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Capítulo 1

Maddox

Respiro hondo al sentir la mano de mi acompañante acariciarme el muslo con lascivia, el toqueteo me desconcentra demasiado, arriba y abajo, una y otra vez, cierro los ojos tratando de recordar que estoy sentado aquí con este pervertido por mi trabajo, sonrío.

Llevamos una semana infiltrados en este club esperando a Zahir, el uzbeko es bastante resbaladizo y por fin está frente a mí dejando que la Sargento Irina Clark baile sobre su entrepierna como si en realidad fuese una de las bailarinas del local.

Irina está haciendo su trabajo perfectamente, ese maldito violador ya debería estar entre rejas hace mucho tiempo y…

Miro hacia abajo, el insoportable toque se desliza más arriba, la mano del compañero de Zahir es demasiado insolente, comienza a fastidiarme, no es mucho lo que puedo aguantar, es extraño e incómodo que otro hombre me acaricie tratando de provocarme.

Disimulando mi molestia lo miro, Tamir simplemente sonríe a mi lado como si nada, quiero darle un puñetazo y aflojarle los malditos dientes a ver si sigue con esa sonrisa de estúpido, debe aprender a no tocar lo que no le pertenece.

Si por lo menos hubiese quedado quieta ahí, pero no, su mano sigue subiendo hasta finalmente frotarse en mi entrepierna, algunos compañeros me miran con pánico desde sus lugares.

—Rubio, eres tan sexy —dice en mi oído usando un ruso perfecto, las palabras gotean como un ronroneo haciendo que me aferre a la tela del sofá, punto negativo para él que pueda entenderlo.

Daré mi orden en tres minutos —avisa el Teniente Coronel por el intercomunicador en mi oído.

En realidad no creo que aguante esos tres minutos.

Alí, el hermano de Zahir está del otro lado besando a una pelirroja mientras cierra algunos negocios, necesitamos a los dos hermanos o el operativo se irá al carajo.

Tamir inesperadamente me agarra del pelo y baja mi cabeza hacia su entrepierna, la erección que estuve ignorando como todo un profesional está en todo su esplendor y goteando excitación, mi garganta se obstruye con la vista.

—Rubio. ¿Por qué no me la chupas?

Al carajo los tres minutos, no le chuparé la verga a ningún tipo, mucho menos al maldito esbirro de los hermanos, agarro la muñeca de su mano derecha tratando de evitar que siga jalándome, no cede, con un brusco movimiento le quiebro la muñeca escuchando el crujido, los gritos de Tamir llegan enseguida.

Me mira de una forma que podría hacer correr a una persona normal para su desgracia soy un agente más que especializado, y claro que eso no le importará al Teniente Coronel a la hora de sancionarme por ir en contra de sus órdenes.

Jódete, imbécil, no voy a chuparle la polla a este asqueroso. 

—Tamir, quedas arrestado por asesinato, violación y hurto, tienes derecho a guardar silencio, todo lo que digas… —sigo recitando los derechos haciéndole señas a mis camaradas para que reaccionen a la sorpresa inicial.

Si, joder, estamos completamente jodidos, sobretodo yo.

Tamir intenta llegar a su arma con la mano izquierda así que le doy un golpe contra el asiento, saco las tiras plásticas de mi bolsillo y lo esposo con ellas, no puedo seguir perdiendo el tiempo con él.

Agarro el arma de su cintura echando un vistazo alrededor, en cuestiones de minutos el bar se vuelve un auténtico desastre, botellas vuelan por doquier, la Sargento que estaba sobre Zahir ahora yace en el suelo arrestando a otro de sus secuaces.

Me agacho evitando un botellazo, tiro a Tamir contra el suelo y le disparo al hombre que piensa matar a mi compañero arrestando a alguien, los hermanos no están.

Disparo de nuevo, uno, dos caen, Irina me cubre desde su posición y aprovecho para gatear hasta una pared, necesito ir tras Zahir e intentar reparar algo de este operativo o las consecuencias serán terribles.

Cierro los ojos debido al polvo que esparce una bala al incrustarse en mi refugio, disparo dándole de lleno al hombre, cubro a Connor buscando rastro de los hermanos, miro de un punto a otro buscando alguna pista, las puertas de la salida están abiertas, el Teniente Coronel está fuera con una unidad, pero no ha dicho nada por el comunicador.

Disparo mientras corro a la puerta, mis compañeros cubren mi salida, tengo que encontrar al menos a uno de los hermanos o las cosas estarían feas para mí, no necesito la bronca de ese malnacido.

Ese hijo de puta de Raphael colgará mi cabeza en la pared de la oficina.

Salgo por el callejón corriendo tras mi única salvación, está oscuro, hay patrullas sonando, un perro comiendo en la esquina del contenedor, ni rastro de Zahir, el maldito logró escaparse en mis narices como si fuese un puto aprendiz.

Werner, considérate hombre muerto —la advertencia gruñida directamente en el oído me hace estremecer.

Dios, lo que menos quiero es meterme en problemas con mi superior, y mírame ahora, para nadie es un secreto que Raphael y yo no nos toleramos, crecí con él hasta los diez años y somos archienemigos natos.

No me gusta, sigue siendo igual que cuando éramos críos, prepotente, creído, una rata que no siente una pizca de empatía por nada o nadie, un puto grano en el culo, e increíblemente mí superior desde hace dos años.

Todo estaba bien antes de que tú llegaras.

No es una sorpresa que a sus veinticinco años lograse alcanzar el grado de Teniente Coronel de la rama secreta de la inteligencia militar secreta sección uno, nosotros lo abreviamos a IMS1.

Desde pequeños nos entrenan para esto, la IMS1 es el legado de nuestros bisabuelos, abuelos y padres, es prácticamente un negocio familiar para todos. El trabajo consiste en aprehender a los peores criminales, somos el orgullo de la nación, los más importantes en las fuerzas del orden.

Una élite que deja escapar a uno de los peores criminales.

Nunca dejaré de escuchar esto.

En el avión de vuelta a la base todos estamos callados escuchando al Teniente Coronel discutir por teléfono mientras viene y va casi haciendo un hueco en la cabina, de más está decir que me fulmina con la mirada de vez en cuando.

Jódete, no todo puede irte perfecto como siempre.

—Creo que hoy vas a recibir unas buenas nalgadas —miro a Irina de forma aburrida por la broma, ya de por si estoy jodidamente nervioso como para escuchar esos comentarios, ella se ríe como si nada—. ¿Qué? Yo si quisiera unos buenos azotes si vienen de él, con semejante hombre me dejo hacer lo que sea.

Pongo los ojos en blanco, claro, tiene que ser, Raphael consigue ese efecto desde niño y estoy seguro de que eso influye bastante en esa asquerosa arrogancia que carga.

Definitivamente no lo veo atractivo, mi pensamiento no cambiaría ni aunque fuese una mujer, odio a ese hombre, su prepotencia le hace el hombre más horrible, las mujeres están mal si quieren que a ese tipo cerca.

La tropa forma al instante en que bajamos, los dos Capitanes convocados, Ares y yo nos colocamos al frente esperando el regaño, el Teniente Coronel viene más que saturado y lo mejor es que deje salir toda la frustración de una vez.

Raphael lleva las manos a su espalda y empieza a caminar desde una punta a la otra mirándonos como la peor basura del mundo, por supuesto que no tuvo reparo alguno con decirlo.

—Son una banda de ineptos, ¿Estos son los hombres que dirijo? Sólo trajimos a diez y ninguno de ellos fue Alí o Zahir, son unas nenazas —su mirada va directamente hacia mí, los ojos verdes muestran la furia contenida, no tengo la más mínima idea de cómo estoy aún de una pieza.

Se lleva una mano a la cabeza deslizando los dedos a través de las hebras negras, pestañas largas y tupidas.

Sí, tengo que reconocerlo, es un hombre atractivo.

Maldito imbécil, debería sacarte toda esa maldita belleza a golpes sólo por hacer que lo admitiera.

Lo miro directamente, me merezco toda la furia, tuve la culpa de este resultado, y mi responsabilidad es hacerme cargo de las consecuencias, Raphael cruza los brazos aún mirándome, nuestras estaturas son bastante parejas con más de metro noventa.

No me intimidas con facilidad.

—Capitán Werner —respiro mentalizándome para el regaño, Raphael nunca se detendrá hasta humillarme completamente—. ¿Está sordo, no escuchó cuando dije que daría la orden?

—Lo escuché, Señor.

—¿Así que decidiste que tenías más rango que yo?

—No, Teniente Coronel, estoy más que claro en eso.

Raphael levanta las cejas esperando más, no tengo más que esa explicación, esa maldita mirada prepotente me hace enojar, a veces sólo quiero estampar un buen golpe en su cara y sacarle lo imbécil de paso.

—¿Y?

—Fue un error —admito, Raphael no se detiene a pesar de eso.

—¿Le molestaba mucho hacer su trabajo?

—¿Eh?

Levanta su mano y presiona el dedo índice en mi pecho, sus ojos están casi negros de la furia, a veces da miedo, este hombre es un maldito dictador y su atención fija en mí estremece, es algo de lo que padezco desde que dirige este Comando.

—En un operativo si tienes que acostarte con una mujer lo haces, si tienes que seducir a un hombre lo haces y si tienes que chuparle la polla a alguien pues lo haces. ¿Entendido?

Debido al shock inicial no contesto hasta escuchar la pregunta nuevamente, estoy tan avergonzado que ni si quiera puedo mirar a mi tropa ahora mismo.

—Entendido, Teniente Coronel.

—Nadie va a casa, este imbécil no fue el único que jodió las cosas, ustedes tenían que apoyar al Capitán Werner al mando y fallaron por completo, me ocuparé de vuestro entrenamiento y castigo en toda esta semana. ¿Entendido?

—Sí, Señor.

—Vayan a descansar, menos usted Werner —por supuesto que no me dejaría ir así de fácil, bueno, aceptaré el castigo sea cual sea, metí la pata hasta el fondo—. Sígame.

Sin más remedios o rutas para salir de esta tuve que obedecer y seguirlo a su oficina, es sencilla, con un simple escritorio en el medio, el baño a mi derecha, el estante lleno de libros de filosofía y estrategias militares, a mi izquierda un sofá y asiento.

Me planto sobre la alfombra roja en lo que Raphael planta el culo en el escritorio y me mira otra vez, su mirada aún arde y eso me tiene con el corazón latiendo a mil por hora, hasta ahora no le ha hecho daño a nadie con sus castigos, pero tampoco quiero ser el primero en experimentarlo.

—Señor.

—Gracias a ti se escaparon los hermanos Kerenski.

—Lo sé, Teniente Coronel, trabajaré el doble para compensarlo.

—Claro que lo hará, Capitán  — dice con un asentimiento, trago el malestar en mi garganta, no tengo un buen presentimiento viendo sus ojos oscuros, está enojado—. Pero tenemos un problema.

—Recibiré cualquier sanción que usted estime conveniente.

Raphael me ignora y da la espalda para levantar el teléfono en su escritorio.

—Maricarmen, ven aquí — ordena y al instante cuelga, estoy transpirando, sin idea de lo que hará conmigo.

Maricarmen, su nueva secretaria entra a la oficina pavoneándose como toda una diva, lleva una minifalda corta color crema, chaqueta a juego, los labios rojos y el cabello recogido en un apretado moño.

—De rodillas.

Me tiemblan las piernas viendo a Maricarmen acatar la orden arrodillándose frente a él, esto me tiene al borde, estoy aterrado, sin una idea de lo que quiere demostrar haciendo tal cosa, mis pensamientos comienzan a volverse locos.

—¿Qué está haciendo?

—No le di permiso para hablar, Capitán —Raphael quita la hebilla de su pantalón y desabrocha el botón, trago con nerviosismo viendo como baja la cremallera con excesiva lentitud—. Mantenga los ojos sobre Maricarmen y aprenda, a ver si puede hacerlo bien la próxima vez.

Maricarmen se encarga de bajar el bóxer y deja salir la erección, no es nada parecida a la de Tamir, tiene más de ocho pulgadas y la cabeza rosa húmeda, levanto la vista hacia Raphael casi presa del pánico, no quiero ver a su secretaria haciéndole una mamada, su mirada oscura me hizo jadear.

—Señor…

—¿Vas a seguir desobedeciendo?

—No.

—Entonces callado, quiero tus ojos en su trabajo.

Maricarmen lame la punta rosada llevándose la humedad, escucho los latidos de mi corazón, este castigo no me parece nada razonable, Raphael apoya una mano en la madera, la otra en la cabeza de la secretaria, puedo sentir sus ojos sobre mí y estoy tan avergonzado de esta situación que casi puedo sentir las mejillas ardiendo.

Joder.

¿Por qué tengo que aguantar esto?

Él sólo quiere sacarme de quicio, ver hasta donde llego, pero no soy un soldado que huye de sus castigos, sin darme cuenta termino mirándolo a los ojos, levanta una ceja como si estuviese molesto.

—Mirada abajo —ordena y casi de inmediato fijo la vista en el trabajo de la secretaria, lo chupa como si en verdad lo disfrutase, la mano de Raphael en su pelo agarra e impone un ritmo placentero.

Trago sintiendo cosas extrañas, aún me parece terriblemente incómodo, pero comienzo a excitarme, mi erección sigue creciendo y si no me alejo ahora él se dará cuenta.

Por Dios, la vergüenza será peor.

—Maddox —lo miro a los ojos cuando pronuncia mi nombre, está transpirando, jadeando y con los ojos oscuros, tengo el impulso estúpido de ir ahí y besarlo—. Mira a Maricarmen, no a mí.

No me jodas.

Obedezco viendo a la secretaria tragarlo por completo, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, pero se ve complacida mientras lo tiene hasta el fondo de la garganta y acaricia sus testículos, me hace preguntarme qué tan bueno sería.

Dios, ayúdame, comienzo a tener pensamientos extraños.

Los gruñidos de disfrute de Raphael se hacen más rápidos, la mano ordena a Maricarmen tragarlo aún más profundo, tengo miedo de que la ahogue, mi esposa nunca pudo hacer semejante hazaña, aunque en realidad ni siquiera le gusta darme sexo oral, o sexo para variar.

Maricarmen lo lleva al fondo, hasta que su nariz toca la camiseta que le cubre el torso al Teniente Coronel.

Joder, ahora siento un poco de envidia y mi polla está completamente interesada en la cuestión.

Son los minutos más largos de mi vida, Raphael coloca los ojos en mí de vez en cuando, jadeando por el placer, por supuesto que no pasa de ser percibido que está encantado con mi presencia, con ser mi centro de atención.

Es un puto voyerista.

—Estoy a punto —advierte, Maricarmen no se aleja, sigue enfrascada en su trabajo hasta que Raphael se tensa contra ella y deja salir su corrida con un gruñido satisfecho.

La secretaria se pone de pie otra vez limpiándose la boca y se va como si nada, al parecer esto ya había pasado antes, miro a Raphael que ya tiene la ropa arreglada, su pecho baja y sube, tiene la piel un poco enrojecida, es un puto espectáculo para la vista, se ve satisfecho mientras yo estoy aquí completamente excitado y frustrado.

—¿Quedó clara la lección?

—Sí, Teniente Coronel —los ojos de Raphael bajan a mi entrepierna, tengo que pararme firme para evitar colocar las manos frente a mí, eso no haría mucho a estas alturas por proteger mi orgullo, me dejaría en ridículo.

Me mira otra vez sin problema alguno, nada hace avergonzar a este hombre, es acero y lo odio tanto que es difícil cada cosa con él.

—Werner, ya que disfrutó del espectáculo debería probar la próxima vez como se siente un polla en la garganta, quizás le guste, parece de esos.

De esos que pueden romperte la nariz.

Es tan imbécil que ni siquiera vale la pena darle el golpe y buscarme más problemas de los que ya tengo.

—Permiso para retirarme, Señor.

—Permiso concedido, luego del entrenamiento lo quiero en mi oficina, no he terminado con usted.

—Sí, Señor.

Menuda mierda, espero no tener que ver de nuevo a Maricarmen chupándole la polla o perderé la cabeza por completo, ese maldito está burlándose de mí a su antojo.

Es un completo hijo de puta, pero conmigo no lo tendrá tan fácil.

Soy el Capitán Maddox Werner y de mí nadie se burla.

Mucho menos ese hijo de puta mal nacido.

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