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XII. Tradiciones

Ambos habían llegado a Transilvania una hora después de la prevista. Dennis había calculado que llegarían entre las nueve o diez de la noche del mismo día, pero debido a unas fuertes corrientes de viento que le hizo perder el control un par de veces, terminaron llegando a las once.

Estaba recostado en una pared con las manos en las rodillas, recuperando el aire mediante grandes bocanadas, necesitaba todo el oxígeno posible después de semejante viaje. Estaba agotado. Por su parte, Winnie se quitó la chaqueta con libertad, gracias a que los monstruos eran aceptados en las calles del pueblo de Transilvania, incluso se podría decir que eran famosos. En las festividades de Halloween los habitantes del pueblo no solo se disfrazaban de monstruos, independientemente de su edad, sino que también entablaban charlas, amistades e incluso comidas con los monstruos de las cercanías y los que habían decidido vivir en el pueblo.

Miró a Dennis y lo vio jadeando con esfuerzo.

—¿Te parece si descansamos en algún lugar? —preguntó.

Dennis no respondió, levantó el dedo de una mano indicándole que le diera un minuto o dos. Luego de un rato, sintiéndose algo más fresco, se irguió y con una sonrisa le indicó a la loba que no hacía falta; además, aunque quisiera descansar tenía algo retumbándole en la mente: Wayne. Ya estaban en Transilvania, solo tenía que ir al hotel y hablar con él. Se dio unas suaves palmadas en el rostro para sacudirse la preocupación y partieron rumbo al hotel.

Caminaron por el pueblo rumbo al bosque embrujado que delimitaba el hotel, cuando miró de reojo una tienda de accesorios. Siendo más específico, un collar que estaba en el exhibidor. Siguiendo un impulso, le dijo a Winnie que lo esperara un momento, que ahora volvía, ella asintió y Dennis fue rumbo al local.

Al entrar fue como una flecha a donde el vendedor: un señor entrado en años y con el pelo entrecano, y le preguntó sobre esa cadena en el aparador.

—Muy buena elección, joven —dijo el hombre con amabilidad—. Supongo que es para alguien especial.

Dennis le dio un asentamiento sin quitar la vista de unos dijes que vio en el aparador donde el señor se encontraba.

—¿Cuánto por la cadena y estos tres dijes? —preguntó Dennis.

—Gran elección. La cadena y los tres dijes son mil trescientos Lei.

Dennis le confirmó al hombre que se los diera y ahí cayó en cuenta de que como había salido a toda prisa del departamento de Clarisse esa misma mañana, no tenía nada suyo consigo, a excepción de su teléfono celular. Optó por lo más sencillo: llamar a su abuelo. Le dio un rápido resumen de la situación, incluyendo el que ya se encontraban en las cercanías del hotel.

Drácula no tuvo ningún inconveniente y le dio sus datos para que pagase; luego de la compra, se fue a toda prisa donde había dejado a Winnie, quien por suerte, no notó la pequeña cajita alargada que él llevaba en su mano y que logró ocultar entre sus ropas poco después de volver con ella.

Caminaron por todo el bosque embrujado, adentrándose por la espesa neblina y los secos y moribundos árboles, cuyas hojas sueltas se movían lacónicamente al ritmo del suave viento nocturno. La escena en sí, fascinó a la pareja, pero por más que quisieran quedarse todo el tiempo allí, debían apretar el paso y llegar al hotel.

Una vez en las puertas del hotel ambos se dieron una mirada, dándose confianza mutua, se tomaron las manos y entraron. En el vestíbulo estaba como en su último cumpleaños: vuelto un caos, zombies iban y venían con decoraciones y demás, las brujas iban centellando en sus escobas limpiando todo y dejando un brillo impecable, las armaduras encantadas saludaban con cortesía a los huéspedes cuando pasaban frente a estas, y claro, Drácula se encontraba saludando, guiando y sugiriendo actividades a los huéspedes. Lo típico.

Dennis levantó su mano libre intentando capturar la atención de su abuelo, consiguiéndolo casi en el acto. Pudo ver la mirada y la sonrisa de su abuelo que venía hacia ellos, también noto que al ver a Winnie la sonrisa del vampiro titubeó por un segundo, pero no estaba seguro; quizá fue su imaginación.

—Denisovich, ¡si viniste! —saludó Drac, dándole un rápido abrazo a Dennis.

—Hola, papadrac —saludó en respuesta—. Claro que iba a venir, no me perdería mi fiesta por nada.

Drácula sonrió.

—Denisovich, arrriba están Wilburr y la amiga humana de la que me hablaste.

—¿Hace cuanto llegaron? —quiso saber Dennis.

—Poco más de una hora. —Su aspecto bonachón se tornó serio—. Denisovich, ¿podemos hablarr en mi despacho? —La mirada siguiente le dejó en claro que iba a ser en privado.

Dennis asintió. Se le hizo extraño que su abuelo le hablara tan serio, cuando por lo general él no era así, bueno, que él supiera.

—Winnie, querrida, tu herrmano y la humana están en la habitación al lado de la de Denisovich. Ve con ellos.

Winnie asintió con una sonrisa y se fue, no sin antes darle un rápido beso a Dennis, el cual se mostró algo apenado frente a su abuelo. Drácula negó con una sonrisa pesada, restándole importancia al asunto, pero en su semblante se veía agotamiento o preocupación, incluso se diría que compasión. Dennis notó esto, aunque prefirió no decir nada, quiso atribuirle ese semblante al agotador trabajo que significaba preparar la fiesta. Siguió a su abuelo hasta su despacho del hotel, había estado una vez en él cuando pequeño y por ende no recordaba mucho, mas cuando volvió a entrar, se quedó observando la habitación, atónito.

Era una habitación hexagonal, el escritorio donde Drácula hacía, firmaba y denegaba documentos estaba situado en el centro de la habitación; en cada una de las paredes había altos estantes repletos de libros, folios, documentos y demás. Había dos armaduras a los lados de la puerta, tanto interna como externamente, que servían tanto de comunicadores como de guardias. Ahí cayó en cuenta de algo, ¿su abuelo era algo así como un empresario? Debía de serlo, porque un hotel no se manejaba solo.

Drácula se ubicó tras su escritorio y le indicó a su nieto que se sentara en el sofá que había frente a este.

—Denisovich, ¿sabes porr qué estás aquí? —preguntó, una vez que Dennis se hubo sentado frente a él. Dennis negó—. Es porr Winnie.

—¿Winnie? —inquirió, exaltado— ¿Qué sucede con ella?

—He hablado con Jonathan y Mavis, los cuales me pusierron al tanto de la situación y debo decirrte que es algo... complicada. —Cerró los ojos, frunciendo un poco el ceño..

—¿Y eso como por qué? —Dennis empezó a ponerse a la defensiva. ¿Y si su abuelo estaba de parte de Wayne y no quería a ella con él? Le parecía un poco descabellado, aunque la posibilidad estaba—. ¿No irás a decirme que estás a favor de que ocurra la boda, o sí?

Drácula suspiró muy despacio, como un dragón dormido, abrió los ojos y fijó esas pupilas azules, que destellaron un momento de rojo, en él.

—Denisovich, es algo complicado de explicarr —dijo moviéndose incómodo en la silla.

—Tengo toda la vida, literalmente.

Su abuelo se tomó su tiempo para continuar..

—Quiero prrevenirr una catástrofe. —Corto, claro y preciso.

—No entiendo, ¿qué ha de pasar?

—Denisovich, parra que entiendas necesito contarrte el pasado de los monstrruos. Ponte cómodo. —Hizo una pausa—. Cada rraza, por así decirrlo, tiene una manerra de vivirr distinta y porr ende, rreglas distintas. Los vampirros, porr ejemplo, antiguamente existía la trradición de que los de nuestrra especie solo debían emparrentarrse con la misma, es decirr, vampirro con vampirresa. No existía nadie que rrompiese la rregla hasta... hasta Mavis.

»No me malentiendas, no estoy diciendo que eso esté mal. Uno no decide con quien harrá Zing, perro las cosas no son tan fáciles ni sencillas. Antes, en los vampirros, erra prrohibido eso porrque tenían la absurrda crreencia de que el estatus de la sangrre deberría seguirr limpio; purra. Cualquierr intento de prrocrearr descendencia hibrrida erra inconcebible, impensable.

Dennis escuchaba todo con atención, y empezaba a imaginar por dónde irían los tiros. Claro está que solo imaginarse a él, dentro de diez o quince años, con unos lobitos vampíricos corriendo como demonios lo hizo sonrojarse.

—Todo esto fue estipulado porr los vampirros Alpha —relató Drácula—, es decirr, los prrimerros vampirros. Tú los has visto, Bella erra uno de ellos.

»En fin, en lo que seguía, los Alpha dictarron esa rregla cuando ellos empezarron a tenerr descendientes cada vez más humanos, hasta que surrgimos prropiamente los humanoides. Técnicamente tenemos las mismas habilidades que los Alpha, perro con la única diferrencia que tenemos forrma humana y tomando esto en cuenta, ellos, parra prrevenirr que la especie se fuerra en picada, impusierron esa norrma. Nadie la cuestionó puesto que le vierron sentido, perro con el pasarr de los milenios las cosas se salierron de ese orrden; y tú erres la prrueba viviente de ello. Mavis rrompió la rregla y tuvo un hijo con un humano, forrmando así una terrcera clase de vampirros.

»Una nueva y mejorr. En pocas palabrras vampirros de sangrre mestiza. Tú, porr ejemplo, mitad vampirro y mitad humano, tu sangrre vampírrica es más fuerrte, dándote los poderres, y la humana te perrmite estarr bajo la luz del sol sin prrotección, a diferrencia de Mavis o yo. Algunos hijos de conocidos, al saberr lo de tu madrre, mandarron a la basurra la rregla y se emparrejarron con los monstrruos con los que hicierron Zing, independientemente de qué fuerra. He podido prresenciarr «vampirros» mestizos con cualidades de magia antigua, como las de Murrray, con la capacidad de volverrse invisible como la de Grriffin, e incluso con habilidades de atrravesarr objetos sólidos como fantasmas.

—¿Y qué pintamos Winnie y yo en todo esto? —habló Dennis, con un tono bajo, comprendiendo semejante bomba de información.

—A eso voy, Denisovich. Tomando como ejemplo lo anterriorrmente dicho, te prregunto: ¿Qué sucedió la noche de tu quinto cumpleaños?

—Bella nos atacó, en específico a mi —respondió.

—Exacto —coincidió Drácula—, lo hizo porrque sabía, o mejorr dicho, detectó que erras un hibrrido y eso parra él no tiene cabida en este mundo. Porr eso intentó dañarrte, perro porr suerrte tus poderres desperrtarron. Aunque nunca nos dijiste cómo fue.

Dennis recordó esa noche y sobre cómo obtuvo sus colmillos: fue cuando Bella golpeó y mando lejos a Winnie. Recordó la enorme ira que eso lo hizo sentir, después se sintió liviano, como si flotara, y antes de que se diera cuenta tenía sus colmillos. Era cierto que nunca se ponía a pensar en eso, pero ahora que lo hacía, solo comprendía una cosa: los obtuvo por el enojo, porque habían lastimado a Winnie; es decir, los obtuvo por ella.

Y al darse cuenta de eso sintió cómo la sangre se le agolpaba en las mejillas.

—Continúo —dijo Drácula, haciendo caso omiso a su reacción—. Ahorra, con todo esto planteado, tengo que agrregarr otrra varriable: los hombrres lobos. Al enterrarme de lo que ocurrrió en Califorrnia trraté porr todos los medios de inforrmarrme sobrre las rreglas de ellos y un amigo mío me contó.

»Los hombrres lobos tienen la costumbrre de casarrse con la hembrra que le interrese, sin siquierra prreguntarrle a la susodicha si desea hacerrlo o no. Clarro, hay algunos casos aislados, como el de Wayne y Wanda, que ellos hicierron Zing antes de siquiera casarrse, sin embarrgo, con la grran mayorría no es así. Además de que la prroporrción de hembrras es rridículamente escasa, los machos las superran en quince a uno, hecho porr el cual la mayorría terrmina solo.

»En rresumen: los lobos tienden a casarrse muy prrecipitados, o mejorr dicho, a la fuerrza; como es el caso de Winnie. Ahorra tenemos tu caso: un vampirro mestizo que hizo Zing con una mujerr lobo purra, la cual ya ha sido pedida en matrrimonio. ¿Qué te da a entenderr eso?

Dennis se quedó perplejo. Ahora, de verdad, empezaba a entender todo ese enredo.

—Digamos que ustedes logrran superrarr los obstáculos. No tienen ningún prroblema con su rrelación, crrecen y tienen hijos. ¿Qué crrees que pase?

—Una especie nueva —vaticinó Dennis.

Corrrecto —asintió—; crrearrían una especia nueva y a la vez única.

—¿Cómo que única? —se intrigó—. Acabas de decirme que existen vampiros mestizos hijos de momias, fantasmas y hombres invisibles.

Drácula sonrió, sabiendo algo que Dennis desconocía, y lanzó una pregunta con tal firmeza que le quedó rebotando en el cerebro a él.

—¿Alguna vez dije que hubierra más híbrridos con humanos?

No respondió. Aún estaba tratando de procesar que él fuese el único híbrido vampiro-humano.

—Tu rreación me indica que te diste cuenta; Mavis es la única vampirra cuyo Zing es un humano. Apliquemos eso a lo de Winnie, digamos que ustedes tienen un hijo... No te apenes, es norrmal, Denisovich —apresuró a decir al ver el sonrojo en su nieto—. Serría una combinación única y eso es decirr poco; parrte lobo, parrte vampirro y parrte humano. Darrían a luz dos clases distintas.

—Una tercera raza para los vampiros y una segunda para los lobos —comprendió.

Drácula sonrió al ver que entendía.

—He ahí el dilema, estás rrompiendo una de las rreglas de los lobos al estarr con una hembrra comprrometida, atentando contrra el linaje de dicha especie de monstrruos. Lo que porr ende, me da a entenderr que no escatimarrán en rrecurrsos parra cobrrárrselas, y sabiendo que los lobos nos superran a los vampirros en númerro de cincuenta a uno, la cosa estarría rreñida. Los más antiguos no aprrobarrían dicho comporrtamiento entrre Winnie y tú, y moverrían ficha parra demostrrarrlo, y si llegan a lastimarr a Winnie, dudo mucho que tú te quedes sin hacerr nada...

—Pues claro —interrumpió, pero Drácula continuó.

—...en cambio, si te atacarran a ti, nosotrros, tanto vampirros como humanos, no nos quedarríamos con los brrazos crruzados. Si hierren a Winnie tu irrías a cobrrárrtelas y de igual manerra, si te hierren a ti, nosotrros también. De cualquierr manerra podrría desencadenarrse una catástrrofe.

Dennis se empezó a sentir mareado, semejante golpe de información aturdiría a cualquiera. O sea, si estaba con Winnie podía causar una disputa entre ambos bandos, desencadenando quien sabe qué locura, pero si no lo estaba garantizaría que todo siga calmado, aunque sacrificando la felicidad de ambos. No. Nunca dejaría que eso pasara. Él amaba a Winnie y quería verla feliz, la amaba hasta el punto de que si ella era feliz con otro (lo que era imposible), la dejaría, con tal de que estuviera siempre sonriente. No la dejaría, no dejaría que ese Alexis se aprovechara de ella y le importaba un pimiento lo que pudiera suceder. ¿Era egoísta? Claro, lo sabía, aunque no le importaba en lo más mínimo.

Primero ella; luego lo demás.

—Ahora que me dices todo esto, hay algo que está empezando a cobrar sentido. —Mantuvo la mirada fija en su abuelo—. Hace cinco años, cuando ellos se fueron... ¿lo hicieron para evitar que siguiéramos juntos?

Dennis quedó expectante de la respuesta. En el fondo quería escuchar que no era así, quería que de los labios de su abuelo salieran las palabras «No, fue por otra cosa». No pasaba nada, no decía nada.

—O sea —musitó, incrédulo y dolido—. ¿Que ellos lo sabían?

—Denisovich, es muy obvio ¿no crrees? —La mirada de Drácula era de compasión pura; por un instante Dennis pudo ver todo el peso que tenía, todo lo que había visto... A veces, pensó, la inmortalidad es una maldición—. Al notarr que ustedes estaban forrmando una fuerrte unión, la cual erra obvio que terrminarría en Zing, decidierron separrarrlos bajo la excusa de un nuevo trrabajo; cuando Wayne ganaba lo suficiente como para mantenerr a sus trrescientos hijos e incluso venirr al hotel. En su momento no me parreció extrraño, aunque ahorra que dos más dos son cuatrro, le encuentrro el sentido.

Dennis podía sentir cómo las emociones se revolvían dentro de él, apretó los puños hasta que los nudillos se le pusieron blancos, enojado, en un intento de calmar su rabia, lo que tenía el efecto contrario. Aunque llegaba al tope cuando pensaba en esas ridículas reglas, ¿por qué Winnie tenía que sufrir tanto solo para complacer a una sarta de viejos estatutos? ¡No era justo!

—Señor, la señorita Mavis y el señor Jonathan llegaron de su salida —notificó una de las dos armaduras de la puerta—. ¿Les indico que se dirijan a su habitación o prefiere otra orden?

—Diles eso, porr favorr. —De un segundo a otro el cansancio atropelló a su abuelo.

—Señor —dijo la segunda armadura—, acaban de arribar al hotel el señor y la señora Werewolf.

Dennis se levantó del sofá como un resorte al escuchar eso, y con la mirada sería, la más seria que nunca había tenido, miró a su abuelo. Éste pudo leer las emociones sus emociones a la perfección.

—Denisovich, quierro que entiendas algo —agregó Drácula, al ver que Dennis se dirigía a la puerta—: mi intención no es que te separres de Winnie, no quierro que te pase lo mismo que a Mavis, solo erra prrevenirrte. Cualquierra que sea la decisión que tomes, te apoyarré. Después de todo, tu madrre ha demostrrado que los Drrácula tenemos tendencia a rromper las rreglas. —Esbozó una sonrisa.

Dennis no pudo evitar sentirse un poco mejor, y con cariño, correspondió la sonrisa antes de salir del despacho. Una vez afuera divisó a su tío Wayne y no pudo contener un gruñido de enojo. «Tranquilo, primero hay que hablar con él» pensó, caminando hacia los Werewolf. Mientras lo hacía, se le vino a la mente una pregunta: ¿Si los lobos quieren mantener el estatus puro, qué pasaría con Wilbur y Clarisse? ¿Los harían separarse? ¿Los exiliarán? ¿Le harían daño a alguno de los dos? Eso le revolvió el estómago, si de por sí ya era mala la situación en la que se encontraba, lo último que quería era que le pasara lo mismo a ellos.

Vio que tanto Wayne como Wanda venían escoltados por parte de sus trescientos hijos, todos casi con el mismo aspecto, camisa negra manga corta, un collar con púas y jeans negros con rajaduras. No eran más de treinta, cuarenta máximo, pero eso no era todo. Al frente de los dos adultos estaban las tres personas que menos quería que estuvieran allí: Wilbur, Clarisse y Winnie.

Wilbur se veía serio y firme, de lejos podía notarse que estaba en una disputa con su padre, mientras que Clarisse se le veía nerviosa, no paraba de enroscarse en el dedo la punta de uno de sus risos, a la vez que miraba a los demás lobos. En cambio Winnie estaba con las orejas caídas y la mirada un poco gacha, sabía lo que le esperaba.

Llegó a donde ellos, con paso silencioso, sin siquiera mover las motas de polvo donde pisaba, y se situó al lado de Winnie, sin emitir palabra ninguna deslizó su mano entre la de ella y la apretó. Después de todo de lo que se enteró necesitaba sentirla, saber que estaba allí y que tendría sentido todo lo que hizo por ella.

—No me harás cambiar de opinión, papá —gruñó Wilbur con un tono de voz algo alto, apretando la mano de Clarisse.

Por un momento, por un pequeño momento, Dennis se sintió en los zapatos de Wilbur, dentro de nada él estaría así con Wayne.

Carraspeó para hacerse notar y todos los presentes pegaron un respingo, a excepción de Winnie. Las miradas eran de todo tipo, habidas y por haber, entre los lobos a las espaldas de los adultos eran como de súplica, le pedían en silencio a Dennis que ayudara a Winnie y Wilbur. Las de Wilbur y Clarisse era de decepción, dirigidas al lobo mayor. La de Wanda era de sorpresa, mientras que la de Wayne era neutral.

—Vaya, Dennis, ¿cómo estás? —habló Wanda, su tono era entre sorprendido y precavido—. Estás muy alto, eres la viva imagen de tu padre. —Sonrió y le dio un abrazo al vampiro.

En el rápido abrazo, ella le alcanzó a susurrar unas palabras al oído: «Haz lo que puedas».

La mirada de Denis cambió de seria a comprensiva y luego a alegre, respondió el abrazo de Wanda y le dio dos suaves palmaditas en la espalda, a modo de decir «Déjelo en mis manos». Se separó y la expresión alegre pasó a una seria, casi de enojo, al ver a Wayne.

—Señor Werewolf, ¿podríamos hablar en privado? —dijo Dennis. Su tono era frío, tan neutro que no se podía notar la enorme ira que lo invadía.

Wayne arqueó una ceja ante la actitud de Dennis. Sin apartar la mirada de los ojos del chico, asintió y se retiró junto a él a la habitación más cercana: el salón de reuniones del hotel. Adentro, Dennis le indicó con un cortés ademán que tomase asiento, mientras él hacía lo mismo al frente del lobo.

—Me imagino que sabe lo que le diré, ¿no? —le preguntó Dennis.

—Sí —asintió Wayne, con firmeza.

—¿Hay necesidad de que se lo diga? —Suspiró—. No; se lo diré de todas maneras. —Hubo una larga pausa—. Necesito... no, le pido que anule el compromiso de Winnie.

—No puedo hacer eso —cortó el lobo.

Dennis respiró profundo, tratando de controlar sus emociones, si iba a hablar sobre un tema tan delicado, no iba a perder los estribos así tan fácil. Aspiró a toda su capacidad y soltó el aire en pequeños entretiempos.

—Señor Werewolf, ¿sabe usted que el compromiso de Winnie es contra su voluntad, cierto?

Aunque le pareciera estúpido preguntar eso, la respuesta que le diera le serviría como punto de partida.

—Sí, estoy al tanto.

—Entonces, ¿por qué lo permite? —Empezó a abrir y cerrar las manos muy despacio; debía calmar, por todo lo que quería tenía que calmarse.

—Porque... —dudó; Dennis notó esto y pensó que quizá, solo quizá, él no estaba de acuerdo con eso—. No tengo por qué darte explicaciones. No lo entenderías —espetó, poniéndose de pie.

—¿Por la tradición? —Dennis lo detuvo en seco, le colocó una mano en el pecho y lo obligó a detenerse. Sentía unas enormes ganas de agarrarlo por el cuello y sentarlo de golpe, pero se contuvo—. Es por esas absurdas reglas, ¿no es verdad? ¡Hable!

Pudo oír como la respiración de Wayne empezaba a alterarse, había dado en el clavo. Había algo que no cuadraba.

—Claro, debe ser por eso —soltó Dennis, calmado, pero con el tono de alguien dispuesto a dar el primer golpe—. Esas absurdas reglas que impiden que lo licántropos estén con quien deseen, todo por ese ridículo estatus.

Pudo observar cómo la expresión de Wayne cambiaba de seria a una sorprendida, dando paso después a una preocupada.

—¿Cómo lo sabes? —musitó con un hilo de voz.

—Hay muchas cosas que yo sé —afirmó, haciendo un ademán para restarle importancia; el cómo lo sabía era lo menos—. Por ejemplo, sé sobre esas reglas, sobre lo que pueden hacerme si las rompo y lo que más me enfurece... que usted alejó a Winnie de mi lado hace cinco años. —Frunció el ceño, dolido—. Todo por eso.

—Tú no entiendes, niño; lo hice para protegerla... a todos nosotros.

Dennis lo vio con los ojos entrecerrados, tratando de analizar si mentía o no.

—¿Protegerla? —espetó, con un chillido; sintió su sangre hervir y el extenderse de sus garras—. Acaso separarla de su mejor amigo, obligarla a casarse con alguien que no ama o sacrificar su felicidad... ¡¿es protegerla?! —Dio un paso más hacia él, lo miraba desde arriba con un enojo palpable; incluso notó su reflejo en los ojos de Wayne, notó cómo sus ojos cambiaban de verdes a rojos—. ¡¿CREE QUE YO NACÍ AYER?! ¡ESO NO ES PROTEGER! ¡USTED NO HA SIDO QUIEN LA HA VISTO LLORAR POR ESO! —Lo tomó del cuello de la camisa, haciéndolo levantar—. ¡USTED NO HA SIDO QUIEN LA HA CONSOLADO! ¡NO HA SIDO LA PERSONA QUE HA VISTO CÓMO SUS OJOS SE OPACABAN AL RECORDAR ESE MALDITO COLLAR! ¡NO LA HA VISTO DEPRIMIRSE POR ESO! ¡SOLO LA HA USADO A SU CONVENIENCIA!

Wayne no replicó ni una sola vez, Dennis lo estaba bombardeando con cosas que eran verdad, y el que no respondiera, que no lo reconociera, lo hacía enojar aún más.

—Yo solo quería...

—¿PROTEGERLA? —gritó— ¿EN QUE PLANETA ESO QUE USTED HIZO ES PROTEGER? ¿SABE LA MALDICIÓN DE ESE COLLAR? ¿SABE QUE EN LUGAR DE SIGNIFICAR RESPONSABILIDAD, ES UNA MARCA QUE TE RECUERDA QUE NO ERES LIBRE DE HACER LO QUE QUIRES? —Apretó el agarre—. ¡¿ACASO CREE ENTENDER CÓMO SE SINTIÓ WINNIE CUANDO ME CONTÓ TODO ESO?! ¡NO, NO LO SABE! ¡NO SABE LAS LÁGRIMAS QUE TUVE QUE VER Y TAMPOCO SABE CÓMO ME QUEBRABA POR DENTRO AL VERLA ASÍ Y NO PODER AYUDARLA! ¡Y LO PEOR ES QUE PRETENDE HACERLE LO MISMO A WILBUR, QUIERE EVITAR QUE ESTÉ CON CLARISSE!

Dennis se quitó un peso de encima al dejar salir todo lo que le atormentaba, le soltó la camisa a Wayne y este se tambaleó un poco hacia atrás. Se llevó las manos a los labios y notó que le corría un hilillo de sangre, estaba tan enojado que sus colmillos crecieron sin quererlo, terminando por perforarle el labio. Eso lo confundió, sus colmillos no eran tan largos, aunque activara sus poderes de vampiros, estos crecían poco más que los de un humano normal. En cambio esta vez parecieron tomar el largo de los de su abuelo.

—T-tú no entiendes, Dennis —se inquieto Wayne—. Si ellos se enteran de que Winnie está violando las reglas, arremeterán contra nosotros.

—¿A sí? —Lo tomó del cuello de la camisa, obligando a que lo mirara. La mirada de Wayne era ida y temerosa, mientras la de Dennis era centrada y enojada—. ¿El temor a los lobos mayores, lideres o cómo diablos les llame, equivale al sufrimiento de un hijo?

—No...

—¿Entonces? ¿Acaso no quiere ver felices a sus hijos? A Winnie, a Wilbur y a los demás cuando encuentren el Zing que encuentren.

—Sí... pero...

—¡Pero nada! —reprendió—. Usted es su padre y por ende, debería velar por su felicidad. No por su protección, de eso se encargaran ellos y sus parejas. ¿O acaso cree que yo dejaría que le tocaran un solo cabello a Winnie? Me imagino que ese tal Alexis no se lo ha dicho, ¿verdad? Cómo le di su merecido por tratar de aprovecharse de Winnie. ¡De mi Winnie!

Se serenó un poco. Estaba volviendo a enojarse demasiado, debía evitarlo, podría terminar diciendo algo que lo desfavorezca, como lo de la madrugada de la fiesta.

—Le diré una cosa, Werewolf. —Lo apuntó con el dedo—. Nadie, absolutamente nadie, me alejará de Winnie. Mi único propósito es verla feliz, verla sonreír, ver ese destello de alegría en sus ojos cuando ríe, y ni usted, ni nadie, va a causar que ella vuelva a derramar una sola lágrima. —Respiró profundo dos veces para calmarse—. ¿Quedó claro?

Wayne se quedó de piedra; se tomó su tiempo para responder, sin embargo, al hacerlo, sus ojos dejaban ver el dilema en que estaba: elegir entre la felicidad o el bienestar de su familia.

—Prométeme una cosa —pidió Wayne—: no permitas que le hagan daño.

Dennis no respondió, lo soltó y cerró los ojos; no necesitaba pensar su respuesta, era tan clara que estaba escrita a fuego en él, en su sangre, en su ser. Su existencia misma era por y para Winnie; razón por la cual sus palabras tuvieron tal efecto.

Colocó ambas manos en los hombros del lobo y fijó sus ojos en los de él.

—Tío Wayne —dijo con firmeza, mas sobre todo, sinceridad—: ni uno, ni cien, ni mil hombres lobos, evitaran que la proteja; primero muero yo antes de que le hagan daño. No lo permitiría jamás. —Le quitó las manos de los hombros y sonrió—. Un poquito de confianza.

Notó como Wayne inspiró, para luego asentir, con un atisbo de sonrisa; Dennis se dio media vuelta y salió, dispuesto a terminar con ese circo que Alexis había montado. Caminó por el vestíbulo hacia donde se encontraba Winnie y los demás. Cerró los ojos sin dejar de caminar y exhaló lo más que pudo, dejando salir todo su enojo y la mitad de su preocupación. «Diría que me fue bien» se dijo a sí mismo. Pero aún no podía cantar victoria, si en realidad los lobos mayores la intentarían lastimar, la cosa se iba a poner difícil. Sacudió su cabeza para sacar esas ideas de su mente y pensó positivo, abrió los ojos y sacó su celular, miró la hora y eran casi la una de la madrugada. ¡Ya era su cumpleaños! Una sonrisa se le dibujó en el rostro al pensar que después de cinco años, Winnie estaría de nuevo con él en ese momento. Ella, sus padres, su abuelo, bisabuelo y todos lo demás.

Se sentía... completo.

Guardó su celular en el bolsillo y tocó el de al lado, verificando que aún tenía la cajita con lo que compró en la tienda. Levantó la vista hacia donde estaba Winnie y la sonrisa que tenía se le borró en un segundo.

Frente a ella estaba Alexis, sonriéndole con malicia, detrás de Winnie estaban sus hermanos quienes miraban atónitos a los lobos que custodiaban a Alexis, un número aproximado sería cincuenta; eso no lo calmó mucho que digamos. Wilbur estaba delante de Clarisse, ocultándola y protegiéndola con su cuerpo.

Caminó con calma hacia ellos, logrando llegar sin hacer ningún ruido. Se preguntó si esa era una cualidad de los vampiros, porque ya eran dos veces que llegaba sin ser escuchado, pero no le dio mucha importancia. Observó cómo la nariz de Winnie se movió un poco, y su cuerpo se relajó. Lo había detectado a través de su olor, mas no lo miró.

Mientras más se acercaba a ellos más reparaba en los lobos que custodiaban a Alexis: eran de todos los tamaños: delgados, altos, bajos, en su mayoría corpulentos y musculosos. Miró a Alexis y no supo cómo, pero reprimió el impulso de darle un golpe. El lobo iba de traje, le quedaba bien, no iba a negarlo, aunque con lo que le había dicho Winnie de que él era adinerado, entendió su pinta; su rostro era como el del típico hombre lobo, sus ojos eran verdes y tenía una pequeña cicatriz en la ceja derecha, dándole un aire de maleante.

Nadie a excepción de Winnie notó a Dennis, el cual se mantenía en silencio a su lado.

—Hola, Winnie —saludó Alexis, levantando la mano tratando de tocar el collar de ella, su tono tenía esa cadencia grave que enojaba a Dennis. Winnie se la apartó y lo miró con repulsión, él solo rió desafiante—. ¿Preparada? Dentro de poco vas a ser mi esposa.

Dennis sintió una punzada en el pecho al recordar su sueño.

Ya no serás mi prometida, serás mi esposa.

—Además, veo que dejaste al mestizo ese —comentó sin apartar la mirada de ella—. Ya me lo imaginaba, ese no valía la pena. ¿Verdad? Dudo mucho que consiga una pareja, mucho menos un Zing.

Dennis hizo un esfuerzo magistral para que su mano no siguiera sus deseos de surcar el aire e intentar romperle los colmillos, en cambio, fue Winnie la que se dejó llevar.

El sonido seco del golpe hizo eco en el vestíbulo como si este fuese una gruta milenaria.

—No hables de Dennis —rabió con la voz baja, parecía que en cualquier momento le saltaría a Alexis encima y lo despedazaría—. No eres nada para siquiera pronunciar su nombre.

Dennis hasta se sintió alagado de la reacción de Winnie; sensación que se le fue en el acto cuando vio que Alexis levantó la pata para darle una bofetada a Winnie. ¡No, eso era todo lo que iba a esperar! Siguiendo sus impulsos, acertó un golpe al lobo que lo mandó a sentar al suelo. Todos los presentes pegaron un respingo al notar a Alexis en el suelo y miraron a donde Winnie, esperando que fuese ella quien lo dio, pero luego repararon en Dennis.

Él le dio al licántropo en el suelo una mirada despectiva con una sonrisa burlona, a la vez que desafiante.

—¿Qué decías? —habló Dennis, dejando que sus poderes de vampiro aflorasen—. ¿Qué no conseguiría un Zing? —Sus garras crecieron—. Estás equivocado, mi estimado; estás viendo a mi Zing justo aquí. —Sus colmillos crecieron y sus ojos tomaron una tonalidad roja—. ¿Y no creerías que dejaría que le pusieras un dedo encima a mi Zing, cierto? —Abrazó a Winnie por la cintura y le sonrió a Alexis, una sonrisa que se tornó macabra y gruñó un ultimátum tan bajo y grave que parecía la voz de un monstruo de miles de años—: ¿Quieres que se repita lo de la feria?

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