IV. Propuesta
Se lanzó en contra del hombre lobo. Estaba ciego; ciego de rabia, celos, sorpresa y muchas otras emociones más. Sus ojos empezaron a tomar una tonalidad roja, mientras sus colmillos se volvían más largos. En ese momento renegaba el no ser un vampiro puro, porque le faltaban algunas cualidades que su madre y abuelo poseían. Sus uñas no se alargaban en absoluto y su velocidad no era ni la mitad de la que debería de ser.
Pero nada de eso importaba, aún, por suerte, tenía su fuerza sobrehumana. Eso debería... no, sería suficiente. Sabía que estaba enojado, pero sentía un enorme dolor en su pecho, cosa que era nueva para él, y a su vez, le aumentaba el enojo.
—¡¿Cómo... CÓMO LE HACES ESO A MI WINNIE?! —gritó, seguido de un rugido, igual a los de su abuelo.
El lobo se quedó inmóvil al escuchar esa especie de rugido. Había perdido esa expresión matadora con la que se dirigió a Winnie. Al voltear a ver de dónde provenía el origen de ese grito, se sorprendió. No alcanzó a reaccionar cuando un fuerte golpe se estampó contra su rostro, enviándolo al suelo.
—¿Qué crees que haces? —chilló el lobo, con voz gruesa, mientras se tocaba la mejilla donde recibió el golpe.
Las palabras del lobo se las llevó el viento, Dennis estaba demasiado enfurecido como para razonar palabra con él. Solo tenía un objetivo en mente: hacerlo pagar.
«Recuerda los consejos del abuelo para controlar», pensó.
Sin quitar la vista del lobo, suspiró profundo y sus ojos comenzaron a tener una leve tonalidad verde, que se mezclaba con la roja. El lobo se quedó inmóvil, esta vez no por la sorpresa, sino porque no podía moverse a voluntad; sentía como si cada parte de su cuerpo estuviera atada con grandes y pesadas cadenas, mientras su cuerpo emitía una muy pálida aura verde.
«Levántate», pensó Dennis. Y el lobo, contra su voluntad, se levantó, quedando suspendido en el aire. El vampiro emitió una sonrisa, la cual se tornó macabra debido a sus largos colmillos y ojos verde-rojizos.
Comenzó a darle un sinfín de golpes, cada uno cargado de enojo. Con cada uno que le daba sentía como se calmaba, pero aún faltaba mucho para que terminara.
—¿Quién... —le dio un golpe al mentón—... te crees... —un golpe a la mejilla—... que eres... —uno al costado derecho—... para obligar... —uno en el estomago—... a Winnie a hacer eso? —espetó, dándole un golpe en el hocico.
Se separó del lobo y vio que trataba de mover el hocico para responder. Dudó que fuera a decir algo que lo librara de la peliaguda situación en la que se encontraba, sin embargo, algo en él le decía que lo oyera, después de todo, Dennis no era violento solo porque sí.
«Cae y libérate.»
La pálida aura verde que estaba alrededor del lobo se desvaneció, y éste cayó al suelo generando un ruido sordo. Una vez en el suelo el lobo emitía gruñidos bajos, enojado, pero sin provocar nuevamente un arranque de ira del vampiro.
El lobo lanzó una mirada furtiva a Winnie y ella solo la ignoró, estaba demasiado impresionada como para emitir palabra... y Dennis no la culpaba. Hacía diez años que no lo veía así desde lo de Bella, y ni con eso se había comportado de esta manera, no obstante, después de disculparía, ahora tenía otros asuntos.
—¿Qué quién soy? —espetó, sosteniéndose la mandíbula con sus patas—. Soy el prometido de Winnie.
Esa frase agarró al joven vampiro con la guardia baja. «¿Qué? ¿Él era qué? ¡No! Eso debe ser un malentendido; sí, solo eso», pensó incrédulo.
Se encontraba con los ojos abiertos de par en par debido a la impresión de aquella afirmación. Ahora más que nunca sentía unas enormes ganas de hacerlo picadillo, solo que no se dejaría llevar por la ira... no de nuevo.
—¡Mentira! —negó Winnie, nerviosa—. Eso es una mentira.
—¿Por qué lo niegas? —preguntó el lobo con educación, pero con el tono de alguien que estaba listo para pelear.
Dennis giraba la cabeza de un lado a otro, del lobo a Winnie, como si estuvieran viendo un partido de tenis. Algo no le cuadraba ahí, si todo era una mentira, ¿por qué Winnie tenía ese tono nervioso en su voz? ¿Y por qué cuando llegaron al parque se puso tensa?
Algo faltaba por salir a la luz.
—Ese collar es la prueba —afirmó el lobo señalando el collar en el cuello de Winnie—. No evadas algo que ya tiene fecha.
Posó la mirada en Winnie, quien con desprecio e impotencia en sus ojos, miraba al lobo mientras se tocaba el collar. Al verlo detenidamente, observó que justo al lado de donde estaba la hebilla, se encontraba una pequeña gema color azul. Un zafiro, supuso Dennis.
El lobo se puso de pie con dificultad y dio unos pasos erráticos hacia la loba, pero fue detenido por Dennis, quien se interpuso entre ambos.
—Hazte a un lado —gruñó el lobo.
—Largo —ordenó Dennis, casi con un susurro, aunque con el tono de alguien que no admitía réplicas.
Ambos se lanzaron miradas amenazantes, claro está, la del lobo no tuvo efecto en el vampiro. Después de la golpiza que le propinó, tenía, en parte, la confianza para desafiarlo.
El lobo gruñó, en un intento de intimidar a Dennis, mas fue en vano. Resignado, retrocedió unos pasos y le dio una advertencia a ambos.
—No podrás huir de algo que ya está estipulado —dijo, dando media vuelta y retirándose.
Ambos vieron como el lobo empezaba a irse, y su silueta empezaba a perderse en la lejanía. Una vez que ya se fue del todo, Dennis se relajó. La tonalidad roja de sus ojos se disipó y sus colmillos volvieron a su largo normal. Se giró de manera muy lenta hacia Winnie; quería respuestas, pero no quería presionarla, eso terminaría por hacerle más daño del que seguro, ya tenía.
Al verla, la notó triste, tenía sus orejas caídas; con delicadeza la tomó del mentón y la hizo verle a los ojos. Le dedicó una sonrisa amable y comprensiva, en un intento de que fuera capaz de contarle algo; sin éxito. Ella seguía con la mirada perdida.
Dennis cambió su sonrisa comprensiva por una de tristeza. Se sentía herido porque ella no quería o podía contarle, pero decidió no forzarla, ella lo haría en su momento.
Tratando de dejar lo ocurrido de lado la invitó a por unos helados; ella aceptó, aunque sin su característica sonrisa, solo asintió con pesadez. Acto que dio a entender a Dennis que ella estaba mal.
Descartando los helados, pasó la vista por todo el parque tratando de encontrar alguna atracción que le mejorara el ánimo, o en su defecto, que la ayudara a abrirse con él. ¿Carros chocones? ¡No! ¿Los vikingos? ¡No! ¿El carrusel? ¿Las tazas? ¿La montaña rusa? ¡No, no, no!
Alzó su vista y vio la Rueda de la Fortuna. «Bingo.» Casi tuvo que rogarle a ella para que se subieran para que se subieran, aunque termino accediendo, a regañadientes, pero accedió.
Una vez en el juego mecánico ninguno se dirigió la palabra, el ambiente era tenso. Dennis pensó que ese sería el momento perfecto para que tocaran el tema de lo sucedido, pero la tensión era demasiada y, si ninguno se animaba a decir algo, ¿qué objeto tenía?
Winnie tenía la mirada perdida, y aunque le dieran miedo las alturas, no apartaba su mirada de la ventana de la cabina. Poco a poco Dennis se acercó a ella, quedando algo juntos, cosa que no molestó a ninguno de los dos. «Es ahora o nunca», pensó nervioso.
—Winnie... —dijo con vacilación—. ¿Qué fue lo que sucedió hace rato?
Ella solo evitó responder la pregunta.
—¿Acaso no confías en mí? —preguntó de nuevo.
La loba se giró hacia él, lo miró a los ojos y luego desvío la mirada hacia sus patas.
—Claro que sí, solo que... no es algo que me agrade contar —musitó, mientras jugaba con sus patas con nerviosismo.
—Cuéntame, para poder entenderte —susurró colocando una mano sobre sus patas, viéndola a los ojos.
Esos ojos le inspiraron la confianza que necesitaba, asintió y le contó.
—Yo estoy comprometida con Alexis, ese hombre lobo.
Dennis sintió un fuerte dolor en el pecho al oír aquello. ¿Winnie estaba comprometida? ¿Por qué? Esas palabras fueron dagas directo a su corazón, pero él aun no entendía por qué se sentía así.
—Él estudiaba en la misma secundaria que yo, siempre era insistente conmigo, aunque yo lo ignorara o simplemente lo rechazara —suspiró armándose de valor—. Un día se presentó en mi casa y pidió mi pata, así de buenas a primeras. Yo me opuse, pero debido a que nuestra condición económica actual no era la mejor y él era de una familia de lobos adinerados, mi padre terminó aceptando por mí. —Se llevó una pata al collar—. Como señal del mutuo acuerdo me dio este collar, que al parecer, tiene algún hechizo o maldición. Por más lejos que lo lance termina volviendo a mi cuello.
La historia que ella le relataba lo estaba fragmentando por dentro. Tenía sentimientos encontrados: tristeza, pena, enojo, pero sobre todas esas emociones se alzaba una con más fuerza, el querer protegerla.
—¿No hay nada que se pueda hacer?
Ella negó con la cabeza, emitiendo una sonrisa resignada.
—He intentado de todo... Ahora solo me queda aceptarlo, por más que no quiera. Ni siquiera puedo negarme por... —Alzó la mirada y posó sus ojos en los de él; la voz se le quebró—. Mi compromiso es el día después de tu cumpleaños. Lamento no haberte dicho nada, pero no quería que sintieras pena por mí. —Poco a poco comenzaron a agolparse las lágrimas en sus ojos—. Quería que estos días fueran como antes, como cuando hacíamos locuras en el hotel..., solo quería volverte a ver, volver a estar contigo antes de eso. —Y las lágrimas salieron desmesuradas y con fuerza.
Esa escena lo entristeció a tal punto que nunca creyó posible. Hizo lo primero (por no decir lo único) que le llegó a la mente. La abrazó; un abrazo fuerte y protector. Sentía como las pequeñas gotitas de las lágrimas de ella caían en su hombro, y con cada una se sentía peor. ¿Por qué tenía ella que vivir eso?
Se sentía inútil. ¿Qué debía decirle? No sabía las palabras exactas que debía pronunciar, aunque no importó, ese abrazo decía todo por ambos. De algo sí estaba seguro: de alguna manera él la ayudaría.
¿Cómo? Aun no lo sabía, pero lo haría.
Cuando la rueda terminó de dar su vuelta ambos se bajaron, el ambiente ahora era un poco menos tenso, pero igual el tema seguía en el aire. Decidieron que ya fue suficiente y comenzaron su camino a casa.
En el trayecto Dennis vio un parque el cual estaba desierto, ya que eran aproximadamente la 1:00 am. La tomó de la pata y la llevó hacia allá. Subieron una pequeña cuesta y se tumbaron sobre la grama, mirando hacia el cielo. La vista los maravilló, la gracia con la que las estrellas brillaban al mismo compás de la luna fue algo que se alegraron de ver, y más aun, estando juntos.
Dennis oyó que Winnie emitió un suave y casi inaudible aullido hacia la luna. Giró su vista hacia ella y le pareció lo más hermoso que jamás vio. La luz plateada iluminaba su rostro con tal gracia que cada facción resaltaba a la perfección. Sintió cómo su rostro empezó a calentarse y la sangre se le agolpaba en las mejillas, con el palpitar de su corazón aumentando cada vez más. La vio esbozar una sonrisa y ahí fue, cuando por primera vez, la vio verdaderamente feliz, no era una felicidad como las de siempre, era... como si su cuerpo y alma resonaran a la misma sintonía disfrutando del momento.
Le apretó la pata y se sorprendió diciendo con todo el cariño que tenía:
—Encontraré la manera...
Ella giró su vista hacia él y sin perder esa sonrisa verdadera en su rostro, asintió.
Sin pensarlo le dio un beso en la mejilla a Winnie.
¿Por qué? No lo sabía.
¿Le gustó? Mucho...
Ambos se vieron sonrojados y de la nada empezaron a reír a carcajadas, como si nada hubiera pasado.
Se levantaron y se dirigieron rumbo a su casa. Esta vez, con una enorme sonrisa en el rostro, quizá el futuro no sea lo que ellos esperan, pero de algo es seguro, ahora, eso no importaba.
Llegaron a la casa y Mavis los esperaba sentada en el sofá. Los saludo a ambos con una sonrisa cariñosa, pero solo tuvo que observar el rostro de su hijo para saber que algo pasó... algo no muy bueno.
Dennis le pidió a Winnie que se fuera a la habitación mientras él se quedaba a hablar algo con su madre. Ella asintió sin darle mucha importancia, el sueño estaba empezando a ganarle terreno.
Con pereza y cansancio subió las escaleras.
Cuando ambos vampiros escucharon la puerta de la habitación cerrarse, se dirigieron unas miradas inquisitivas. Mavis dio unos suaves golpecitos al sofá junto ella, indicándole a Dennis que se sentara a su lado.
Él acató y se sentó.
—Dime Dennis... ¿Qué sucedió? —preguntó, con cariño.
El joven intentó pronunciar palabra, pero solo abría su boca y la volvía a cerrar. ¿Cómo decirle que Winnie está comprometida? ¿Cómo decirle que la perderá para siempre? ¿Cómo decirle que no quería que se vaya? Intentó varias veces; nada. Mientras más pensaba como decírselo, más afligido se sentía. Y cuando no pudo más, las lágrimas empezaron a brotar.
Cuando Mavis vio como las gruesas gotas surcaban el rostro de su hijo, supo que algo no andaba bien, y debía ser algo muy importante para él. Dennis no era de los que llorara frente a otros, de hecho, hacía años que no lo veía así. Rodeó su cuello con sus brazos y lo atrajo hacia ella en un abrazo. No dijo nada, solo esperó a que se calmara un poco y que él mismo le contara.
—No quiero perderla —susurró.
—¿A quién cariño?
—No quiero perder a Winnie —sollozo, apretando el abrazo con su madre. Quería sentirse seguro.
—¿Qué sucedió?
Dennis le contó todo: la riña con el lobo, la revelación del mismo, la plática en la Rueda de la Fortuna. Mavis escuchó todo con atención, mientras en su mente, ya sabía lo que era, y de eso ella sabía mucho.
Se separó de él y con una sonrisa comprensiva le acomodó uno de sus muchos rizos, mientras le limpiaba una lágrima que corría por su mejilla.
—Ya sé lo que tienes —afirmó.
Él la miró intrigado. ¿Cómo sabía ella lo que él tenía? No puso quejas, después de todo, ella era su madre. Por algo lo decía...
—Ella es tu Zing —aseguró con una sonrisa, entre cariñosa y asertiva—. Por eso te sientes así cuando ella está cerca, por eso te sonrojas, por eso sientes como el pecho tamborilea cuando ella está contigo o te sonríe, por eso te pega tanto que esté comprometida, por eso... no quieres perderla.
—Pero... ¿qué hago? —preguntó a la vez que se pasaba el dorso de la mano por los ojos, limpiándolos—. Ella se va... la van a casar el día después de mi cumpleaños y no quiero que eso pase.
—Dennis —dijo acariciándole la mejilla—, esa decisión no me corresponde a mí, debes decidirlo tú mismo. Solo quiero que recuerdes algo, es una frase que dijo el padre de Jonathan. «Las decisiones del amor no se toman con la cabeza... —Le colocó su mano sobre su rizada cabellera—, se toman con el corazón.» —Ahora, colocó una mano en el pecho de su hijo.
Dennis al oír la frase supo lo que debía hacer, ni él mismo sabía cómo lo supo, pero gracias a eso su mente se aclaró.
—Decidas lo que decidas, siempre estaré orgullosa de ti —le dijo Mavis a Dennis, dándole otro abrazo, esta vez más fuerte que el anterior.
Dennis se separó luego de un rato y se dispuso a subir a su habitación, decidido de lo que haría. Al entrar notó que Winnie no estaba dormida, se encontraba recostada en su cama, mirando al techo; ella posó su mirada en él al oírlo entrar.
—¿Dennis?
Eso lo lastimo un poco, ya no era «Zing-zing», ahora, solo Dennis. Caminó hasta ella y se sentó al borde de la cama, la miró y dio un largo suspiro, para luego sonreír.
—Winnie, quiero decirte algo —farfulló—, yo... tu; digo yo. ¿Por qué es tan difícil? —dijo exasperado luego de un rato, pasándose las manos por el cabello.
—¿Sucede algo? —preguntó ella, sentándose a su lado.
—Winnie... ¡Eres mi Zing! ¿Bien? Te amo —declaró con la voz algo alta.
«¡Listo! Espera eso no sonó muy bien... ¿O sí?», pensó angustiado.
Esperó alguna respuesta, pero nada sucedía y eso lo carcomía por dentro, no lo aceptaba, no lo rechazaba, solo nada. ¡Vamos que diga algo!
Se le quedó viendo fijamente expectante de una respuesta. Ella solo emitió una leve sonrisa, pesada y triste.
—No sabes cuánto ansié que me dijeras eso, pero ahora... —dijo, bajando la mirada.
Dennis sabía que era el Zing de Winnie, entonces ¿por qué se negaba a aceptarlo? De seguro era por el compromiso arreglado. Tomó las patas de ella entre sus manos. Ella alzó la mirada hacia él. Dennis sonrió y sin pensarlo besó tiernamente los labios de la loba. Fue un beso corto, un simple rose, pero que ocasionó que a ambos se les erizaran los vellos.
La sensación en Dennis era indescriptible. ¿Acaso eso que sentía en el estomago eran las llamadas mariposas? No, no podían ser las mariposas, parecían más bien abejas asesinas. Con algo más de confianza volvió a besar a Winnie, tomó su rostro entre sus manos y volvió a acariciar esos suaves labios. Para ambos él era su primer beso, era una sensación extraña, pero hermosa. Y fue aún mejor cuando ella le respondió.
Se separaron sonrojados al máximo y se miraron a los ojos, con una sonrisa se dijeron todo lo que sentían.
—Te amo —susurró Dennis, acariciándole la mejilla.
—Y yo a ti, zing-zing.
Dennis estaba feliz, ¿feliz? Eso era poco, se sentía en las nubes. Era como cuando volaba, solo que multiplicando esa sensación por mil. La vio a los ojos e inconscientemente su mirada se posó en el collar de ella, más especifico, en el pequeño zafiro azul.
Y sin pensarlo musitó.
—Huye conmigo.
—¿Qué? —se sorprendió ella.
—Sí; escápate conmigo —propuso, asintiendo para dar credibilidad a sus palabras—. Tú no te quieres casar con ese lobo de pacotilla y yo no quiero que eso pase. Es ganar-ganar. ¿Qué dices?
Winnie lo pensó por un momento, analizando sus posibilidades.
—¿Y tu fiesta de cumpleaños? Es en cinco días; bueno, cuatro.
—Iremos, y ahí yo enfrentaré a tu padre para que anule ese compromiso.
—¿Pero y cómo sobreviviremos?
—De eso no te preocupes, yo tengo mis reservas —sonrió—. ¿O crees que mi abuelo dejaría que su amado nieto estuviera sin dinero? ¡Vamos, solo di que sí! —dijo tomándole las patas.
Ella asintió, aceptando la propuesta.
Él sonrió feliz, escribió una rápida nota, mientras alistaba un bolso con lo que llevaría: su tarjeta de crédito y su celular, lo demás solo el destino lo dirá.
Abrió la ventana y colocó su pie en el borde de la misma, estirando su mano hacia Winnie. Ella la tomó, Dennis la jaló hacia él quedando a pocos centímetros, rozaron sus narices con cariño y nuevamente acercaron sus labios. Antes de darse el beso, Dennis preguntó:
—¿Segura que quieres huir conmigo?
—Hasta el fin del mundo, zing-zing —sonrió ella.
Se besaron mientras saltaron de la ventana, Dennis se convirtió en murciélago y sujetando a Winnie de la camisa, se fueron de ahí.
El frio aire nocturno entraba con libertad a la habitación vacía, la luz plateada de la luna ingresó iluminando una pequeña carta cerca de la cama...
Mamá...
Seguí tu consejo e hice lo que dictó mi corazón. Espero que lo entiendas, y dile al tío Wayne que vaya cancelando esa boda, porque Winnie es y será mi Zing. Nos veremos de nuevo en mi fiesta de cumpleaños en el hotel.
Los quiero.
Dennis.
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