Quise hablar de nuevo contigo, o al menos pasar un poco de nuestro tiempo juntos; y te lo dije, te dije que me sentiría muy sola sin ti.

—¿Al menos puedo saber cuándo volverás?

—Dentro de siete días estaré de vuelta, mantente tranquila y no salgas de casa.

—Entonces, ¿no te molesta si invito a mi amiga a la casa? Jisoo me escribió en la mañana, dice que me extraña.

—¿Y por qué quiere venir hasta aquí? Tú no necesitas ninguna otra compañía aparte de la mía.

—¿Por qué te molesta? La conoces y no es una mala persona, no hará nada que pueda incomodarte.

Un lánguido suspiro escapa de tus labios, frotas tu frente y maldices por lo bajo, tomando mi teléfono en el proceso.

—¡¿Qué crees que haces?! No me pediste permiso.

—Todo lo tuyo me pertenece, no tengo porqué darte explicaciones.

—¡Devuélveme mi celular!

—¡¿Qué mierda me estás ocultando, Roseanne?!

La pantalla se ilumina, es Jisoo quien me escribe y tus ojos no disimulan para nada tu rabia con lo que sea que hayas leído.

—¡Hija de puta! —el golpe en la pared me estremece, pues arrojaste mi teléfono ahí, haciéndolo trizas—, ¡te prohíbo hablar otra vez con esa hija de puta, ¿me oíste?!

Lo último que escucho de ti es un portazo que juro que logró sacudir toda la casa, a la vez que mi corazón se encoge mientras veo mi celular roto justo en una esquina, sin poder pedir otro, pues siempre llevas todo el dinero contigo.

Me dejaste sin método de comunicación, sin compañía, pues eres quien trabaja para mantenernos pero sé perfectamente que tus reuniones de negocios no son exactamente lo que dices.

Últimamente has estado muy ocupado y lamentablemente sé muy bien el porqué.