XV. Despertar.
Sombras. Voces. Lamentos. Todo eso parecía lejano, y al mismo tiempo muy cerca. Todas las voces hablaban al mismo tiempo y una sobre la otra que le costaba trabajo enfocarse solo en una. Le dolía la cabeza. No estaba asustado, pero si confundido. Los sonidos y voces se hicieron más fuertes y sintió cómo movían su cuerpo.
Muy bien... eso era extraño. Repasó los acontecimientos. Uno, había llegado al hotel y tuvo una charla con su abuelo y la discusión con Wayne. Dos, tuvo la disputa con Alexis y Bertrand se apareció. Tres, luego de que el lobo casi lo matara a golpes e intentara herir a Winnie bebió su propia sangre y sintió una fuerza enorme. Cuatro, cuando por fin lo venció sintió un dolor enorme y se desmayó.
—Llévenlo al hotel —dijo una voz muy conocida.
«¿Abuelo?» preguntó al reconocer la voz, pero ningún sonido salió de sus labios. ¿A quién iban a llevar al hotel? Vale, esto estaba cada vez más extraño. Trató de enfocarse en las demás voces y pudo reconocer varias. La de su padre, Jonathan, era ahogada y triste; la de Mavis, su madre, no estaba, eran... ¿eran sollozos lo que oía? No, no puede ser, ¿por qué iban a lamentarse? Buscó a Winnie y reconoció su tono, estaba agitada y nerviosa, al borde del llanto, pero ¿por qué? Quiso reincorporarse, mas no pudo. Era como si un muro invisible le impidiera moverse. Ahora empezó a asustarse de verdad. No podía moverse y no podía hablar. ¿Qué diablos pasaba?
Pasos. Muchos pasos. Escuchó la puerta giratoria del hotel. Sintió el frío metal contra su piel, aunque no podía moverse. Su cuerpo no respondía.
—¿Por qué tanto jaleo? —preguntó otra voz, más vieja, más antigua—. ¿Qué le pasó a Denisovich?
«¿Bisabuelo?» Debía ser él, solo él y su abuelo lo llamaban así. Escuchó sus pasos dirigiéndose hacia él y luego una arrugada mano, fría como el hielo, se posó en su pecho; las largas uñas de Vlad le rasgaban la maltrecha camiseta.
Lo escuchó inspirar sorprendido.
—¿Acaso bebió? —demandó saber, enojado; nadie respondió—. ¡Drácula, ¿dejaste que el chico bebiera?!
Se hizo un silencio sepulcral. «¿Beber? Sí, bebí sangre, ¿que tiene?» Escuchaba las respiraciones de todos los que lo rodeaban, y eran bastantes.
—No... no hay tiempo para esto —gimió Mavis, al fin.
Aunque no pudiera ver nada, supo, por experiencia, que las miradas se centraron en su madre y acto seguido quien sea que lo llevara en brazos apresuró el paso y abrió una puerta de un estrépito. El sonido retumbó en el pasillo como si no hubiera nadie, cosa que dudaba. Con delicadeza lo colocaron sobre una cama y le colocaron una mano sobre la frente. Era cálida. Humana. Su padre, tal vez.
—¿Qué ha pasado, Drac?
Esa voz la reconoció, era su padre, entonces fue él quien lo trajo. «Yo también me hago la misma pregunta.» Sintió un hundimiento en la cama y supo que alguien se había sentado a su lado y le tomó la mano. No era Winnie. Esa mano era un poco más pequeña que la de él, pero era fría, como muerta.
—Jonathan —dijo Mavis—, Dennis bebió su propia sangre y eso... le jugó en contra.
—¿Qué? ¿No se supone que los vampiros beben sangre? No entiendo.
—Jonathan. —Drácula suspiró como armándose de valor—. Beberr sangrre parra un vampirro es bueno, lo sana y lo forrtalece, perro que un vampirro beba sangrre de vampirro es una apuesta muy alta. Hace lo mismo que la sangrre norrmal, aunque mucho más fuerrte. Yo..., yo trraté de adverrtirrle, solo que dudo que Denisovich lo supierra.
—¿Y eso qué quiere decir? —preguntó Jonathan, angustiado.
Hubo un profundo silencio por unos minutos. «¿Así de malo es?»
—S-su cuerpo entró en letargo —respondió Mavis, con dificultad—. Normalmente, si un vampiro bebe sangre de vampiro o la suya propia es por una medida desesperada...
«¡Y lo era, Winnie iba a morir a manos de Bertrand! ¿Qué más iba a hacer?»
—... pero cuando los efectos pasan pueden ocurrir dos cosas: el vampiro muere incinerado o...
La frase quedó en el aire, sin embargo, era obvio qué seguía: «o terminaba así, en letargo».
Bueno, por lo menos ya sabía lo que pasaba, el dilema era cómo volver a la normalidad.
—Un momento, ¿morir incinerado? —se extrañó su padre—. Se supone que ustedes solo pueden morir por una estaca, ¿cómo puedo creerme eso? Y qué quieres decir con letargo, no querrás decir como un coma, ¿o sí?
—Saldrré parra avisarrle a Wayne y los demás... y parra terrminarr con esos lobos —dijo Drácula.
La puerta sonó y la habitación se quedó en silencio, hasta que después de un rato Mavis habló:
—¿Has leído la novela de Bram Stoker, Jonny? —Él no respondió—. Ya veo. Pues aunque no lo creas, allí hay mucho de cierto, recuerdo que ese humano le dio muchos problemas a papá. —Suspiró—. El caso es que allí hay cosas verdaderas. ¿Morir incinerados por la sangre de vampiro? Está, sí, solo que en el libro aparece de distinta manera: Mina Harker se le fue obligada a beber sangre de vampiro por Drácula y ella empezó el proceso como una vampiresa, siendo quemada cuando los objetos que los humanos llaman sagrados, la tocaban. Es diferente, pero el principio es el mismo.
Dennis, aunque no se podía mover ni expresarse, empezó a cuadrar todas las piezas. Por eso su abuelo se veía tan exaltado cuando lo vio beber su sangre y ahora comprendía también cuando él dijo algo sobre unirse con alguien.
—En cuanto a lo del letargo, bueno, eso no se especifica en el libro, la cosa es que el cuerpo de Dennis, por fortuna, aguantó la sobrecarga de poder que tuvo, pero quedó así, y es imposible saber cuándo despertará...
«¡Pero estoy despierto!» Dennis no estaba en ningún letargo, ni coma, ni sueño, ni nada. Estaba alerta y al tanto de todo como cualquiera. Trató de hablar o hacer alguna muestra, aunque fue inútil. La impotencia de no poder hacer nada lo embargaba de una gran ira, pero ni siquiera podía expresarla.
—Puede ser en una hora, un día, un mes, un año o nunca.
Sintió cómo el peso de la cama donde suponía estaba su madre se levantó, escuchó unos pasos y luego oyó un leve sollozo, como si lo estuvieran reteniendo. Sintió cómo el peso al otro lado también se levantó. ¿Acaso lo iban a dejar solo?
—Son las tres de la mañana, Jonny, debes dormir —sugirió Mavis, dolida.
—Pero Dennis, no podemos dejarlo así... tenemos que...
—Lo mejor será descansar. Mañana por la mañana, apenas te levantes, buscaremos información, mientras tanto, estaré en la biblioteca del hotel en busca de algo que nos ayude.
No hubo más conversación después de eso. Pareciera que estuvieran decidiendo entre irse o no. Después de unos minutos escuchó pasos y el abrir y cerrar de la puerta. Estaba solo. «Debo moverme.» Se relajó y trató de concentrarse en las manos, de centrar sus fuerzas en ellas, como había hecho hacía poco, pero nada. Seguían igual de inmóviles.
El tiempo pasó. No sabía cuánto, pero sí que fue bastante. Nadie más entró. Ningún ruido más se oyó afuera de la puerta de la habitación. El hotel estaba en silencio. Nunca en su vida pensó que llegaría a presenciar el hotel en silencio, sobre todo cuando el dueño es un vampiro, aunque supuso que debían estar encontrando la manera de volverlo a la normalidad.
¿Qué había dicho su madre sobre el letargo? No se especificaba en el libro. ¡Falso! Dennis había terminado de leer el libro el mismo día que se reencontró con Winnie y recordaba muy bien un pasaje que decía algo sobre cómo Mina mantenía a raya la acelerada transformación en vampiresa, solo que aún no daba con qué. ¿Podía funcionar? No lo sabía, no obstante, primero debía recordar qué era. Y para peor, él tenía ese mismo libro en la mesa al lado de la cama. «Si tan solo pudiera moverme.»
Oyó un ruido y se alertó. El suave chirrido metálico de las bisagras de la puerta retumbó en la habitación, y luego la cerraron con cuidado, como si no quisieran hacer el mínimo ruido. La cama se hundió hasta alcanzar el punto de reposo, sea quien sea no se movió y eso lo puso un poco nervioso, luego de un rato le tomaron la mano. Su tacto era cálido y suave, como si tuviera seda en las manos. Habló.
—Dennis...
Reconoció la voz al instante: era Winnie. En ese momento la precaución y los nervios que sentía se le fueron en un instante. Quería verla, quería preguntarle cómo estaba, quería besarla, quería abrazarla y nunca dejarla ir ahora que nada se interponía en lo de ellos, pero por más esfuerzos que hacía, nada pasaba.
—Me contaron todo —dijo con lentitud, como tratando de no quebrarse—, me contaron lo que hiciste y las consecuencias de eso. —Hizo una pausa—. ¿Por qué lo hiciste? Sé que querías ayudarme, pero debía haber otra forma.
«Oh vaya, para la próxima voy a la tienda y pido una bazuca. ¿Qué podía hacer? ¡Era lo único!»
Winnie respiró trémulamente y volvió a hablar.
—Lo lograste zing-zing. Lograste anular esa regla. Alexis, luego de que se recuperara, intentó arremeter contra el hotel, pero tío Drac lo detuvo. No hizo mucho solo le dio una advertencia, aunque antes de irse por las buenas, lanzó una amenaza, dijo que volvería y desearías haberlo matado. Quizás pienses, ¿y Bertrand? Bueno, Vlad lo amenazó, resulta que ambos se conocían y parece que tu bisabuelo le ganó una pelea hacía muchos siglos.
«¿O sea que valió la pena? ¡Santa rabia, sí! Al fin podemos...» no terminó de pensar, porque cayó en cuenta de la situación, por más libertad que Winnie tuviera no podrían estar juntos ni ser felices si estaba en ese estado.
—Siento que esto es un sueño, zing-zing. Aún me cuesta creer que todo esto de verdad está pasando. —Suspiró—. Jamás pensé que estaría donde estoy hoy, contigo...
Dennis sintió como Winnie le apretaba más fuerte la mano.
—¿Sabes? La primera vez que te vi fue un Zing total. —Rió con tristeza—. Tenías cuanto, ¿un año? Yo casi iba para tres, me pareciste lo más lindo que vi. Siempre trataba de ir contigo, pero eras muy pequeño y temía lastimarte. Recuerdo cuando tenías cuatro en la fiesta de mis hermanos, no podía dejar de verte, a ti y a tus rizos de fresa...
Denis sintió como le acariciaban los risos.
—...recuerdo cómo te defendí de los abusones de tus primos. De cuando fuimos a la casita del árbol por primera vez. Por poco explotaba de la alegría cuando dijiste que te parecía linda. Cuando Bela me golpeó y te salieron los colmillos. Cuando a los diez hicimos locuras por todo el hotel, escondimos uno de los pies del tío Frank en la cocina y el desastre fue absoluto; y recuerdo con dolor cuando papá me dijo que no podría volver más. —Winnie se detuvo y aspiró conteniendo un sollozo—. Que nos hayamos reencontrado, que me hayas dado esos momentos hermosos: el beso en el parque, que me dijeras que me amabas, cuando huimos juntos, la estancia en el hotel contigo, la ida a la fiesta, esa noche, y muchas cosas más que no me alcanzaría el tiempo de contarte.
Las respiraciones de Winnie se hicieron muy turbulentas y entrecortadas. Dennis se preocupó por lo que estuviera pasando, sin embargo, luego sintió pequeñas gotitas en su abdomen. Winnie estaba llorando.
—No sé si podrás oír esto, pero quiero que despiertes —sollozó—. Quiero que compartas conmigo lo que lograste, quiero... quiero que estés a mi lado, Dennis.
No había palabras para expresar lo que sentía. Creyó que había experimentado todas las sensaciones y todos los sentimientos al pasar esos días viviendo junto a ella, y ahora ella se estaba abriendo por completo a él, contándole todo lo que significa para ella, le causaba una sensación nueva. «No llores, por favor.»
Sintió que Winnie se puso de pie y la idea de que ella se fuera lo aterraba. La quería cerca, la quería allí. Si tan solo pudiera moverse. Sintió su respiración muy cerca suyo y luego un par de labios rozaron los suyos ligeramente, con una delicadeza tan suave que parecía un fantasma, un soplo de vida.
Había besado muchas veces a Winnie, pero esta vez fue diferente. Era como si algo poco a poco le quitara la vida y lo llenara con algo mucho mejor. Con algo que hacía que cada poro de su piel desbordara éxtasis.
Sintió una lágrima caerle en la mejilla y cómo la loba lo soltaba e iba a empezar a irse. No; debía detenerla. Trató de moverse y sintió un dolor terrible, aunque eso era buena señal. ¡Podía moverse! Antes de que la mano de ella se saliera de la suya, la apretó con las fuerzas que tenía.
Sintió el sobresalto de ella y de a poco, fue abriendo los ojos, pudo ver su expresión de sorpresa y no pudo evitar esbozar una sonrisa. Le dolió como el demonio, pero eso no impediría que expresara su felicidad.
—Lo oí todo... mi zing.
Lo siguiente que pudo ver fue una loba con lágrimas en los ojos y sonriendo, lanzándosele encima. Le dio un abrazo fuerte, ignorando el dolor de su cuerpo, que poco a poco se fue disipando.
Se separaron y se vieron a los ojos.
—¿Cómo? —logró decir ella, casi llorando.
—Fuiste tú —respondió él, deslizándole la mano por la mejilla, memorizando cada facción—. ¿Y sabes algo? Yo también quiero que estés a mi lado.
Ambos sonrieron y se dieron un beso, largo y con toda la emoción y sentimientos de los dos. Se separaron para tomar aire y rozaron sus narices con cariño. Se abrazaron y durmieron bajo el calor del otro. Con la débil luz de la luna, entrando por la habitación.
Cuando la luz del sol empezó a inundar el cuarto, ambos ya estaban despiertos, mas sin ánimos de levantarse a nada. Solo querían quedarse así, al lado del otro, abrazados. Winnie subió la mirada y le preguntó:
—¿Cómo despertaste? Porque papá me había dicho que era indefinido, incluso podías no haber despertado.
Dennis sonrió y le dio un beso.
—Te dije que fuiste tú —respondió con vehemencia, no lo dudaba ni un solo segundo—. Si no hubieras dicho lo que dijiste esta madrugada quizá no habría podido moverme, porque despierto estaba, oía y sentía, pero no me podía mover.
—¿Sabes el por qué? —Ladeó una oreja.
—De hecho estaba pensándolo justo antes de que llegaras. Si mi madre está en lo cierto y el libro de Stoker tiene cosas levemente correctas, entonces sí.
Dennis se levantó y buscó el libro. Lo sacó de la mesa de noche y se volvió a acostar junto a ella. Lo abrió y buscó.
—Aquí. —Señaló una frase—. «¡No tengo miedo! ¡Mi mente se ha acostumbrado a la idea! Y por ende, voy a evitar que me posea». Esa línea la dice Mina cuando Drácula (el del libro, no mi abuelo) le había hecho beber su sangre para volverla vampiresa y frustrar los planes de Van Helsing y los demás. O sea que según la novela, ella resistía los deseos vampíricos con pura voluntad y emociones fuertes. Lo que se traduce en que para poder «despertar» tenía que sentir una fuerte emoción, o eso entendí. Cuando me vino la idea no me acordaba del verso, pero luego de lo que dijiste sentí unas ganas de estar contigo y cuando me di cuenta me podía mover.
»En pocas palabras, tú fuiste la que me ayudó a volver en mí. Si no fuera por ti estaría aquí acostado sin poder moverme. Te amo por eso.
Dennis la besó y sonrió. Buscó otro pasaje en el libro y señalo.
—Ayer cuando mi abuelo vio mis colmillos y los notó un poco más largos me dijo que ya me había unido a alguien. Al principio no entendí, luego recordé esto. —Señaló la página—. «No podemos hacer nada por ella todavía. Falta que se una a alguien. Espere. Ya verá usted...». Eso se lo dice Van Helsing a Seward cuando Lucy muere a manos de Drácula, porque él sabía que ella iba a volverse una vampiresa. Luego, capítulos después, varios niños desaparecen y reaparecen con marcas de colmillos en el cuello, causados por la Lucy vampiresa. Es decir, que la «unión» que dice el libro se refiere a que se una a un humano en el sentido de beber su sangre, haciéndole que sus colmillos crezcan hasta el tamaño normal.
»Pero yo no he bebido sangre de nadie (a excepción de la mía y vimos cómo me fue), entonces debía ser otro tipo de unión, por lo que se me vino a la mente lo que sucedió la madrugada de la fiesta. No te sonrojes... Y si aplico esa lógica, le encuentro sentido a que mis colmillos crecieron un poco más, también al hecho de que cuando volví de hablar con el tío Wayne solo tú me pudiste notar.
Dennis notó la perplejidad de Winnie por el golpe de información, después de un momento lo asimiló y su reacción fue única: primero, comprensión, por todo lo que dijo en la madrugada; segundo, pena, por pensar en la «unión»; y tercero, alegría, porque ya todo había pasado. Él tampoco estaba para menos, pudo darle su merecido a Alexis, pudo (en lo que cabe) hacerle frente a Bertrand y por ende, mandar esa regla a la basura. Estaba que no cabía de la felicidad.
Se levantó y colocó el libro sobre la mesita al lado de la cama. El cuerpo no le dolía tanto como anoche, pero tenía uno que otro dolor cuando se movía de un lado a otro. Reparó en que tenía la camisa vuelta jirones y sucia; pequeñas y finas rasgaduras que casi ni se notaban, causadas por las uñas de su bisabuelo, supuso. Y cinco líneas diagonales de izquierda a derecha. «Del zarpazo de Bertrand», pensó. ¿Así durmió? Se quitó la camisa y quedó con el torso al aire, se revisó para ver si le quedaba alguna herida o cicatriz, pero nada. Realmente ese subidón de poder que le dio beber su sangre tuvo sus frutos.
Fue al baño, se dio una rápida ducha y se lavó los dientes. Al salir, entró la loba a lavarse los dientes también. Se cambió y revisó sus pantalones buscando la cajita del collar que había comprado y por suerte allí estaba, intacta, sin abrirse y sin que ninguno de los dijes o el collar se salieran y perdiesen. Vaya, es una buena caja para que resistiera la tanda de golpes que le dio Bertrand y siguiera en una pieza. Alguna magia debe tener, pensó.
Buscó en el armario alguna camisa que ponerse, pero veía siempre lo mismo. Esta vez quería algo distinto, algo que expresara cómo se sentía. Sin darle más importancia tomó una camisa negra y se dispuso a ponérsela, al voltear vio a Winnie acostada con el libro entre sus patas.
—¿Qué haces? —le preguntó a ella, sentándose a su lado en el borde de la cama.
—Revisando —respondió, leyendo con silenciosa atención las páginas.
—Revisando, ¿qué?
Ella alzó la mirada del libro y, cuando sus azules se toparon con los suyos, sonrió.
—Es solo que si aquí pone algunas cosas sobre vampiros que solo ellos conocen, quiero saberlas.
Dennis sonrió y se acercó, los separaban milímetros de un beso.
—¿Y qué quieres saber? —preguntó, en un tono sugerente.
Winnie le pasó los brazos alrededor del cuello y ambos rieron. La loba lo jaló hacia ella y Dennis quedó arriba, con ambas manos afincadas a ambos lados de ella.
—Por cierto, zing-zing—sonrió ella—. Feliz cumpleaños.
Y le dio un beso. Dennis se dejó llevar, profundizándolo; las corrientes eléctricas que sentía por cada caricia que ella le daba lo volvían loco. Poco a poco, con delicadeza, fue bajando los besos por su cuello... y de repente la puerta del cuarto se abrió.
A Dennis se le paralizó el corazón y abrió los ojos asustado. La pelea con Alexis y sus cincuenta lobos, la riña con Bertrand, e incluso la tortuosa situación en la que estuvo esa madrugada sin poder moverse no era nada, ¡nada!, comparado con lo que sus ojos veían.
En el umbral de la puerta, a tan solo dos metros de la cama, estaba un lobo con los ojos desorbitados de la sorpresa y el enojo. Su primera idea fue huir; huir volando con Winnie y más nunca volver, cambiarse el nombre a Juan Pérez y vivir en el anonimato como vendedor de Splendangre en el mercado negro, aunque al considerar la situación sería lo menos indicado. Además de que las ventanas estaban cerradas y no le daría el tiempo de abrirlas antes de que le llegara el golpe. Trató de encontrar alguna idea que lo sacara de eso, ¿pero cómo explicar que estaba besándose con Winnie, en la cama, y de paso sin camisa? Ya se imaginaba la inscripción en su lápida: «Muerto al ser descubierto en el acto. Buen hijo y amado novio.»
Separó sus labios de Winnie y, sin separarse de la loba, le sonrió al lobo en el umbral de la puerta. Una sonrisa que bien podía ser de miedo o de una estúpida valentía, y habló:
—Hola, tío Wayne.
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