Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 37

Maddox

Miro las entradas que Maricarmen terminó regalándome y muerdo mi labio inferior, ya hace tres días del accidente, por lo que estoy en casa, camino extraño debido a la herida en la pierna, pero puedo vivir con eso.

No es algo que me preocupe, tarde o temprano va a cicatrizar.

Son tres días, tres días en los que Raphael no me ha llamado, o dejado un mensaje siquiera para saber cómo estoy.

Dejo las entradas sobre la cama, no sé qué hacer con ellas, deberían utilizarse hoy en la tarde, pero viendo la situación como está es difícil que pase, no tengo el coraje para preguntarle a Raphael si quiere ir conmigo.

En realidad tengo miedo de que me rechace sin más, tener que enfrentarme a eso me aterra.

Me tiro a la cama sin saber qué rayos hacer, quizás lo mejor es regalar las entradas, los toques en la puerta me sacan de la bruma y le doy el permiso a quien quiera que sea.

Ares y Abby.

—¿Por qué esa cara?

—La misma de todos los días —le respondo a Ares mientras se lanza a mi cama, Abby se sienta en una esquina y mira las entradas.

—¿Irás al partido de hoy?

—No tengo con quien ir, así que supongo que no.

—¿Qué hay de…? —le tiro una almohada a mi mejor amigo, él se ríe contra ella.

—¡Ares!

—Lo siento.

—¿Con quién estás saliendo? —resoplo.

Abby espera mi respuesta con curiosidad, nadie puede saber eso a menos que sea inevitable, salir, o más bien tener algo con Raphael no me hace sentir orgulloso, joder, sólo quiero salir corriendo.

Explicar nuestra relación es muy complicado.

—Olvida eso, es un idiota.

—¿Tan idiota que no quieres que vaya contigo al partido?

—Probablemente diga que no, así que mejor ni pregunto.

Abby arquea las cejas con escepticismo.

—Claro que no. ¿Cómo va a decirle que no a mi hermano mayor? Pregúntale. —ordena, Ares hace una mueca a mi lado.

—No.

—Abby, tu hermano sabe lo que hace.

—Tú cállate —le gruñe—. Maddox no es un cobarde, agarra el teléfono y envíale un mensaje.

—No creo que…

—Vamos.

—Bien —por fin cedo, supongo que era esto lo que me hacía falta para hacer la estúpida pregunta, agarro el teléfono y envío un simple mensaje preguntando si quiere ir al partido conmigo, adjunto la hora y lugar sólo para no tener que escribir de nuevo—. Listo.

—Ahora esperamos —dice como si nada.

—Probablemente ni siquiera responda.

—¿Y quién es este hombre?

—Un creído —responde Ares colocando los ojos en blanco.

—¿Van a seguir guardando el secreto?

—Mejor así.

—Los odio —dice a la misma vez que suena el teléfono, sus ojos se ponen brillantes —. Mira el mensaje. 

—Aceptó —respondo más que sorprendido, Abby sonríe como si no fuese una sorpresa.

—¿Ya ves? No era tan difícil, nadie podría rechazarte, por Dios, mírate, ese idiota debería estar saltando en un solo pie sólo porque quieras salir con él.

Dice eso sólo porque no lo conoce, Ares y Abby se quedan en mi cuarto molestándome por un largo rato, Ares está quedándose a vivir en mi casa con ambos para cuidar de ella.

No es que lo necesite, pero de todas formas queremos asegurarnos de que no le falte nada mientras estemos aquí, lo cual no es mucho tiempo debido al trabajo.

Se suponía que mis padres le harían compañía, pero Yanet reniega de mí por completo, sigue con la idea de que volverá cuando su hija esté de vuelta.

Que equivocada está, su hijo está aquí, soy el mismo de siempre, sólo que está enamorado de un patán.

Me visto, agarro la billetera y las entradas, pago por un taxi que me lleva directamente al estadio y miro la hora, llego quince minutos antes de la hora acordada, no importa, puedo esperar.

Muerdo mi labio inferior mirando por decimo sexta vez la hora en el teléfono, llevo más de cuarenta y cinco minutos en el punto, nadie llega, ni siquiera un mensaje de voy a llegar tarde, o algo que me diga que vendrá.

No es una sorpresa, ahora fui plantado.

Me recuesto en la pared, la pierna palpita con dolor, pero la decepción que siento hace que me duela mucho más el pecho, no debí esperar nada de Raphael, lo conozco.

Agarro las malditas entradas, las arrugo y tiro al suelo, joder, que estúpido, no debí enredarme con él.

No debí enamorarme de él en primer lugar.

Ni siquiera debí invitarlo al maldito partido, yo mismo me busco las malditas decepciones, sólo le doy más rienda para que me humille.

—¿Por qué estás sentado en el suelo y viéndote como si quisieras llorar?

Subo la cabeza encontrándome con unos ojos verde claros, no los que quería ver, el cabello rubio está despeinado y me brinda la misma sonrisa de siempre.

Thomas.

—No importa —respondo poniéndome de pie y comenzando a caminar.

Thomas agarra los papeles hechos bola en el suelo, me mira con sorpresa.

—¿No vas a usar las entradas?

—No, úsalas o tíralas, haz lo que quieras —gruño mirando los insultantes papeles.

—¿Raphael otra vez?

—No empieces, no estoy de humor —Thomas me agarra una muñeca.

—No las desperdicies, no dejes que te arruine lo que queda de día, entra conmigo.

—Thomas…

—Somos amigos. ¿Cierto? Pasemos una buena tarde.

Ni siquiera estoy seguro de aceptar, la última vez que Raphael me vio con Thomas no estuvo muy contento, incluso amenazó con bajarle el rango. 

—No, yo…

—A él no le importará, luego podemos ir a comer algo, ven.

Thomas me jala, nos sentamos en nuestros lugares y disfrutamos del partido, yo no tanto ya que verificaba mi teléfono cada cinco minutos obligando a mi acompañante a decomisarlo por lo que quedaba de partido.

No fue tan malo, pero igual no dejo de pensar que con Raphael hubiese sido distinto, o quizás malísimo, ya ni siquiera sé que esperar de él.

—¿Qué quieres comer? —pregunta Thomas una vez fuera del estadio, me devuelve el teléfono y compruebo que no hay llamadas o mensajes antes de contestar.

Ya son más de las diez, al menos debí recibir una excusa, pero no hay absolutamente nada.

—Una hamburguesa está bien.

—No fui un mal acompañante. ¿Verdad? —pregunta comenzando a caminar, me echo a reír, la verdad es que no puedo decir que fue malo.

—No, has arreglado mi día.

Thomas me acorrala contra una pared, estamos solos y el lugar está oscuro, no tendremos a nadie fisgoneando, pero no debería estar haciendo esto, creo que ya dejé las cosas en claro varias veces.

—Joder, has decidido liarte con el hombre más imbécil de Londres —suspiro.

—A veces soy un poco tonto.

—Demasiado —murmura sobre mis labios, me estremezco, este hombre no conoce el peligro.

—No, basta.

—¿Están saliendo? —pregunta colocando una mano en mi cintura, lame mi labio inferior.

—¿Qué?

—¿Tu y Raphael, son novios? —resoplo con una sonrisa.

—No diría eso, no, además, recuerda que estoy casado, yo no…

—Eso no es importante, sabemos que eso es pura apariencia. ¿Qué tipo de relación tienes con él?

—No lo sé —admito, Thomas niega.

—Me enojas tanto que ya ni siquiera sé que decirte.

—Espera… —gruño cuando intenta juntar nuestros labios, Thomas pone los ojos en blanco.

—Sólo será un beso.

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Sabes que lo amo —Thomas se separa y desliza una mano por su pelo desordenándolo aún más.

—Dios Santo, tu siendo fiel y él revolcándose con Naomi, comienzas a darme lástima.

—¿Qué acabas de decir? —pregunto completamente en shock, Thomas levanta las cejas, me duele el pecho sólo de escucharlo.

—Lo que escuchaste. ¿De verdad pensabas que te sería fiel o algo?

—No, yo…

—Deja ir al hijo de puta, Maddox.

—¿Estás seguro?

—¿Te doy detalles? —Thomas parece molesto, pero de todas formas me complace—. En los últimos días, ella ha entrado por más de una hora a su oficina, luego sale demasiado feliz para mi gusto, con chupetones, marcas de mordidas, cualquiera notaría eso.

—Simone…

—La dejó.

—Mierda, no puede ser en serio —coloco una mano sobre mis ojos cuando comienzan a humedecerse, joder, me he rebajado tanto.

—Ya lo verás tu mismo.

—Voy a irme ahora —aviso, Thomas agarra mi muñeca.

—Lo siento.

—No lo hagas, yo decidí meterme en esto.

—Maddox… —intenta acercarse, niego.

—No.

Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta y comienzo a caminar sin rumbo fijo, no quiero llegar a casa y ver la cara ilusionada de mi hermana preguntando por mi cita, la lástima de mi mejor amigo cuando se dé cuenta de que me dejaron plantado.

Dios, que tonto.

Pero por mucho que piense en eso sigo igual de enamorado, igual de jodido, porque todo en esta maldita vida me va mal, me casé con una mujer que no quería por pura presión, porque pensé que era lo correcto, voy a tener un retoño en una relación que ya no sirve, que nunca sirvió.

Me enamoré de un hombre que ni siquiera puede sentir, que me usa.

Llego al hospital militar y pido ver a Yara, según me informan aún no está dormida así que paso directamente hacia allí, entro lentamente en la habitación evaluando la mirada de mi esposa.

Yara me hace una señal para que me acerque, sé que ha tenido progresos, los delirios han desaparecido, la mejoría clínica es alucinante, pero no vengo a visitarla con regularidad porque me siento mal conmigo mismo.

Me siento sucio.

Me arrodillo frente a ella, su sonrisa dice que me recuerda, me peina hacia atrás y poyo la frente suavemente en su barriga de seis meses y medio, lo único bueno de todo esto es el fruto que saldrá de aquí. 

—Lo siento —lloriqueo dejando que las lágrimas caigan y humedezcan su vestido estampado.

—¿Por qué te disculpas? —pregunta sin gritos, por primera vez en meses.

—Por ceder a tus caprichos de casarte conmigo, por ser un mal esposo, por todo.

Yara hace que levante la cara y me seca las mejillas.

—No me importa eso, te amaré siempre.

—No, tienes que aprender a vivir sin mí, lo sabes, tienes que dejar de aferrarte porque ya no puedo con lo que tengo.

—¿Quién es? —me echo a reír sin pizca de gracia, creo que en algún momento Raphael consiguió romperme y ni siquiera me di cuenta de eso.

—Lo único que tienes que saber es que nunca voy a ser feliz con esa persona, así que puedes irte a dormir con tranquilidad.

—Entonces, quédate conmigo.

—No, en cuanto nazca la niña vamos a divorciarnos, tenemos que arreglar todo esto.

—No puedes hacerlo —gruñe de pronto.

—Yara…

—Te juro que si me dejas voy a matarme, si vuelves a decirlo mataré a esta cosa que tanto quieres —agarra su panza, me pongo de pie y aprieto el botón que avisa a los asistentes.

—Creo que necesitas más terapia.

—Maddox.

—Creo que debería irse —miro a la enfermera y suspiro.

—Sí, lo siento.

Regreso a casa pasadas las doce, no hay nadie esperando por mí y agradezco eso, no quiero recordar de nuevo lo patético y digno de lástima que soy.

Digno de lástima, ni siquiera eso, porque sabía perfectamente donde me estaba metiendo.

Un imbécil, eso es lo que soy, me involucré con Raphael teniendo claro que no tendría ningún jodido futuro con él.

No importa, el tiempo de entrar en pánico ya terminó, sólo tengo que arreglar todo este lío y alejarme de él.

Puedo vivir sin ese hombre perfectamente, hace un tiempo no estaba enamorado de él y vivía con normalidad.

No voy a morir cuando me aleje.

******

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro