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O8

𝓽𝓱𝓮𝓻𝓮 𝓶𝓾𝓼𝓽 𝓫𝓮 𝓪𝓷 𝓪𝓷𝓰𝓮𝓵

Durante mucho tiempo, Hesper pensó que se encontraba en el vacío.

A su alrededor solo había nada. No oscuridad, porque eso ya es algo. Nada. Abría los ojos y seguía viendo lo mismo que cuando los tenía cerrados. Depués lo sintió, el vacío y como su cuerpo iba pasando a formar parte de él. No hace falta ser muy listo para saber que cosas así te borran del mapa.

Hesper tenía claro que iba a morir. Y esperaba que fuese así, no quería ver a su hermana allí metida, o a alguno de sus tíos. Ojalá fuese así... Era lo que deseaba. Y de hecho no sentía a Adriel por ninguna parte, lo cual era un alivio.

Y allí se quedó, esperando a que la muerte finalmente lo atrapase, pero no llegaba el momento.

Al cabo de mucho tiempo —porque para él fue eterno —, se dio cuenta de que no estaba flotando, como había pensado en un principio. Estaba pisando algo, un suelo, una superficie. Lo cual significa que podía caminar. Tardó un poco en atreverse a dar los primeros pasos, pero una vez los dio, ya no paró. No veía hacia dónde iba aunque tampoco creía que pudiera ir a alguna parte. Pensaba en ese lugar, o no lugar, como en un espacio vacío, o, siguiendo esa idea, un no espacio. Lo que hay fuera, una nada, que en verdad es algo, se convierte en algo en el momento en el que él existe en ese plano. Hesper era muy inteligente, filosófico a veces aunque, esto era un campo que le iba grande todavía.

Siguió caminando. Y llegó un momento en el que perdió la noción del movimiento. Finalmente, tras muchísimo tiempo caminando, cuando ya ni si quiera él mismo podía reconocerse, cayó derrotado al suelo. Y por primera vez en lo que parecieron siglos, soñó.

Frente a él había un joven. Parecía nervioso. Sus ojos eran azules y brillaban. Se veía realmente preocupado, aunque Hesper no podía entender por qué; todo a su alrededor parecía muy normal, muy estable. El joven, que rondaría los veinte años, quizás un poco menos, alzó la mirada, y Hesper sintió que lo miraba directamente a él.

—Esto es raro, pero... ¿Cuándo ha sido normal? Toda nuestra vida ha sido un maldito... —Suspiró —Llevo toda la vida esperando a esto, y todos estos años no me lo he creído. Esto no era más que un sueño, pero aquí estoy... —Volvió a suspirar —Hesper. Ahora mismo no lo entenderás pero llegará un día en que estés en esta misma situación. Estamos predestinados para algo... Inefable. Todos corremos peligro. Y solo tú puedes evitarlo.

»La vida, el tiempo, no es lineal. Es un término que se ha estado explorando, que tú explorarás y cuando lo entiendas y descubras, será cuando todo tenga sentido.

»Y también existen los planos. Tú estás ahora en

El chico miró hacia otro lado, como si algo llamase de pronto su atención, fuera del plano, del campo visual que Hesper tenía. Volvió a mirarlo a él, más nervioso.

—Ya no queda tiempo, Hesper. Ellos... Ya están aquí. Tenemos que hacer algo. Ojalá que tú nunca tengas que hacer esto. ¡Evítalo! ¡Evita que se lo lleven! ¡Salva a...!

Todo de volvió negro de pronto, oscuro e insonorizado. Hesper se mantuvo quieto unos segundos, esperando que sucediese algo. De hecho, ni si quiera se había percatado de que estaba otra vez en pie y despierto, o como fuera.

"Salva a... ". ¿A quién? ¿A quién debía salvar? Pero primero, debía averiguar cómo salir de ese lugar, o... Mejor dicho, cómo volver a su lugar. Cerró los ojos y respiró hondo.

—Vale. Muy bien, Hesper, tienes que volver. Tienes que hacer algo, alguien te necesita...

No sabía muy bien qué hacer, pero imaginó que podía hacerlo, que podía salir de allí solo con pensarlo. Aunque era obvio que no podía. No comprendía ese lugar y dudaba mucho que lograse hacerlo algún día. Él no podía viajar entre planos.

Tras varios intentos sumidos en el fracaso, Hesper se derrumbó, literalmente. Cayó al suelo, desesperado, asustado. No era capaz de hacerlo. Por un segundo creyó que podría, creyó que podía ser un ente muy poderoso que pudiese hacer lo que quisiera, pero estaba equivocado... Él no era tan fuerte...

—Yo no soy Adriel...

Aquel silencio se mantuvo durante un largo rato. Parecía como si todo se des tuviera a su alrededor, todo excepto él. Hesper empezó a llorar, y fue su llanto lo único que se escuchaba.

—No valgo para nada... ¡Soy un completo inútil!

¿Qué diría su hermana? ¿Qué dirían Crowley y Aziraphale? Se suponía que él era el más responsable, el más cuidadoso. Había defraudado a todos, había sido un error ir al cementerio otra vez. De hecho, ya no recordaba por qué habían ido, y ya no le importaba.

Se preguntaba si Duncan estaría bien, si Adriel estaría bien. Aún estando en su situación, se preocupaba por ellos. Pero no se parecía en nada a ninguno. Adriel era su reina, su heroína, siempre los estaba protegiendo. Y Duncan se esforzaba tanto por no quedarse atrás que cada día era más fuerte. Él era el único que no lo hacía. Veía a su hermana pegarse a espadazos de madera con Duncan mientras que él no hacía nada. Ellos soñaban, volaban, eran libres de hacer cuánto quisieran. Él no. Una vez, en una feria local, una mujer le preguntó: "¿Cuál es tu mayor deseo?".

No respondió nada porque no tenía ninguno. Se resignaba a sonreír y aceptar que lo que tenía en su vida era lo máximo a lo que podía aspirar. Entonces no tenía sueños ni deseos de ese estilo. Ahora... Algo en él había despertado.

—Deseo ser más fuerte...

Como si su propio ser lo hubiera escuchado, Hesper notó algo en su interior, una fuerza que comenzó con una chispa y crecía y de expandía como el fuego. Su pecho se iluminó, algo dentro de su cuerpo brillaba, incandescente, y se incrementaba a una velocidad de infarto.

Hesper empezó a gritar de dolor. Sentía su cuerpo explotar en mil pedazos, rompiéndose primero. Se desbordó la sangre que corría por sus venas, saliendo por la nariz, por los oídos y por los ojos. El niño se retorcía en el suelo. Nunca antes había sentido tanto dolor. No podía pensar más que en lo mucho que le dolía, en lo mucho que quemaba y gritaba fuerte, tan fuerte, que podían oírlo desde otro plano.

Un fuerte temblor que iba a más despertó a Crowley y Adriel súbitamente. La casa se zarandeaba, el pueblo entero lo hacía. La niña, asustada, se agarró al demonio.

— ¿Qué está pasando? —Preguntó agitada Adriel, agarrándose más fuerte al demonio.

Crowley miraba a todas partes, confuso y aturdido. Todo temblaba a su alrededor de una manera tan fuerte que parecía irreal. Cogió en brazos a Adriel y bajó a la planta baja como pudo. Allí, Aziraphale, Anathema y Newton estaban agarrándose a todo lo que pillaban —el ángel, por supuesto, protegiendo a Duncan, que debió despertarse con la sacudida.

— ¡¿Qué está pasando?! —Gritaba.

— ¡Terremoto! —Gritaba Newton.

— ¡Os lo advertí! —Gritaba Anathema.

— ¡¿Qué cojones habéis hecho?! —Gritaba Crowley.

Aziraphale no gritaba. Solo se miraban a los ojos —bueno, el ángel miraba el cristal negro de las gafas de Crowley, en realidad.

— ¡¿Es un terremoto?! —Preguntó el niño, agarrado a la ropa de Aziraphale como un gato.

—No... —Murmuró Adriel, en brazos de Crowley —No es un terremoto.

— ¡¿Y qué es?!

Adriel levantó la cabeza.

No sabía cómo, pero lo sabía. Ni tampoco podía verlo, pero lo veía. No lo escuchaba, pero lo hacía... Adriel estaba conectada a aquella arrasadora fuerza, y podía sentirla, llamándola. Aquel era un monstruo para el que nadie la había preparado. Podía oírlo rugir su nombre en la distancia, mientras rompía un velo que separaba distintos planos, lo cual estaba causando aquel temblor de tierra.

—Hesper...

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