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O3

- 𝓯𝓲𝓻𝓮𝓯𝓵𝓲𝓮𝓼 -

𝕷a noche caía sobre Castle Combe con silencio y tranquilidad. Las pequeñas luciérnagas revoloteaban por el jardín con alegría y encanto, como si fuera un hechizo que nunca quisieras terminar.

El verano estaba en su punto más álgido. Los niños corrían por las calles con ropa fresquita. Los enamorados aparcaban en algún lugar con vistas bonitas, o directamente, se bajaban a la playa a darse el lote.

Todas las familia salían por ahí a pasarlo bien, pero en cierto jardín, en una de esas casas de las afueras del pueblo, una familia permanecía allí, con Brother Louie de Modern Talking a tope, mientras una niña revoltosa corría y saltaba con agilidad canturreando la canción como podía, vestida con un gorro pirata y una espada de madera -también de pirata -, y otro niño con gafas miraba a los insectos a través de una lupa, vigilados por un ángel -ah, sí, que eso era un secreto -de persona que miraba las plantas y olía el aroma de las flores de su jardín -las cuales, con él se veían brillantes y esplendorosas, mientras que con el otro se encogían, muertas de miedo.

- ¡You're not good, can you see, brother Louie-uie-uie! ¡Na na naaa, na na naaa, na na nanananananana! -La niña se detuvo mirando al suelo antes de plantar el pie con brío, continuando su extraña marcha, baile, lo que fuera, asombrada de ver lo que había bajo sus pies: era una fila de hormigas. Ella sonrió ampliamente - ¡Hormigas!

Su hermano, al otro lado del jardín levantó la cabeza escandalizado y echó a correr con su habitual torpeza hacia ella, tirando la lupa por ahí.

- ¡¡HAY QUE APLASTARLAS!!

- ¡¡ADRIEL, NO!!

Hesper saltó sobre la espalda de su hermana antes de que ella pudiera aplastar con sus súper deportivas de Nike a las hormigas, desestabilizándola y derribándola hacia atrás. Por consecuencia, el golpe duro contra la espalda se lo llevó él. Pero procuró no quejarse demasiado antes de que su hermana montara un escándalo del tamaño del Armagedón porque se había hecho daño; es que Adriel era muy protectora con él.

Para socorrerlo antes de esto, estaba Aziraphale.

- ¡Hesper! ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? -preguntó su hermana mientras Aziraphale se acercaba, corriendo de una forma extraña y divertida para lo niños.

Hesper asintió mordiéndose el labio. Aziraphale le cogió en brazos y se lo llevó a dentro, para que pudiera llorar sin que Adriel le viese. La niña se quedó mirando a la puerta de la cara confusa, mientras Hesper era curado por Aziraphale -con un besito en la mejilla de regalo.

Y fuera, Adriel, en ese mismo momento en el que su hermano y Aziraphale regresaban, se daba la vuelta, alertada por el el motor del Bentley y Don't Stop Me Now resonando en la radio. Aparcó de un frenazo, y con su alma de diva, salió Crowley del coche con un ramo de flores. Al verlo, Adriel sonrió con malicia y se lanzó a por él con su espada por delante en cuanto cruzó la puertecita del jardín, gritando, rugiendo.

- ¡¡CROWLEY!! ¡¡HE VENIDO A MANDARTE DE CABEZA A LOS INFIERNOS, RUFIÁN!!

Adriel agitaba su espada de madera, pero era tan bajita que no conseguía ni alcanzarle el pecho. Crowley la frenó solo poniendo una mano sobre su cabeza.

- ¿Mm? ¿Desde cuándo esta mocosa estúpida se ha vuelto tan agresiva?

-Ah, Crowley -dijo Aziraphale saliendo de la casa, se le desviaron los ojos al ramo de flores -, querido...

-Oh... Eh... -se sonrojó, respondió malhumorado -Esto es para ti -miró para otro lado, extendiendo su brazo con el ramo -, me lo han dado para ti... Tienes admiradores por ahí, ¿sabes?

Al principio no respondió de ninguna forma, pero acabo riéndose. Aziraphale recogió el ramo siguiéndole a Crowley el juego.

-Pues dale las gracias a ese misterioso admirador.

- ¿Misterioso? -preguntó confusa Adriel -Pero si es él -respondió con obviedad señalando a Crowley.

Crowley la miró gruñón y le tapó la boca poniendo toda su mano en su cara.

- ¡Tú cierra la boca, listilla!

Adriel agitó la espada, pero seguía sin poder hacerle nada.

La puerta de los vecinos se abrió de pronto dejando salir a una pareja, de esas típicas y refinadas, algo estirados, finolis, pijos... Adriel tenía un gran vocabulario de este tipo -podemos adivinar gracias a quién -así que Aziraphale hizo bien al taparle la boca antes de que soltara cualquier burrada.

-Y este es el patio trasero y -era Dolores, y al verlos, se acercó con vivacidad - ¡genial, señor Crowley! Esperaba encontrarles aquí. Os presento a los Dipper, acaban de mudarse.

-Hola -saludó con simpatía el marido -, soy Simon Dipper, es un placer.

-Y yo soy Mary Dipper -se presentó la mujer -, un placer.

Adriel acabó siendo sujetada también por Crowley y su hermano, al ver que estos eran de esos blancos que Adriel tenía localizados para cualquier broma.

-Dejen que les presente. Este señor es mi amigo, el señor Anthony J. Crowley. Tiene una floristería en el pueblo, se le dan muy bien las plantas como pueden ver por lo esplendoroso que está su jardín -contó -, y el es Aziraphale Logentine. Le gustan los libros. Pero, a quienes quería presentarles es a estos dos encantadores niños.

Dolores los había visto crecer. Y ellos la habían conocido siempre. Cuando la veían, les salía sola una sonrisa.

-Adriel y Hesper, que tienen cuatro añazos ya... Igual que su hijo.

- ¿Habéis oído eso? -dijo entusiasmado Aziraphale -Vais a tener a un compi de juegos.

Hesper sonrió con intensidad. No tenía amigos, tan solo a su hermana, y la idea de tener a alguien más le llenaba de alegría. Adriel, en cambio, mostró su reacción más seca e insensible. Se encogió de hombros:

-Pues vale. Dolores, ya que estás aquí, quería preguntarte algo... -Logró que Crowley y su hermano la soltasen y de arrimó a las vallas - ¿Qué tal están tus plantas?

- ¿Mis plantas? Pues muy bien, Adriel, robustas y espléndidas. Hay alguna que otra hoja pocha... Pero se las ve bien.

Adriel levantó una ceja, miró a Crowley un momento y volvió a mirarla a ella.

-Más te vale no estar mimándolas demasiado. Si se las malcría desde pequeñas, al crecer se vuelven descaradas -aseguró cruzada de brazos y con indignación.

Dolores se rió, cosa que a Adriel no le gustó, pero antes de que pudiera soltar cualquier cosa por su piquito de oro, Crowley le tapó la boca.

En ese momento, un niño salió a trompicones del interior de la casa. Tenía en la mano un juguete de dinosaurio. Al llegar, se agarró al brazo de su madre y miró con timidez a los vecinos.

- ¡Ay, qué bien! -exclamó Dolores -Chicos, os presentó a vuestro nuevo amigo. Este es Duncan. Y ellos, Duncan, son Hesper y Adriel.

- ¡Hola! -saludó el niño -Soy Hesper, y me gustan los bichos. ¿Te gustan a ti los bichos? ¡Mis favoritos son las luciérnagas!

-A mí me gustan los dinosaurios...

-Bueno, a mí también me gustan. ¡Un día podríamos ir a un museo! ¿No, tío Aziraphale?

- ¡Claro que sí! Iremos a cuantos museos queráis.

Crowley y Adriel los miraron con la misma cara. En ese momento, en parejas, la frase de tal palo, tal astilla funcionaba a la perfección. Aziraphale y Hesper; Crowley y Adriel. No podían haber sido más idénticos entre sí.

-Qué coñazo... -dijo Crowley al cuello de la camisa.

-Qué pelmazo -dijo Adriel en voz alta.

- ¿A ti no te gustan los dinosaurios? -preguntó Duncan.

-No le gustan los museos -se río Hesper.

-No me gustais vosotros, par de raritos.

-Adriel...

- ¿Cómo te llamabas?

La cara de Adriel era un bloque de cemento al que no se podía dar forma. Tosca y rígida miraba a Duncan. Al niño le dio pánico mirarla desde entonces.

-Duncan Dipper.

-Dipper.

-Se llama Duncan -corrigió su hermano.

Adriel negó con la cabeza.

-Dipper. Y punto. Ale, ya está. ¡Tío Crowley! ¡Vamos a pelear!

Crowley rodó los ojos, y como tampoco le atraía mucho la idea de seguir fingiendo ser un padre, tío, vecino ejemplar, se llevó la fiesta a otra parte... Aziraphale tuvo que quedarse allí tratando de explicarse por ellos dos.

-Es su forma de demostrarse su cariño -dijo, y los Dipper se rieron -. Así que, se vienen a vivir aquí...

-Sí, señor -respondió enérgico el señor Dipper -, mañana empezamos la mudanza. Duncan está muy emocionado por empezar el colegio, ¿verdad?

-Un poco...

- ¡El cole es muy guay! -Exclamó Hesper arrimándose a la valla -Ya verás, vamos aprender un montón de cosas, y vamos a hacer un montón de amigos, y vamos a ir a muchos sitios. ¿Verdad que sí? -le preguntó Hesper a Aziraphale.

- ¡Por supuesto! Es un centro estupendo, y aquí la gente es muy agradable -les dijo a los Dipper.

Mientras Adriel y Crowley estaban quién sabe dónde, Aziraphale invitó a los Dipper y a Dolores a cenar. La casera de excusó con que tenía que volver a casa y terminar con el papeleo, pero los nuevos vecinos aceptaron.

La señora Dipper se ofreció a hacer la cena y junto con Aziraphale, hicieron un delicioso pastel de carne que voló de la mesa enseguida. Allí pudieron conocerse un poco mejor.

Los Dipper eran una familia pintoresca, muy de dibujos animados -como comentó Crowley cuando se marcharon -, muy agradables y felices. Duncan era un niño tímido, pero Hesper tenía una energía desbordante y consiguió contagiársela al otro niño, así que pronto se hicieron amigos. Adriel era más difícil. Siempre andaba cabreada, o fingiendo estarlo, una tipa dura capaz de cortarte la cabeza con una espada de madera. Duncan no se atrevía a hablarla, le daba miedo la forma que tenía de mirarle, su fuerte pose y las locuras que podía hacer con sus juguetes. Pero Hesper le acogió tan bien que Adriel no resultó un gran problema toda la noche.

Al final, todos contemplaron con las luces apagadas una especial noche en el pueblo: la Noche de las Luciérnagas. Para Hesper, un amante de los insectos, era una de las mejores noches del año. A Adriel y Crowley les gustaba por las miles de luces que flotaban por ahí.

-Ha sido un placer.

-Igualmente, señor Logentine. Muchas gracias.

-A ustedes. Ya nos veremos.

- ¡Eh, mocosa! -gritó Crowley, pero Adriel no respondió ni acudió a la llamada - ¡Ven a despedirte de los Dipper!

Crowley y Aziraphale se miraron en silencio. Hesper los observó un poco confuso y preocupado por su hermana. Aziraphale sonrió un poco incómodo.

-No se preocupen. Cosas de niños -dijo la señora Dipper -. Venga, Duncan, despídete de tu amiguito, que es hora de irse a la cama.

Duncan se despidió con un sonrisa y se fueron a su casa. Crowley se adelantó y subió deprisa a la habitación de los niños, donde Adriel estaba, mohína, escondiendo la cabeza entre las rodillas.

- ¿Sabes que eso ha estado muy feo?

Se encogió de hombros.

-No eres un demonio, Adriel, así que, tienes que hacer cosas... Buenas, ¿vale?

-Me da igual.

-No. Mocosa -Crowley se sentó, brusco a su lado y la agarró para que le mirase -. Te estás comportando muy maleducadamente. Y ya sabes que eso no le gusta a Aziraphale.

Volvió a encogerse de hombros. Crowley bufó.

-No le caigo bien.

- ¿A quién?

-A nadie.

-Eso no es cierto.

-A ti no te caigo bien.

-No. No mucho. Eres una mocosa muy pesadita.

- ¿Entonces a quién le caigo bien?

-Pues le caes bien a Aziraphale. Y a tu hermano... ¡Pff! ¡A tu hermano le encantas!

Crowley consiguió arrancarle una sonrisa tímida.

-Escucha. Si a nadie más le caes bien, pues allá ellos. Pero no te enfades ni te escondas. Da la cara y si te dan la espalda...

- ¿Se la doy yo?

Crowley -por dentro -sonrió satisfecho. Removió el pelo de la niña y se levantó dando paso a Hesper.

-Anda, enano, ve a darle mimos a tu hermana.

El niño corrió y de subió a la cama abrazando a Adriel con fuerza y una gran sonrisa. A ella le gustaba su hermano, era el mejor que podía tener. La reconfortaba, la cuidaba y la aceptaba, aunque algo les decía que era ella la mayor, era él quien la protegía del dolor. Era el mejor hermano del mundo.

Crowley cerró la puerta tras comprobar que Adriel estaba algo mejor y al darse la vuelta, se encontró con Aziraphale a punto de abrir su bocaza.

-Sé que no quieres admitirlo. Pero, Crowley. Te encanta esa cría.

- ¡Cállate! Va a oirte y sería fatal para la educación que la estoy dando...

Aziraphale arrugó la frente.

-No es una de tus plantas, lo sabes, ¿no?

-Pues con ellas funciona...

Antes de irse hacia la habitación, Aziraphale se rió.

-Eres un buen padre, Crowley. Eres...

-No.

-Muy...

-Ni se te ocurra decirlo -Crowley se giró a él.

-Bue...

Antes de pronunciar la palabra completa, Crowley se lanzó sobre él tapando su boca con un beso que dejó a Aziraphale sin habla.

-Si quieres más, cierra el pico. ¿Entendido?

Crowley se fue, rojo y echando humo por las orejas y el ángel paralizado, se reía con timidez ante la actitud de Crowley.

-Muy bueno...

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