografías de Steve y ella. Se sentía mal por “Reemplazar” a Rogers o eso creía.
Por casi un año, el capitán era su motor, era él quien la alentaba a salir adelante... Cuando estaba sola. Pero cuando se encontraba con Fandral, sentía que ella lo podía hacer todo. Era extraño.
Fandral se dió cuenta de que la chica estaba pensativa. Le tomó de la barbilla para que lo mirara, ella reaccionó y lo observó.
—Addy, sé que estás recuperando tus recuerdos paulatinamente pero... No puedo soportarlo más —Suspiró con tristeza—. Adara, tú y yo estábamos juntos cuando... Ocurrió el accidente y estoy dispuesto a hacer lo que sea por recuperarte.
Ángela lo miró perpleja. ¿Ella y él? No lo podía creer. No sabía qué responder. Creía que la extraña cercanía que sentía era porque eran como hermanos... Algo así como ella y Thor, no porque fuera... Eso.
—Ah... Yo... —Balbuceó.
—No importa, sé lo que sentías por mí y confío en que volverá ese sentimiento —Habló suave, tanto que a Ángela le temblaron las piernas.
Ese Asgardiano sabía cómo ponerla nerviosa. Y podría tener sentido el porqué.
—Yo... No, no puedo —Logró pronunciar.
Él sonrió con una expresión triste. Besó su mejilla, muy cerca de sus labios y se separó completamente de ella.
—Estaré aquí para tí sí necesitas algo... O si regreso a tu memoria —Comentó tomando sus espadas y girándose para irse al exterior.
Ella dejó salir todo el aire de sus pulmones.
Había aprendido a confiar en lo que le decían Thor y su clan de los tres guerreros. Todo, absolutamente todo, resultaba ser verdad respecto a su pasado.
Así que, tenía sentido lo que decía Fandral, quizá sí tenían algo ya que ella le tenía una confianza realmente espeluznante, ni si quiera con Steve se abría tan rápido a contarle cosas que la afligian.
Asintió, guardó su espada en la espalda junto a su escudo y decidió ir a campo, ya era tarde y necesitaba organizarlos. Su atuendo de guerra era bastante flexible aún con sus armas. La armadura protegía su pecho, abdomen y las caderas —un poco más ancho para que no la lastimara—. Y llevaba tela negra que lucía como una pequeña falda.
Tomó realmente muy poco organizar a los soldados, con la ayuda de Viggo y Sigun, luego dió la señal y Heimdall los mandó al mundo que debían liberar de los ejércitos de Loki.
Quedaron justo en medio de un ejército. Exactamente como no lo habían planeado.
“Genial, gracias Heimdall” —Pensó la chica con molestia.
Inmediatamente comenzaron a atacar a los Asgardianos y ellos se defendieron. Ya tenían su plan y lo seguían al pie de la letra. Trataban de rodearlos pese a que eran demasiados y no estaban para nada débiles.
Ángela no usaba sus poderes ya que, su padre le había castigado unos cuantos y era su forma de protesta —además de que aún le daba miedo desatar sus poderes—. Así que se encontraba cómoda llevando la espada y el escudo en sus manos.
Hasta que una de esas enormes criaturas la tomó por sorpresa golpeándola, la dejó sin espada y con un gran rasguño en la pierna.
Ella se levantó, arrojó su escudo al suelo y se dispuso a usar sus poderes. No hablaba ella, sino el enojo y la rabia. Nadie la tocaría de esa forma y el que lo hiciera, pagaría las consecuencias.
El aura violeta la rodeó y comenzó a levitar. Sus ojos se pusieron en blanco y con el movimiento de sus manos la criatura se empezó a retorcer. Pronto lo partió en dos y envío cada parte a un agujero de tiempo distinto. Luego prosiguió con las demás criaturas, terminando en menos de cinco minutos. Pero no fue suficiente, sus poderes la hacían sentir tan poderosa e intocable que necesitaba más. Comenzó a hacer un agujero en la tierra pretendiendo acabar con el mundo entero. Necesitaba hacerse de la reputación de Diosa que merecía.
Entre gritos desesperados y suplicantes lloriqueos, apareció Thor en un rayo.
Preguntó a Fandral rápidamente lo que sucedía, éste le explicó que perdió el control. Él ayudaba a las personas que estaban cerca y habían resultado heridas. Ya que gritarle que se deteniera había sido un fracaso.
Thor agitó su martillo para volar cerca de ella.
—¡Ángela detente! —Gritó el dios del trueno. Ella lo ignoró y continuó su labor—. ¡Ángela por favor! ¡Hieres a tus hombres! —Tampoco funcionó, entonces él tuvo que recurrir a algo más profundo para ella—. ¡Recuerda a Steve! ¡Él no querría que estés haciendo ésto!
La chica se detuvo en cuanto escuchó su nombre. De pronto pareció recobrar la cordura, se miró las manos y aparecieron lentamente los iris en sus ojos. Gradualmente bajó y quedó sentada en la tierra.
Thor se inclinó, le tocó el hombro y la miró.
—¿Estás bien? —Preguntó con voz serena.
Ella lo miró con los ojos llorosos.
—Hace mucho que no me llamabas así... Y que no lo mencionabas a él.
—Lo sé y lo siento, sé que aún no...
—Está bien, fue lindo —Sonrió levemente—. Lo extraño, al igual que al resto.
Evitó derramar lágrimas.
—Aún me tienes a mí —Contestó Thor acercándose a ella para abrazarla—. Y tienes a Hogun, Volstagg, Sif... Fandral.
Ángela lo miró y describió las intenciones del dios.
—No eres muy sutil que digamos, Thoribio —Suspiró y sonrió.
Ese apodo era lo primero que había recordado al llegar a Asgard y sabía que no le gustaba en absoluto a Thor, eso lo hacía más divertido.
El dios sonrió y se separó de ella.
—Sabes que te quiero, ¿verdad, Adaribia?
Ella asintió y sonrió. Él había inventado ese apodo para ella después de que Ángela lo llamara Thoribio de niños.
—Y yo también te quiero —Contestó suavemente y sonrió.
—Bueno, es hora de irnos al campamento ya que —miró a su alrededor—. Terminaste con todo por aquí.
Ella se sintió avergonzada y terriblemente mal por lo que había hecho. Sin embargo no podía usa sus poderes de nuevo para evitar el desastre, al final obtendría la reputación que deseaba... Muy en el fondo.
Al regresar, Ángela se vio casi en la obligación moral de escribir, todo aquello que sentía. Estaba pasando por una situación difícil, eran tantas cosas, tantos sentimientos y nada de respuestas.
Comenzó como algo sin importancia, pero terminó siendo una carta para Steve:
“Querido Steve, ya ha pasado un tiempo desde mi partida de midgard. Hoy te recordé, más que todos los días, hoy estuviste presente en la mayor parte de mí día. Tengo miedo de que te hayas olvidado de mí o qué te hayas hartado de esperar y ahora tengas una novia o esposa.
Te hice una promesa y pienso cumplirla, por favor no te rindas... No renuncies a mí.
Mi padre y el de Thor quieren casarme con un Asgardiano pero me he negado rotundamente.
Sólo te puedo ser fiel a tí.
Por el momento seguimos en guerra. He aprendido bastante acerca de mí misma y de lo capaz que soy para estar en éste conflicto.
Aún no recuerdo la conexión que tenía con cada uno de los amigos de Thor pero por lo que he visto son amigables, nobles y muy honestos.
Sólo Sif se ha mostrado distinta, he tenido mis roces con ella y, es que, nunca está de acuerdo conmigo, siempre trata de pelear y nada de lo que digo le place.
También descubrí que está enamorada de Thor. Lástima que él está con Jane y estoy aquí para recordarlo. (Tal vez por eso me odia...)
Por las mañanas, al despertar, tú siempre eres el primero que está. Me pregunto cómo estás, sí estás con alguien o si me sigues esperando.
A veces me pongo a pensar que ya me olvidaste o pusiste punto final a nuestra historia. Que ya estás con alguien siendo feliz, eso estaría bien porque ya ha pasado tiempo y no quiero que estés deprimido por mí.
Pero me rompe el corazón el tan sólo pensarte al lado de alguien que no sea yo. Soy egoísta, lo sé, pero... eres la única persona que he amado con toda mi alma.
Cada mañana me alisto con el temor de cruzar esa puerta y no volver con vida, pero luego te recuerdo y me obligo a no rendirme para poder estar un día contigo, de vuelta en Midgard.
A veces pienso que irme fue una mala idea. Sólo cuando regrese lo sabré ya que, sí ambos estamos dispuestos a seguir, habrá valido la pena.
Te amo.
Con cariño, Ángela.”
Al terminar la carta, dejó la tinta, la dobló y la colocó debajo del collar que contenía las fotografías de Steve y ella, ya que había decidido quitárselo y dejarlo guardado por un tiempo, con la excusa de que no quería perderlo.
Suspiró al verla.
De pronto, ella sintió un gran golpe en la cabeza, tan fuerte que cayó de la silla. Un grito salió de su garganta y se tomó la sien con ambas manos.
De pronto comenzó a recordar, de una forma dolorosa, cómo había conocido a Fandral.
Imagines se agolpaban en su cabeza.
Una cena en un restaurante, un encuentro en los entrenamientos, un paseo a caballo, combates juntos, viajes a otros mundos, y luego esa escena en la terraza del castillo de Odín, a las luces violetas, naranjas y amarillas del atardecer.
Fandral le tomó la mano y ella lo miró sonriente, luego él se arrodilló y sacó una pequeña cajita de color negro.
Adara estaba sorprendida, necesitaba saber que lo que había adentro era una sortija.
Entonces él abrió la cajita dejando ver un anillo con un diamante en forma de flor de loto. Ella amaba las flores de loto y los anillos, se le hacían un detalle precioso.
Ella sonrió de oreja a oreja, miró a Fandral entusiasmada.
—Adara, quiero pedirte que seas mi esposa, ya he pedido tu mano y me han dado permiso... Sólo faltas tú —Murmuró un tanto nervioso.
—¡Claro que si! —Gritó la chica y lo abrazó haciendo que ambos cayeran, ella encima de él.
Rieron y él le colocó el anillo.
Luego Adara despertó.
Miró a todos a su alrededor, estaba recostada sobre el piso con la atención de Thor, Viggo y Sigur.
—¿Y Fandral? ¿Dónde está él? —Preguntó desesperada.
—Está afuera, no lo dejamos entrar —Contestó el dios del trueno.
—¡Necesito verlo! —Gritó levantándose.
Dejó de lado a todos y al salir de la tienda de campaña comenzó a buscarlo.
—¡Fandral! —Gritó y miró a todos lados—. ¡Fandral!
Finalmente lo divisó sentado en una roca con cara de preocupación. Ella corrió a él y lo abrazó fuertemente.
—Eres tú —Murmuró ella, luego se separó—. Eres tú, te recuerdo.
Él sonrió ampliamente y sintió la confianza de acercarse y besarla.
—Soy yo, Adara —Contestó él entre besos con una enorme sonrisa.
Y... Ángela y Steve
jamás se volvieron
a ver. Fin.
¡Ahhh se creaan! Esperen la continuación (;
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