Capítulo 33
Maddox
Trato de acomodarme el traje por décimo quinta vez, estamos en la despedida del Coronel Harrell que más tarde se convertirá en la ceremonia de ascensos, Raphael vuelve a mirarme, que haga eso me pone aún más ansioso.
—Deja de removerte.
—Estoy incómodo —murmuro, me siento hipócrita asistiendo a esto cuando fui yo quien le quito la vida.
—Te dije que olvidaras eso —justo diciéndolo sube la General Stella Williams al estrado, su mirada se dirige directamente a su hijo.
—Saludos cordiales para todos, nos reunimos aquí para rendirle homenaje a un hombre que se sacrificó por este Comando, no hay palabras que puedan hacernos sentir mejor o hacerle justicia a todo lo que hizo aquí, el Coronel Harrell era un ser intachable, un hombre que supo cuidar de esta Central hasta el final de sus días, desgraciadamente tenemos que despedirnos de él por un vil criminal que decidió atentar contra su vida...
Dejo de respirar por un momento, ya no puedo escuchar nada, siento los ojos de todos sobre mí, yo soy ese vil criminal que acabó con la vida de ese ser intachable, soy un asco de persona, no merezco estar aquí, debería estar entre rejas.
—Son mentiras —abro los ojos y veo a Raphael mirándome, su mano, aunque es discreto toca el dorso de la mía—. No tengas un ataque aquí, todo esto es un paripé, ese hombre no era bueno, confía en mí.
Tu tampoco, yo menos, todos somos malos aquí, nunca debí hacerlo, pero ya no puedo virar el tiempo atrás, lo peor es que no le creo, algo me obliga a dudar de sus palabras.
—Pese a la lamentable noticia tenemos que seguir adelante, Teniente Coronel Raphael Williams, acérquese —Raphael obedece—. Por su ardua labor comandando las tropas y entrega, estamos seguros de que no nos decepcionará, a partir de hoy deja de ser Teniente Coronel y pasará a ser el Coronel de este Comando. ¿Jura obedecer y mirar siempre por el bien del Comando Londinense?
—Lo juro —la General le incorpora la insignia, ninguno de los dos parece particularmente emotivo por ello.
Raphael le dice algo, ella contesta, están alejados así que no tengo idea de lo que es, el nuevo Coronel viene hacia mí, se me seca la boca viéndolo con las tres estrellas en su uniforme.
—Capitán, Maddox Werner, gracias por sus servicios como Capitán, pero a partir de hoy lo asciendo a Teniente Coronel de este Comando. ¿Su juramento?
Trago y lo miro directamente a los ojos.
—Juro proteger, nunca desobedecer y dar lo mejor de mí, no voy a decepcionar a este Comando.
—Tampoco a mí —dice en voz baja.
Raphael arranca mis insignias y coloca dos estrellas esta vez, le doy mi cargo a mi antiguo Teniente y una vez terminada la ceremonia con los debidos ascensos me retiro a mi habitación.
Pronto voy a tener que dejarla ya que es para Capitanes, me giro encontrándome con Thomas en el marco de la puerta.
—Felicidades, Teniente Coronel.
—Gracias.
—Supongo que todo va bien con Raphael —dice casualmente, ahora me siento mal por esto, él sabía que me gustaba Raphael, pero yo le di esperanzas en el asunto mientras estaba dolido por su rechazo.
—Thomas…
—Está todo bien, ya te lo dije, cuando lo dejes puedes venir conmigo.
Su sonrisa es la de siempre y eso hace que me relaje al instante, me acerco a él y coloco una mano en su hombro.
—Necesito un favor.
—¿Es su primera orden?
—No, es un favor, necesito información —Thomas deja de bromear y achica los ojos.
—¿Sobre qué?
—El Coronel Raymond Harrell.
—¿Quieres que lo consiga todo o algo en específico?
Aprieto la mandíbula, lo que estoy haciendo no está nada bien, debería confiar en Raphael, no, en realidad quiero comprobar que puedo confiar en él, estoy cansado de estar dudando de sus palabras todo el tiempo.
—Quiero sus datos de hace cinco años, uno antes y otro después.
—Lo conseguiré para ti.
— Que no sea información de la institución.
—Está bien —lo suelto y suspiro, Thomas agarra mi brazo esta vez—. ¿Hay algún problema?
—No es nada.
—No pareces tan feliz estando con él.
Niego, no quiero malas interpretaciones, estoy feliz de estar en algo aún no definido con Raphael, me gusta lo que tenemos ahora, sólo que no sé cuanto vaya a durar y lo bien que estaré cuando acabe.
No poder confiar en la persona que amas es un horrible castigo.
—Estoy feliz, sólo que Raphael es complicado.
—Nadie que esté contigo debería hacer que pongas esa expresión.
—Estoy bien. —recalco, coloca una mano en mi mejilla.
—No, no lo estás, no te mientas a ti mismo, el amor no debe dolerte, Maddox.
—No duele, sólo es difícil.
Thomas niega y acaricia mi mejilla suavemente, el toque es reconfortante.
—Sólo piensa en esto, escoge a alguien que te haga sentir que el amor es lindo, no difícil.
—Detente —pido quitando su mano.
—Muy bien, sólo piensa si deberías sentirte así mientras estás con él —suspiro.
—Por favor, investiga lo que te pedí.
—Sí, mi Teniente Coronel —Thomas hace un saludo respetuoso y luego se retira, a tiempo para ver a Raphael, el Coronel me mira de forma salvaje y tengo que tragar varias veces.
—¿Estrenando el cargo?
—Nada de eso, sólo fue una broma —se acerca y me acorrala contra la pared, puedo sentir su erección, jadeo.
—Mmm… la próxima vez que bromee contigo voy a degradarlo —susurra en mi oído, parece una broma, pero con sólo mirar sus ojos sé que lo dice totalmente en serio—. ¿Me ha entendido, Teniente Coronel?
—Sí, mi Coronel.
—Me gusta como suena, estoy un paso más cerca gracias a ti —lo interrumpo cuando pretende besarme.
—Harrell…
—¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —gruñe agarrándome del pelo, desliza la lengua por mi cuello descubierto—. Era una mala persona, te lo prometo. ¿No confías en mí?
Me hace la pregunta mirándome directamente a los ojos, en realidad no confío porque él mismo ha hecho que desconfíe, me usó a conveniencia para matar a una persona con la condición de que sólo así me creería.
Me usa.
Y yo lo dejo.
—Confío —digo en cambio, Raphael me besa y desliza la lengua en el interior de mi boca con una parsimonia que derrite cada una de mis fibras.
Lo sé, ya estoy jodido.
—Voy a premiarte por eso —Raphael desliza una mano por mi muslo y me aprieta el trasero.
—¿Si, con qué?
—Te daré a César, pero esta vez tienes que matarlo —gimo cuando muerde mi labio inferior.
—No puedo, sabes que…
—Si puedes, podemos deshacernos de ese estorbo y vengar a Annie de una vez —me besa el cuello dejando una marca.
—No puedo matar a nadie más.
—¿Aunque sean criminales?
—Raphael… —gimo, vuelve a mi boca y me besa.
—Suelta el dichoso cargo de conciencia, no mataste a un inocente.
—No tenemos derecho a esto.
Por muy malos que hayan sido con él no tiene derecho a tomar la ley por su mano, las cosas no deberían ser de esta forma, yo tampoco debí involucrarme, pero ya es demasiado tarde para echarse atrás.
—No vamos a discutir hoy, yo lo haré si es lo que quieres —las palabras son derramadas contra mi boca y difíciles de creer—. Sólo disfrutemos de esto, mañana trabajamos.
—¿Empezamos mañana?
—Sí —murmura apretándome más el trasero y subiéndome la camisa.
—Maddox… Oh Dios… —Ares se asoma, al instante de ver la situación se coloca contra la pared del otro lado dándonos algo de intimidad.
No debimos dejar la puerta abierta.
Ya estamos en un nivel en el que somos sumamente peligrosos, ni siquiera pensé en cerrar la maldita puerta, ni hablar de Raphael.
—Nada de Dios, Raphael, que el que se lo folla soy yo —achico los ojos y lo empujo, me limpio la boca.
—Gracias por la aclaración que no hacía falta, todos te conocen.
—Parece que a tu amigo se le olvidó mi nombre.
—Vete —se acerca y susurra en mi oído, el estremecimiento me recorre sólo con tenerlo cerca.
—Aún no has estado en mi cama.
—Difícil olvidarlo.
—Hoy te llevo, así que espera por mí.
—Bien, ahora vete —Raphael por fin sale y ladea la cabeza hacia Ares, puedo imaginarlo sonrojado a pesar de que no vio mucho.
—Ares, sé que es difícil porque parezco un Dios, pero no me confundas la próxima vez.
—Claro —lo escucho decir, Raphael se va y la maldición de Ares llega enseguida—. Joder, es un puto engreído.
—¿Qué haces aquí?
Ares frunce el ceño y me mira, lo extraño, soy debilucho cuando se trata de mi manada, incluso a mi hermana, no la he visto a pesar de vivir en la misma casa.
Salgo temprano, entro tarde, ni siquiera ceno con mi familia, en estos días que tuve tiempo libre pasé tiempo de más con Raphael o en solitario.
Realmente triste.
—¿Ya ni si quiera tienen cuidado? Cualquiera pudo verlos.
—¿Qué quieres? —Ares suspira.
—Felicitarte y pedir que vayas a hablar con tu hermana.
—No, no quiero saber de ninguno de los dos —Ares se acerca y agarra mi brazo, se ve arrepentido.
—Sé que cometí un error, estaba borracho y no es excusa, pero nos sentíamos tan mal que en ese momento dejamos de pensar, fue el único escape, estúpido, lo sé, pero...
—¿Por qué me dices esto?
—Escucha, esto no fue planificado, nunca vi a tu hermana como una conquista y tampoco lo hago, la veo como mi hermana y ella me ve de la misma forma.
—Dios, metieron la pata hasta el fondo —gruño con exasperación, estos dos sí que son idiotas— ¿Qué estaban pensando?
—No quieres saberlo —murmura en voz baja, enseguida me doy cuenta de lo que pasa.
—¿Annie?
—Sí, lo siento —se le quiebra la voz—. Me haré responsable de mi estupidez, pero por favor, deja de aplicar la ley del hielo con nosotros, ya es suficiente con que estemos en esta situación, estamos ahogándonos y ni siquiera te tenemos.
—No debería perdonarte por esto —murmuro, para mi sorpresa Ares se pone a llorar.
—Lo siento.
—Ven aquí —me abraza al instante, le froto la espalda, la verdad es que no tengo idea de cómo le fue luego de la muerte de Annie ya que me aislé de todos, evidentemente no lo ha superado.
Joder, el alcohol y mi hermana con la ruptura con Simone imagino que no ayudaron, tampoco tengo derecho a estar enojado con ellos cuando no soy un ejemplo de persona.
—Perdón, no fue mi intención.
—Lo sé.
—¿Irás a ver a tu hermana? —pregunta esta vez limpiándose la cara.
—¿Qué pasa con ella?
—Llora todo el tiempo, está arrepentida y deprimida.
Escuchar eso me da los motivos necesarios para ir, no es que esté enojado, dolido es la palabra, Abby me trató como si fuese un cualquiera y no mi hermana menor.
—Está bien, espera un segundo, tengo que cambiarme de ropa —rebusco por toda mi habitación y encuentro algo, me cambio enseguida—. Vamos.
—¿No tienes planes con el intenso? —me echo a reír por el apodo.
—Si, supongo que puedo posponerlos. ¿Nos vamos?
—Intentará matarme —lo jalo para poder cerrar la habitación.
—Es probable.
—Bueno, no me importa, Dios, esto fue patético —vuelve a decir limpiándose las mejillas, no voy a negarlo, de vez en cuando debería alejarme a ver si se me extraña de esta forma.
—¿Me pones al corriente de la situación?
—Tus padres lo llevan bien, estuvieron enojados al principio, pero ahora esperan al nieto con ansias.
Mis padres, rotundamente le dije a papá que no viniera a la ceremonia cuando tenía derecho de hacerlo, sinceramente no quiero sentirme más culpable de lo que ya me siento.
Ver a mi padre me recuerda a Harrell, y ya sé lo bien que termina eso.
—Me desvinculé de todos, incluso le dije a papá que no asistiera a la ceremonia cuando sé bien que Harrell fue su discípulo, soy un cabrón.
Ares palmea mi hombro, intenta animarme, pero no estoy así por los motivos que él cree, tengo cargo de conciencia y además de eso no quería a nadie mirando extraño a mi padre por mis gustos.
— Estabas enojado, es entendible, fuimos inmaduros, unos tontos.
—No soy nadie para juzgarlos, yo también estoy haciendo estupideces últimamente —me mira de reojo.
—Ya me di cuenta —subo a mi auto, Ares se sienta del otro lado y comienzo a conducir.
—¿Mis padres lo saben?
—No, nosotros no les dijimos —suspiro con alivio, si yo les digo quizás la situación vaya mejor que con Abby, también tendré que hablarlo con mi hermano menor y…
Ugh, mi hermana mayor probablemente ya esté al tanto de la situación.
—Parece que tendré una larga charla.
Estaciono y tomo una bocanada de aire antes de entrar a casa, mis padres no están, Niki me saluda de forma efusiva, lo acaricio y veo a mi hermana pequeña sentada en el sofá cubierta por una manta, tiene las mejillas rojas y los ojos hinchados, su cara no tiene precio cuando me ve.
—¿Madd? —se echa a llorar otra vez, no voy a ir a limpiarle las lágrimas hasta que salgamos de esta situación.
—Vamos a dejar las cosas claras, todos tenemos derecho a equivocarnos, me sentí traicionado, pero ya pasó y tengo que aprender a vivir con ello.
—Lo siento —murmura mirándome como un cervatillo.
—Pero esto no fue lo peor, Abby, tenía a más de la mitad del Comando en mi contra y eso incluía a mi hermana pequeña —aprieta la mandíbula—. Saber que te molestaba tanto mi persona dolió como no tienes idea.
—Lo siento, fui una perra total, no lo entendía, no podía procesarlo y terminé hiriéndote.
—Escucha, que me gusten los hombres no va a cambiar y vas a tener que aprender a lidiar con eso —se pone de pie dejando la manta en el sofá, Niki se acurruca en su puesto y Abby agarra mi mano.
—No me importa eso, siento ignorarte cuando más me necesitabas, Madd, eres lo más importante que tengo, no me importa si estás con una mujer o un hombre, eso no cambia nada, lo descubrí demasiado tarde, ya te habías ido —se echa a llorar otra vez, sonrío y le seco las lágrimas.
—Aún no es tarde, abeja, volví.
—Lo siento, perdón por ser así —me abraza, le froto la espalda.
—Está bien.
—Siento emborracharme, siento acostarme con tu mejor amigo, siento perderme tu cumpleaños, ocultártelo, maltratarte, perdón.
—No llores, no es bueno para tu estado.
—Gracias por darnos una segunda oportunidad —hipa, me carcajeo, extrañaba a estos dos.
—Son mi todo, lo saben.
Jaló a Abby al sofá, Ares se sienta junto a Niki y juntos vemos el televisor, me aclaran un montón de veces que no sienten nada el uno por el otro, que sólo se ven como amigos, pero cuidarán al bebé.
Son entrañables.
—Vaya, veo que ya se reconciliaron, supongo que ahora te toca hablar con nosotros —menciona Yanet a penas abre la puerta y nos ve, mi padre viene con ella y un sudor helado me corre por la espalda.
— Si —me pongo de pie—. Chicos. ¿Pueden dejarnos a solas un momento?
—Claro, vamos.
—Son papá y mamá, todo estará bien.
—Gracias.
Espero a que ambos suban y miro a mis padres, les sugiero tomar asiento, pero insisten en quedarse de pie, mi madre es la primera en preguntar.
—¿Qué pasa?
—Para nadie es un secreto que mi matrimonio es prácticamente una farsa, me casé con Yara por presión, porque pensé que hacía lo correcto —agrego, papá ladea la cabeza.
—¿Vas a divorciarte?
—No, está embarazada, no haré tal cosa, pero… —muerdo mi labio inferior, ni siquiera sé qué decir, esto no estaba en mis planes—. Conocí a una persona hace un tiempo, en realidad ya nos conocíamos, pero nunca…
—Deja de divagar.
—No hay forma correcta de decirlo, descubrí que también me gustan los hombres —suelto, Yanet se sienta de una vez, está impactada por la noticia, incluso más que mi padre.
—No puede ser.
—Siento decepcionarlos —murmuro sintiendo el calor en mis mejillas.
—Maddox, tienes veintiséis años, esto es absurdo, sólo conociste a un hombre que te confundió.
—No estoy confundido, estoy enamorado de él —Yanet se pone de pie y me mira como si fuese la peor escoria, no como su hijo.
—No aceptaré esto, ningún hijo mío es defectuoso.
—Mamá…
—Hoy mismo me voy de esta casa, cuando recapacites volveré y te ayudaré con tu hija.
—No hagas eso, Abby también te necesita.
—Ni siquiera me hables, no te crie para que fueras un desviado —gruñe subiendo las escaleras.
—Lo siento —le digo a mi padre con los ojos húmedos.
Mi padre se acerca y frota mi hombro, estoy sorprendido de que Lion Werner esté más relajado con esta situación que mi madre, pensé que los papeles serían al revés.
—No te disculpes por algo que no puedes evitar.
—Siento decirte que no fueras a la ceremonia, no quería que te miraran extraño por mi culpa, todos lo saben y dicen que soy una gran decepción.
Me abraza y correspondo con fuerza, necesitaba esto desde hace un buen tiempo ya, estoy cansado de fingir que estoy bien.
—No lo eres y el que piense eso puede venir a decírmelo en la cara, Maddox, todo está bien, no hay nada malo contigo, son tus gustos y siempre voy a sentirme orgulloso de quien eres.
—Papá, lo siento.
—Deja de sentirlo, el amor es amor, no importa con quien, sólo quédate con alguien que te haga feliz, no importa si es una mujer o un hombre. ¿Vale? —pregunta mirándome con una sonrisa.
—Sí, pero mamá…
—Yanet es cerrada de mente, hablaré con ella, no vamos a irnos, tú y Abby nos necesitan.
Suspiro, me siento mejor aunque la reacción de mi madre no fue lo que esperaba.
—¿Por qué no sacas a pasear a Niki? Hablaré con tu madre, toma un poco de aire —prácticamente me suplica con la mirada así que tengo que ceder.
—Está bien.
Agarro la soga de Niki y lo sujeto, el perro camina feliz delante de mí, ajeno a lo mal que me siento, al menos ya tengo a mi hermana menor y Ares de vuelta, mi madre también lo comprenderá en algún momento.
Mi teléfono suena, el nombre de Raphael me hace estremecer con sólo verlo, y así mi madre cree que estoy confundido, estoy jodido por este hombre, enamorado como un tonto.
—¿Si?
—¿Dónde rayos estás? —recién recuerdo que prometí irme con él, veo a Niki olisquear un arbusto y suspiro.
—Lo siento, olvidé decirte, tuve que venir a casa.
—¿Por qué tienes la voz así?
Tomo aire por un segundo e intento relajarme.
—No lo sé.
—¿Estuviste llorando, es por Harrell otra vez?
—No, hablé con mis padres sobre, uh… bueno…
—Que te gustan los hombres —ofrece.
—Sí.
—¿Saben sobre mi?
—No, infartarían.
—Iré por ti. ¿Dónde estás? —dejo caer la mirada otra vez en Niki.
—Paseando al perro.
—¿Me obligarás a revisar mi teléfono?
—Sí, ven por mí.
—Luego no te quejes.
Guardo mi teléfono y sigo caminando hasta que el Maserati se detiene a mi lado, Raphael abre la puerta, luego me hace una señal para que me siente a su lado.
—Dije que estaba paseando a Niki.
—Súbelo en la parte de atrás.
—¿Qué?
—Vamos, dejaremos que se divierta en mi casa mientras tú y yo nos ocupamos de asuntos importantes.
Me echo a reír, subo al perro a la parte de atrás y coloco el cinturón, él parece mucho más contento, tiene el uno para echarse como si estuviese en su territorio.
—Asuntos importantes —digo una vez sentado, Raphael levanta las cejas y mira hacia su entrepierna.
—Claro, no vas a dejarme con esta calentura. ¿cierto?
—Supongo que no.
—Te ves feo cuando lloras, deja de hacerlo —replica poniendo el auto en marcha, resoplo.
—No lloraba.
—Supongo que no fue nada bien.
—Bueno, fue mejor de lo que esperaba.
—¿Ya ves? Soy de los que da suerte —sonrío.
—Claro, porque tú no eres el culpable de que esté en esta situación.
—No, sólo te mostré más opciones, tu vida era gris antes de caer en mis garras.
—¿Cómo es que puedes ser tan creído?
—Herencia familiar —replica.
Conduce en silencio hasta su casa, Niki está detrás dormido sobre su lomo y las patas estiradas, está de más decir que cree que es su sofá, Raphael estaciona.
—Vamos.
—¿Vas a dejarlo entrar? —murmuro viendo Niki seguirlo, parece más su dueño que yo.
—Claro, no voy a dejar a tu perro fuera.
—No sabe comportarse.
—Lo hará —dice con seguridad entrando, el perro lo olfatea todo, Raphael le señala un asiento—. Niki, sube.
El perro obedece como si fuese mi padre dándole la orden, Niki sólo recibía órdenes de mi padre, hasta hoy.
—No puedo creerlo.
—Te quedas aquí, juega todo lo que quieras, pero no puedes hacer destrozos. ¿Entendido?
Guau.
—Buen chico —dice acariciándole la cabeza, luego me jala escaleras arriba— Ahora vamos, por fin voy a tenerte en mi cama.
Observo su habitación a penas entro, como lo esperaba no hay nada personalizado, sin fotos o cuadros, sólo libros de estrategias militares, el armario, lámparas de noche y una cama enorme.
Me lanza a la cama sin aviso y reboto en el mullido colchón, joder, es un buen colchón, Raphael ni siquiera me deja disfrutarlo por más tiempo, me quita las botas y el pantalón en unos segundos.
—Puedes ir más lento, no me iré a ninguna parte —sus ojos verdes me miran directamente, este hombre puede calentarme con sólo eso.
—Y si te vas me aseguraré de encontrarte hasta en el fin del mundo —replica.
Me quito la camisa y él se encarga de mi ropa interior dejándome completamente desnudo, lo jalo hacia mi haciendo que se arrodille entre mis piernas y lo beso.
—Fierecilla, no es una broma, haré que todo arda si se te ocurre esa tontería, eres mío.
Deslizo las manos debajo de su camisa y la quito, su piel contra la palma de mi mano parece quemar, incluso sus palabras, esta es la forma obsesiva en que me quiere, quiere lo que puedo hacer por él, no me ama.
Lo sé, pero aún así sigo aquí.
—Dímelo —muerdo su labio inferior y lo digo contra su boca.
—Te amo.
Las palabras lo excitan aún más, me besa con ansias, demandando cada cosa de mi, y soy tan tonto que le daré lo que me pida, está más que comprobado, mi amor por este hombre va más allá de lo sano.
Lo peor es que lo sabe.
Y me tiene a su merced.
******
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro