O7
𝓽𝓱𝓮 𝓹𝓸𝓲𝓷𝓽 𝓸𝓯 𝓴𝓷𝓸𝔀 𝓻𝓮𝓽𝓾𝓻𝓷
—Se ha dormido.
Aquellas fueron las primeras palabras que dijo Crowley, después de regresar de su visita al cementerio. El demonio había dejado a una agotada Adriel en la cama, arropada y con la puerta cerrada, y había bajado al salón a encontrarse con Aziraphale.
—Oh. Eso es bueno. Lo necesita.
Crowley lo observó con pesadumbre.
— ¿Cómo está el chico?
—Bien, bien. No tenía nada roto, solo... Unos arañazos, pero ya lo he curado.
—Mejor... Luego habrá que encargarse de su memoria.
— ¿Su memoria?
—Tenemos que saber qué ha visto. Y luego hay que borrarle la memoria.
— ¿Borrarle...? Crowley. ¿En serio estamos hablado de esto?
— ¿Pretendes que lo dejemos estar? Nuestro secreto se está desmoronando en estos momentos, necesitamos que se solucione toda esta mierda para poder seguir con nuestra vida.
—Pero, Crowley. Duncan...
— ¿Qué? No puedes decir nada en contra de mi posición, porque sabes que es lo mejor, para el niño, para Adriel y Hesper, y para nosotros.
—Le estaremos utilizando.
— ¡No te pongas ahora con esos temas de la moral! Zira —lo cogió por los hombros —, es lo que tenemos que hacer y punto.
El ángel en cambio seguía sin estar muy de acuerdo con eso. Aunque, tenía razón Crowley, su estabilidad, su vida y su gran secreto, dependían de que siguiera siendo eso, un secreto.
Con tres toques, una pausa, otros dos toques, otra pausa y un toque final, la identidad de quien llamaba quedó revelada.
Crowley se apresuró en ir a abrir la puerta y rápidamente, una ágil Anathema Device, seguida de su prometido, Newton Pulsifer, entraron en la casa.
—Necesito que me hagáis un resumen rápido.
—Adelante... —Murmuró Crowley, cerrando la puerta.
—Has sido tú quien nos ha llamado y pedido que viniéramos volando, que estabais jodidos y no sé qué de otro mundo.
— ¿Otro mundo? —Preguntó Newton.
—Más bien es otro plano.
— ¿Estamos hablando de fantasmas?
— ¡Estamos hablando de otro plano! —Gritó Crowley, perdiendo ya los nervios.
—Vamos a calmarnos primero, ¿vale? —Dijo Anathema —A ver, tenemos entre manos un problemón que, por cierto, yo debo arreglar.
— ¿Tienes algún problema con eso?
Anathema lo miró un poco cansada. Un ruido en la planta de arriba sirvió de milagro para que Crowley abandonase el salón y acudiera a ver qué sucedía. Rápidamente, el ángel trató de excusarlo.
—Está preocupado...
—Pero no hace falta ponerse así con quien viene a ayudarte.
—Compréndelo, Anathema —insistió el ángel —, hemos perdido a Hesper, Adriel está en medio del asunto y podríamos... Podríamos perderlo todo...
Anathema suspiró. No veía bien el comportamiento tan brusco del demonio, ¿qué demonios? ¡Es un demonio!
—Muy bien. Cuéntame todo lo que sepas.
En la planta de arriba, Adriel había vuelto a despertarse. Crowley la tenía en su cuarto, porque en el de los niños, sentía demasiado la falta de Hesper. El demonio sabía que debían recuperarlo sano y salvo, o eso destrozaría a la niña. Abrió la puerta y se la encontró en el suelo, con una mano ena cabeza, y un gesto que parecía estar maldiciendo toda la vida de la faz de la Tierra.
—Eh.
Alzó la mirada, pero con el mismo gesto.
—No me mires así.
Miró brusca para otro lado.
—Creí haberte dicho que necesitabas dormir.
—Dormir es para bobos, inútiles y torpes.
— ¡Hey! Que a mí me gusta dormir.
—Y por dormir he perdido a Hesper.
—No lo has perdido.
— ¿Y por qué no está aquí? ¡Ni en ninguna otra parte!
—Adriel... Tienes que calmarte.
—Sí... Es verdad. Mis poderes podrían arrasar todo este pueblo —su mirada irradiaba odio —, pero si no aparece mi hermano, te juro que será lo mínimo que le haga a este insignificante mundo.
Aquellas palabras pusieron los pelos de punta a Crowley... Porque sabía de dónde salían, o mejor dicho, de qué...
No quería pensar en ello. Solo era una teoría, pero, si era cierta, eso significaría que sus niños no eran... Bueno, niños.
—Oye, mocosa —Crowley se sentó a su lado —, ¿sabes la de veces que he metido la para a lo largo de la Historia? —No dijo nada —Prácticamente, todas las cagadas de la Historia han sido mías, en realidad.
Seguramente, no estaba yendo por un buen camino. Crowley era muy bueno en entretener a los críos y enseñarlos cuando su objetivo era más bien corromperlos o convertirlos en versiones miniatura de él —con Adriel había salido de maravilla —, pero era incapaz de tranquilizarlos. Era un desastre en eso. Así que solo se le ocurrió abrirse, pero de verdad, de corazón.
— ¿Sabes? Todo esto es mi culpa. No le busques una razón, es mi culpa, seguramente. Zira de esfuerza tanto en complaceros que aceptais sus decisiones y normas. Yo soy tan duro con vosotros, sobretodo contigo, que... Esto me pasa por no saber haceros felices —se rió, dolido —. Soy un pésimo padre, ¿en qué estaría pensando?
Crowley se mantuvo en silencio. En el fondo, era cierto. Lo que decía era verdad. Al principio no quería saber nada, pero, ¿a quién quería engañar? Estaba enamorado de Aziraphale desde... ¿Cuánto hacía ya? Y estaba enamorado de Adriel desde el momento en el que dijo su primera palabra —que, por cierto, fue serpiente —, y estaba enamorado de Hesper desde que le enseñó su primer bicho palo, cazado con solo dos añitos, el muy listo. Estaba enamorado de su vida, de su oportunidad. Pero era horrible. El no querer demostrar lo que todos sospechan o saben, solo por orgullo, le había llevado a situaciones complicadas. Hesper le tenía miedo y Ariel estaba retándole continuamente. Ella había sacado la fuerza arrasadora de una bomba, y el instinto de un lobo o un oso. El niño era un corderito asustado, o un cachorrito que se esconde detrás de su mamá osa. En aquella casa, él era el enemigo, él era malo, él era...
—Papá.
Para cuando quiso darse cuenta de lo que había dicho Adriel, la niña ya lo había abrazado como podía, mientras una lágrima de impotencia caía por su suave mejilla. Crowley la miró de reojo, algo paralizado por lo que le había llamado.
—Vamos a encontrarle. ¿Verdad? Nada va a cambiar... ¿Verdad?
—No... Nada...
Asomó una pequeña sonrisa que desapareció tan deprisa como había salido.
—Bien...
Adriel cerró los ojos, sin soltarlo, y se acomodó en su regazo para dormir.
— ¿Te quedas conmigo?
Crowley no podía mentir en ese momento. Tenía el corazón a cien. Era una sensación que no podía describir. No lo comparaba con su relación con Aziraphale porque eran totalmente diferentes, pero, no mentía al decir que nunca había sentido aquello que le invadía, y que nunca había sido tan feliz sin saberlo —sí, sí, sin saberlo.
—Todo lo que quieras.
Y Crowley no bajó.
Mientras, Anathema terminaba de comprender lo peligrosa que en verdad era la situación y lo que conllevaba.
—Aziraphale —lo llamó —, sabes que si hago esto, los ángeles, los demonios... Podrían encontrarlo.
—Lo sé. Pero tienes que traerlo a casa, Anathema. Es nuestro niño. Y sin Hesper... Yo no sé qué podría pasar con Adriel.
—Creo que podemos hacer otra cosa —sugirió Newton —. Al fin y al cabo, Adam es el Anticristo. Supongo que eso significará algo, ¿no?
—No podría hacer nada contra Hesper... —Aziraphale sintió un escalofrío —Tenemos que hacer esto, es el medio más seguro para todos.
—No para Hesper.
—Ya lo sé —Aziraphale se veía angustiado —, y lo que le vamos a hacer, no tiene nombre, ¡está mal! Pero —suspiró —, no puedo poner a nadie más en peligro.
— ¿Entonces? —preguntó Anathema.
Aziraphale suspiró. No podía perderlo, no podría vivir con ello. Lo que estaban a punto de hacer dejaría a Hesper expuesto a los que querían hacerle daño, pero de no hacerlo... No había alternativa. Miró a la bruja y asintió.
—Adelante.
⚜
E
n la más profunda oscuridad, hay paz, hay silencio. Hasta la más ruidosa forma, es neutralizada en este lugar.
Nada parece poder perturbar a los que moran en ella... Ni a los presos.
Un niño flotaba en la oscuridad, un día, o una noche, no eran conscientes. En su cabeza, los sonidos se disparaban, pero no podían salir. Pedía ayuda, pero no sabía dónde estaba, no sabía cómo salir de allí ni cómo hacerse oír. Un muro lo impedía. Pero entonces, algo rompió ese muro...
Y todo el mundo lo sintió...
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