XIII. El Alpha
Se hizo un silencio sepulcral en el vestíbulo. Dennis tenía una sonrisa desafiante en el rostro a la vez que abrazaba a Winnie por la cintura, Wayne, quien hace poco había salido del salón donde había tenido la «charla» con Dennis, estaba a unos cinco pasos de Wanda y al ver a Alexis en el suelo se detuvo en seco; Wanda y los demás lobos tenían miradas muy distintas: un grupo de ellos veían o burlón a Alexis o con admiración al vampiro, mientras que el otro grupo, incluida Wanda, veía todo con una calma extraña, como si estuvieran esperando lo peor.
Por el lado de los lobos que custodiaban a Alexis todos estaban sorprendidos, no entendían cómo o cuándo su jefe estaba en el piso. Y por último Alexis, quien tenía una mirada homicida fija en Dennis.
El joven vampiro agudizó su visión y recorrió el hotel con la misma, necesitaba saber dónde estaban sus padres y su abuelo. Terminó encontrándolos en una de las habitaciones del hotel: Drácula les estaba contando todo lo sucedido a ellos. Se relajó un poco al ver a sus padres ocupados y, a lo mejor, al tanto de todo.
Relajó su visión y apartó la mirada de Alexis para enfocarse en Winnie, la miró a los ojos y le pasó una mano con cariño por la mejilla. Lo hacía en gran parte por dos motivos, además de ver cómo se encontraba: uno, demostrarle a Wanda y Wayne que le importaba; y dos, restregarle en la cara a Alexis su relación con Winnie.
—¿Estás bien? —preguntó—. ¿No te golpeo, cierto?
—No, zing-zing —sonrió ella—; Estoy bien.
Dennis miró de soslayo a Alexis, quien estaba con una expresión que parecía que fuera a explotar, lo que le hizo gracia, luego se relajó y adoptó una sonrisa victoriosa. Dennis supuso que debía creer que Winnie aún seguía siendo su pretendiente ya que ella tenía puesto el collar. «Pobre iluso», pensó.
Alexis se levantó y empezó a caminar hacia ellos, más en específico, hacia Winnie. Dennis se colocó en medio de ambos, generándole una sensación de deja vu al recordar que eso mismo ocurrió en su disputa en la feria.
Alexis le lanzó un gruñido a Dennis para que se apartase, mas este ni se inmutó.
—¡Apártate, mestizo! —espetó.
—¿Por qué mejor no te largas y dejas a mi zing tranquila?
—¿Tu zing? —replicó Alexis, soltando una carcajada estridente que sonó más como un aullido—. Qué gracioso. Pasa y acontece, mestizo, que la loba que está detrás de ti será mi esposa. No, mejor dicho, es mi esposa. ¿O se te olvidó lo que ella lleva en el cuello?
Dennis frunció el ceño, iracundo; por alguna razón le enojaba que Alexis usara la palabra «mestizo» de manera tan despectiva. ¿Acaso se creía mucho ese mísero lobo?
—Ya. Así que Winnie es tu prometida... Vaya, no lo sabía —contestó Dennis, con notorio sarcasmo.
Esa respuesta enojó aún más al lobo, mientras que Dennis se regocijaba para sus adentros al causarle ese enojo. Previniendo que en cualquier momento Alexis explotase, uso su control, él se quedó estático y Dennis caminó con la mayor tranquilidad del mundo, rumbo a la salida, siendo seguido por Winnie.
—Si me atacan... —Miró a los lobos— o a alguno de los Werewolf, dejaré caer a Alexis desde el puente, y supongo que treinta metros desde el borde hasta el lago no le sentarán bien a su imagen, ¿cierto?
Aunque de verdad no fuera cierto lo que decía, debía ir sobre seguro, no podía armar un jaleo dentro del hotel. Afuera, era otra historia.
Ninguno de los lobos que custodiaban a Alexis hizo movimiento alguno al ver que su líder flotaba levemente con un aura verdosa tras Dennis, solo se limitaron a seguirlo. Terminaron de llegar a las cercanías del bosque, donde si se formaba alguna disputa podía resolverla sin causar algún daño al hotel. Dennis pudo notar cómo, cruzando el puente, venían siguiéndolos con cautela todos los Werewolf, Wayne incluido. En algún momento se aparecerían sus padres por allí, por lo que tenía que hablar con el lobo y demostrarle que lo más prudente sería irse. Esa solución sería la más beneficiosa para ambos, aunque en el fondo deseara partirle hasta el alma al licántropo.
Liberó el control sobre Alexis, cayendo este al suelo, sin generar sonido alguno; manejar sus poderes de vampiro, como el control, le causaban gran cansancio a Dennis, ya que no era un vampiro completo y eso le jugaba en contra. Como por ejemplo: sus colmillos eran la mitad del tamaño de lo que deberían ser, su velocidad era igual, incluso la sanación acelerada era más lenta. Lo único que tenía igual que un vampiro completo era su fuerza y su visión; pero por alguna razón que no llegaba a comprender, sus colmillos habían crecido al mismo largo que de un vampiro completo.
—Te lo digo de buena manera, Alexis: vete y deja a Winnie tranquila.
—¿Y quién eres tú para decirme eso? —espetó él, sosteniéndose la cabeza con una pata; parecía mareado—. ¡Solo eres un mestizo! ¡Eres un error!
Dennis sintió una ira enorme, pero pudo contenerse; también porque Winnie estaba junto a él. Cerró los ojos y exhaló todo el aire de sus pulmones. Debía tranquilizarse.
—¡Wayne! —chilló Alexis, miró que el lobo estaba frente a su familia con una expresión serena y seria—. No tientes al Consejo. Sabes muy bien lo que puede pasar si los de arriba llegan a presenciar esto.
—Lo sé. —Corto y preciso.
La expresión de Alexis se torció.
—¿Y entonces, vas a permitir este circo?
—Yo no soy el que debe decidir. —Wayne miró a Dennis y luego a Winnie; y esbozó una sonrisa—. Es ella.
Ahora cambió a una de sorpresa absoluta; acción que le hizo gracia tanto a Dennis como a Winnie, si está así por eso, ya quería ver la cara que pondría cuando sepa que el collar no servía.
—Bueno, veremos que opina el Alpha cuando vea esta ridiculez.
—¿Es una amenaza? —terció Dennis.
Alexis lo miró fijamente.
—¿Y qué si lo es? —vociferó, alzando ambos brazos en gesto dominante y agresivo—. No tienes idea de a lo que te enfrentas, mestizo. Estás jugando con fuego y quebrando reglas antiguas, y eso, en los licántropos, es imperdonable. Así que por las buenas... —Alexis caminó hacia Winnie y de nuevo Dennis se interpuso—. Mestizo, apártate, por tu bien.
—¿O si no qué? —lo desafió con el ceño fruncido.
Winnie quien veía todo decidió intervenir antes de que se formara una guerra campal, lo cual, iba a ser contraproducente. Si ellos dos se agarraban como en la feria, los lobos de ambos bandos tampoco se quedarían quietos y una disputa en ese momento era lo último que quería.
—¡Basta! —exclamó colocándose en medio de ambos; miró al vampiro—. Dennis, yo terminaré con esto.
Él la miró con absoluto terror, por un breve momento creyó que ella aceptaría la oferta de Alexis y se iría, pero lo descartó al instante. Si ella estaba pensando lo que él creía, significaría ponerle fin a todo.
Y posiblemente a su vampirezca existencia.
Se perdió por un instante en esos azul cielo, volviendo en sí cuando ella le dio un asentimiento firme. Eso lo confirmaba; estaba pensando en hacer lo que él creía: quitarse el collar. Suspiró con fuerza y se preparó para una posible disputa con Wayne o los hermanos de Winnie, o en el peor de los casos, con Wanda. Eso le erizaba la piel; discutir con Wayne era una cosa, pero discutir con Wanda, quien había mantenido a raya a trescientos hombres lobos y a su marido, era tan lejano como de ahí a Júpiter. Solo la noche sabía lo que podría pasarle si su suegra se enojaba. Suegra. Qué raro, pensó, era la primera vez que la pensaba de tal manera... y lo pensó en un momento poco oportuno, de hecho.
Se calmó y le asintió a ella para que lo hiciera. Winnie le dio la espalda y miró de frente a Alexis. La expresión en el lobo era una confiada y victoriosa, a lo mejor suponía que ella se había resignado y había aceptado de una vez por todas ir con él; pero cuando Winnie se llevó las manos al cuello él se extraño.
Dennis miró de soslayo a Wayne y su familia y tragó grueso, pudo notar cómo Wayne estaba observando a su hija con los ojos entrecerrados, como sospechando lo que pasaría, y Wanda, quien pareció intuirlo, se llevó las patas a la boca y se le veía tratando de reprimir una sonrisa, que hubiera quedado mal dado el momento.
Bueno, eso era un punto a favor, Wanda estaba de su lado, aunque aún quedaba Wayne, y en cuyo caso, Wilbur, que al verlo, notó cómo Clarisse le sujetaba la pata. Podrían ser dos cosas: tratar de retenerlo o sentirse segura. Y dudaba mucho de las dos, porque ellos se vieron a los ojos y se mostraban calmados.
Winnie deslizó con extrema y tortuosa lentitud la correa del collar y se lo quitó. Duró poco menos de cinco segundos, pero a Dennis le parecieron siglos. Cuando ella se lo quitó y lo arrojó lo más lejos que pudo, pudo oír tres tipos de reacciones. La primera: enojo; cuando volvió a ver a Wayne, este estaba luchando para soltarse de los agarres de sus hijos, había cinco de sus hijos tomándolo de los brazos y el abdomen para evitar que saliera y despedazara a Dennis; la segunda: alegría, pudo notar que Wanda y algunos de los lobos con ella estaban con los ojos vidriosos, quizá porque Winnie ya no tendría que tener ese recordatorio encima. Y una última que no se esperaba: burla; Alexis estaba riéndose a carcajadas frente a ella.
—¿Crees que yo nací ayer, Winnie? —preguntó este—. La magia que hay en el zafiro lunar permite que te lo quites, pero en no más de cinco segundos volverá a ti.
Cuando dijo eso se calló al instante. Hubo un silencio absoluto en el lugar, solo se oía el silbar del viento y el sonido de los insectos. La reacción del lobo después de lo que dijo fue de absoluta sorpresa, dándose cuenta que mientras le decía eso a Winnie ya habían pasado los cinco segundos.
Y el collar aún no volvía.
La expresión de sorpresa de Alexis se volvió una de enojo y después una de nauseas.
—Así como lo ves, Alexis. El collar no ha...
Claro, corto y seco. El eco resultante fue como el caer de una aguja en porcelana. Dennos oyó como los Werewolf o ahogaban un suspiro, o lanzaban expresiones de sorpresa, seguidas de enojo, o se quedaban en el más absoluto mutismo; él, sin embargo, fue consciente de cómo su sangre hirvió, tanto de la sorpresa como del consecuente enojo.
Alexis había abofeteado a Winnie.
—Eres una... —gruñó él.
Antes de que Alexis pudiera terminar la frase ya había un puño en su rostro. Dennis, al ver lo que le hizo a Winnie, reaccionó por reflejo, como si algo gatillara su cuerpo antes de siquiera pensar en moverse, lanzándose contra él y tomándolo del rostro para estamparlo contra el suelo.
El estruendo que sonó impresionó a todos, pero eso solo era el comienzo. Luego le dio varios golpes al lobo, cada uno con más rabia que el anterior. Solo tenía un objetivo en mente: hacerlo pagar. Ya le había dado tres golpes y cuando iba a conectar el cuarto fue interrumpido por uno golpe que le dieron a él que lo terminó quitando de encima de Alexis. Alzó la vista, iracundo, y vio que un muro de pelos se le venía encima: los lobos que venían con Alexis se lanzaron en su contra.
Reaccionó lo más rápido que pudo cuando los cincuenta licántropos arremetieron, se transformó en murciélago, tomó a Winnie por la camisa y se la llevó volando, como un rayo, hacia donde estaban Wayne y Wanda.
—Que no se meta —les pidió a ambos lobos—; no quiero que salga herida.
Ignoro olímpicamente las pestes y amenazas de Wayne como: «¿Cómo le hiciste eso a mi pequeña?» o «Me encargaré que no tengas descendencia».
Se giró hacia los lobos y se fue contra ellos. Le importaba poco los lobos, solo tenía un objetivo: Alexis.
Llegó corriendo y empezó a apalearlos uno a uno, sin quitar la mirada de su objetivo. El lobo en cuestión lanzó un aullido al aire, muy agudo, casi como un quejido, y después miró a Dennis con una sonrisa victoriosa, bueno, lo más victoriosa que podía ser con un hilo de sangre cayéndole del hocico.
Dennis esquivaba los lobos y les propinaba golpes, o los hipnotizaba para que se retiraran, o usaban su control para inmovilizarlos. Pero eso lo agotaba demasiado, hasta que llegó al punto de que cuando intentó controlar al número quince o dieciséis, no pudo; el lobo emitió un trémulo brillo verde y se deshizo. Esto agarró al vampiro desprevenido y les dio un aumento de moral a los lobos; Dennis no podía usar sus poderes, estaba agotado.
Solo le quedaba su fuerza y sus reflejos. Por lo menos eso si era como un vampiro completo, y esperaba que le fueran suficientes.
Recibió un golpe por la derecha que lo dejó aturdido y luego uno en el estómago, seguido de un zarpazo en el rostro y uno en el pecho. Los golpes dolían, sí, aunque los zarpazos se curaban, lento, pero seguro. Reaccionó a un lobo que intentó golpearlo desde la izquierda y le hizo un placaje; derribándolo, y a uno que le llegaba por la espalda le hizo una llave de lucha, aprendida por mala manera gracias a Clarisse. Notó que otro se le abalanzó encima, mas cuando reaccionó, supo que no iba a poder, y lo peor, el lobo no apuntaba a su rostro como todos los demás, lo hacía hacia su pecho. A su corazón.
Cerró sus ojos esperando lo peor, pero un gemido de dolor lo alertó. Cuando abrió los ojos notó que lo habían ayudado. Al principio le costó creerlo porque quienes lo salvaron fueron Wilbur y Wally.
Ambos lobos lo miraron y le sonrieron, Wilbur le tendió la pata y lo ayudó a ponerse de pie. Wally se lanzó contra un lobo que iba a golpear a Wilbur, mientras Dennis aún no procesaba lo que sucedía.
—¿Por qué? —cuestionó Dennis.
—¿Cómo que por qué? —replicó Wilbur, frunciendo el ceño con ligereza.
—¿Acaso no estás enojado? —Ladeó un poco la cabeza; confundido—. Bueno, Winnie y yo...
Dennis pudo ver cómo la expresión de Wilbur pasaba de seria a burlona.
—Digamos que Clarisse me supo controlar.
Un lobo se lanzó contra Dennis y uno contra Wilbur. Ambos golpearon al lobo que venía a lastimar al otro y se pusieron espalda contra espalda, cubriéndose mutuamente, y luego se les unió Wally.
—¿Ella te lo dijo? —quiso saber el vampiro— ¿Cuándo?
—En el avión.
Dennis golpeó a un lobo que iba por él.
—¿Y cómo lo tomaste?
—Mal. —Wilbur le dio un golpe en el costado a uno—. Clarisse previó todo esto. Me dijo que lo que me lo contaba porque lo más probable sería que se lo dirían a Alexis para hacerlo entrar en razón. —Golpeó a otro—. Clarisse te conoce muy bien, Dennis. Y dale las gracias a ella el que no te esté despedazando ahora mismo.
Dennis emitió unas carcajadas y derribó a otro lobo.
—Le debo la vida a esa morena loca —se alegró—. Me ha salvado el pellejo de ti dos veces.
—Sí, eso veo —masculló.
—¿Qué tanto hablan? —intervino Wally.
Los tres golpearon a un lobo que venía por cada uno de ellos.
—Cosas nuestras, Wally —dijo Wilbur—. Además, ¿por qué estás ayudando? Tú no tienes ningún problema como el de nosotros. No estás rompiendo ningún estatuto y tu Zing no es un monstruo de otra raza, así que fuera de aquí.
—¿Esas son maneras de tratar a tu hermano? —contesto Wally, haciéndose el ofendido—. Y tú no sabes nada de mí, Wilbur.
Ambos licántropos noquearon a dos lobos.
—¿Acaso tu? —Wilbur estaba incrédulo— ¿Quién es la pobre ciega?
—¡Oye, que yo no me meto con tu humana! —se ofendió Wally.
—Y ni lo intentes, porque me vas a conocer. Pero responde, ¿quién es la pobrecita?
—Caroline.
—¿La hija de Frank? —dijo Wilbur, estupefacto.
—Sí. —Wally golpeó a otro lobo—. ¿Algún problema?
—¿A cuál demonio le vendiste el alma? —bufoneó—. La hija de Frank es demasiado hermosa como para que se fijara en ti.
—Lo mismo digo de tu humana.
—Mira, Wally, más te vale que ni se te ocurra decir algo negativo de Clari porque te va a ir mal.
El esfuerzo que estaba haciendo Dennis por aguantarse la risa era monumental, pese a la situación que estaba en ese momento, no iba a negar que Wilbur tuviera razón. Caroline era una monstruo hermosa, no tanto como Winnie, pero lo era; y que terminara haciendo Zing con Wally, que es un tornado andante, era algo que impresionaba bastante.
Los dejó a ambos en su riña y notó que casi habían noqueado a todos los licántropos de Alexis, quedaban unos cinco, seis con el mismo Alexis. Se sintió algo más repotenciado gracias a la ayuda de Wilbur y Wally y usó su velocidad para atravesar a los que quedaban y llegar donde Alexis.
Este estaba sentado con las piernas cruzadas sobre una piedra, esperando algo o a alguien, por lo que no pudo reaccionar a tiempo cuando Dennis le estampó un puñetazo en el rostro, mandándolo de espaldas al suelo.
Miró de reojo a los dos Werewolf y estos estaban dándole su merecido a los últimos dos lobos en pie, por lo que ahora eran solo Dennis y Alexis. Cuando ellos vinieron a ayudarlo, el vampiro les dijo que estaba bien, que volvieran con Winnie.
Usó su control sobre Alexis e hizo que este se levantara y levitara un poco sobre el aire, y, como la última vez, iba a desquitarse de lo lindo. Antes de empezar a darle la golpiza de su vida le liberó la boca para que le respondiera una pregunta.
—¿Por qué? —Simple, aunque ambos sabían el trasfondo de esa pregunta. ¿Por qué Winnie? ¿Por qué pareciera que te gustara verla sufrir? ¿Por qué haces esto?
Él lo miró arqueando una ceja.
—¿Por qué? —rió burlón—. ¿Por qué elegí a Winnie? Porque sí. No hay explicación para eso. Yo la quise a ella y no hay nadie que me lo impida.
—Te equivocas —musitó, muy seguro de sus palabras; estaba muy mal si pensaba de verdad que no haría nada. Primero muerto antes de verla a ella infeliz.
—¿Qué? ¿Acaso crees que realmente podrás quedarte con Winnie? ¡Ella es mía, mestizo! —Su sonrisa, más que asquear a Dennis le daba era lástima, el lobo no sabía darse por vencido—. No sé porque te empeñas tanto en que la deje ir, yo la elegí y así será.
La manera en que hablaba de Winnie, como si ella fuera un simple objeto, lo irritó. El tono con el que se refería a ella como una pertenencia lo enfurecía. Y eso le daba un punto aún más fuerte para romper esa absurda regla.
—¿Por qué? —La voz le temblaba del enojo—. ¿Por qué hablas de ella como si fuera una pertenencia? ¿Por qué te empeñas en verla sufrir?
—¿Perdón? —rió a su vez—. Ella es una hembra que fue elegida, puedo hablar de ella como a mí me plazca. Y me parece cómico que estés ofendido y haciéndote el rudo cuando me tienes inmovilizado.
¿Así que eso era lo que quería? ¿Que lo liberase? Bien. «Si eso quiere, eso tendrá.» Se relajó y liberó a Alexis. Este cayó al suelo y se levantó, caminó hasta donde Dennis y le puso un dedo en el pecho, en modo de amenaza.
—¿Qué puede hacer un vulgar mestizo contra el Consejo y qué razones tendría?
Dennis miró de reojo cómo Winnie se revolvía tratando de librarse del agarre de su padre. Un momento, ¿Wayne? ¿Acaso él no estaba muriéndose de la rabia por enterarse de lo de ellos? Al verlo mejor pudo notar que su expresión era triste, supo enseguida que a Wayne le dolían esas palabras tanto como al mismo Dennis.
Al fondo pudo ver que llegaban Jonathan, Mavis y Drácula.
Fijó su mirada en Alexis, apartando de un manotón su pata de su pecho.
—¿Qué puedo hacer? —Suspiró—. Mucho. —Le dio un golpe que hizo que se tambaleara.
Aprovechó su descuido y le dio otro.
—Traté de hacerte entender por las buenas dijo, dándole un golpe en el costado. Su voz no era enojada, todo lo contrario; era serena y calmada—, pero no quisiste entender.
Dejó escapar un poquito de aire, sintiendo cómo el enojo se arremolinaba en su interior. Mas era extraño, estaba enojado, sí, aunque su voz, expresiones y pensamientos estaban calmados. Se percató cuando sus colmillos crecieron y le punzaron los labios.
—¿Quieres razones? Te daré varias... no quiero verla contigo... quiero verla feliz... quiero oírla reír... pero lo más importante... ella es y será mi Zing —dijo, acentuando cada palabra con un golpe.
Alexis cayó al suelo. No se defendía, cosa que le pareció extraña a Dennis. «Asciende», pensó, y luego de que al lobo le rodeara un resplandor verduzco, hizo levitar unas pequeñas piedras cerca de él con la mano libre. Había visto hacer eso a su madre hacía mucho tiempo y decidió intentarlo; por lo que veía, le salía bien. Las dirigió con movimientos de sus dedos y las colocó frente al lobo.
El animal le dio una mirada nerviosa; Dennis estaba serio.
—¿Sabes? Lo que sientes ahora no es ni la mínima parte del dolor que Winnie sintió. —Dennis hizo un gesto de apretar con la mano y las tres piedritas levitaron con agitación—. Aunque creo que te harás una idea de lo que yo sentí al verla llorar por ese collar. —Tronó sus dedos y las piedras empezaron a darle rápidos golpes.
Algo que le disparó las alarmas era que Alexis no oponía resistencia. Antes, en la feria, el luchaba por zafarse, e incluso, si lo hacía ahora podría liberarse, porque Dennis estaba demasiado cansado como para mantener un control firme. ¿Entonces, por qué no luchaba?
Cada golpe que él recibía, la ligera vibración en la punta de sus dedos cuando las piedras impactaban y los gemidos de dolor contenidos de Alexis, lo relajaba por dentro. Sentía que le hacía justicia a Winnie, en el fondo sabía que estaba pasándose de la raya. Él no era así. Solo se estaba dejando llevar por los impulsos.
—¡Basta! —bramó un voz a su espalda.
Las piedras se detuvieron con un resplandor rojo y cuando Dennis miró hacia donde provenía aquella voz, vio a su abuelo con la mano levantada. Con un ademán disipó su débil control del joven sobre el lobo.
—Denisovich, ya basta —pidió Drácula—. Ya está. Él no se volverra a meterr con Winnie.
Dennis miró los ojos a su abuelo, como tratando de encontrar la verdad de esas palabras, y luego a su madre. Ella ahogó un gritillo cuando vio sus colmillos, pero Drácula parecía más comprensivo; incluso se le dibujó una sonrisa en la comisura de la boca.
—¿Así que ya te uniste a alguien, eh?
Él no respondió. Primero porque no entendía qué quiso decir su abuelo y segundo, porque tenía un mal presentimiento, pero cuando fue a hablar el lobo se le adelantó, soltándole una carcajada victoriosa que asemejaba el reír de las hienas.
—Prepárate, mestizo —susurró Alexis—. Él ya viene.
Los que pudieron oírlo se extrañaron por esas palabras, pero no Dennis, en lugar de eso, de asustarse, o extrañarse, una sensación de cosquilleo en la nuca, la señal más antigua y natural de alerta, se le encendió. Era como si su agotado cuerpo le gritara que saliera de allí lo más pronto posible. Escuchó un aullido, no uno como los de Winnie o como los que ha oído de los demás Werewolf, este era grueso y resonante, de una criatura más antigua. Miró hacia donde Winnie y vio que todos los Werewolf se tapaban los oídos y se mostraban más sumisos. No tuvo tiempo de prestarle mucha atención a eso, porque el aullido resonó de nuevo.
Provenía del bosque y cada vez se escuchaba más cerca. Sea lo que sea la criatura que lo producía se estaba acercando. Trató de usar su visión para localizar a los que fuera que sea eso, pero estaba demasiado agotado como para hacerlo.
—Me temía que él vendrría —masculló Drácula.
Dennis lo miró intrigado.
—¿Quién?
—Ya lo verrás, Denisovich; de hecho, dentrro de nada estarrá aquí.
Volvió a ver hacia el bosque y escuchó pasos pesados cada vez más cerca. Trató de pensar y encontrar la relación entre lo que su abuelo decía y lo dicho por Alexis. Sopesó los hechos: Alexis, antes de que le diera su golpiza lanzó un aullido agudo, como un mensaje; luego se escuchó un aullido grave y fuerte, causando que los Werewolf se mostraran temerosos; después su abuelo dijo que vendría; y por último Alexis se refirió a eso como él.
Solo le rondaba una posibilidad en la mente: un Alpha.
Si era eso, la cosa iba a estar reñida, y sabría que si su abuelo o su madre se metían podían iniciar una disputa aún mayor.
—Procuren no meterse, por favor —pidió a Drácula, con un jadeo—. Este es mi problema. Yo soy el Zing de Winnie y a mí a quien le concierne dar la cara.
Drácula le sonrió a Dennis, comprendiéndolo, acto que él agradeció. Vio como su abuelo se daba la vuelta y volvía con sus padres, los cuales estaban junto a los Werewolf.
Escuchó los pasos más cerca y se giró quedando de frente al bosque, dándole la espalda a los demás. Pudo oír unas palabras de Drácula antes de irse. «Ya lo conoces. Los humanos también hicierron un librro de él. Después de todo, es el prrimerro.»
De los árboles del bosque salió un hombre lobo mucho más alto que Wayne, Wilbur o cualquier otro. Fácilmente diría que llegaba a los dos metros. Sus ojos eran negros, no como los de Winnie que eran negros y con el iris azul, estos eran negros por completo, parecía un círculo de carboncillo; el rostro tenía facciones más lobunas que humanoides, su hocico era alargado, aún más que los de cualquier hombre lobo que hubiera visto, y los colmillos sobresalían de los labios de forma amenazante. Era fornido y su pelaje estaba revoltoso y enmarañado; como una bestia salvaje.
Dio unos pasos hacia Dennis y él sintió como las piernas le flaquearon de repente, pero logró mantener la compostura. El lobo le clavó sus ojos negros y pudo percibir casi como si el enojo que había en ellos le diera un puñetazo. Dio unos olfateos al aire y se centró aún más en él, emitiendo gruñidos suaves, que sonaban como una sierra eléctrica.
—¡Huele a humano! —Dio un paso hacia Dennis, pero él no se movió—. Hueles a humano, y hueles a vampiro...
Su voz sonaba rasposa, como si no hubiera hablado en mucho tiempo o se le dificultara hablar. Dennis lo miró con detenimiento y allí cayó en cuenta de lo que dijo su abuelo. «El prrimerro. Librro». ¡Claro! De él había escrito libros; hace varios veranos lo había leído, Un hombre lobo en Paris.
Trago grueso, entonces eso quería decir que él es...
—Bertrand —vaciló—, el primer hombre lobo... Un Alpha.
Bertrand miró a Dennis con el entrecejo fruncido cuando oyó su nombre, juraba que ese negro le absorbería el alma.
—Un mestizo.
Y lo próximo que vio era una enorme pata viniendo hacia él.
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