Capítulo 28
Maddox
Trabajamos hasta el cansancio los últimos cinco días, la Bratva tiene un asedio total en Italia buscando el dichoso anillo, la verdad es que no tienen idea de donde está y sospecho que la mafia italiana tampoco está enterada.
Raphael se ha mantenido ocupado y ni hablar de mi confesión, fue completamente inservible, ya ni siquiera me quedan esperanzas.
A estas alturas ni el orgullo tengo de mi lado.
Abby también me ignora y Naomi junto a su novio creen que me molestan con sus burlas y estúpidos comentarios, si supieran que ya no puedo sentirme peor ni siquiera perderían el tiempo.
Termino de ponerme el chaleco táctico y cojo el fusil, esta vez iremos a cazar directamente a Fabio, tenemos un chivatazo que según los superiores es bastante confiable.
Yo no confío.
Me toca ir con Raphael al mando, genial, la incomodidad en su punto, bajamos del avión y sigo la orden de dividirnos, sitiamos la casa desasiéndonos de los guardias en el exterior.
—Vamos a entrar —escucho la voz de Raphael y enseguida doy mi orden.
Agarro el cuchillo y me deshago de un guardia, mi tropa hace lo mismo en completo silencio, caminamos con sigilo, Raphael corre hacia la entrada, saca algo de su chaleco e intenta abrir la puerta con pinzas.
Escucho el clic y agarro la pistola, Raphael me mira, muevo la cabeza, él abre al momento y apunto, no hay nadie.
El Teniente Coronel entra primero apuntando a todas partes, seguimos, le dispara a un hombre en la escalera directo a la cabeza, gracias al silenciador aún no tienen ni idea de que estamos aquí.
Una alarma silba y la puerta se cierra de golpe.
No tenían idea, ya lo saben.
Sólo unos diez nos quedamos dentro, los demás están fuera recibiendo fuego enemigo, lo que yo decía, mejor no confiar en los mafiosos, disparo a uno de los que se acerca y me escondo detrás del sofá.
Raphael voltea una mesa y se cubre, disparo intentándole dar apoyo, elimino a uno, Raphael al de al lado.
—Joder, defiéndanse, quiero muertos a estos hijos de puta —gruñe Raphael por el comunicador, pongo los ojos en blanco y le disparo a otro.
Quedamos solos en la sala de estar, corro hacia Raphael y lo jalo hacia una columna antes de que un hombre con una ametralladora haga añicos la mesa.
—Capitán, para la próxima, avíseme.
—¿No sabes decir, gracias? —Raphael niega.
—Lo dejaré pasar, sólo por esta vez.
Seguimos disparando cubriéndonos el uno al otro, subimos las escaleras cuando no quedan más enemigos en la planta baja y nos dividimos para revisar las habitaciones, no queda nadie, por supuesto que no, fue una jodida trampa.
Bajo a la sala de estar, Raphael me ve y abre los ojos en grande, faltándole tres escalones se lanza hacia mí y escucho varios disparos, ni siquiera puedo utilizar mi arma con él encima de mí.
Raphael me mantiene abajo y me quita la pistola de la mano, dispara dos veces y escucho al enemigo cayendo, lo empujo.
—Para la próxima, avíseme —le devuelvo sus palabras, Raphael me lanza la pistola y la cojo.
Algo chorrea por mi brazo empapándome la ropa, llevo los dedos enguantados a mi brazo y toco el punto húmedo, es sangre, pero no estoy herido.
—Raphael. ¿Estás herido?
Raphael voltea y veo la herida en su hombro, justamente en el lugar que no cubre el chaleco, recibió esa bala por mí, doy unos pasos hacia él, extiende una mano y niega.
—No venga, estoy bien, no es nada por lo que tenga que preocuparse —aprieto la mandíbula, mi confesión puso un muro bien alto ente nosotros.
Soy experto escalando muros en la vida real, pero lo que tiene Raphael entre nosotros es una maldita fortaleza impenetrable, ni siquiera me mira como antes.
Pero recibió una bala por mí.
Esa revelación hace que tenga una pequeña esperanza, de alguna manera le importo.
—Está bien —abro la puerta, dentro sólo nosotros quedamos, la tropa está bien con excepción de dos bajas más.
Doy la orden de retirarse, Raphael se va a otro vehículo donde pueden atender su herida, bien, al menos no estaré viéndolo todo el camino.
Bajo del auto a la misma vez que la doctora con Raphael, su cabello está despeinado, la bata estrujada y su sonrisa es brillante, me muerdo los labios notándolo a él.
Raphael se alisa el uniforme y se aleja como si no acabase de tirarse a la doctora, sólo debería follar con alguien y quitarme este mal sabor, ese hombre es un hijo de puta.
Justo cuando pensé que tenía una oportunidad ahí va él y me deja por el piso otra vez.
Por esto digo que ya no estoy bien de la cabeza.
Me cambio a ropa de entrenamiento y voy directo al comedor, Abby gira la cabeza en cuanto me ve, Simone comienza a decir tonterías en voz alta, los que están en su mesa y alrededor ríen.
Ya me cansó este hijo de puta.
Camino directamente hacia ellos, Simone sonríe de medio lado.
—¿Qué hace nuestro mejor Capitán aquí, busca a alguien para follar? Ninguno de los que está aquí es un maricón —deslizo los dedos por su cabello rojo y agarro, me mira con absoluta sorpresa.
—Cariño, eso no fue lo que me dijiste anoche —digo y le planto un beso con lengua, Simone está tan sorprendido que tarda en alejarme.
—¿Qué crees que haces?
Me echo a reír y sigo hacia la mesa donde me esperan Ares y la recién adquirida pandilla.
Simone sigue hablando, pero esta vez nadie se ríe de sus bromas.
—¿No vas a ir a lavarte la boca? —pregunta Ares a carcajadas, me siento, al menos alguien se divirtió.
—Creo que lo has puesto en su lugar, fue un escarmiento mejor que los golpes —giro la cabeza hacia Simone, su cara está tan roja como su pelo, se limpia la boca con el dorso de la mano y pone su atención en Naomi.
—Eso parece. Vengo en un rato.
Camino hacia la mesa de Abby, la conversación llega a mis oídos por accidente.
—¿El embarazo es de Simone o Ares?
Me quedo de piedra, Abby coloca una mano en su vientre, no, Ares no pudo meterse con mi hermana, joder, es mi hermana pequeña, la vio crecer.
No sé por qué me sorprende, se enamoró de Annie y también nos criamos como hermanos.
—Ares.
—Repite eso —le gruño, Abby me mira con pánico y se levanta de la silla en un segundo.
—No es lo que piensas.
No me importa, no ha querido hablarme por varios días, ahora soy yo el que no va a escucharla, camino hacia la mesa de nuevo y agarro el frente de la camisa de Ares, lo levanto sorprendiendo a todos.
—No puedo creer que hayas hecho esto —gruño dándole un golpe.
Ares cae al suelo y deja su mirada sobre Abby, ella aprieta los labios, lo mira arrepentida.
—Levanta —Ares obedece, vuelvo a golpearlo, esta pelea no es nada satisfactoria, ni siquiera es una pelea, él no se defiende — Defiéndete, Ares.
—No, me merezco cada golpe.
Le doy un rodillazo en el estómago, se arquea y me mira.
—Lo siento.
—¿Lo siento? ¿Fue por esto que olvidaron mi cumpleaños? — ninguno contesta, ya no necesito la confirmación.
Agarro a mi mejor amigo por el pelo, gruñe y me acerco a él.
—Al parecer está embarazada, y ni creas que no te harás cargo de mi sobrino —Ares palidece, ya veía venir que embarazara a uno de sus ligues, pero nunca pensé que mi hermana estuviese incluida entre ellas.
—¿Está embarazada?
—Sí, y nada de abortos, asumes con ello.
Lo suelto y los miro a ambos, me siento completamente traicionado ahora.
—¿Yo te decepcioné porque también me gustan los hombres? —suelto las palabras hacia mi hermana, Abby muerde su labio inferior—. Siento decirte que ustedes no sólo me decepcionaron, esto es lo peor que pudieron hacer.
— Maddox.
— No quiero escucharte, tampoco a él, encárguense de este asunto, sabes que no puedes seguir trabajando.
— Maddox, espera.
Sigo de largo ignorándolos a ambos, ya me parecía ridículo que tuviesen una pelea y olvidaran mi cumpleaños, el montón de disculpas que obtuve no era por olvidarse de mí, era por esto.
Voy a mi habitación, me siento como un león enjaulado, Thomas abre la puerta de mi habitación si tocar siquiera, la cierra detrás de él.
—Lo siento, pensé que harías una tontería —me acerco a él y lo agarro del pelo, la tontería la haré ahora.
Raphael no es el centro de mi maldito universo y puedo demostrarlo.
Beso a Thomas justo como me gusta, se adapta a mí deslizando la lengua en el interior de mi boca, aferra las manos en mi cintura, me separo sólo para quitarle la camiseta, tiene un tatuaje en el pectoral izquierdo de un ancla con enredaderas.
Lo acaricio y luego bajo al pezón, Thomas jadea.
—Sabes que esto no es una buena idea —replica, le desabrocho el cinturón, el clic resuena en la habitación.
—Si no quieres voy a detenerme. —niega.
—Ese no es el problema, lo estás pasando mal, cada avance se siente como si estuviese aprovechándome de ti, amas a Raphael.
—Sí, lo amo, pero no voy a tenerlo, no me quiere de vuelta.
—¿Te lo dijo?
—Me ignoró —Thomas me besa y desliza las manos debajo de mi camisa levantándola.
—Que idiota.
—Ujum… mis palabras exactas —me quito la camisa, Thomas detiene su mano en la hebilla de mi cinturón y me mira.
—¿Cómo funciona esto?
—¿Quieres que te folle? —le gruño al oído—. Quizás mañana podrías hacérmelo tú a mí.
Thomas sonríe de medio lado.
—Eso se escucha bien, pero creo que vas a tener que ir con más calma o harás que salga corriendo.
—¿Estás asustado? —pregunto deslizando una mano dentro de su ropa interior, Thomas agarra mi muñeca y sisea.
—Un poco.
—¿Quieres que me detenga?
—No, pero creo que llegar al final es demasiado para mí —le beso el cuello y dejo pequeñas mordidas por la clavícula.
—Bien, podemos hacer eso otro día —llego al tatuaje y dejo un beso—. ¿Hay más de estos?
—La espalda —jadea mientras sigo acariciando.
—¿Tienes otro ahí?
—Sí.
—Gírate —gruño dejando de darle mi atención.
Thomas tiene las mejillas un poco rojas y sus ojos piden más, se gira y deslizo los dedos por la enorme cabeza de león con corona que tiene tatuada, es increíble, los ojos verdes de la fiera me recuerdan los suyos.
—Joder, es sexy —le muerdo el hombro y jalo hacia la cama—. Ven aquí.
Lo dejo caer en el colchón y me acomodo entre sus piernas, lo beso, Thomas besa de forma suave, aprendo y me amoldo a él, no creo que le guste la rudeza con la que Raphael y yo nos tratamos.
Dejo salir su erección y la froto con la mía, Thomas me abraza con las piernas, cierra los ojos mientras acaricio.
—Ah.
—¿Es bueno? —pregunto mordisqueando su labio inferior.
—Bastante —gime y le pellizco un pezón, yo no soy
particularmente sensible, pero a él parece gustarle.
Lo beso de nuevo, acaricio con más fuerza, quiero correrme, me quedé a medias la última vez, le muerdo la oreja, jadeo.
—Sé que es rápido, pero estoy a punto de…
—Córrete —murmura contra mi boca, me contraigo y me corro sobre sus abdomen, eso parece ser estímulo suficiente para que también se corra.
Ambos jadeamos, Thomas deja de abrazarme con las piernas y se echa a reír.
—Nunca pensé que me sentiría bien haciendo cosas sexuales con un chico —resoplo, me arreglo el pantalón y voy al baño.
Humedezco un paño y vuelvo para limpiarlo, Thomas aún parece divertido por la situación, dejo la tela y me acuesto a su lado, él mira al techo con atención, es atractivo, Annie solía halagarlo bastante.
Annie.
De pronto la culpa cae sobre mí como un balde de agua fría, me lleno la boca diciéndole a los demás de traición y soy el peor de todos, traicioné a mi esposa con Raphael, y ahora estoy haciendo esto con el hombre que le gustaba a mi hermana.
—Thomas —ladea la cabeza y me mira.
—¿Qué pasa?
—No esperes mucho de mí, Raphael…
—Lo sé, lo amas, ya me lo dijiste —suspiro.
—¿Y creíste que estabas aprovechándote de mí? Creo que soy yo quien lo hace.
—No me gustan los triángulos amorosos, pero no tengo otro remedio —se ríe otra vez, me gusta verlo risueño, acaricio el ancla en su pecho.
—Tengo que hacerte una pregunta, o acabará con mi conciencia.
—¿Qué pasa?
—¿Tu y Annie formalizaron su relación?
—No, sólo salimos tres veces, iba a pedírselo, quería ir con calma —responde, no me hace sentir mejor, pero al menos es algo.
—Vale.
Thomas se queda conmigo hasta pasadas las doce que decide irse a su habitación, salgo topándome directamente con Raphael, sonríe mientras fuma un cigarro.
—¿Qué, por fin probaste a otro hombre?
—No es de tu incumbencia, pensé que ahora nos ignorábamos —se encoje de hombros, la herida no parece dolerle.
—Suelo tener cambios de humor, además, pensé que a estas alturas ya habías refrescado las ideas, hace unos días parecías confundido.
—¿Confundido? —me echo a reír —. No estaba confundido y tampoco lo estoy ahora, un poco estúpido para enamorarme de ti, tal vez.
Raphael arroja el cigarro y me agarra del pelo, habla contra mi boca, me estremezco al instante.
—Maddox, tú no puedes amar a nadie, ni siquiera te amas a ti mismo.
—¿Vienes tu a darme clases de psicología, de verdad crees que no sé lo que siento?
—No te creo —replica, lo miro sin poder creérmelo.
—¿Qué?
—No sabes amar a nadie, le dijiste a esa mujer con la que te casaste que la amabas y le pusiste los cuernos conmigo, después de eso no puedo creerte.
—No puedes hablar en serio —le agarro la muñeca con fuerza, me suelta.
—Aún si te creyera. ¿Qué me dice que no le dirás lo mismo a otro? No hay garantías contigo.
— Ni siquiera tengo palabras para ofenderte —escupo con ira, Raphael simplemente sonríe.
—Porque sabes que tengo la razón.
—Sabía que harías esto conmigo, pero soy un completo estúpido.
—Demuestra que me amas —gruñe agarrando mi camisa y jalándome hacia él.
Lo miro a los ojos, su mirada es ardiente y hace maravillas conmigo, este hombre me tiene a su merced, lo peor es que lo sabe perfectamente.
—¿Cómo?
—Hazme Coronel.
No le importo, lo único que le interesa son sus planes, ni siquiera sé si formaba parte de su venganza desde que decidió acercarse a mí, pero definitivamente ahora sí.
Así aman los psicópatas.
Raphael no necesita amor, necesita peones y resulta que ahora que lo amo voy a ser el mejor de ellos.
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