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Capítulo 6

Raphael

Me remuevo en el asiento, estoy incómodo, esta es la ceremonia más ridícula a la que he asistido, la silla es penosa y Simon aún no aparece, como siempre quiere ser el centro de atención de todos.

La gente me mira, cuchichea sobre mí, lo sé, puedo ver las caras de sorpresa, como si no fuese un Williams más, odio que hagan eso, para nadie es un secreto que soy la oveja negra de la familia, no por mucho.

Pronto seré bienvenido, el único.

—Hermanito, por fin nos das con la vena del gusto y asistes a una gala —Jack se sienta a mi lado, tiene el pelo negro corto y ojos verdes, una versión mía una poco más entrada en años, sólo verlo me causa jaqueca.

Tiene la personalidad insufrible de Stella y no me cae nada bien, en realidad ninguno de ellos es soportable, sólo estoy aquí por la amenaza de Stella porque tampoco me importa si Simon consigue otra estúpida medalla o un maldito ascenso.

—Tu madre me obligó a venir y ni siquiera está cerca para saludar.

—Nuestra madre está ocupada —rectifica como si fuese a llamarla madre porque lo haga —. Es una General, no puede dejar las cosas inconclusas.

—Ya que Stella no vendrá puedo irme —hago el ademán para ponerme de pie, pero Jack lo impide colocando una mano en mi hombro, me susurra al oído cuando ve la atención en nosotros.

—Te vas cuando Simon reciba su medalla, no te atrevas a dejarnos en ridículo frente a todos.

—Quita tus asquerosas manos de mí —gruño, Jack me suelta enseguida y sonríe de medio lado.

¿Puede existir alguien más odioso que tú? Quiero estamparte la cabeza contra el suelo repetidamente.

—¿Aún estás enojado con nosotros por algo tan insignificante?

Trago ante la mención de ese hecho, es un golpe bajo que recurra a eso y demuestra lo venenoso que puede ser, me importa una mierda lo que ellos hagan.

No saben lo que es verme enojado, si lo estuviese estaría ahora mismo golpeándolo hasta el cansancio, hasta mancharme la cara y nudillos con su asquerosa sangre.

Ya pasé por ese proceso, no estoy enojado, ahora planeo aplastarlos de otra forma, acabaré con ellos con inteligencia, cortaré de raíz este ciclo enfermizo, tomaré lo que me deben a su debido tiempo, esa será mi única satisfacción, quitarles lo que tienen poco a poco.

—¿Enojado? Ni siquiera pierdo el tiempo odiándolos, eso sería desgastarme en vano —Jack niega como si no tuviese ningún tipo de remedio, quizás no lo tengo, pero definitivamente no por las razones que él cree.

—A veces olvido ese detalle de que no puedes sentir una mierda, pero sabes que hicimos lo correcto.

Asiento sin más, no voy a entrar en una discusión con él, no tiene sentido.

—Claro, vete a molestar a otra parte.

No se mueve, miro arriba cuando alguien se alza sobre mí, es un hombre italiano, no viste para el evento, cabello descuidado y barba de varios días, mira mis insignias en la chaqueta con atención.

¿Tenente Colonnello?

—Si —alcanzo el papel que me ofrece y asiente.

Il signor Diago ti manda questo.

Y con eso último desaparece de mi vista, desdoblo la hoja de papel y veo un Grazie con letra clara y legible, el trazo es cuidadoso.

—¿Ahora te relacionas con la mafia italiana?

—No es de tu incumbencia —replico arrugando el papel y metiéndolo en mi bolsillo, italianos, creyendo que tienen que demostrar tener la polla más larga.

Miro al frente escuchando el sonido que le da apertura al evento, Simon está a unos metros del escenario hablando con Rafaella Williams, nuestra abuela materna y General retirada de la IMS1 francés, otra hipócrita. 

Lucca Santino, el actual Mariscal de la IMS1 con sólo cincuenta años sube al estrado y empieza a saludar, nos ponemos de pie, siendo Mariscal tiene todo el respeto y poder de cada Comando en el mundo y es mi próximo objetivo.

Tengo que ser Mariscal para joder a todos los Williams, es una de las cosas que los hará arrastrarse como las cucarachas que son, habla y habla sobre algo, no me importa.

Cada soldado que recibirá su medalla está en la parte de atrás en una formación perfecta, Simon es el primero siendo el Coronel de la IMS1 en Francia.

Es una lástima no poder apartar la vista a la hora que Simon recibe su medalla, el Mariscal toma la prenda de un almohadón y la coloca en su cuello, sería perfecto e irónico estrangularlo con ella.

—Coronel Simon Williams, le otorgo esta medalla por su valor, hónrela cada día de su vida —Simon da su saludo y le siguen los demás soldados, si no recuerdo mal apresaron a un Terrorista Irlandés y desmantelaron tres explosivos ubicados a lo largo de las líneas del metro.

Vuelvo a mi silla incómoda una vez termina todo, Camila Williams se sienta a mi lado y pregunta todo sobre mí, es demasiado hermosa y agradable para ser la esposa de Simon.  

—Estoy bien —repito por decimoquinta vez, ella acaricia mi brazo y me molesta.

—Tu hermano está feliz de tenerte aquí.

—Lo dudo mucho.

Camila me agarra del bíceps y fija su atención en mí, ojos castaños y cabello cobrizo, una mujer sencilla que carece de malicia, pero todo lo que entra en mi familia termina en el mismo estado, podrido.

—Se parecen tanto.

—Fue lo único en lo que sirvió Stella, de fotocopiadora ya que sus hijos son todos idénticos —Camila ignora el comentario soez, la pobre, tan tierna, debería agarrar a su hija y largarse muy lejos.

—¿Cuándo irás a conocer a tu sobrina?

—No lo haré, no me interesa.

—Amara quiere conocerte, tu madre le habló de ti —sonrío escuchando el comentario, me parece absurdo imaginar a esa víbora hablando con su nieta con normalidad.

—Oh, así que le habla a esta nieta, es una sorpresa.

Camila me frota la espalda y coloca una cara que he visto demasiado últimamente, me tiene lástima.

Pronto me tendrás odio.

—Raphael, escuché lo que pasó y lo siento mucho, pero puedes apoyarte en nosotros, tu familia —me pongo de pie y la fulmino con la mirada, sé que lo dijo sin intención, pero me molesta que sea tan inocente, tan estúpida, dejando que las víboras convivan con ella.

Poder, eso es lo que le gusta, por eso se queda en mi familia, tan inocente no es.

—No sabes que mierda pasó cuando me pides semejante cosa, así que aléjate y…

—Raphael —uno de mis hermanos mayores corta mis palabras, el que acaba de conseguir esa estúpida medalla, Camila se pone de pie escondiéndose detrás de su esposo.

—Simon, felicidades por tu… ¿Cuántas son, dos?

—Es la cuarta y te pido que no le hables así a mi esposa —me burlo.

—Entonces dile a tu esposa que no se meta en temas de los que no sabe nada.

Camila me mira otra vez con lástima, odio que haga eso, sólo me da ganas de arrancarle los ojos.

—Somos padres, comprendemos tu dolor, por eso te dije que podíamos apoyarte —le acaricio la mejilla suavemente y sonrío de medio lado. 

—Camila, ven a verme cuando maten a tu hija, en ese momento sabrás que es lo que siento — ella da un paso atrás anonadada con mis palabras, miro a mi hermano que está ardiendo de furia—. Ya que vi este patético acto me retiro.

Saludo a varios Generales de camino a la puerta y le doy un último vistazo al Mariscal, Lucca está custodiado por sus guardias mientras habla con alguien por teléfono, mi abuela fija la atención en mi y pretende acercarse.

Me retiro antes de que lo consiga, ya tuve suficiente de encuentros desagradables, uno más me dejará sin paciencia y soy capaz de sacar la pistola en mi cinturón y empezar a matar.

No hay suficientes balas.

Subo al avión privado de Stella y le pido que me lleven directamente al Comando de Londres, recuerdo a Maddox y mi polla reacciona al instante, me cosquillean las manos por tocarlo.

Desabotono la chaqueta de mi traje y me acomodo antes de sacar la dolorosa erección, la acaricio imaginando a Maddox sin el uniforme, músculos duros y trabajados, el pelo rubio, los ojos azules, me acaricio más fuerte.

Quiero verlo masturbándose, sobre mí, cabalgándome, en cuatro soportando mis embistes, me corro con un gruñido y miro mi mano sucia, no soy de estos, Maddox tiene que responsabilizarse por esta situación.

Me arreglo el pantalón y limpio la mano con un pañuelo, verifico la base de datos desde mi teléfono, Maddox no se fue del Comando, está en su habitación.

Perfecto.

Bajo del avión y voy directamente al cajón de Maricarmen, agarro dos ganchos que tienen que servir para forzar la puerta de Maddox y camino hacia los dormitorios buscando la puerta del Capitán, el pantalón me molesta gracias a la erección, lo que digo, saciarme con las manos es imposible.

Me agacho para desbloquear la cerradura con los ganchos, se resiste así que tiro los ganchos al suelo con frustración, por supuesto, son las cerraduras de la IMS1, si logro abrirla demandaría a todo el que se me cruce delante.

Bueno, si no es a las malas, será a las buenas, voy a recepción, la chica de cabello castaño y lentes de pasta que contrataron hace unos días me mira con una sonrisa.   

—Teniente Coronel. ¿Qué desea?

—La llave de la habitación del Capitán Werner —ella mira la computadora, a las llaves colgando y luego a mí, está nerviosa por el pedido.

—No puedo concederle eso, Señor.

— Escucha — digo apoyándome en la barra, suspira cuando dejo mi boca muy cerca de la suya — Será tu secreto y el mío, Maddox es un amigo, pronto será su cumpleaños y necesito su llave para dejar la sorpresa.

Suspira. 

—¿La quiere ahora mismo?

—Si no es molestia, temo que lo olvidaré más tarde —ella se aleja a regañadientes y la coloca en la mesa.

—Pero tiene que devolverla.

—Claro, tienes mi palabra y lo que quieras —dejo caer mirándola de arriba abajo, un sonrojo abarca su rostro y me llevo la llave.

Subo las escaleras y sin hacer el más mínimo ruido abro la puerta, es increíble las mierdas que uno hace cuando está caliente, mi polla salta con la vista del pecho desnudo de Maddox.

Espero que estés desnudo.

Está agotado, días sin dormir lo tienen durmiendo como un bebé, me quito las botas junto a los calcetines y le acaricio el pelo que cae sobre su frente, se ve tan follable que casi no puedo aguantarme.

Compruebo que no está desnudo y es decepcionante, me siento sobre su cadera teniendo cuidado de despertarlo, ya que no lo hace le acaricio el labio inferior, dije que estaría en su boca y por supuesto que pienso cumplirlo. 

—No te atrevas —sonrío viendo los ojos azules clavarse en mi.

—¿A qué?

—Vete de mi habitación. ¿Cómo entraste?

—Tengo mis trucos.

—Vete —niego, no voy a irme a mi habitación y utilizar mi mano otra vez, no soy un adolescente caliente.

—Después de mi mamada.

—Estás loco.

—Si. ¿Y qué?

Le jalo el pelo haciendo presión hacia atrás, muerdo su garganta descubierta sacándole un jadeo, mi nombre se escucha tan bien en su boca que siento mi polla crecer un centímetro más.

—Raphael.

—¿Tengo que obligarte? —dejo que me mire, sus ojos azules me retan, tiene una erección a pesar de verse enojado.

Mmm, juego previo, me encanta el juego previo.

—Atrévete —le jalo el pelo haciendo que gruña, muerdo la nuez de Adam y sigo bajando con mordiscos hasta su pecho, chupo los pezones y luego encajo los dientes.

Maddox coloca una mano sobre la mía en su pelo y la otra me aprieta el muslo, necesito más, tengo que tener su boca ahora mismo, coloco sus brazos hacia arriba, me muevo y quedo sobre su pecho apoyando las rodillas a cada lado de su cabeza, me lanza una de esas miradas de advertencia. 

—No —desabrocho el pantalón sin importarme un carajo lo que diga, si quisiera ya me hubiese apartado hace mucho tiempo.

—Ahora serás obediente y me chuparás la polla hasta complacerme —digo bajando la cremallera de mi pantalón y agarrando mi erección, Maddox traga.

—Eres…

—Un arrogante, un loco, un pervertido y esto te gusta —termino de acariciarme, lo agarro del pelo con mi mano derecha y dirijo su boca a mi pene.

—Espera…

—Yo no espero, nada de dientes, tienes que cuidarla ya que te dará placer más tarde —la meto en su boca provocándole una arcada, joder, odio la inexperiencia y Maddox representa todo eso—. Abre la boca.

Obedece y lo intento de nuevo, llevo mi polla a su boca, gimo al tener la mitad envuelta en el calor y humedad de su boca, me muevo embistiendo hasta donde soporta, ir más profundo le provoca arcadas.

Maddox aferra las manos a mis muslos, los ojos azules están húmedos, si la intención es provocar lástima para hacer que me detenga hace el efecto contrario porque empiezo a moverme con más rapidez.

No puedo aguantarlo.

—Cuando no puedas más golpéame el muslo dos veces ¿entendido? —me aprieta dando a entender que si—. Aunque espero que no me detengas.

Me muevo y esta vez voy más lejos metiéndola por completo, las lágrimas de Maddox se deslizan por sus mejillas, vuelvo a entrar y salir maltratando su garganta, el agarre en mis muslos se hace más fuerte.

Fijo su cabeza y sigo embistiendo, una y otra vez hasta correrme en su garganta, tose cuando dejo salir mi polla, bajo viéndolo aún hacer ademanes para respirar.

Me mira con la respiración agitada, los labios rojos y aún un poco de semen en su mentón.

Sexy.

—¿Era necesario ser tan brusco? —su voz está afectada, se limpia las lágrimas y me fulmina con la mirada.

—¿Qué esperabas? Estaba follándote la boca, no haciéndote el amor —me pongo las medias, Maddox se pone de pie viéndome, la imagen de él sólo en ropa interior hace que mi pene quiera volver a la acción, los músculos tensos, la erección.

Me concentro en lo mío antes de atacarlo otra vez.

—¿Qué haces?

—Ponerme los zapatos para irme, tengo que llegar a mi habitación.

—Tenemos que hablar —me coloco los zapatos y sonrío, Maddox achica los ojos sin saber que esperar.

—No, hablas con tu esposa, conmigo no.

—No seas imbécil —coloco los ojos en blanco.

—Eso es lo que soy.

—Tenemos que ponerle un límite a esto —me acerco y agarro su pelo otra vez, la mirada fulminante sigue sobre mí.

— Ya hay un límite, cuando me aburra de ti.   

—¿Qué hay de lo que yo pienso, de lo que quiero? —sonrío y muerdo la nuez de Adam.

—No me vengas a lloriquear ahora cuando te ha gustado tener mi polla en el fondo de la garganta, no eres una víctima.

—¿Cómo funciona esto entonces? —gruñe empujándome, odio tener que hablar tonterías —. ¿Cada vez que tengas ganas me llamas o irrumpes en mi habitación para que te la chupe?

—No, funciona en ambos sentidos, tú me buscas cuando estés caliente y yo haré lo mismo, pero no será sólo para chupármela, la próxima vez voy a meterla aquí así que prepárate psicológicamente —advierto tocándole el culo.

—Raphael.

Rebusco en mis bolsillos y saco mi llave, la extiendo para él.

—Aquí tienes.

—¿Qué es esto?

—La llave de mi habitación, siéntete libre de ir cuando quieras que te joda —coge la llave y la tira al suelo con mal carácter.

—Eso no pasará.

—Creo que dijiste eso antes de chupármela.

—Imbécil.

—Fue bueno —agrego cogiendo el pomo de la puerta, Maddox arquea una ceja—. Pero la próxima vez, sobre tus rodillas y cooperando con la cuestión, quiero tu lengua trabajando.

Se ríe como si fuese estúpido.

—¿Y si voy a que me lo hagas tú a mi?

—No tengo problema con eso, pero tienes que hacerte cargo de mí luego.

Me voy dejándolo completamente sorprendido, al menos ya tuve una de las cosas que quería, ahora trabajaré por las demás, necesito más, tengo que tenerlo a mis pies sea como sea.

Eres una pieza más que fundamental en todo esto, no me decepciones, tengo muchos planes y puedes darme la llave de la mayoría de ellos.

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