Capítulo 5
Maddox
Me froto los ojos, sigo cansado gracias a ese maldito de Raphael, necesito un buen descanso, una hora no es suficiente, estoy más relajado y odio admitir que es a causa de los toques de ese maldito.
Joder ¿Cómo dejé que me masturbara, cómo pude correrme en su mano?
Nunca tuve un acercamiento de este tipo con un hombre, estoy rodeado de ellos y no me llaman la atención, Ottavio estuvo encima de mí acariciándome, besándome y a pesar de ser atractivo no sentí nada.
El problema eres tú, maldito Raphael.
Estoy casado, aunque no sea un matrimonio satisfactorio actualmente no puedo ir a revolcarme con cualquiera, mucho menos con él, voy a perder la cabeza.
Termino de vestirme y troto hacia el campo de entrenamiento, genial, tarde de nuevo, Raphael me mira igual que en la madrugada, como si quisiera devorarme por completo, aprieto la mandíbula incorporándome en mi lugar.
¿Me mirabas así antes? Disimula, joder, o todos van a enterarse.
—Lo esperábamos, Capitán — hago mi saludo militar y miro fijamente, espero que el sol esté haciendo que mi cara se sienta caliente, no la escena que se repite constantemente en mi cabeza en la que me besa y masturba.
—Capitán Maddox Werner, sección uno tropa… —lame sus labios desconcentrándome por completo, Raphael sonríe de medio lado y arquea una ceja— MS1 reportándose.
—Me encargaré de corregir su puntualidad, a mi oficina cuando termine el entrenamiento.
Claro, mi puntualidad, maldito hijo de puta.
—Sí, Señor.
Hacemos la misma rutina de castigo y voy directo a las duchas, me pongo un uniforme limpio y camino a su oficina, Maricarmen no está en su escritorio y me siento un poco aliviado por ese hecho, doy dos toques hasta escuchar su permiso para entrar.
—Señor —saludo abriendo la puerta de su oficina.
Raphael está ahí con los brazos cruzados a nivel del pecho, el pelo hacia atrás bien peinado, ni siquiera una de las hebras negras fuera de lugar, lleva su uniforme de gala.
—Cierre la puerta.
Obedezco y me quedo frente a él, Raphael se pone de pie, el traje negro se amolda perfectamente haciendo que se vea como una persona normal y no como el psicópata que sé que es, las medallas relucen, las estrellas dan fe de su rango, la boina negra se queda sobre la mesa, probablemente tiene una reunión importante.
—Maddox. ¿Cómo deberíamos arreglar tu impuntualidad?
—No me llame por mi nombre.
—¿Cómo quieres que te diga cuando te folle, Capitán Werner? —exhalo, él termina de dar la vuelta y se coloca detrás de mí como en la madrugada, siento la erección encajarse en mi trasero, sus labios tocan la piel de mi cuello—. Si es un fetiche no me importa hacerlo.
—No vas a… ah —me giro y empujo cuando muerde la piel, este idiota no tiene derecho a nada de esto.
No somos nada, él es un hombre, específicamente mi Teniente Coronel, un superior y yo estoy casado, mi responsabilidad es proteger el honor de mi esposa, no puedo engañarla, faltar a mis votos matrimoniales de semejante forma no es una opción.
—¿A qué? No estás tan seguro de eso por lo que veo —sus ojos verdes se deslizan sobre mí, por supuesto que no es tan creíble cuando mi polla está a punto de romper los pantalones.
Nunca me pasó algo parecido, no soy ese tipo de hombre con reacciones radicales, no suelo excitarme así, tengo que formar parte de un juego previo, tocar, besar, sin embargo, ahora sólo con ver a este hombre mi cuerpo está al borde.
—Aléjese, puedo ir con el Coronel y decirle que abusa de su autoridad.
— ¿Estoy obligándote? —encaja una pierna entre las mías y me hace retroceder hasta el escritorio, me apoyo en la madera mirándolo, estamos exactamente igual que en la madrugada—. No lo parece, tus ojos me piden que te folle sin parar, te ves de los que no se sacian nunca.
No, no soy de esos, soy normal, no como tú.
Cierro los ojos y respiro tratando de pensar en los motivos por lo que esto está terriblemente mal, prohibido, tengo un matrimonio, una esposa embarazada esperando en casa, pronto seré padre, mi reputación nunca se repondría de nuevo si pierdo mi matrimonio e hija por una infidelidad de este tipo.
—Estoy casado —por supuesto que no le importa eso.
—Tú, no yo —su pierna sube estimulando mi entrepierna, me agarra de la cintura y pasa una mano por debajo de mi camisa, gimo—. ¿Desde cuándo no tocas a tu esposa, desde cuándo no te deja hacérselo? Pareces desesperado.
Paso saliva plantando las manos en su pecho, necesito alejarlo de mí o las cosas se saldrán de mis manos.
—Aléjate, Raphael —pido.
Ignorando por completo lo que digo baja la cabeza y me besa el cuello, por supuesto que estoy sensible, es cierto que llevo un tiempo sólo a base de trabajos manuales, pero no estoy tan desesperado como para permitir que de todas las personas en el planeta sea él quien alivie la comezón, otra vez.
—Tengo los detalles de la próxima misión, pero tendrás que ganarte esos documentos.
—No puedes hablar en serio —se frota contra mí.
—Nunca hago bromas, si no te gusta acúsame con el Coronel, pero lo reitero, estás muy interesado.
—No me gustan los hombres —con su mano derecha me agarra el mentón y obliga a mirarlo, los dedos se aferran con fuerza.
—No me importa lo que tu boca mentirosa diga, sólo le haré caso a tu cuerpo que es más sincero.
—Reacción fisiológica, soy un hombre que no ha tenido sexo en meses, cualquier toque puede excitarme.
—¿Cualquiera? —besa mis labios conservando el brusco agarre—. No, Capitán, admite que estás caliente por mí.
—Vete al infierno.
—Ya estoy en el infierno y quiero tocar un pedazo de cielo mientras estamos aquí.
Sus ojos son una oscura promesa, teniendo en cuenta sus palabras yo soy su pedazo de cielo y eso me eleva el ego a lugares que ni siquiera puedo nombrar.
—Entonces bésame, no, espera…
—Dije que no espero y deja de ser tan indeciso, eso me molesta.
Une nuestras bocas y deja un rudo beso soltando el agarre de mi mentón, nuestras erecciones se frotan, deslizo la mano por el traje de dos piezas tocando algunas medallas.
—Tienes que irte, el traje…
No puedo creer que esa sea mi única excusa, Raphael abre la chaqueta y luego afloja el pantalón, la gruesa polla que apunta directamente hacia mí, trago viendo la punta roja y húmeda recordando la escena con Maricarmen.
—Me importa una mierda el traje, voy a ir estrujado y manchado con mucho gusto si sacias esta hambre.
—Raphael.
—¿No te da curiosidad saber qué se siente tenerla en tu boca? —vuelvo a tragar tratando de alejar lo que sea que estoy sintiendo, no soy la secretaria que se arrodilla a cumplirle los caprichos.
—No voy a chupártela.
—Lo dejaré pasar por el momento, no tengo mucho tiempo así que voy a cobrarte lo de hace unas horas, tu mano.
—No, yo…
Raphael sisea haciéndome callar, coge mi mano y la coloca en el tronco de su erección, respiro envolviendo mi mano alrededor, se siente tan extraño tener en la mano un pene que no es el mío.
—Vamos, acaricia —corro la humedad de arriba abajo, él se aferra a mi hombro y echa la cabeza hacia atrás regalándome una imagen más que placentera—. Eso es, lento pero fuerte.
Es un dato perturbador que me guste ver a este hombre así, sus ojos entrecerrados me miran, parece puro éxtasis, se lame los labios dirigiendo mi atención a su boca, no estoy pensando con coherencia y lo que sale de mi boca lo confirma.
—Bésame.
Raphael atrapa mi pelo y junta nuestras bocas como si estuviese muerto de sed y yo fuese el remedio para eso, el sabor del vodka se filtra en mi boca, puedo notarlo ahora.
—Mueve la mano más fuerte —obedezco dando jalones fuertes y le muerdo el cuello.
—¿A dónde se supone que tienes que ir? —deja salir un gruñido y agarra mi mano para guiarla como quiere.
—Le darán una medalla a alguien de mi familia, una total pérdida de tiempo.
—¿Cuándo regresas?
—¿Aún no me voy y ya me extrañas?
—No me jodas —su mano libre se desliza por mi espalda y me agarra el trasero, aprieta haciendo que jadee.
—Créeme que lo voy a hacer, sólo espera por eso.
—No voy a…
Me interrumpe llevando la mano a mi mejilla y acaricia mis labios, abro la boca dejando que pase su dedo, justo como en el bar chupo mirándolo a los ojos.
—Pero primero haré que me chupes, justo así, regreso en la madrugada.
Quito su mano y aprieto.
—Córrete y deja de hablar tonterías.
Raphael se corre con un gruñido manchando mi uniforme, jadeando desliza un dedo por el semen y lo coloca frente a mí, levanto una ceja como burla, no voy a probar nada.
—Maddox, deberías ir adaptándote al sabor.
—No voy a poner eso en mi boca —sonríe.
—Si lo harás, y no sólo estará en tu boca, no sobrevivo a base de trabajos manuales.
—Pues ve buscando a otro que quiera.
—Ahí están los documentos, tengo que irme —dice apuntando hacia el escritorio, me giro y agarro la carpeta, pero Raphael aún sigue cerca—. Maddox.
—¿Qué?
Lame sus dedos manchados y luego me besa, el sabor de su corrida se desliza a mi boca y lo empujo limpiándome la boca.
—Hijo de puta, eres sucio.
—Nos vemos.
Y con una sonrisa satisfecha se marcha como si nada.
¡Jodido asqueroso, cuando te vea otra vez no dejaré que me pongas una mano encima!
Me limpio el pantalón en el baño y luego voy directo a mi oficina, dejo los documentos en el escritorio, no es un trabajo de carácter urgente así que hoy puedo pegar ojo, necesito dormir con urgencia, la falta de sueño me hace estúpido.
Joder, tuve dos encuentros sexuales con mi Teniente Coronel, me siento tan mal por Yara, escucho la alarma y voy al comedor, tengo que hablar con alguien, nadie mejor que Annie para la cuestión.
Guardo un sándwich en mi bolsillo mientras busco a mi amiga con la mirada, Mei Lee habla con ella, la Subteniente china mantiene una acalorada conversación con Annie mirando a Thomas.
Mierda, evita hacer el ridículo, no sonrías así, no hagas esos gestos.
Camino hacia allí con la idea de salvarla de hacer una tontería y joder todas sus posibilidades con el Capitán, Thomas es quisquilloso a la hora de escoger sus ligues, achico los ojos viendo como Ares se ríe de ambas.
Idiota.
—Buenas tardes a las dos, Annie ¿Podemos hablar? —ella mira hacia la mesa de Thomas y luego a mí.
—¿Es urgente?
—Si, muy urgente, vamos al parque ¿vale?
—Está bien, Mei, hablamos más tarde.
—Claro —Mei sonríe y me guiña un ojo, desde su traslado parece interesada en mí, no importa cuántas veces dije que soy casado ella no se rinde.
Annie deja su bandeja y caminamos hacia el parque en silencio, ya que no intento decir nada en el pasillo espera a que estemos completamente solos, nos sentamos bajo un árbol de arce blanco, las hojas amarillas están en el suelo y golpeo una con la punta de mi bota.
—¿Qué pasa? ¿Es Yara otra vez?
—Si, no, bueno, algo —me froto la cara intentando organizar las ideas, ahora no me parece tan bueno hablar de ello.
—¿Vas a decirme?
—Estuve dos veces a punto de engañarla y no sé qué hacer, voy a terminar yendo más allá tarde o temprano —Annie asiente calmadamente.
—¿Con quién?
—No creo que sea necesario saber eso.
—Si lo es, necesito detalles.
—Estoy dudando un poco de mi sexualidad y no sé si…
—¿Es… un hombre? —trago el nudo en mi garganta.
—Si.
—Ya veo el motivo por el que no invitaste al imbécil a la conversación, creo que sería incómodo, si quieres puedo enseñarte algunas técnicas para cuando tengas que chu…
—¡Annie!
—Bastardo malagradecido —murmura por lo bajo, me peino hacia atrás, necesito un jodido límite.
—No quiero que me alientes.
—¿Por qué? Yara es una perra sin corazón, celosa, controladora, manipuladora y ya ni siquiera te presta atención, mereces a alguien que te haga sentir bien.
—Es mi esposa y está embarazada.
—Ya no se aman, no piensas fingir amor para criar al niño juntos ¿cierto? Te recuerdo que ni si quiera te reconoce.
—Esto no me ayuda.
—¿La amas?
No tengo duda de eso.
—Si, por supuesto que sí.
—Entonces este hombre es…
Tengo que frotarme la sien, eso hace Raphael, causarme dolor de cabeza.
—Me parece endemoniadamente excitante, todo lo que siento por ese maldito es sexual —Annie se encoge de hombros.
—Pues si estás tan seguro quítate la comezón, pon reglas para ambos.
—¿Reglas?
—Si, dices amar a tu esposa, pero ella no te da el placer que necesitas, él sí, establece un límite de tiempo con el que ambos se sientan cómodos y cuando termine como si no hubiese pasado nada, vuelves con Yara y listo.
—No creo que ese sea un buen consejo.
Annie se pone de pie para acunar mis mejillas.
—No lo sé, Maddox, puedes volver a casa y soportar los griteríos de tu loca mujer o experimentar algo como esto.
—Me estás alentando a que sea infiel.
—Tú mismo admitiste que pasará tarde o temprano, bien, experimenta pero controla las cosas, no vas a ser el único hombre en serle infiel a su esposa, todos sois…
—No termines.
—¿Qué harás?
—No lo sé —suspira.
—Creo que debiste hablar con Ares, no soy la de los buenos consejos, mis padres eran unos drogadictos que se acostaban con cualquiera, no tengo muchos ejemplos morales, ni siquiera me consideran un partido serio ya que piensan que soy igual —coloco mis manos sobre las suyas y sonrío, no me gusta que piense en su infancia, es una buena chica y cualquiera que se lo pierda no la merece.
Annie prácticamente creció conmigo porque sus padres no se ocupaban de ella, vivían demasiado ocupados drogándose y teniendo orgias en su casa, delante de su propia hija.
Unos malditos bastardos que debieron morir de una sobredosis mucho antes y dejar a Annie en paz.
—No seas tan dura contigo misma, aún no encuentras al adecuado.
—Hablando de adecuados ¿No has conversado con Thomas?
—No, pero tienes que dejar de acosarlo así o vas a espantarlo —ella me mira con fiereza y coloca las manos en su cintura.
—Ahora resulta que eres un experto en hombres.
—No, soy uno y sé de lo que hablo, le diré mañana. ¿Vale?
—Si, gracias y siento no poder ser de ayuda —me pongo de pie, no estoy tan seguro de qué hacer, Annie me llama—. Maddox, esto no es algo en lo que alguien de afuera pueda ayudarte, si crees que no puedes con el cargo de conciencia córtalo todo de raíz, si decides arriesgarte no tiene porque ser malo, quizás no la quieras tanto como crees.
Cortarlo de raíz.
Claro, eso es imposible, cada vez que ese maldito me habla o pone las manos sobre mí dejo de pensar por completo, soy otra persona que sólo piensa en su placer.
—Gracias.
—Sabes que te quiero, este sábado me quedaré con vosotros, Abby también irá.
—Vale.
Camino a la oficina y devoro mi emparedado, me siento a leer los documentos del próximo trabajo, tengo que investigar a la familia Salvatore, ahora que tenemos a Ottavio y Darla iremos por su padre y hermanos, desmantelaremos la organización por completo, incluida la familia Brown y Yoshida que están causando estragos en América y Japón actualmente.
Bien, te felicito idiota, esta vez me has dado un trabajo de verdad.
Anghello Costello, cincuenta años, forma parte del crimen organizado desde los quince años, actualmente posee el mayor rango en la mafia Capo di tutti capi atraparlo nos dará una medalla bien merecida, Italia no puede con su ascenso y le ha pedido ayuda a nuestro gobierno, asesinó a otros jefes para tomar el lugar.
Diago Salvatore, Don de la familia Salvatore, hermano mayor de Ottavio por dos años, acusado de narcotráfico, secuestro, tráfico de armas, terrorismo, robos violentos, asesinatos, blanqueo y apuestas ilegales, es toda una joya igual que su padre el líder anterior, Fabio Salvatore actualmente Consigliere y mano derecha de Diago.
Mafia aliada directamente con César Brown el Padrino de la mafia italoamericana radicando en Las Vegas y Tetsuo Yoshida un Yakuza instalando terror en Japón, poder que se está extendiendo rápidamente a Estados Unidos, México, Colombia y próximamente Italia.
Hay que pararles los pies antes de que lleguen más lejos y los Salvatore estarán enojados por quitarles a Darla, Ottavio no interesa, pero Darla es importante para ellos.
Imprimo las últimas ubicaciones, llamo a varias organizaciones policiales buscando información y dejo todo en la gaveta, mañana rindo el informe, tengo que ir a descansar de una vez.
Agarro el teléfono y marco, Zoe me da un parte de que Yara se encuentra bien, estable e informo que no iré a casa, es mejor quedarme para dejarla descansar, se altera demasiado cuando me ve, le digo de la visita del doctor y cuelgo.
Como algo y luego voy a mi habitación, me quedo en ropa interior en mi cama, por fin las condiciones se dan para poder dormir, claro, eso es difícil ahora que mi mente rememora los encuentros sexuales con mi Teniente Coronel, estoy caliente, ya que sólo él obtuvo placer.
Los besos bruscos llenos de necesidad, los toques, mi mano en su…
Imbécil, duérmete y deja de pensar cochinadas.
Joder, mi libido está por los cielos y ese hombre es el culpable de hacerme sentir así.
Cabrón enfermo.
******
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro