Capítulo 2
Maddox
La alarma de anuncio me levanta de la cama, despierto estuve todo el tiempo recreando una y otra vez lo que vi en la oficina de ese maldito.
Debí golpearlo hace mucho tiempo.
Hijo de puta, ahora estoy aquí colocándome mi uniforme sin tomar un descanso, si planeaba que fuese tortura dio en el clavo, incluso peor que enviarme a casa con Yara.
Agarro las placas metálicas alrededor de mi cuello viéndolas en el espejo, llevo años en esto y espero no arruinarlo más, sólo tengo que hacer bien lo que me ordenen hoy, soy un buen soldado.
Me adiestraron para esto y soy bueno en lo que hago, independientemente de la misión fallida de ayer.
Cierro la puerta detrás de mí golpeándome con alguien.
Abby gime frotándose la pequeña nariz, lleva el mismo uniforme reglamentario, botas de combate por encima del tobillo, pantalones camuflados de color verde oscuro y una camisa negra elástica con las dos estrellas plateadas que la representan como Teniente, estoy orgulloso de ella por ganarse ese ascenso.
—¿A dónde vas tan apurado? —Abby me sigue corriendo.
Es muy baja comparada conmigo, tiene la estatura de Yanet, nuestra madre, cabello rubio y largo recogido en una coleta, los ojos azules de nuestro padre, los que hereda cada Werner.
—Al campo de entrenamiento, si llego tarde estoy muerto.
—¿En serio fallaste en la misión de ayer? —la miro de medio lado sin dejar de caminar, voy tarde, ese imbécil me pateará el culo a su antojo.
—Sí, no le digas a nuestros padres.
Abby se echa a reír como si la proposición fuese completamente ridícula, odio que haga eso.
—No tengo que decirlo, ellos se enteran solos.
—Gracias por eso.
—Maddox… —menciona agarrándome, me suelto arrepintiéndome al instante por sus ojos de cachorra, es mi hermana menor, sabe manipularme desde que usa pañales.
—Nos vemos más tarde. ¿Si?
—Suerte con el Teniente Coronel —me grita mientras sigo corriendo.
—Un milagro es lo que me hace falta.
Me detengo en seco al ver las tropas formadas y al Teniente Coronel en frente con los brazos cruzados, su ropa de entrenamiento y las dos estrellas doradas que lo distinguen, además de su mirada fulminante.
Mierda, no dejo de meterme en problemas con este imbécil.
—Capitán Werner. ¿Debemos seguir esperando por usted? —la ironía es como un puño directo a mi abdomen.
Odioso como siempre, me detengo frente a mi tropa, con mi Teniente, Connor Holm detrás, aparte de quedar como un inútil, ahora también soy un irresponsable que ni siquiera puede llegar temprano.
—Capitán, Maddox Werner, sección uno, tropa MS1 reportándose.
—Creo que sigue acumulando castigos, Capitán —los ojos gélidos descansan sobre mí tratando de hacerme retroceder, puede imponerme los castigos que se le dé la gana, pero no me intimida—. A la pista, ahora, quince carreras y no quiero a ninguno trotando, corran.
Me pongo a correr dirigiendo mi tropa sin problema alguno, gritando de vez en cuando para animarlos, aprieto la mandíbula escuchando la orden a la tropa dos del capitán Ares y nuestra pronta tortura.
—Capitán Knight, carrera de obstáculos, vamos. ¿Qué esperan inútiles?
Diez vueltas y ya estamos completamente agotados, los gritos del Teniente Coronel me hacen espabilar como si fuese un balde de agua fría cayéndome encima.
—Werner, no los veo corriendo, tienes soldados atrás.
Cabrón, tú también estuviste en la misión, a ti también se te escaparon.
Me detengo al terminar el ejercicio, el sudor gotea humedeciéndonos el uniforme, estamos agotados, sin importarle nada, Raphael nos vuelve a mirar como simples cucarachas.
Un día de estos tengo que cobrármelas.
—Al suelo —la orden es clara y la acatamos enseguida, ahora tendremos que encargarnos de la pista de obstáculos—. Arrástrense —su voz es más castigo que arrastrarse bajo la alambrada, las zanjas llenas de lodo nos cubren, sin embargo Raphael sigue enojado—. El que no sirva se va, el que se esté quejando que vaya a llorarle a su madre para que lo saque, estoy con lo mejor de las Fuerzas, nada de lloriqueos o decir que están cansados —gruño cuando mi ropa se engancha en el alambre, la mirada fría cae directamente sobre mí—. Se cansan cuando yo de permiso, vamos, sigan, son soldados, no niñas lloronas.
Hijo de puta.
Luego de un intensivo de seis horas por fin nos deja ir, todos somos una bola de sudor ligada con fango, comienzo a desesperarme, me pica todo el cuerpo, el Teniente Coronel mueve la cabeza mirándonos.
—Descansen, los Capitanes les informarán sobre la próxima misión en unas horas, partiremos mañana en la tarde, no quiero errores como los de ayer. ¿Entendido?
—Sí, Señor.
—Werner, báñate y a mi oficina, en diez minutos.
Obedezco dejando que el agua de la ducha caiga, sólo cinco minutos no son suficientes para limpiarme, pero tengo que llegar puntual esta vez, agarro un uniforme limpio de mi casillero y corro hacia la oficina del Teniente Coronel.
No puedo ocultar mi vergüenza al ver a Maricarmen.
—Necesito hablar con… —ella asiente haciéndome un gesto para que pase directamente.
Trago en seco antes de abrir la puerta, tengo que prepararme mentalmente, por supuesto que el Teniente Coronel, Raphael Williams, probablemente haya pensado en otra forma de joderme.
—Tarde, otra vez.
—Sólo fue un minuto más —contesto sin pensar ganándome una mirada fulminante.
Joder. ¿Por qué estoy tan mal últimamente?
—Aquí están los documentos —tira la carpeta al otro lado del escritorio para mí, grosero como siempre—. Es algo rápido y este no es el protocolo, pero no tengo tiempo de supervisar a cada uno de ustedes, tú papel está señalado y sólo quiero a los mejores, entregue la carpeta del Capitán Knight.
—Sí, señor —respondo caminando hacia la puerta, la voz a mi espalda me hace clavar los pies en el suelo.
—No he terminado —me giro encontrándome otra vez con su mirada enojada, desde su regreso de las vacaciones de tres meses su temperamento va deteriorándose cada vez más—. ¿Le di permiso para retirarse?
—No, Señor.
—Aquí está su castigo —estiro la mano recibiendo un USB de color negro, su mirada no cambia y tampoco parece dispuesto a explicarme.
—¿Cuál es la orden?
—Hay tres videos de una hora cada uno, necesito que los revise y me presente los tres informes mañana, quiero descritos cada uno de los movimientos o lo que hablen ¿Me escuchó bien, Werner? Cada minúscula cosa — muevo la cabeza—. No quiero trampas, voy a saber si lo hizo usted o no.
Probablemente es información de alto secreto, trabajamos con ese tipo de cosas, sin embargo, me sorprende que su castigo sea un trabajo más que normal para mí.
¡Hurra por eso! A veces no es un idiota.
—Sí, Señor, permiso para retirarme.
—Retírese, Capitán.
Camino a mi oficina y guardo los papeles, ya que es el horario de almuerzo ni siquiera reviso los documentos, estoy muriendo de hambre, apenas me siento en mi mesa con la bandeja llena Abby me hace compañía sentándose frente a mí.
—Madd.
—Abby. ¿Qué tal te fue en la misión? —pregunto mordiendo mi pollo, está exquisito—. Ni si quiera pude preguntar.
—Bien, no te preocupes, sé que estás pasando por un mal momento.
—¿Te va bien con Thomas?
Thomas Pierson es el actual Capitán de la MS4, tropa en la que radica Abby, no tengo nada en contra de Thomas, pero es demasiado arrogante, cree que tiene más habilidades que todos nosotros y no merece estar como el cuarto Capitán, esto le dio muchos problemas con mi mejor amigo Ares Knight.
—Sólo es idiota con ustedes.
—Capitán, Teniente. ¿Puedo sentarme con ustedes?
Taylor Cobb ¿Cómo no? Abby atrajo al ganado desde el momento en que entró al comando y odio ver la cara de estos babosos coqueteándole, no la merecen, ella sonríe palmeando el lugar.
—Claro, toma asiento.
—Chicos. ¿Por qué no me han invitado? —Eva, mi subteniente se autoinvita sentándose a mi lado, mi almuerzo tranquilo ahora estará muy movido— . Naomi, ven aquí.
—Maddox, ¿tienes los papeles? —me llevo otra cucharada a la boca y miro al frente, ya otra persona se incorporó.
Pelo castaño, ojos miel, más de metro noventa, Ares, más atrás nuestra amiga la Capitana Annie Novak que viene caminando con una bandeja en la mano, el pelo negro suelto y contoneando las caderas atrayendo varias miradas.
—Sí, luego te los envío, ni siquiera les di un vistazo —Annie se sienta echándose el cabello hacia atrás, parece una creída llamando la atención de todos— . ¿Puedes caminar normal?
—¿Fue demasiado? Thomas estaba mirándome y quería su atención —me encojo de hombros, Thomas probablemente esté ahora odiándola igual que a todos, Annie es la Capitana de la MS3 por lo que está por encima de Thomas.
—No sé la de él, pero conseguiste un montón de miradas —Annie hace un mojín.
—No sirve si no consigo la de él, es un hueso duro de roer ¿Puedes preguntarle? Ya sabes, preguntarle si está interesado o…
—No, no estoy consiguiéndote novio, estás bien así y Thomas es… —Annie se pone roja de la furia, sus ojos se cristalizan, ay no, manipulación emocional, genial, todo el mundo me tiene la baja cogida en este lugar.
Somos amigos desde los siete años, no me gusta verla llorar y ella se aprovecha de eso.
—Eres un imbécil, te odio tanto, nunca pensé que…
—Está bien, voy a preguntarle —digo antes de que suelte otra barbaridad, no tengo idea de cómo acercarme a Thomas sin que me escupa, Annie sonríe y me da un beso en la mejilla como si no me hubiese dicho que me odiaba segundos antes.
Mujeres. Siempre consiguen lo que quieren.
—Te amo tanto —Ares niega haciendo una mueca.
—Dejas que te manipule a su antojo —Annie pone los ojos en blanco y le da un golpe en el brazo.
—Tú también, agradece que se lo pedí a él y no a ti —el suspiro es audible, Thomas no es santo de devoción de ningún Capitán, bueno, excepto Simone que es el último Capitán de la MS5.
—Ninguno de nosotros se lleva bien con Thomas, es un tarado, dile a Simone que te presente.
—Eh… —gruñe Annie antes de darle un golpe en la cabeza— . Que es mi próximo novio y tendrán que llevarse bien.
—No me tengo que llevar bien con tus ligues —murmura tomando un trago de agua, Annie sonríe.
—No será un ligue.
—No te duran nada, mujer, cuando se dan cuenta de ese carácter huyen despavoridos, sólo Maddox y yo te soportamos.
—Maddox ya está casado, pero tú… —me echo a reír como un idiota cuando Annie coloca su mirada seductora y se lame los labios mirándolo directamente, le toca la mejilla con el dedo índice.
Ares la empuja haciendo que Annie me acompañe en las risotadas.
—Asco, aléjate, me llevaré bien con él, pero en tu puta vida vuelvas a hacer eso.
—Bien.
—Hola, bellezas.
Perfecto, el que faltaba, el imbécil que se está follando a mi hermana.
El pelo rojo y la barba del mismo color hacen juego con los ojos verdes, el maldito es una piedra en mi zapato desde que Abby entró, sólo se le mete por los ojos, Eva se desliza para dejarle un espacio junto a mi hermana, no puede ser en serio.
—Simone, no te atrevas a sentarte aquí.
—No eres mi superior, tenemos el mismo rango —en realidad sí que estoy por encima de él.
—Puto imbécil.
—¿Tienes miedo de que esta ternurita quede enganchada conmigo? —dice besándole la mejilla a Abby.
—Tócala y te juro que te mato.
—Ya hice más que eso —me levanto dispuesto a golpearlo, Ares coloca una mano en mi pecho junto a mi hermana.
—Maddox, está bien, soy grande, no puedes espantarme los ligues, Simone y yo estamos saliendo hace dos meses.
¡Malnacido!
—¿En serio, con él? Es… un hijo de puta con las mujeres.
—Sé cuidarme —me siento de nuevo, no tengo más remedio que ceder, lo odio y espero que cometa el primer error pronto para que deje de verlo.
—Si la veo llorando voy a cortártela.
—Que sobreprotector —hago oídos sordos a la burla y miro a mi hermana.
—Si hay algún problema puedes decirme.
—Soy una chica grande ahora.
—Siempre vas a ser pequeña para mí, Teniente Werner —murmuro acariciando su mejilla, escucho varios “Awws” de parte de los reunidos, pero no me importa, es mi hermana pequeña.
—Sí, Capitán.
—¿Qué hay de Yara? —Eva me mira en busca de su respuesta.
—No lo sé, me quedé anoche, no he llamado.
—Ten paciencia, todo se arreglará.
Arreglarse es una palabra muy grande. ¿Cómo arreglar algo que ni siquiera sé cómo se rompió? Amaba a esa mujer y pensé que ella sentía lo mismo por mí, por esa razón nos casamos y decidimos tener un hijo, pero tantas cosas cambiaron que ya no estoy seguro de nada.
Ella está distinta, no soporta verme, me odia sin razón, lanza cosas cuando me ve, llora, grita para que me vaya, no es la mujer que conocí, es horrible, como si fuese su enemigo, ni siquiera deja que un médico que no sea el obstetra la revise.
—Gracias —murmuro, dar explicaciones está de más, mis más allegados saben cómo están las cosas y no tengo ganas de que los demás, sobre todo Simone se entere de cuan infeliz es mi vida, me pongo de pie mirando a la Teniente de Ares, Naomi Santos, la cubana de traslado—. Santos, ve a mi oficina por los papeles de tu Capitán.
—Entendido.
—Ten cuidado con ese tramposo Abby.
—No te preocupes.
Dejo mi bandeja y camino a la oficina, por fin le echaré un vistazo a los papeles de la misión, comienzo a leer una vez en mi sitio, no es un papel muy largo, es de un joven de veinticinco que vive en New York y está de paso experimentando en…
—¿Pero qué es esto?
Mierda.
Un bar gay, tengo que hacerme pasar por un gay americano, el acento no es problema, soy inglés, pero estamos capacitados en varios idiomas, el inconveniente es la cuestión de ser gay, tengo que coquetear con el objetivo, Ottavio Salvatore el mediano de los hermanos Salvatore.
El conocido italiano no es muy querido en su familia, pero lleva algunos negocios importantes, se dedica a la trata de blancas y le da mucho dinero a los Salvatore, el cabrón es bisexual, lo cual quiere decir que Raphael me dejó este papel a propósito después de lo de ayer.
Pudo poner a una agente femenina perfectamente.
Pero no, él quiere joderme a mí.
—Capitán —miro a Naomi disimulando toda la ira, ese maldito imbécil verá que tan buen agente puedo ser, nadie va a joderme dos veces, me prepararé y pondré al tipo a mis pies.
—Teniente, aquí está la información, son papeles pequeños.
—Sí, lo llevaré enseguida.
Antes solía coquetear con mujeres y funcionaba, suelo hacerlo en misiones, sé que no estoy oxidado, pero hacerlo con un hombre imagino que sea diferente.
Ya pensaré luego en ello, me cambio a mi ropa de civil y conduzco directamente a casa, quizás Yara esté calmada.
Abro la puerta de casa y llevo una mano a mi frente a penas cruzo el umbral, no, no está tranquila, la sangre chorrea, el cenicero queda en el suelo, miro a Yara, mi esposa está hecha una furia, sus ojos caramelo completamente negros, el pelo negro es una maraña, un florero vuela y me agacho evitando el impacto.
—¿Qué haces aquí? Vete.
—También es mi casa —por lo general no le contesto ya que eso no sirve de nada, pero estoy tan cansado, ella me mira tan mal, como si fuese un criminal, un asesino, la peor alimaña de todas.
—Tú no eres mi marido, vete.
—Zoe —la empleada corre enseguida hacia ella.
Con un suspiro me dirijo escaleras arriba.
Menuda mujer que se empeña en no reconocerme, esto es el pan de cada día de los últimos cinco meses, trabajaré y listo, olvidarme de la mujer que me odia en la planta baja es la solución.
Agarro el kit de primeros auxilios y curo el corte en la ceja, Yara me dejará más cicatrices que mi trabajo, todavía tengo que revisar el USB, lo saco y conecto al iPad, abro el primer video esperando a que la información clasificada se abra de una vez.
Hay un hombre viendo su teléfono, luego otro se une a él y besa sus labios.
Información clasificada una mierda.
Juro que voy a matarte si es lo que creo, me retracto de pensar que no eres tan imbécil.
Dejo caer el iPad en el escritorio escuchando los gemidos, hijo de puta, ese maldito me entregó videos porno gay para hacer un informe como si fuese un problema de estado.
¿Tengo que ver y escribir todo eso?
Dios, es un maldito, no dejará que descanse para la misión y me torturará viendo tipos follar.
Es un cabrón burlándose de mí.
¡Pagarás por esto!
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