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Capítulo 19

Raphael

Termino de colocarme el equipo y voy hacia Maddox, ya la tropa está esperando fuera, sólo la de Maddox es suficiente, el Coronel me dejó el mando, por lo que tengo vía libre.

Le abrocho el chaleco blindado y lo miro, está nervioso, lo cual me pone de mal humor, por ese motivo he tenido que preguntarle varias veces si es capaz, su boca dice que sí, pero su cuerpo me dice algo completamente distinto.

Y tengo experiencia con eso.

—Tienes que separarte de tu tropa, deja a tu Teniente al mando y vas tú por él —Maddox traga.

—¿Cómo voy a saber dónde está?

—Busca en tu teléfono —Maddox obedece, enseguida la ubicación que compartí con su teléfono salta en la pantalla—. Esa es la localización de Scarlett, te dije que me serviría.

César está en una casa segura, ya investigamos y tiene pasadizos bajo tierra que pueden sacarlo del problema, el plan es abordarlo por ahí, las tropas no lo saben, sólo nosotros.

—¿Qué hay de su esposa?

—¿Qué quieres hacer con ella, apresarla? Vas a matar a su marido frente a ella, hay que silenciarla.

Maddox me mira como si fuese un desconocido, en realidad no sé que le sorprende.

Sabe lo que soy y definitivamente no soy el príncipe de un cuento de hadas, ya estoy demasiado podrido.

—Raphael…

—Te lo preguntaré una última vez. ¿Puedes, o no puedes?

—Si.

—No me falles, Capitán.

Maddox se prepara para entrar, hay varios seguratas, pero nada de lo que no pueda encargarse la tropa, doy la vuelta directamente a la trampilla que es la salida del pasadizo subterráneo, en caso de que logre escabullirse yo estaré aquí.

Pasa casi una hora y nada, miro mi teléfono, tengo la ubicación tanto de Maddox como de Scarlett, están cerca, pero no tengo idea de por qué no ha terminado aún.

Mierda, con Maddox nunca sé que esperar.

Abro la trampilla y me escabullo en el interior, camino por el oscuro pasillo, los puntos rojos no se mueven, Maddox definitivamente está con la esposa de César, pero no pasa nada, corro con la pistola en la mano, no tengo idea de la situación y sé que ese maldito es un buen estratega.

Me detengo viendo a Maddox apuntándole a ambos, César está frente a su esposa y dirige su atención a mí.

—Dile a tu Capitán que baje el arma, tienen que atraparme vivo —replica.

Cruzo los brazos y sonrío, en realidad no hay que atraparlo vivo si hace algo indebido.

—¿Quién te informó eso?

—No puedes estar hablando en serio —me encojo de hombros, Maddox traga mirándolo, la mano que aferra la pistola tiembla un poco.

Scarlett agarra la mano de César con fuerza, él aprieta la mandíbula, pero Maddox aún se ve reacio a disparar.

Joder, sabía que pasaría esto.

—¿Qué estás esperando, mi permiso? —gruño, César cubre a su esposa.

—¿En serio le dijiste que me matara?

Lo ignoro, Maddox sigue temblando como una hoja, es débil para estas cosas, no lo entiendo, es como si tuviese una falla de fábrica.

—Maddox, si no lo matas no dejará de joderte.

—¡No pueden matarme!

Maddox me mira de reojo sin dejar de apuntarles, la pistola de Cesar está a sus pies, si no reacciona ahora me habrá hecho trabajar para nada, no puedo permitirlo.

—Raphael, quizás deberíamos…

—No, querías esto. ¿Recuerdas? —gruño acercándome, coloco una mano detrás de su cuello y hablo contra su oído—. Me dijiste que podías, le cortó el cuello a Annie frente a ti.

—Yo…

—Que enfermo —César se carcajea, estamos cortados por la misma tijera así que no debería sorprenderse.

Puedo ser tan malo como él, peor que el estúpido de Diago y de paso poner a la Bratva a mis pies, soy el peor villano que han logrado forjar a base de golpes, disparos y muertes.

Me hicieron ser así.

—No lo haré, Annie me odiaría si…

Me carcajeo mirándolo, Maddox me mira como si hubiese perdido la cabeza, la perdí hace un buen tiempo ya, el problema es que él cree que sigo teniendo cordura.

Muy mal, Maddox, ya no hay nada que rescatar.

—Ella no está aquí, pero ojalá no esté mirando lo cobarde que eres para castigar al tipo que la mató.

—Eso no es justo —gruñe aferrándose a la pistola con fuerza.

Guardo la pistola en mi cinturón, no me importó un comino la muerte de esa maldita y no soy yo quien quiere vengarla.

No lo haré yo.

—No me importa, puedes dejar que se vaya o matarlo, son las únicas opciones que tienes.

—Podemos ponerlo en Iron Grills.

—No, esa no es una opción.

Maddox me mira sin poder creerse lo que le digo, hablo jodidamente en serio, César no puede pisar Iron Grills, ese sería nuestro fin.

—Raphael, fue demasiado trabajo encontrarlo, no podemos dejar que se vaya.

—Pues mátalo —Maddox aprieta la mandíbula, no lo hará—. Dame el arma —gruño enseñando mi palma, Maddox traga y deja la pistola en mi mano, miro a César y su esposa—. Agradécele a Maddox tu segunda oportunidad y vete de una puta vez.

César sale corriendo de la mano con Scarlett, probablemente ya notó que tiene un chip, intentará sacarlo y si no lo encuentra va a matarla, es una cómplice en la mafia, decidió casarse con él sabiendo bien a lo que se dedica, no es un pan de Dios.

Maddox no debió tener misericordia con ninguno, le devuelvo su arma.

—¿Qué has hecho?

Me empuja, lo acorralo contra la pared y jaló su pelo, por lo general me gusta hacer esto porque nos enciende a ambos, sin embargo, el enojo es real esta vez.

—¿Qué, ibas a matarlo?

—Yo…

—Eso pensaba —me echo a reír, esperé demasiado de Maddox, fue una decisión tonta—. Sabía que no podías.

Maddox me mira con arrepentimiento.

—Pero…

Iron Grills no es una opción para César, controlaría toda la instalación y no estoy dispuesto a un maldito motín o una fuga de varios de esos tipos.

—¿Qué estás diciendo?

Me acerco a su oído y susurro.

—Maddox, los que están dentro no tienen ni una pizca de inteligencia militar, ponles a un lobo como César y estarán fuera en unos días, ese tipo es un maldito peligro ahí dentro, por eso te dije que tenías que matarlo. 

—Raphael —coloca sus manos en mis brazos, me alejo enseguida y comienzo a caminar.

—No me toques, estoy jodidamente enojado ahora mismo.

—Lo siento.

—Piensa que vas a decirle al Coronel y no me viste aquí.

Me separo y vuelvo al Comando, rindo mi informe sin inconvenientes alegando que no vi a César desde mi posición, Maddox que se invente lo que le dé la gana y pueda sacarlo del apuro, voy a mi habitación y me doy un baño, es demasiado tarde para irse.

Me siento y abro el iPad, la ubicación de Scarlett aún sigue parpadeando, está viva, pero no por mucho, no encontrará el maldito localizador así que tendrá que deshacerse de ella.

—¿Sigues enojado?

Miro hacia la puerta, Maddox está con el uniforme de entrenamiento, tiene el cabello mojado y muerde su labio inferior, es bueno que use la llave que le di, pero hoy no estoy de humor.

—Si.

—Si era tan importante no lo hubieses dejado ir —me pongo de pie y doy la vuelta, Maddox traga, lo coloco contra la pared.

—Maddox, lo seguí para ti, porque dijiste que lo querías, sin embargo rechazaste mi esfuerzo como si no significara nada.

Sonríe como si nada, es un jodido hijo de puta.

—¿Estás enojado por eso? —achico los ojos, este hombre es lo más desconcertante que he podido conocer.

—¿Y por qué quieres que esté enojado?

—¿Eso fue un regalo?

—Si —admito.

Maddox desliza las manos por mi pecho descubierto, sólo tengo un pantalón de piyama azul claro.

—Permíteme agradecerte.

—¿Agradecer? —gruño agarrando sus manos con fuerza, Maddox se queja—. Desechaste el regalo, más bien tienes que recibir un castigo.

—¿Cómo vas a castigarme? —pregunta lamiendo sus labios, es un jodido enfermo de mierda.

Bueno, yo también estoy jodidamente loco.

—Quítate la ropa —ordeno sentándome otra vez en mi silla, tengo un montón de trabajo que adelantar, escucho el ruido de la ropa cayendo al suelo.

— ¿Y ahora?

Lo miro, la boca se me hace agua, la vista es increíble y sólo quiero ir y follarlo, desgraciadamente planeo castigarlo aunque también resulte ser lo mismo para mí.

Tiene que aprender a no rechazar mis obsequios.

—Ahora te sientas en mi cama y esperas a que se me olvide lo que hiciste, luego voy a follarte.

—¿Esperar? —repite confundido.

Lo sé, es confuso, nunca lo he ignorado estando desnudo, sinceramente sería una maldita locura ignorar a semejante hombre.

—Si.

—¿Desnudo?

—Si, no sigas repitiendo como si fueses idiota, a la cama y ni siquiera pienses en tocarte.

Maddox obedece, la erección está a todo lo que da y rebosa humedad, se le humedece la frente luego de unos minutos, estoy igual, pero estar detrás del escritorio me da la ventaja.

Jadea viendo su pene y luego me mira, sólo han pasado diez minutos, no cederé así de rápido, lo ignoro y comienzo a hojear los papeles, la información no es más interesante que el hombre desnudo en mi cama, por lo que es difícil prestarle atención.

Miro el iPad, el punto rojo desaparece y tecleo, el chip sigue dentro, pero no hay signos vitales, lo dije, tener misericordia por ese hijo de puta es desgastarse en vano.

Ya ha pasado una hora así que le doy atención a Maddox, sus mejillas están completamente rojas.

—¿Cómo te sientes?

—Ansioso —jadea.

—Hay lubricante en la gaveta, prepárate con eso.

Maddox busca el lubricante y lo deja caer en su mano, lo primero que hace es acariciar su polla, el alivio viene al instante, su mano resbalosa sigue el camino y llega al lugar correcto, desliza un dedo y gime.

—Ah.

—Veo que ahora te gustan ese tipo de cosas —murmuro viendo su expresión de placer, quiero ir ahí y ser yo quien provoque tal cosa, abre sus piernas y desliza un segundo.

Trago, su atención se dirige a mí.

—¿Sigues enojado?

—Un poco, pero eso no te preocupa. ¿Cierto? Te gusta que esté enojado —me levanto y acerco a la cama, humedezco mis labios viendo la escena más de cerca.

Este hombre debería estar prohibido.

—Si.

—Acuéstate.

Maddox saca sus dedos y obedece, me quito el pantalón, subo y coloco entre sus piernas.

—No vayas tan…

—Silencio, Maddox —gruño agarrando el lubricante y deslizándolo en mi polla, sin esperar mucho más comienzo a abrirme paso en su interior, Maddox me araña los hombros.

—Joder, ve más suave, eso duele.

—Te dije que te prepararas, si lo hiciste mal no es mi problema —llego al final y gime, enreda sus piernas a mi alrededor y busca más, es tan bipolar que a veces confunde.

—Ah, muévete.

—No hay quien te entienda, maldito cabrón —gruño embistiéndolo, me araña la espalda y planta los talones en el culo.

Joder, luego dice que yo soy el enfermo, estamos cortados por la misma tijera, le muerdo la oreja.

—Bien, si, muévete así.

Me detengo haciendo que gruña como un maldito animal, sonrío, es tan expresivo con estas cosas, abro la gaveta y saco el pañuelo en el interior, lo miro.

—Tengo algo para ti.

—¿Me dices eso en esta situación, te has vuelto loco?

—Claro, haré que lo uses ahora.

—¿Mmm…?

Maddox traga cuando ve la varilla metálica con un anillo en la punta, es un dilatador uretral, le dije que tendría su castigo.

—No podrás correrte hasta que yo quiera.

—No, no vas a poner eso en mí…

—¿Por qué no? Eres un cobarde. ¿No te atreves? Quizás deberíamos dejar esto para otro día, vuelve a tu habitación —justo cuando voy a la mitad con intención de salir de su interior me detiene.

—Espera, eres un hijo de puta manipulador, hazlo, pero si duele demasiado lo retiras.

—Por supuesto, la intención no es terminar en la enfermería, si en algún momento quieres parar dime que está lloviendo —agarro el lubricante y lo unto en el metal luego de verlo asentir, Maddox no parece tan nervioso como esperaría—. Es nuevo y lo limpié hace unos días, sólo pongo un poco de lubricante y la deslizo.

Maddox asiente, agarro su polla y deslizo el dilatador lentamente en la uretra, los ojos se le humedecen.

—Ah, es incómodo.

—¿Duele? —pregunto cuando llego al final, gime.

—Si.

—Hipócrita —me deslizo en su interior con rudeza, se aferra a mi cadera y jadea, tiene las mejillas rojas, lo disfruta por completo—. Te gusta más de lo que duele.

Sigo embistiéndolo y estimulando con la varilla de vez en cuando, acaricio su polla, lo provoco todo lo que puedo hasta que me corro, Maddox se queja debajo de mí, me humedezco los labios.

—Te ves increíble —gruño en su oído, me araña.

—Quiero correrme.

—Lo sé.

Salgo y vuelvo a entrar, a pesar de correrme sigo igual, Maddox provoca esto, es el culpable de que mi libido ahora mismo no tenga freno, se arquea contra mí, lamo y chupo los erectos pezones, el poco vello rubio en su pecho me cosquillea en la nariz.

Sigo embistiendo y masturbándolo, muevo el dilatador de vez en cuando provocando que caigan algunas lágrimas.

—Duele, tienes que quitarlo.

—Paciencia, querido —muerdo su labio inferior—. Mmm… eso fue bueno —le gruño luego de correrme por segunda vez, Maddox gime—. ¿Cómo te sientes?

—Maldición, quítalo de una vez.

Decidiendo terminar con su castigo retiro el dilatador, todo el semen cae sobre su pecho y el mío, jadea con los ojos húmedos y luego se desmaya.

En serio tengo que trabajar con tu maldita resistencia.

—Buen chico Maddox, sólo duérmete.

Nos limpio y vuelvo a la cama, Maddox se acurruca contra mí y hace que me pregunte qué rayos estoy haciendo, este hombre forma parte de mis planes, pero si no comienza a cambiar voy a estar en problemas.

Ni siquiera pudo eliminar al tipo que mató a Annie.

No me sirve en este estado.


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