había pasado una semana, y samuel se sentía aún peor. extrañaba tanto hablar con david, que más de una vez se descubrió escribiendole un mensaje de buenos días, o simplemente contándole su día.

lloraba todas las noches sin parar, se sentía muy mal.

le contaba a su psicólogo como se sentía, pero ya ni eso ayudaba. no sabía como dejar de llorar.

"lo amo", le dijo a arturo, su psicólogo. "y de verdad lo extraño muchísimo...".

arturo lo miró afligido. no era raro que samuel llorase en la terapia, pero esta vez había algo más en él: tenía el corazón roto.

"¿y se lo externaste?" preguntó.

"no quiero hablar con él... no quiero volver a llorar delante suyo, me lastima" lloraba samuel.

"¿y si tratas de ser su amigo? quizás eso funcione", sugirió arturo.

samuel no sabía que hacer.

se sentó en aquel diván y se abrazó a sus piernas escondiendo el rostro en sus rodillas.

"no quiero que me deje", decía entre lastímeros sollozos.