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X. Lo sabía

Los rayos del sol atravesaban la ventana abriéndose paso a través de la habitación donde se encontraban. Poco a poco fue avanzando hasta iluminar la cama, impactándole en los ojos a Dennis, ocasionando que los abriese de manera cansada y soñolienta. Colocó su mano para que la luz no le diera por completo y giró la vista hacia Winnie, que dormía acurrucada junto a él, sacándole una sonrisa. Ya llevaba tres días despertando a su lado y eso le fascinaba. Pasó su mano por la cabellera de ella y jugó un poco con uno de los muchos mechones y no pudo resistir el impulso de despertarla con un beso.

La vio moverse un poco, despertándose, y le hizo espacio para que estirara los brazos.

—Buenos días, bella durmiente —saludó, abrazándola por la cintura con delicadeza; como si estuviera tocando lo más valioso del mundo, que, siendo sincero, lo era.

Ella sonrió y le dio un fugaz beso.

—Buenos días, zing-zing—repuso, abrazándolo también, reposando la frente en su hombro.

Dennis le depositó un beso en la frente, haciéndola reír. Miró el reloj de la pared que había en la habitación y notó que eran las diez de la mañana. Suspiró; no era temprano, aunque tampoco tarde. Si hubiera sido por él, habría decidido quedarse en esa cómoda cama abrazado con Winnie, pero ayer había decidido ir a casa de sus padres para aclarar todo el asunto. Eso, y pues, si él les contaba el por qué dejó de funcionar el collar, puede y acontece que su madre le echara una mano cuando le toque hablar con Wayne.

«Me servirá como práctica.»

Inspiró profundo, tratando de obtener energías, pero lo único que obtuvo fue la embriagante fragancia de Winnie: almendras con un toque de naranja. Definitivamente ese hotel tenía los mejores acondicionadores.

—Deberíamos levantarnos —sugirió Dennis, contra su frente.

—No.

—Oh, vamos. —Se separó un poco y le levantó el mentón—. Ayer dijimos que íbamos a ir a casa de mis padres para hablar con ellos de... eso —dijo, apenado.

—Quiero seguir aquí contigo. —Frunció el ceño—. La cama es muy cómoda como para levantarnos tan temprano.

—Hagamos algo —sugirió—. Vamos, y saliendo hacemos algo por ahí. Lo que quieras.

Winnie pareció pensarlo.

—Bien —accedió al fin con una sonrisa.

Dennis asintió y le robó un beso. Estiró su brazo y llamó por el teléfono fijo de la mesa de noche al servicio a la habitación, pidió unos cuantos platos para ambos y se dirigió rumbo al baño por una muy merecida ducha. Una vez en la misma, no dejaba de pensar sobre el día de mañana. Mañana era su cumpleaños, lo que quería decir que ese mismo día debería ir a Transilvania para hablar con Wayne y contarle todo, y lo peor de todo es que Alexis estaría con ellos.

Si cuando habló con Wilbur el día antes de la fiesta de graduación, le había dicho que ese mísero lobo estaba formando un número con los Werewolf porque Winnie se negaba a aceptar el compromiso, algo que Wilbur no le dijo fue que si Alexis le habría contado a su tío Wayne sobre ellos en la feria.

Siendo sincero, lo dudaba. ¿Quién le cuenta a alguien que le dieron una paliza? Solo recordar ese momento hizo que se le dibujara una sonrisa. Nadie se metía con Winnie si él estaba cerca, y eso podía ayudar a que ese lobo cediera sobre esa absurda idea del compromiso.

Digamos que Alexis se retiró por las buenas. ¿Y después? Si llegaba a ese hipotético escenario sin entablar alguna pelea sería genial, pero después debería decirles sobre el collar, lo que significa (si es que Wilbur no lo ha hecho ya), que ya no funciona y el por qué de eso. Bien, si se llegan a tomar con calma sobre lo que significa y si no han unido los cabos sobre como quitarlo, le tocará a él explicarlo.

En pocas palabras, un suicidio en potencia.

Si ellos no habían atado los cabos sobre el significado y funcionamiento del collar (lo que dudaba), y se los explicaba, había dos escenarios posibles: uno; que ellos lo entiendan y se gane miradas homicidas, pero sin que le ocurra nada; solo una charla de Wayne. El solo imaginar eso lo hizo soltar carcajadas estridentes en la ducha. «Ni en mis sueños más locos ocurrirá eso.» Y dos; que se le lanzaran encima trescientos hombres lobos por «aprovecharse» de la inocencia de Winnie.

«Lo más probable.»

Si llegara a pasar eso, pues... de alguna manera se las arreglaría. Es un vampiro, no puede morir, en teoría. Y no estaba dispuesto a probar su suerte para comprobarlo o no.

Se dio unas suaves palmadas en las mejillas para sacar ese enredo de su mente.

—Es por ella —susurró para sí—. Lo haces por ella y por nadie más. Por verla feliz. Nada más debe de importar.

Se colocó una de las batas que había en los percheros del baño, se dio un rápido lavado de dientes y salió.

Con un movimiento de la cabeza le indicó a Winine que se diera una ducha, mientras él se vestía. Ella asintió y fue rumbo a la ducha.

Una vez habiéndose vestido, escuchó el timbre de la puerta, indicando la llegada del servicio a la habitación.

Después de ambos haberse duchado, haber comido y estar listos, salieron de la habitación; rumbo a la casa de Dennis. El trayecto fue ridículamente silencioso, Dennis no hablaba, Winnie no decía nada, solo mantenían la mirada fija al frente, sumidos en sus pensamientos.

«¿Qué le diré a mis padres? ¿Cómo decírselos? ¿Lo tomarán bien o mal? ¿Me castigarán?» Miró de reojo a Winnie y la vio con la cabeza baja y las orejas caídas, estaba pensando en algo, y por lo que se veía, algo serio. Se sacudió un poco para alejar esos pensamientos. Ahora estaba con Winnie, no iba a dejar que sus pensamientos le jugaran mal; le tomó la pata de improvisto, sorprendiéndola. Dennis sonrió. ¿Tan inmersa estaba en sus pensamientos?

Siguieron así hasta que llegaron a la entrada de su casa. Dennis soltó varias respiraciones profundas, mientras Winnie se acomodaba el cabello y la camisa, acto que le pareció gracioso al vampiro.

—¿Qué haces? —preguntó, sonriendo.

—Quiero estar presentable.

Dennis rió.

—Pero si mis padres te conocen desde hace años.

—Sí, ¿pero cómo crees que reaccionaran cuando tengamos que confesarles sobre... eso? —respondió apenada, ladeando la vista.

Dennis se sonrojó.

—Bu-bueno, ya veremos —tartamudeó—. Winnie...

La mencionada giró su vista hacia él y éste aprovechó para robarle un beso, intentando calmarla y darle confianza.

—Nada pasará, ¿vale? —sonrió y tocó el timbre. Él tenía las llaves, aunque prefirió llamar usando el timbre, porque si sus padres amenazaban con castigarlo, podía transformarse en murciélago y llevarse a Winnie volando en un santiamén.

Ella se acomodó un último mechón del cabello, para nada porque Dennis le pasó la mano y se lo desordenó. Ella lo volteó a ver con el ceño fruncido, mientras él tenía una sonrisa en el rostro.

—¡Dennis! —se quejó—. ¿Por qué?

—Te ves mejor así —respondió juguetón.

—¿Así? —indagó señalándose.

—Sí —asintió y se acercó a ella. Le acomodó un mechón tras la oreja—. De cualquier manera te ves hermosa.

Estaban a milímetros de darse un beso cuando la puerta de la entrada se abrió.

—¿Dennis?

«No de nuevo.»

El vampiro giró su vista con lentitud, reconocería esa voz donde fuera: era su padre. Al verlo, él tenía una ceja arqueada y miraba algo incómodo la escena. Cuando volvió en sí, giró la vista hacia Winnie y se dio cuenta de que los había interrumpido cuando iban a darse una muestra de cariño. Vamos, eso incomodaba a cualquiera. Los ojos se le quedaron en blanco y empezó a tartamudear.

Winnie se separó como si le hubieran dado un choque eléctrico y carraspeó, un poco apenada, para recuperar la compostura. Saludó a Jonathan con toda la calma del mundo, mientras Dennis salía de su impacto. La miró agradecido y a la vez apenado. ¿Es que ella siempre tenía que salvarlo de esas situaciones? Vio que Winnie tenía una sonrisa calmada, mostrando levemente sus incisivos.

Mala señal. Winnie solo sonreía así cuando estaba nerviosa. Eso lo sorprendió, ¿tanto había convivido a su lado que reconocía esos pequeños detalles?

—¡Papá! —carraspeó—. Ejem, ¿podemos pasar?

Jonathan salió de su impacto y asintió, algo ido.

—Oh, sí, claro, claro. Pasa, llamaré a tu madre —dijo para luego retirase.

La pareja entró y se sentó en uno de los sofás. Dennis movía la pierna sin cesar tratando de controlar su nerviosismo, cuando de pronto sintió una mano en su regazo. Volteó a ver a la loba y ella le dio una sonrisa cariñosa.

—Nada pasará, ¿vale? —lo calmó.

Eso causó que se le dibujara una sonrisa. Se sentía extraño cuando sus palabras se usaban con él mismo, pero que ella lo hiciera era extraño, extrañamente lindo. Asintió.

Al cabo de unos minutos apareció Mavis junto a Jonathan. Ni madre ni hijo pudieron resistirse a darse un abrazo, después de todo, ella fue la que le aclaró la duda sobre él y Winnie. Con un ademán de la mano Dennis le dio a entender a su padre que se uniera al abrazo en grupo, y lo hizo. Después de unos momentos se separaron y el joven vampiro se sentó al lado de la loba, la tomó de la pata y entrelazaron sus dedos.

Mavis y Jonathan se dieron una mirada con una sonrisa y se sentaron frente a la pareja.

Dennis notó las miradas de sus padres y se apresuró a hablar.

—Mamá, papá. Este... bueno —farfulló—, yo, ella; nosotros... —Le lanzó una mirada auxiliante a Winnie, a lo que ella solo sonrió.

—V-venimos para... Es decir, que-queríamos h-hablarles d-de...

Mavis soltó una risilla.

—Respiren y comiencen desde el principio —aconsejó Jonathan, con una sonrisa.

Dennis y Winnie soltaron un largo suspiro dejando salir su nerviosismo y se dieron una mirada como diciendo «Si podemos». Apretaron el agarre de sus manos e intentaron de nuevo hablar de la situación.

—Bien... —dijo Dennis—. Díganme qué es lo que saben.

—Que te escapaste con Winnie porque ella estaba comprometida y no querías que eso se llevase a cabo —enumeró su padre, alargando un dedo con cada punto que decía—, que ustedes son Zing y que ibas a encontrar la manera de quitarle ese collar, el cual tiene algo que ver con el compromiso forzado. Bueno —agregó encogiéndose de hombros—, eso es lo que me ha contado Mavis.

Dennis se relajó un poco. Bien, su padre ya sabía parte de la historia, ahora solo debía rellenar los espacios y suavizar el asombro de alguna manera. Miró a Winnie y ella asintió con una sonrisa que lo ayudó a centrarse.

Definitivamente la amaba.

—E-eso es una parte. Cuando decidí retirarme con Winnie lo hice, como bien saben, porque quería evitar ese compromiso a toda costa. Sí; se que fue algo apresurado y debí hablarlo con ustedes, pero seguí el consejo que me dio mamá.

—¿Qué consejo? —quiso saber Jonathan.

—Tú sabes, el de tu padre —intervino Mavis.

—¿El de las decisiones del amor?

—Ese mismo —asintió ella—. Y mira cómo ha resultado todo. Escapan juntos siguiendo sus corazones, muy romántico —sonrió batiendo las pestañas, risueña.

—Deberías de leer tantos libros de romance, Mavis.

—¿Debo recordarte lo que tú hiciste? —Rodó los ojos, divertida—. Te fuiste de mi fiesta de ciento dieciocho cuando descubrí que eras humano. Y lo peor era que lo hiciste sin decirme nada, solo te fuiste.

—P-pero...

—Y cuando mi padre te trajo, me dijiste que lo hiciste porque no querías que por ti me separara de mi familia. —Mavis se acercó a él, sonriendo—. ¿Acaso eso no es más romántico que lo que ellos hicieron?

Jonathan sonrió y le tomó la barbilla a Mavis.

—¿Y sabes por qué lo hice realmente? —La acercó a él—. Porque te amo. —Y le dio un beso.

Dennis y Winnie miraban la escena sin emitir palabra. Él desviaba la mirada apenado, era algo incómodo que sus padres actuaran así frente a él, y lo peor de todo era que él actuaba de la misma manera con Winnie. Carraspeó un poco para hacerse notar y que sus padres dejaran tanto arrumaco.

Ellos voltearon a ver a la joven pareja y se separaron, sin la más mínima señal de vergüenza o pena; al contrario, estaban con una sonrisa.

—Dennis está celoso porque hace rato le interrumpí un momento —se burló Jonathan.

—¡Papá! —chilló, apenado.

Sus padres se rieron suavemente.

—Decía... —retomó Dennis—: Huí con ella para tratar de encontrar la manera de...

—Cariño, ve al punto —dijo Mavis, comprensiva—. No hay que ser un genio para saber que es algo referente al collar, si no, no estarías aquí. Solo suéltalo; no es que nos vayamos a impresionar.

«Si supieran.»

—Bien, ese collar es como un anillo de compromiso para los hombres lobos, según me dijo Wilbur. Se les entrega a las prometidas en luna llena y tiene una magia que impide que sea retirado, pero se dejó de usar hace poco menos de mil años —relató Dennis—. Y pues, representa la pureza y responsabilidad de quien lo lleve y...

Dennis se detuvo, empezó a temblarle el labio inferior. No hallaba la manera de contárselos.

—¿Y bien? —dijeron Jonathan y Mavis a la vez.

Él se pasó la mano libre por la cara, tratando de relajarse y poder hablar, como no pudo lograrlo, optó por lo más sencillo: quitarle el collar. Le dio una mirada entre serena y temerosa a Winnie como preguntándole, ella asintió y levantó un poco la barbilla para que pudiera retirarlos con mayor facilidad. Dennis colocó sus manos en su cuello comenzó a desabrocharlo.

«Que pase lo que tenga que pasar.»

Le quitó por completo el collar y miró temeroso a sus padres. A la velocidad de un rayo volvió a tomar la pata de ella y entrelazó sus dedos; dándose mutua confianza, porque enserio la necesitaban. Esa situación hizo que Dennis se plantease que si estaba así con sus padres; ¿cómo estaría cuando le toque decírselo al tío Wayne? Decidió no pensar ahora en eso y miró expectantes a sus progenitores.

Silencio. Frío silencio. Horrible silencio.

No decían nada, no hacían nada. Ni sorpresa, ni ira, ni impacto, nada. Eso lo ponía aún más nerviosos.

«Vamos, digan algo.»

—Dennis, ¿podemos hablar en privado? —dijo Jonathan, con un tono calmado, pero en sus ojos que se había dado cuenta de lo que pasaba. Después de todo, solo era sumar dos más dos.

«Oh, dioses.»

Dennis asintió.

Padre e hijo se levantaron y se dirigieron a la habitación más cercana: la cocina. Mavis los veía confundida por el repentino cambio en la actitud de Jonathan, pero Winnie le lanzó una mirada a Dennis como diciéndole «Tú puedes». Una vez en el lugar, su padre cerró la puerta para hablar más en privado. Se sentó en una de las sillas de la mesa que había anexada a la pared y con un asentamiento firme le indico a su hijo que hiciera lo mismo.

Jonathan entrelazó sus manos bajo su mentón y miró serio a Dennis, lo más serio que intentaba parecer cuando se está tratando por todos los medios ocultar una sonrisa bobalicona que Dennis podía notar.

—¿Cuándo? —preguntó, arqueando una ceja.

—¿Cuándo qué? —respondió Dennis, fingiendo demencia.

—No me hagas preguntártelo como debería de hacerlo, Dennis. —Una débil sonrisa se le asomó por la comisura de su boca.

—Ayer.

—Ajá.

—Cuando llegamos de la fiesta de graduación —murmuró apenado, ladeó la vista con un sonrojo notorio.

Jonathan rió.

—¿Pero qué? —se sorprendió Dennis.

—Dennis, soy tu padre. Para que me ocultes algo así tienes que intentarlo mejor. El día que te llamé en el aeropuerto antes de tomar mi vuelo, noté el estado de ambos y no fue muy difícil adivinar lo que pasaría después. Aunque —añadió, burlándose un poco, sonriendo por completo—, mira que al día siguiente.

—¿No estás enojado o algo por el estilo? —preguntó.

—Para nada.

Dennis arqueó una ceja, incrédulo a la vez que perplejo. Jonathan se levantó y le indicó que saliera, porque su madre debería estar interrogando a Winnie; él asintió, se levantó y no puedo resistir el darle un abrazo a su padre. Le alegró que hubiera comprendido de buena manera.

—Aún te tengo que dar «la charla» —se burló Jonathan.

—No arruines el momento, papá —masculló Dennis, lo menos que necesitaba era que le dieran la temida charla, después de todo, ¿qué no sabría ya?

Salieron de la cocina y vieron que Mavis y Winnie hablaban alegres y sonrientes, cosa que extraño a Dennis. Winnie le dio una mirada a Dennis, el gesto se entendía de ahí a la china: ¿salió bien? Él solo le guiño el ojo como respuesta, para a continuación indicarle que debían irse; ella se levantó y ambos fueron a la salida.

Una vez en el umbral de la puerta se despidió de sus padres con un abrazo.

—¿Seguro que no te quieres quedar? —indagó Mavis.

Dennis negó con una sonrisa.

—No, mamá; gracias.

—Dennis —llamó Jonathan—, te echaré una mano con eso. —Le guiñó el ojo.

El vampiro se ruborizó al máximo mientras que Mavis lo miraba intrigada.

—¿Por qué, qué hablaron? —quiso saber ella.

—Ya te contaré, cariño —la calmó Jonathan, colocándole una mano en el hombro.

Se despidió de ambos y se retiró junto a Winnie, aún no podía creerse la buena suerte que tenía; bueno, aunque técnicamente se lo dijo a su padre y este fue el que lo comprendió sin formar alboroto. «Típico padre al fin.» El solo pensar que hubiera sido a su madre a quien se lo hubiera dicho, le hizo imaginar varios escenarios posibles, ninguno mejor que el anterior. Sonrió despreocupado (en lo que cabe), su padre se encargaría de explicarle la situación a su madre y conociéndolo, hallará la manera de que le eche una mano en Transilvania.

Le pasó el brazo alrededor de Winnie y la acercó hacia él; estaba feliz, no lo iba a negar. Duraron así, juntos, un buen rato, luego miró su teléfono y se percató de que iban a ser las tres de la tarde; ¿tanto duró en casas de sus padres?

—Así que es de familia —soltó Winnie, rompiendo el silencio.

—¿El qué? —preguntó, intrigado.

—Ya sabes, el «porque te amo» —sonrió.

—Parece que sí —coincidió, riendo a su vez.

Ninguno dijo nada más, solo siguieron así, disfrutando la compañía del otro. Dennis le propuso hacer algo, como se lo había dicho antes de salir del hotel, pero ella solo negó sonriendo.

Caminaron juntos hasta las cercanías del hotel donde residían cuando de repente Winnie le dio un fuerte jalón y lo llevó hacia un callejón. Él la miró extrañado, pero ella tenía la vista fija a lo lejos.

—¿Qué sucede? —quiso saber.

No hubo respuesta.

Winnie estaba demasiado centrada en lo que sea que estuviera viendo. Intrigado, miró también. Asomó la vista por la pared y escudriñó la zona; lo que vio lo dejó perplejo.

A unos veinte metros, en el parque de las cercanías, distinguió dos figuras muy conocidas: Clarisse y Wilbur. Ahora entendía porque Winnie reaccionó así, y no era para menos, ¿desde cuándo esos dos eran tan unidos? «Bueno, no adelantemos conclusiones.» Repasó los acontecimientos para no hacerse una mala idea. A ver, ellos llegaron juntos al hotel ayer en la mañana, ella se le lanzó a abrazarlo cuando tenían los mismos gustos musicales, lo tranquilizó antes que se diera cuenta de lo que hizo con Winnie, cuando la llamó él estaba con ella, fueron al concierto juntos.

Dennis abrió los ojos como platos. ¿No adelantar conclusiones? ¡Estaba pasando frente a sus ojos!

Le dio un toquecito en el hombro a Winnie y ella asintió sin verle, no hicieron falta palabras, era muy obvio lo que harían: seguirlos para ver qué pasa. Pusieron manos a la obra y durante el resto de la tarde le siguieron los pasos al mejor estilo de detective privado; fueron al parque, a una heladería, a una tienda de música y a una plaza.

—Parece una cita —susurró Dennis, una hora después de haber iniciado todo.

—Ya lo creo —coincidió Winnie, de igual forma—, ¿sabes lo que significa, no?

Dennis asintió. Recordó la apuesta que habían hecho en la cama, aunque saliera vencedor o no, no le importaba mucho, igualmente le diría a Wayne sobre todo, hubiera apuesta o no; sin embargo, no iba a negar que la curiosidad podía más que él.

Se escondieron tras un muro, asomando apenas los ojos, cuando la morena y el lobo se detuvieron en la plaza, se sentaron en una de las bancas y se quedaron viendo el atardecer. El muro estaba a pocos metros de ellos, por lo que ambos podían escuchar a la perfección lo que Clarisse y Wilbur dijeran.

—Gracias por todo —dijo Clarisse, recostando su cabeza en el hombro de Wilbur, mientras él le pasaba el brazo alrededor, acercándola.

—¿Por qué siempre me agradeces? —preguntó divertido, aunque curioso.

—¿Por qué apareciste cuando comencé a sentirme como antes? —repuso ella, riendo suavemente contra su hombro.

Dennis y Winnie estaban observando incrédulos la escena.

—Te amo —dijo Clarisse, luego de un rato, acercándose él.

—Y yo a ti, mi zing —repuso Wilbur; la acercó más a él y la besó.

Les faltó casi nada para que a Dennis y a Winnie se les dislocase la mandíbula al abrirlas de golpe por la impresión que les causó el verlos darse un beso. Dennis se dio varias palmadas a la mejilla para asegurarse que su mente no lo estaba engañando, mientras Winnie lo veía con una sonrisa victoriosa, como diciendo «Te lo dije».

Cuando Clarisse se separo de Wilbur, giró un poco la vista, haciendo que sus miradas se cruzaran, ella abrió los ojos de golpe al verlo, a lo que Dennis se tumbó al suelo junto a Winnie, esperando que de verdad ella no lo haya visto.

—Vámonos —le susurró a Winnie, con voz apremiante—. Ahora, o si no...

De pronto, como un trueno que anuncia la calamidad, un grito resonó, indicándole el fin.

—¡DENNIS LOUGHRAN!

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