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Capítulo 4

Raphael

Jodido imbécil, te juro que si no te mata ese maldito lo haré yo mismo.

Me aferro al volante viendo la ubicación que le solicité a la central, sólo en casos de emergencia localizamos a los agentes, estoy actualmente al mando de dos escuadrones incompletos y necesito más soldados para poder meterme a la casa segura de un mafioso.

Según los planos del lugar son aproximadamente doscientas hectáreas de terreno y la casa está justo en el medio, nos verán venir, no sabemos cuántos escoltas tienen dentro o absolutamente nada, por eso teníamos que apegarnos al plan, lidiar con los tres escoltas y marcharnos.

La rutina no cambió en la última semana, pero no, Maddox siempre es especial para todo, fracasar, molestar, desobedecer, llegar tarde y también para seducir a un mafioso al nivel de que quisiera llevarlo a su casa segura.

—Comunícame con el Comando —Ares obedece enseguida marcando en el panel.

¿Qué pasa? —Raymond Harrell debería resolver este problema, el Coronel tiene el mando y puede movilizar a las tropas de las que yo no tengo control ahora mismo.  

—Coronel, tengo una emergencia, necesito a la Capitana Annie Novak y su escuadrón aquí inmediatamente.

Está ahora mismo en un operativo y no puedo sacarla.

—Es una emergencia, el Capitán Maddox Werner está en una misión de infiltración y las cosas se complicaron, solicito otra tropa, no es suficiente con…

No puedo concederle eso Williams, y lo sabe, no hay tropas disponibles ahora mismo o trabaja con lo que tiene o deja al agente.

¿Dejarlo?

Una mierda, no voy a dejar a nadie, con la edad que tengo no hay una mísera mancha en mi expediente y Werner no será la primera, no voy a perder a nadie por una orden mía. 

Por mi capricho de ponerlo ahí sólo para molestar.

—No se preocupe, yo me hago cargo de la situación.

—¿Y bien?

— No hay apoyo, tenemos que trabajar con los soldados que tenemos. ¿Qué ha pasado?

—Le está enseñando la casa y hablando tonterías —Ares coloca de nuevo el aparato de escucha a todo volumen para que lo escuchemos ambos, podemos escuchar todo de aquel lado, pero Maddox sólo puede oír lo que nosotros queremos.

Me detengo para esperar a los demás y aprieto el botón que nos comunica, estamos a medio kilometro, aquí planificaré la emboscada.

—Werner, si tienes manera de salir, hazlo ahora.

¿Crees que pueda ir un momento al baño?

Chiaro, a la derecha, non fare tardi.

—¿Qué?

—Que no te tardes, cielo.

Por supuesto, no perdería tu compañía por mucho tiempo.

Baboso, el tipo está desesperado.

Se escuchan pasos, ruido y el sonido de agua cayendo.

—Maddox.

Sabe que no puedo irme, como mínimo tendría que acostarme con él para que me deje ir y no gracias  —ruedo los ojos, por el camino que va la situación es la mejor opción, que le deje hacer lo que quiera y en la mañana saldrá caminando directamente hasta nosotros.

—Bueno, ve mentalizándote.

Señor —el espanto se filtra en su voz, me froto la frente viendo llegar a los demás, ni siquiera tengo a las tropas enteras, traje quince de cada una.

Sólo somos treinta, veintinueve si restamos a Maddox.

Este operativo no debía ir así de mal.

—Información que sea de ayuda.

En la puerta hay cinco, a la mitad del camino hay un anillo de seguridad de por lo menos veinte, en la casa hay seis en la azotea, alrededor de treinta en el interior, no vi a su padre, pero su hermana está aquí.

Genial, son un montón, estamos en completa desventaja.

—Recibido, tienes que entretenerlo, debo hacer los preparativos.

¿Qué tan mala es la situación?

Tan mala que debes acostarte con él.

—Debimos capturarlo en el bar, así de mala.

Voy a desconectarme, tengo que deshacerme del…

—No.

No me arriesgaré a que me descubran.

—Maddox…

Nos vemos en unas horas.

—Una hora, consigue eso y voy a sacarte de ahí.

Está bien.

La comunicación se corta de forma abrupta, sé que es lo mejor, Maddox estará cerca de Ottavio y no puede arriesgarse a que encuentre algo sospechoso, salgo del auto, abro la puerta corrediza de la camioneta con el armamento y recojo mi equipo.

—MS1, MS2, no tenemos tiempo, hay que sacar a Werner en una hora, Holm, Santos, con nosotros —ordeno dejando mis cosas sobre el auto, los Tenientes y el Capitán se acercan haciendo un círculo.

—Señor.

— Dentro son más de sesenta, tenemos una obvia desventaja numérica, iremos lento, nos infiltraremos y acabaremos con todos uno por uno. ¿Entendido?

—Sí, Señor.

—MS2 se encargará de los hombres fuera, yo entraré con la tropa del capitán Werner, Knight encárgate del plan que quieres ejecutar, recuerda que sólo serán quince y no quiero bajas.

—Sí, Señor —miro a Connor.

—Irina se encargará de los hombres en la azotea, quiero que sea discreta, entraremos, aseguran al Capitán y la hermana de Ottavio, el Teniente Holm se queda con ocho, yo me quedo con los demás, yo iré por Ottavio ¿Entendido?

—Sí, Señor.

Recojo el armamento y lo coloco en su lugar, la tropa de Ares ya está lista y armada, la mía escoge sus armas.

—Knight. ¿Preparados?

—Sí, Señor.

—Procedan.

Subo al auto nuevamente, MS2 irá en un auto hasta un punto cercano, brincarán la cerca, se desharán de los guardias y luego eliminarían el anillo de seguridad.

Miro el reloj, media hora, si no se dan prisa no nos dará tiempo, quince minutos más tarde recibo el informe de la tropa del Capitán.

Despejado.

—Recibido, andando —ordeno a mi tropa y comienzo a conducir.

Nos detenemos lejos de la mansión, cojo el rifle y hago señales para que se desplacen con cautela, ordeno tirarse al suelo al divisar a los centinelas de la azotea, no podemos movernos.

Es hora de que Irina haga su magia, doy mi señal y espero, necesitamos a esos hombres abajo de una vez, uno, dos, seis disparos certeros que ni siquiera les dio tiempo a reaccionar, hago un gesto y corro a la pared, me recuesto y suspiro, a partir de ahora las cosas no serán tan silenciosas.

Subo las escaleras y le disparo al guardia que se asoma por el lateral, cae al suelo y rueda por las escaleras hasta la tierra, luego le disparo al cerrojo de la puerta que se abre dejando ver el panorama.

Mi equipo me apoya al instante disparando, hago otra señal para el Teniente que se lleva a sus hombres a la derecha, yo me dirijo directamente a la izquierda.

Disparo y corro a esconderme detrás de un panel, mientras me cubren sigo eliminando a todo el que se me cruce y voy escaleras arriba, el rifle se bloquea y no me queda más remedio que coger la pistola Sig Sauer del cinturón en mi muslo, derribo a otro disparándole directamente al pecho.

Esquivo una bala de un guardia en lo alto de las escaleras y le disparo en la frente derribándolo, acuchillo al tipo que se me viene encima y comienzo a revisar habitación por habitación.

Maddox ya no está de este lado teniendo en cuenta su localizador, pero estuvo mucho tiempo aquí, la habitación de ese baboso debe estar cerca.

Abro cada una de las puertas asegurándome de que estén vacías y finalmente encuentro la sorpresa dejada por el Capitán, Ottavio amarrado a la cama, sin camisa ni pantalón, el infeliz trata de soltarse en vano, me fulmina con la mirada a penas pongo un pie dentro.

Maleducado.

—Bueno, espero que al menos te haya dejado besarlo —me río en su cara de mi broma enojándolo más, para lo que me importa su ira, se pudrirá en prisión.

Agarro las esposas de mi uniforme y se las coloco leyéndole los derechos, Ottavio forcejea, pero se rinde al darse cuenta de que pierde energía en vano.

Figli di puttana, tu e quel bastardo ve ne pentirete.

(Hijos de puta, tú y ese cabrón van a arrepentirse)

Lo empujo instándolo a bajar las escaleras, no me importa un carajo sus amenazas, en el caso de que lograse escapar de nuestro instituto especializado yo mismo lo cazaría y le daría un tiro en medio de la frente.

—Sí, estoy seguro de eso.

— Oh, veo que encontró mi regalo —menciona Maddox cerca de la puerta abrazando a Darla, lo cubrieron con una chaqueta ya que ni siquiera tiene camisa.

La hermana de Ottavio parece aterrada, no estoy seguro de si es porque lo pillamos o vivió el maltrato de la familia, por ahora la trataremos como víctima ya que no tenemos pruebas de nada.

—Si, estaba bien envuelto, pero un poco cascarrabias, pensé que con sus cariñitos estaría de mejor humor.

Maddox me fulmina con la mirada y se lleva a Darla, es muy berrinchudo, empujo a Ottavio a la camioneta, custodiado por tres agentes no tiene oportunidad de irse.

En el operativo perdimos sólo a uno, no es lo que quería, pero al menos no fue una cifra de dos, tenemos a Ottavio y también a Darla.

Subo a un avión diferente al de mi tropa con las medidas de seguridad correspondientes, soy yo quien tiene que encargarse del papeleo y traslado del detenido junto a los guardias especiales que brinda Iron Grills, se pudrirá en esa prisión igual que los demás que conseguimos colocar ahí, Darla entrará en el programa de protección a testigos. 

Ricorda, voy a salir de aquí, averiguaré cómo te llamas, tutto su di te (todo sobre ti) y eliminaré a toda tu familia, llévale el mensaje al maldito que me tendió esta trampa.

Lo empujo para que se vaya con sus nuevos amigos uniformados, antes de que se pierda de mi vista llamo su atención con un chiflido, Ottavio se gira con curiosidad, le sonrío y doy justamente lo que quiere, no soy de los que guardan secretos.

—Te ahorraré trabajo, soy el Teniente Coronel, Raphael Williams de la IMS1, mata a todos los miembros de mi familia que quieras, me harás un gran favor abriendo vacantes para mí.

Figlio di puttana.

—Hasta nunca.

—Reza para que no salga de aquí.

Idiota, reza para salir de aquí.

Firmo todos los documentos correspondientes y subo a un helicóptero directo a la central, son más de las dos de la mañana, ya que mi día está arruinado por completo me aseguro de arruinárselo a todos, le escribo un mensaje a Maricarmen para que contacte al Capitán Werner con urgencia y a penas bajo del helicóptero voy directamente a mi oficina.

Maddox, como el buen soldado que es ya está esperando, se pone de pie en cuanto me ve, ya no está de civil con esa camiseta tan reveladora, tiene su uniforme y debo admitir que también se ve sexy con él, el cabello despeinado y los ojos rojos me confirman que dormía.

¿Interrumpí tu sueño? Bien, no mereces ese descanso.

—Teniente Coronel. ¿Cuáles son sus órdenes?

—Quiero el informe, con detalles —ordeno sentándome en mi silla, Maddox tarda en reaccionar, se restriega la cara tratando de espabilarse.

—¿Ahora? Son las dos y media, necesito…

—¿Le pregunté qué necesita? Dije que quería el informe, ahora —la respuesta tarda, pero finalmente cede. 

—Sí, Señor, permiso para retirarme.

—Concedido.

Espero mientras adelanto trabajo, miro el reloj en cuanto la puerta se abre, tres y media, Maddox trae esa mirada rebelde que tanto me gusta, está enojado, poco me importa, estiro la mano y deja caer el informe con mala cara.

Me acomodo y comienzo a leer bajo su atenta mirada, busco los detalles que me interesan, no podemos mentir en los informes, estamos obligados a escribir todo con lujo de detalles.

—Así que no se acostó con él —dejo el informe en el escritorio y lo miro.

—No, Señor.

—¿Te besó mejor que yo?

Maddox parpadea confundido por la pregunta y deja caer sus ojos azules sobre mí, es tan bueno molestarlo, se ve tan ofendido, tan sexy.

—¿Perdón?

—Maddox, despierta, pregunté si te besó mejor que yo.

—Esa pregunta está fuera de lugar, Teniente Coronel, y no me llame por mi nombre.

Me pongo de pie y doy la vuelta, Maddox no intenta moverse ni para seguirme con la mirada, más bien evita mirarme por todos los medios con la vista fija en mi silla vacía.

—¿Por qué?

—Porque no somos amigos.

—Eso no, la pregunta fuera de lugar, respóndela.

—No me gusta que los hombres me besen, pero sí, me besó mejor que tú.

Mentiroso.

Me acerco a su espalda y lo empujo obligando a que apoye las manos en el buró para sostenerse, mi pelvis queda directamente contra su trasero y me restriego creando una deliciosa fricción, está tan calmado, a estas alturas estaría gritándome o haciendo algo peor.

—¿Qué se supone que hace?

Le muerdo el cuello haciéndolo gemir, los mismos gemidos que escuché en el bar y muero por seguir escuchando, sé que no es inmune a mi contacto, me lo demostró la erección contra mi pierna.

Se remueve frotando el culo contra mi erección, le agarro la cintura con ambas manos suspirando, joder, sólo el roce en seco se siente tan bien que espero tenerlo desnudo con impaciencia.

—Está…

Por supuesto que estoy duro, tú me la pusiste dura.

Deslizo una mano debajo de su camisa tocando los duros músculos, ahora sólo pienso en tenerlos hondeándose sobre mí mientras me monta, ese debe ser un buen espectáculo, este hombre siempre ha poseído ese maldito atractivo que me vuelve loco.

Quiero tocarlo, frotarme contra él, estar dentro, devorarlo por completo, arruinarlo.

Y ahora que vi que reaccionas a mí, no voy a sacarte las manos de encima hasta que logre saciar esta hambre.

—Señor, creo que está sobrepasándose.

Lo giro y apoyo en el escritorio con un brusco movimiento, noto el bulto en su pantalón al instante, hipócrita, su polla está en la misma situación que la mía, completamente dura.  

—Sobrepasándome. ¿Eh?

Junto nuestras bocas de nuevo agarrándolo de la nuca, Maddox me sujeta del frente del uniforme y corresponde el beso con una pasión exquisita, esto es lo que necesito, que deje de pensar.

Su lengua se enreda con la mía y también recorre el interior de mi boca, la mano acaricia mi pecho, otro gemido ronco sale de su boca cuando nos separamos, le muerdo el labio inferior dejando la marca de dientes.

—Esto es…

—¿Si?

—Un completa locura, no me gustan los… —me echo a reír interrumpiendo la oración, no hará que me aleje ahora con una excusa tan ridícula, no teniendo la evidencia contra mi pierna.

—Creo que puedes ampliar el repertorio ahora, porque acabas de descubrir que sí.

—Pero tú… —la mirada molesta regresa excitándome más.

Me humedezco los labios llenándome de la imagen, me gusta la faceta rebelde que adopta de vez en cuando, sus ojos caen en mi boca, los pensamientos parecen esfumarse así que tengo que preguntar.

—¿Yo qué?

—Bésame otra vez.

Joder, tan condenadamente sexy.

Accedo juntando nuestros labios, no es un beso, más bien un combate donde ambos reclamamos control, Maddox me lo da una vez comprueba que yo no lo facilitaré, soy el líder, siempre lo soy.

Nací para estar en la cima en todos los contextos posibles.

Le desabrocho el cinturón y desabotono el pantalón, Maddox interrumpe el beso y mira hacia mis manos como si no supiera si debería detenerme o instarme a ir más rápido, bajo la cremallera y saco la dolorosa erección del bóxer, está dura, caliente y completamente húmeda. 

Por mí.

—Espera…

—No soy un hombre de paciencia, tomo lo que quiero, no espero —acaricio de arriba abajo.

Las venas en el cuello de Maddox se marcan y deslizo la lengua por la piel moviendo la mano más rápido, los jadeos son música para mis oídos, mi pantalón incomoda, pero por una vez le regalo el placer a alguien.

Beso sus labios otra vez devorándolo por completo, lo quiero al borde, loco por mi contacto, mis besos, mi polla, pronto rogará por ella.

Acaricio con más fuerza, un jalón preciso, como me gusta hacerlo cuando tengo que recurrir a estas cosas, él jadea aferrándose a mi espalda.

—Raphael.

¿Hace cuanto tiempo no escucho mi nombre saliendo de sus labios?

Desde que éramos críos.

Acaricio los testículos con la mano contraria y lo beso de nuevo, tiene sabor a dentífrico y algo más profundo, a él.

—Córrete Maddox, vamos —gruñe aferrándose a mi espalda y termina en mi mano.

El empujón que recibo me aleja, Maddox me mira de forma salvaje, parece un animal enjaulado a punto de entrar en pánico, el chico heterosexual de toda la vida ahora termina corriéndose con mi lengua en su garganta y la mano en su polla.

Joder, entra en pánico, pero lejos de mí.

—Olvídate de esta basura —veo como se acomoda el pantalón y agarro su brazo antes de que se vaya.

Las cosas no pueden quedarse así, no soy de los que utilizan, yo utilizo y desecho cuando es la hora.

—No soy amnésico, y tú tampoco vas a olvidarte de esto, ni lo sueñes —gruño agarrándole el mentón. 

—¿Qué es lo que quieres?

—A ti, sobre mi escritorio, mi silla, mi sofá, mi baño, donde sea, porque ahí vas a estar —sus ojos se oscurecen, ahora no parece amenaza, más bien una proposición que le interesa, esos ojos azules no mienten.

—Estás completamente loco.

—Aún no estoy loco, se llama ir detrás de lo que quiero y ahora estás marcado.

—Si, definitivamente has perdido la cabeza —lo suelto dejándolo ir, Maddox camina hacia la puerta, está rígido como una estatua.

—Maddox —se gira para mirarme, mi mano aún esta empapada con la evidencia de su corrida, me apoyo en el escritorio y llevo los dedos a mi boca, chupo uno por uno bajo su atenta mirada—. Recuerda mis palabras, ahora eres mi presa.

Maddox se marcha dando un portazo que estremece toda la oficina, está enojado, muy enojado al notar el interés de su entrepierna a pesar de haberse corrido hace unos minutos.

Bueno, es hora de desempolvar todas mis habilidades de seducción porque ya tengo a mi objetivo localizado.

Y un Williams siempre consigue lo que quiere.

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