Iibda Mi Jadid (Comenzar De nuevo)
El tiempo pasó como las cosas que no tienen mucho sentido: de prisa.
Fue obediente y sin opinar sobre nada, solo se dejaba llevar como si estuviera sumergida en una densa marea que la mecía hacia un futuro incierto, encerrada en si misma mientras el miedo al abandono la envolvía como una fuerte telaraña, su propia tristeza se solidificó sobre ella como un hogar lleno de silencios.
Llegar a Seúl le quitó el habla.
De nuevo.
No tenían una casa con jardines, ahora tenían un pent-house ultra moderno de dos pisos con tecnología de punta la cual facilitaba la vida de la pequeña familia y las adaptaciones necesarias para que Tahalafa fuera más independiente. Había una terraza con una enorme tina de hidromasaje, un desayunador al aire libre y un columpio techado para varias personas, además de sillas colgantes que se podían cerrar y quedaban como un capullo, ahí era el sitio que Tahalafa escogió para pasar el tiempo después de sus terapias, eran tan difíciles, las físicas la dejaban llorando de dolor y la terapia psicológica la dejaba llorando de tristeza.
Tuvo que esperar unas semanas más hasta que pudieran encontrar una preparatoria que se adecuara a su situación actual. En ese intervalo se dedicó a estudiar el idioma coreano, sabía hablar, árabe, inglés, francés y español pero quería tener una pronunciación correcta además de aprender todo lo referente a la cultura coreana, aunque su mente se revolvía y a su memoria llegaban recuerdos de todo lo que le contaron sus hermanos sobre Corea.
Y eso le quemaba el espíritu.
Cada tanto escuchaba en su teléfono los mensajes de voz que Jungkook le dejó el día del accidente, prometiendo tantas cosas. Cada uno de sus hermanos y hermana también le escribieron mensajes y le dejaron un mensaje grupal de voz, eran cálidas palabras de amor y una débil promesa de que nunca se separarían.
Sabía ya de memoria todo lo que contenían esos mensajes, pero aun los escuchaba o leía una y otra vez. Ella intentó por meses llamarlos, escribirles, pero nada funcionaba.
Primero la bloquearon y después cerraron sus redes sociales.
Entendió el mensaje.
No la querían cerca
¿Quién querría?
Su abuelo era una luz enorme en ese lugar oscuro, con todos sus abrazos y sus anécdotas, era un erudito en la cultura árabe, pasaba mucho tiempo con el escuchando sus historias.
Tenía tantas ganas de llamarlo abuelo, de contarle todo lo que sentía.
Pero si lo hacía él también se iría.
Kehvandra estaba igual de pendiente que antes de su hija, la llevaba al trabajo para poder comer juntos, iba con ella a las terapias físicas para alentarla cada que podía, a su parecer él no había cambiado, pero Tahalafa puso una barrera desde el día en que su padre Kehjjmet murió y era muy difícil romperla.
Progresaba cada vez más en su investigación pero al llegar a casa se sentía un terapeuta fracasado por ser incapaz de llegar a su hija.
Pero no era el cliché de chica buena que por un trauma se vuelve irritable y malvada, no. Tahalafa hablaba y era amable con todos, compartía las comidas con él, veían televisión, salían a comer o al cine, se abrazaban y convivían. El dolor era tan grande y los cambios tan sutiles que podían pasar desapercibidos.
Su amada hija hablaba con voz baja, tímida y hablaba lo indispensable, apenas probaba los alimentos, no ahondaba en su depresión, mucho menos compartía sus pensamientos más profundos, sus ojos ya no tenían brillo y acataba todo lo que Kehvandra decía sin cuestionar y cada vez estaba más temerosa pero Kehvandra no podía deducir por qué.
Era aterrador.
El jefe del hospital lo contactó con una médico militar que no estaba en funciones, además de tener título profesional, tenía una especialidad en traumatología además de saber diversas artes marciales tácticas del Servicio Femenil de Defensa De Corea. Kim Nabi comenzó a trabajar con los árabes desde el primer día que llegaron a Seúl.
Se llevaba muy bien con Tahalafa, pero hasta ella sentía que la pequeña vikinga rubia era una bomba de tristeza en cuenta regresiva.
También el jefe de Kehvandra le proporcionó un directorio de preparatorias, pero como su tiempo era escaso, fue Nabi la encargada de visitar las instituciones educativas para ver cuál era la mejor para Lafa.
En Gyeonggi-Do, Seúl, se encontraba una preparatoria con capacidad para 1258 estudiantes, La Korea International School era considerada como la mejor preparatoria para estudiar, albergaba a estudiantes coreanos e internacionales, sus clases eran impartidas en coreano, inglés, chino y francés.
Luego de que Nabi visitara por primera vez la institución quedó encantada, ya hubiera querido ella estudiar en un lugar así, revisó que hubieran los accesos correctos y apropiados para alguien en silla de ruedas, aunque Lafa pudiera mantenerse por un período breve de tiempo en pie con ayuda del andador o muletas, sabían que si silla de ruedas también te iba que ingresar a la institución. Se organizó una reunión con Kehvandra y Tahalafa. El director decidió que la dubaití podía asistir a la preparatoria siempre y cuando aprobara el examen de admisión.
El personal docente que estuvo presente en el examen quedó impresionado con los conocimientos de Tahalafa además de que su puntaje fue el más alto en los exámenes de admisión. Con Kehvandra acordaron tener un plan de estudios con clases y tareas extras para que Lafa se pusiera al corriente con los demás en este ciclo escolar ya comenzado. Además de que las clases de activación física serían cambiadas, ella se dedicaría a terapia física en una alberca y así acreditaría la materia.
Abdalá y Kehvandra hicieron una cuantiosa donación para que la preparatoria comprara una grúa para que Tahalafa pudiera entrar a la alberca techada de la institución, también para que se acondicionaran todos los caminos y veredas de la escuela para que una silla de ruedas pudiera avanzar sin problemas.
También fueron a la tienda de uniformes para pedir faldas adecuadas para Taha, como no podría usar siempre su andador o muletas, probablemente debería de estar algunas horas en su silla de ruedas, por lo que pidió que sus faldas fueran amplias y hasta media pantorrilla. La dependienta de la tienda quedó sorprendida pero la modista que trabajaba en el lugar estuvo de acuerdo y ella misma confeccionaría los uniformes.
Kehvandra y Abdalá solicitaron una reunión posterior con los directivos de la preparatoria, reunión en la que Tahalafa no estaría presente. El motivo era pedir que Nabi también estuviera dentro de las instalaciones en el horario escolar de la mini vikinga para asistir a la rubia. Eso no estaba permitido por lo que de nuevo hicieron una gran donación para que fuera posible. La única condición que pusieron los directivos fue que Nabi estuviera a una distancia prudente y fuera de los salones, esto para no incomodar a los demás alumnos. Por lo que Kehvandra ideó comprar un intercomunicador de emergencia para cuando Taha necesitara ayuda, Nabi pudiera saber dónde estaba y acudir a ella de inmediato.
Kim Rosé estaba esperando en la recepción administrativa de la escuela, sólo necesitaba una firma del director y acreditar la documentación faltante y mañana mismo se encontraría en un avión rumbo a Tokio.
No pensaba continuar la convivencia con Jisoo, desde que volvieron a Corea la situación familiar era cada vez más tensa y Rosó solo quería salir de ese ambiente, en el fondo envidiaba a su hermana, se atrevió a vivir de una forma honesta, enfrentando a sus padres para vivir feliz, eso ensombrecía la existencia de Rosé y si agregamos que sus padres discutían a la menos provocación con Jisoo, era comprensible que quisiera salir corriendo de sus casa.
Por lo menos en Japón tendría una vida más tranquila y honesta.
Bueno, honesta para ella.
Mientras cavilaba sobre su situación actual, miró como un par de extranjeros salían de la sala de reuniones con todos los directivos del plantel, uno de ellos se le hacía conocido porque algunas veces estuvo presente en las videollamadas que sus padres hacían con los árabes que adoptaron a Jisoo en México: Kehvandra Al Farouq estaba despidiéndose de mano del director, si, debía ser él, al pasar a su lado, Rosé fingió leer con atención los papeles que tenía en su carpeta, así tendría un motivo para mantener la cabeza agachada.
No iba a mencionarle nada de esto a Jisoo pero era cierto, Tahalafa debía estar con ese hombre. Al otro hombre no lo reconoció y por su hermana supo que el otro padre de la rubia había muerto.
En fin
No es su asunto.
La historia se repetía: Se encontraba en un país que jamás había visitado, matriculada en una escuela que admitía extranjeros y que iba a proporcionarle todos los conocimientos necesarios para seguir su camino académico e ingresar después a una buena universidad.
No quería que ese momento llegara porque muy dentro de Taha permanecía el terror de que su padre la abandonaría para ese entonces. Y estaba aterrada.
Su primer día en la preparatoria de Seúl fue tan distinto a su primer día en México, no estaba su padre Kehjjmet quien siempre era el más entusiasta y amoroso, estaba tan alegre de que su hija ingresara a esa escuela que casi parecía que él era el alumno.
Estaban a pocos minutos de llegar, Tahalafa podía ver su nuevo edificio educativo. Los nervios la comían pero como su nueva manera de actuar, no aparentaba nada, sin embargo su padre era consciente de que éste era un día complicado para su hija.
—Verás mi amor, Nabi estará al pendiente de lo que necesites, no es que no confíe en ti pero siempre puede haber imprevistos y necesites ayuda, ¿Estás de acuerdo?—
—Lo que decidas estará bien para mi—
Nabi y Kehvandra intercambiaron miradas, la rubia miraba sus pies mientras el auto seguía su camino, Heliyaha continuaba como el jefe de seguridad encubierto como un simple chofer. Kehvandra suspiró profundo, cada vez su hija se encerraba más en si misma.
—Tienes clases hasta las 6 y después Heliyaha te llevará a mi hospital para que cenemos juntos ¿Te parece bien?—
—Si está bien para ti también lo estará para mi pa...—
Cortó la palabra lo que le dolió a todos, pero debían ser fuertes.
Los árabes llegaron antes de la hora de entrada para que el director los recibiera, bajaron una silla de ruedas plegable, un andador, dos pares de muletas y la mochila de Tahalafa, con ayuda del chofer y de Kehvandra, ingresaron todas las ayudas motoras para la rubia. Avanzaron hasta una pequeña habitación que fue acondicionada como oficina para Nabi, sería el lugar donde permanecería mientras Taha tomaba sus clases.
—Bebé, por favor cualquier cosa que requieras presiona el botón de pánico para que Nabi te busque, deseo que te vaya muy bien, te amo— Besó la cabeza de hija para darle paso al abuelo consentidor.
—Jamila que Alá te cuide y te proteja, si necesitas de tu abuelo solo llámame ¿De acuerdo? Vendré más veloz que un rayo—
—Que regresen con bien y tengan un buen día, gracias por traerme—
Ambos adultos salieron acompañados de Heliyaha rumbo a sus obligaciones, el director le presentó a Taha a su profesor de historia universal, era un señor mayor sumamente amable con el que conversó unos minutos antes de ingresar al salón, el cual para ese entonces ya se había llenado.
—Buenos días jóvenes, les presento a una nueva alumna, sus notas son excelentes y su desempeño académico era la mejor de su preparatoria, por favor, preséntate—
—Buenos días, yo soy Tahalafa Ellet, un gusto conocerlos, espero nos podamos llevar bien—
El profesor miró con interés a Taha, nunca alzó la vista y su voz era muy baja, pensó que sólo era inseguridad por su limitación motora.
—Toma asiento por favor Tahalafa, alguna alma buena que me recuerde lo que vimos en la clase pasada por favor—
Tahalafa con mucho cuidado ayudada de sus muletas que se ajustaban a la altura del codo caminó por los pasillos hasta llegar en medio del salón, no llevaba mochila, pero si una carpeta con todo lo necesario ya que no podía cargar nada. Comenzó la clase y ella volcó toda su atención en las explicaciones del profesor, ante la atenta mirada de todos los curiosos que la veían como si fuera un extraterrestre.
Cada cambio de clase era lo mismo, presentarse y tomar asiento, sólo se enfocaba en sus apuntes y en escuchar las instrucciones, los maestros eran amables, le indicaron todos los trabajos que debía entregar para nivelar su avance con el de sus compañeros.
Todo parecía ir bien.
En el primer descanso buscó a Nabi quien le entregó su almuerzo, no quería ir a la cafetería ya que no quería llamar la atención y ese había sido un acuerpo con su papá, comer en otro sitio, aún no era la hora de comer pero siempre era mejor estar preparada. El descanso lo pasó con Nabi en su oficina así que de poco se enteró de lo que pasaba en esa escuela.
El segundo descanso era la hora de comer, así que como tenía 90 minutos libres, con la ayuda del andador caminó por una vereda cubierta de pasto hasta que llegó a una banca cubierta por la sombra de un árbol. Los recuerdos de su escuela le llegaron de pronto y perdió el apetito.
Si Tahalafa no tenía hambre entonces el fin del mundo estaba cerca.
A su lado pasó una señora mayor con el uniforme de limpieza, Taha la saludó y la señora le sonrió.
—¿Disculpe señora, usted ya desayunó? Por favor tome esto, yo ya comí—
—No es necesario señorita yo ya comí pero si insistes le llevaré esto a mi nieta, ella también estudia aquí por una beca y de seguro no ha comido nada—
—Si usted está de acuerdo, yo puedo darle diario el desayuno para su nieta así pueden ahorrar, sólo deje por favor la caja de almuerzo sobre el casillero 790 y yo diario le traeré comida deliciosa para nieta—
—¿Por qué haría algo así señorita?—
—Porque mi papá en paz descanse siempre me dijo que la comida se debe de compartir—
—Bueno si tu padre dijo eso es porque es cierto, muchas gracias...—
—Yo soy Ellet Tahalafa, mucho gusto— Hizo una venia de 90 grados.
—Yo soy Song Minrae, si necesitas ayuda solo búscame ¿sí?—
—Si, gracias señora Song—
Taha ya tenía una amiga dentro de esa escuela, nada mal ¿No?
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