IX. Wilbur y Clarisse.
Clarisse salió hablando con Wilbur de la habitación del hotel donde Dennis se quedaba con Winnie, después de haberlo salvado de un problema en el cual ella lo inmiscuyó casi por completo. Por un lado se sintió culpable de que casi provocaba una masacre en el lugar; solo el imaginarse una pelea entre un vampiro y un hombre lobo le hizo recordar la película de Van Helsing, y si la película estaba en lo cierto (lo que no creía), Dennis terminaría perdiendo.
Pero, por el otro lado estaba con una sonrisa maliciosa en el rostro, conocía el secreto que Dennis quería ocultarle a Wilbur a cualquier costo, y eso ella lo sabría aprovechar. Tenía material suficiente para molestarlo durante toda su existencia, o mínimo, hasta que se sepa.
Increíblemente, la travesía con Wilbur fue de lo más extrovertida, se la pasaron hablando sobre el concierto y sus gustos, los cuales no diferían mucho. Ella lo bombardeaba con preguntas: ¿Canción favorita? ¿Desde cuándo oyes Three Days Grace? ¿Es tu favorita o tienes más? ¿Es tu primer concierto o ya has ido a varios? Y muchas más.
Wilbur las respondía algo apenado. Parecía sentirse incómodo en que la atención se enfocara en él. Al principio contestaba algo cohibido y distante, aunque mientras más avanzaba la conversación más se mostraba en confianza. Era extraño. Clarisse pensaba le contagiaba su buena vibra y de a poco lo hacía sentir más cómodo.
—¿Qué te pareces si vamos juntos al concierto? —preguntó Clarisse.
Wilbur, ya con más confianza, la miró confundido.
—Pensé que iríamos, lo habías dicho en el hotel.
Clarisse puso los ojos en blanco, terminó sacando el tema de Dennis a colación sin intención de hacerlo. Por suerte ella no era el vampiro, no se iba a quedar tartamudeando como él, todo lo contrario, usó mano de su habilidad y respondió de manera calmada.
—Eso lo dije por la emoción del momento, pero solo quería confirmarlo —Sonrió.
«Eso sonó bien», pensó.
Wilbur la miró a los ojos, como analizando la verdad de sus palabras, haciéndola dudar. ¿Se daría cuenta? ¡No! Ella es Clarisse Chase, ¡nadie la descubría en nada! Y hoy no sería la primera vez. Ensanchó su sonrisa tratando de que no se notara su incertidumbre, y por lo visto funcionó.
—Bien. —Wilbur se encogió de hombros—. ¿Te parece si nos vemos en algún lugar una hora antes de que inicie?
Clarisse se relajó y la tensión que acumuló por temor a que la descubriera se fue en un santiamén. Esta vez su sonrisa no era forzada, en un intento de que no la descubriera, era... alegre. Ni siquiera sabía el por qué, pero se sentía a gusto con él. Eso la hizo cuestionarse si Dennis sentiría lo mismo con Winnie. Dejando el lado que ellos son novios, Wilbur y Clarisse apenas llegaban a conocidos, pero mientras más hablaba con él más a gusto estaba.
—Claro —asintió.
Caminaron un largo trayecto hasta que llegaron a una intersección, Wilbur giraría a la derecha, mientras que Clarisse a la izquierda. Ella notó esto y por acto de instinto le jaló la camisa a él, con la mirada en el suelo y apenada. Su manera de ser, audaz y con confianza, se perdió en quién sabe dónde.
—V-ven un rato a mi casa...
«¿Pero qué rayos te sucede Clarisse? Es solo un... ¿amigo? No, ni a eso llegas.»
—¿No se molestarían tus padres? —indagó Wilbur.
La morena alzó la mirada y se quedó viéndolo a los ojos.
—Que va... —dijo sonriendo al saber que él aceptaría; sonrisa que se volvió pesada y triste—. Ellos no están, andan en un viaje de negocios.
—Bien, si no te molesta...
—No, claro que no. —Le tomó la pata y se lo llevó prácticamente a rastras—. Ven, vamos.
Una vez en la casa de Clarisse, ella lo invitó a pasar. Wilbur pasó la vista por todo el lugar, era enorme. Como ella vivía en el décimo piso de un edificio, la vista era embriagante, tal que podía sentarse en el borde la ventana y observar a los transeúntes moviéndose como pequeños muñecos de porcelana; era hipnótico.
Se apartó de la ventana y se sentó en uno de los enormes sofás de la sala, y no bromeaba, eran enormes. Si el del hotel donde estaban su hermana y Dennis era grande, los de la casa de Clarisse eran el triple.
Clarisse fue a su cuarto para cambiarse, no sin antes decirle que pusiera algo de música. Le señaló el ordenador y le dijo que colocara algo, como era de esperarse, de TDG.
Wilbur asintió y se dirigió al computador, al encenderlo, este pedía contraseña. Optó por preguntarle, pero antes quiso intentar algo. Si tanto le gustaba TGD era probable que esa fuera la clave; colocó el nombre de la banda y pudo ingresar. Esbozó una pequeña sonrisa y buscó una música; terminó colocando Goin' Down. Las enormes cornetas anexadas al ordenador emitieron el sonido a máximo volumen, resonando por todo el departamento, y dentro de todo ese ruido pudo escuchar que ella le decía: «Deja esa, es buena.»
Pasó la vista por el lugar y se enfocó en una fotografía, había varias repartidas por una larga sección de la pared, parecía que hacían una línea de tiempo. La primera estaba muy a la izquierda, casi rozando el borde de la pared y por lo que Wilbur notó, Clarisse debería tener cinco años o menos, estaba tomada de la mano de sus padres, solo que estos no se les veía la cara, la fotografía se centraba solo en ella, lo máximo que se veía era hasta la cintura de sus padres.
En la siguiente ella debería tener unos diez u once años, estaba en una playa con un enorme sombrero cubriéndole parte del rostro, mientras sonreía alegre apuntando el mar; sola.
La otra era en, por lo que pudo apreciar, su fiesta de quince años: llevaba un largo vestido blanco que le había arrancado la parte de abajo, pareciendo como si hubiera peleado. Aparecía cortando el pastel de su fiesta, con una sonrisa entre alegre e ida, pareciera que no estaba del todo contenta. Volvía a estar sola.
La otra era una actual, estaba colgada de Dennis, mientras él ponía una sonrisa tratando de ocultar sus colmillos a la vista, ella, en cambio, tenía una sonrisa y la lengua afuera.
Mientras más fotografías veía más se daba cuenta de que siempre aparecía sola. Las únicas fotos donde salía acompañada era la de pequeña y en la que estaba con Dennis. Eso lo hizo extrañarse, hasta él tenía una que otra foto con sus padres, ¿por qué ella no?
Escuchó la puerta de la habitación y al girar la vista la vio salir con unos vaqueros cortos, una camiseta de camuflaje y con el cabello recogido en una cola de caballo. Le pareció muy linda así.
—Ya llegué —sonrió ella. Notó que el lobo estaba viendo las fotos—. ¿Qué haces, Wil?
Él arqueó una ceja y una pequeña sonrisa se le dibujó en el rostro.
—¿Wil?
—Claro —dijo ella, encogiéndose de hombros—. Se me hace muy tedioso decirte Wilbur, así que ¿por qué no Wil?
Wilbur sonrió por completo.
—Entonces yo te diré Clari, ¿bien?
Clarisse se encogió de hombros de nuevo.
Ambos se sentaron en el sofá y comenzaron a platicar alegremente sobre todo, con Gone Forever de fondo, lo que le daba un ambiente relajante. Se contaban anécdotas alegres, alocadas e incluso algunas embarazosas. Y lo mejor era que lo hacían con una tranquilidad inaudita, como si se conociesen desde siempre.
—¿Así que casi te ahogas en una piscina? —rió Wilbur.
—No es tan gracioso —replicó ella.
—No..., que va. Colocarte los flotadores de los hombros en los tobillos para ver si podías caminar sobre el agua es lo más común del mundo —dijo, riendo aún más fuerte.
—Bueno, puede que si lo sea —musitó avergonzada, mas no enojada.
La tarde siguió entre historias, risas y demás, cuando dieron las tres y media de la tarde Clarisse le pidió a Wilbur que fuera por algo para comer en la heladera.
Acató y se levantó rumbo al refrigerador, había varios tipos de helado para elegir, de hecho, eso era casi todo lo que había, kilos y kilos de helado. ¿Acaso ella vivía solo de eso? Sin darle más importancia se dispuso a sacar un poco para ambos. En eso, la oyó que estaba hablando por celular. «Seguramente con Dennis», pensó. Al afinar el oído pudo confirmarlo. Luego de una pequeña discusión llevó en dos recipientes el postre para ellos, se sentó a su lado, pero la notó algo... ¿escandalizada? ¿Qué habría hablado con Dennis? La música de fondo cambió, ahora sonaba Pain.
—¿Y eso que estás sola? —soltó el lobo, comiendo una cucharada de helado.
Ella se incorporó sobresaltada por la pregunta, ladeó la vista y musitó.
—Ya te lo había dicho, mis padres están de viaje.
Wilbur notó la misma expresión que antes, aunque algo en él le decía que no preguntara porque eso era terreno peligroso; igualmente lo hizo.
—Um... ¿No te da cosa quedarte en esta enorme casa tu sola?
—No, ya es costumbre —dijo ella tratando de sonar alegre, pero tuvo el efecto contrario.
—¿Costumbre? ¿Acaso siempre es así? —preguntó, precavido.
Clarisse solo asintió.
—Lo siento si te hice recordar algo malo. No fue mi intención —se disculpó Wilbur.
Clarisse lo miro y negó con la cabeza, sonriendo.
—No te preocupes, es solo que no me gusta recordar que siempre estoy sola.
—¿Tu? —preguntó incrédulo, apuntándola con la cucharita—. No pareces ser de las personas que están solas. Todo lo contrario, eres extrovertida, amable y linda. ¿Cómo podrías estarlo?
—Gracias por eso —sonrió—. De tener amigos, tengo, pero es como si no. Cuando quiero hacer algo o salir con alguien, nadie está. Solo Dennis, pero ahora el tiene su novia y pues, no voy a ir a entrometerme.
Wilbur no pudo evitar sentirse mal por ella, colocó su recipiente de helado en la mesita de centro y le colocó una pata sobre el hombro, ocasionando que lo mirara a los ojos. Le sonrió con cariño y ambos se sonrojaron; y desviando la mirada de golpe.
—¿Ves esto? —dijo Wilbur, mostrándole una pequeña medalla del collar que llevaba—. Es para identificarnos.
Clarisse lo miró fijamente.
—¿Una medalla?
—Es una inscripción.
—¿Una inscripción... en un medalla?
—Mis padres no pueden recordar los nombres de trescientos hermanos a excepción de Winnie que es la única hembra, así esto es lo que se les ocurrió.
La comisura de la boca de Clarisse se torció.
Wilbur se dio cuenta de lo ridículo que sonaba eso, nunca había hablado de esa medalla ni de su significado con nadie, pero siguió hablando.
—Me imagino que pensaron «Como tenemos camadas como conejos ¿Qué tal si les ponemos medallas con los nombres y así no nos olvidamos de ninguno?»
Clarisse se rió.
—Perdona... No debería burlarme.
—Tranquila. El punto es que... a mí tampoco me gusta hablar de mis padres. Pero a veces —dijo, mirándola a los ojos—, hay que hacerlo.
La expresión de Clarisse se tornó seria.
—No es algo que se me haga fácil, Wil.
—Clari, nunca lo es. Pero es mejor que dejes salir todo lo que te hace mal, en lugar de guardártelo.
La morena subió sus piernas al sofá y las flexionó hacia ella, pasando sus brazos por las rodillas, mientras empezó a decirle casi a susurros.
—Siempre ha sido así. Desde que tengo memoria ellos nunca han estado conmigo. Lo máximo que hemos convivido ha sido unos días, incluso de pequeña me cuidaban mis abuelos. En mis cumpleaños, días del padre y madre, fiestas, navidades, nunca estuvieron. Los he pasado sola. ¿Tienes idea de lo que es eso?
—De hecho, la tengo. Vivir con trescientos hermanos no es precisamente agradable, siempre terminan olvidado o excluyendo a alguno —dijo Wilbur.
—Hasta hace un año que fue cuando conocí a Dennis —continuó Clarisse—, siempre era la amigable, la extrovertida, la que andaba con todos. Era esa persona que está ahí, pero que en realidad no hace falta; si me iba nadie lo notaría, es como que tenía amigos, pero ellos tienen amigos más importantes y divertidos que yo. Con Dennis fue distinto, él estaba ahí cuando todos se iban... Él fue mi primer amigo verdadero.
—¿Acaso tu...?
—No, no —negó, intuyendo lo que él quería decir—. Él es como un hermano para mí.
Con cada palabra que la oía decir, Wilbur se sentía cada vez peor. Sentía la enorme necesidad de darle un abrazo, solo que no creía que sirviera de mucho.
—Pero ahora el está con Winnie... O sea no me enoja ni mucho menos, ella me cae bien, aunque me impactó mucho cuando me enteré de lo que era; eso quiere decir que ellos pasarán más tiempo como pareja, y yo no voy a ser el mal tercio. —Los ojos de Clarisse estaban anegados en lágrimas—. Me alegra lo de ellos, pero eso significa que volveré a estar sola... y no quiero sentirme así de nuevo.
Wilbur se sentía mal, pero a la vez la comprendía bien. Ahora más que nunca sentía que debía hacer algo pero... ¡Al diablo! Estiró sus brazos y terminó atrayéndola hacia él, abrazándola.
—No lo estarás; estoy aquí, contigo —la consoló.
Aún no procesaba lo que acababa de hacer o decir. Solamente lo hizo y punto. ¿Le gustó? Claro que sí, aunque no sabía el por qué. La apretó más contra sí, mientras colocaba su barbilla sobre su melena. La sintió tensarse contra él, sorprendida, sin embargo, luego ocultó su rostro en su pecho, aspirando su fragancia, relajándose pocos momentos después; Wilbur conocía esa reacción, y le daba a entender que se sentía segura.
—Gracias... —musitó ella.
Wilbur la apretó un poco más, no hallaba que palabras decir. Luego de un momento recordó una frase que su Tío Drac, le había dicho hace tiempo, cuando le contó lo mismo que le acababa de decir ella.
—Tu voz es tu identidad. Si no la usas, la terminarás perdiendo.
Duraron así un tiempo hasta que ella se apartó. Se quedaron mirando a los ojos y un brillo rosa destelló en ambos. Wilbur le dio una sonrisa la cual ella respondió de igual manera. Clarisse se levantó y se fue a su cuarto a cambiarse para ir al concierto.
Al cabo de un rato ella salió, llevaba unos jeans negros con una que otra rasgadura y una camiseta camuflada, Wilbur pensó que era la misma, pero notó que esta tenía mangas, la otra no; una chaqueta negra que combinaba con los jeans y de accesorios, una cadena que iba de uno de sus bolsillos hasta la cintura, una cadena de metal en su cuello de la cual colgaban las letras TDG. La chaqueta, al cerrase por completo, dejaba ver un estampado que decía «EL ROCK ALTERNATIVO NO HA MUERTO. TÚ, SÍ».
Si bien Wilbur parecía el típico fan de Three Days Grace, Clarisse parecía más bien la chica que robaba a típicos fans de TDG a punta de navaja en un callejón. No obstante, aunque ella estuviera esa apariencia, se le hacía hermosa. Una belleza ruda. Haciéndole preguntarse el por qué creía eso.
Él se colocó su capucha antes de salir, la miró con una sonrisa y preguntó:
—¿Lista?
Ella asintió y ambos salieron del departamento rumbo al concierto. En el camino iban más juntos, la charla que habían tenido antes los había unido más de lo que ellos creían, y claro, el frío del ambiente contribuía a eso también. Terminaron llegando pasada las cinco. Adiós al plan de toparse con uno de la banda para las fotos; entregaron sus entradas al guardia y este los dejó entrar.
Una vez adentro no pasó mucho tiempo cuando el evento comenzó, iniciaron tocando It's All Over. Wilbur y Clarisse pegaron el grito al cielo (como todos los presentes), ya que esa era la canción inicial del álbum favorito de ambos: One-X.
Ya llevaban tiempo en el concierto y ambos estaban agotados, bailaban al ritmo de la música y la sensación de hacerlo, con la banda en vivo, era algo que no terminaban de experimentar. Lo disfrutaban al máximo.
Empezó a sonar una más calmada, One-X. Wilbur no apartaba la mirada del escenario, de vez en cuando para ver a Clarisse, pero volvía a posarla en la tarima. Cuando empezó a sonar el solo de guitarra no pudo evitar lanzar un suave aullido de la emoción, de repente sintió cómo le tomaban la pata, cuando vio quien era, notó que era Clarisse quien lo hacía.
Ella se le quedó viendo a los ojos, apenada, y susurró unas palabras para él, aunque parecían más para ella.
—Gracias.
Wilbur no pudo oír bien por el bullicio de la fanaticada, sumado a la música, se acercó un poco, casi rozándose.
—¿Qué? —Se colocó ambas patas en las orejas para oír mejor.
—Gracias —repitió, esta vez, gritando para sobre ponerse al bullicio.
—¿Por qué? —se extrañó.
—Por todo. —Se puso de puntillas y le robó un beso.
Wilbur se quedó helado en el lugar. La música ya no era ensordecedora, el bullicio de la fanaticada ya no estaba. Solo era él y ella. Nadie más. Todo lo demás no existía. La miró entre sorprendido y atontado, y notó que ella desviaba la mirada, apenada. ¿Le acababa de robar un beso? ¿A él? ¿A Wilbur Werewolf? ¡No señor, eso no se quedaba así! Tomó el rostro de Clarisse entre sus patas y le dio un beso, esta vez, más largo.
Se separaron y ambos tenían un rubor en sus mejillas. Él le sonrió, le acarició la mejilla con su pata y sin apartar la mirada de sus ojos marrones, dijo:
—No volverás a estar sola, mi Zing.
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