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   —Junio, 2002
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Entró en la pequeña cabaña, observando todo a su alrededor. Sin poder evitarlo una ligera mueca de molestia apareció en su rostro; la habitación era pequeña, con dos literas en cada esquina, dos muebles para la ropa y una puerta más, la cual suponía era el baño.

No podían haberlo enviado a un lugar peor.

Se sentía mal, él no quería estar ahí. Lamentablemente no era capaz de enfrentarse a su padre.

“Tienes que hacerte un alfa Max. Es por eso que me aseguraré de ello.” Recordar la sonrisa tan escalofriante que le dio su padre le provocaba pesadillas “Te irás en el verano al campamento Alpha, ahí se van a asegurar de que tu casta sea la correcta.”
¿Qué diablos? Es decir, sabía de las creencias antiguas de que "la casta se podía inducir", pero debía ser una maldita broma de mal gusto el hecho de que su padre creyera en eso. No lo creía tan tonto.

Se tiró en una de las camas y frotó su rostro contra la almohada con cierta frustración.

Hey, esa es mi cama— Escuchó una queja.

Levantó su cabeza de inmediato y se encontró con un chico bajito, probablemente de su edad, de ojos rasgados y cabello lacio. Llevaba una expresión de molestia.

—Lo siento, no había nada ahí que me indicara lo contrario— No tenía ánimos para discutir, además, el chico era aterrador.

—Está bien. Soy Yuki— Se presentó, extendiendo su mano. —Yuki Tsunoda— Max la tomó de inmediato.

—Soy Emilian— Se presentó a secas.

—Bien, puedes dormir en la cama de arriba o en esa de abajo, porque aquella de arriba ya la pidió nuestro compañero. Al otro chico no lo he conocido aún—

Max miró ambas literas.
En la litera derecha, en la cama de abajo, dormiría Yuki; en la litera izquierda, la cama de arriba, dormiría el "otro chico".

Para ser sinceros, ninguna de sus opciones le gustaba.

—Dormiré en la cama de arriba— Dijo tras un rato pensándolo. —Gracias Yuki—

—No te preocupes. Por cierto, en veinte minutos nos vamos a juntar todos en el comedor, así que no puedes faltar— Levantó la mano, le dejó una palmada en la espalda con algo de fuerza y sonrió. —Nos veremos en un rato— Y salió por la puerta.

Max suspiró al volver a estar solo en la cabaña. No llevaba ni siquiera media hora ahí y sentía que quería volver corriendo a casa.

Quería meterse entre los brazos de su mamá, que le cantara y acariciara su cabello. No sabía como fue que permitió que su padre lo enviara a tan horrible lugar.

Estaba tan perdido en su enojo qué no pudo notar cuando unos suaves golpes se hicieron presentes en su puerta, los cuales al no tener respuesta, se detuvieron y entonces dieron paso a otro chiquillo.

Un pequeño de cabello oscuro, ojos brillantes y pequeñas pecas apareció en la puerta, observando con curiosidad al chico parado en medio de la habitación.

—Disculpa, no respondieron y creí que no había nadie— Se excusó de inmediato.

—No te preocupes. Debes ser el chico que falta, tienes derecho a entrar cuando quieras— Intentó sonar amable, pues aunque más alto que Yuki, era más pequeño que él, y las pequeñas pecas le daban un toque extra de ternura. —También acabo de llegar, solo he conocido a uno de nuestros compañeros. Esa cama de ahí es la tuya— Indicó.

El chico pareció satisfecho con su asignación y llevó su mochila hasta dicha cama, llevando luego su mirada curiosa a todo el lugar.

Max simplemente se dedicó a mirarlo a él.

—Soy Emilian— Se presentó.

—Soy Checo. Bueno, todos me dicen así y ya es costumbre— Soltó una risita.

Max le acompañó, sonriendo.

—Espero que podamos ser amigos— Añadió Checo.

—Por supuesto—

Se apresuraron a guardar sus cosas en los cajones vacíos y salieron para dirigirse hacia el comedor.
La zona del campamento era amplia —después de todo la inscripción era costosa—, y considerando que era la primera vez que estaban ahí, debían averiguar donde estaba cada sección.

La reunión fue aburrida. Tan solo eran unos chiquillos que rozaban los 12 años. Todo lo que querían era salir corriendo y disfrutar de su verano sin padres —todos, menos Max—. A ellos no les interesaba saber si iban a hacer juegos que "despertarían sus instintos de alfa".

Ese verano sería increíble.

No fue sino hasta la noche, luego de la cena, que por fin los cuatro chicos estuvieron juntos en su habitación y se conocieron entre ellos.

Eran Max, Yuki, Checo y Kevin.
A consideración de Max, los otros tres lucían agradables.

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  —Julio, 2002
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—¡Tiren! ¡Eso es chicos!—

Los pequeños cuerpos sudorosos corrían de un lado a otro con desesperación. El juego de ese día "fomentaba la fuerza de su alfa", tirando de unos carritos tan pesados que Checo estaba seguro de que ni siquiera Hércules podría con todo ese peso.

Luego de que atravesaron la meta todos celebraron victoriosos, dándose palmadas en la espalda y leves empujones. Por su puesto que dentro de ese torbellino fue imposible que Max estuviera metido.
El pequeño rubio se encontraba algo alejado del grupo, bebiendo un poco de agua mientras limpiaba su rostro con una toalla. Checo de inmediato corrió hacia él.

—¿Viste eso Emi? ¡Fue increíble!— Su expresión de felicidad era pura. —¿Me viste? ¿Viste lo que hice? Tire tan fuerte de esa cuerda que Zeus me dio su fuerza y pudimos ganar—

Max soltó una risa mientras asentía con entusiasmo.

-Eso fue increíble Checo, tienes que enseñarme como fue que lo hiciste—

En el mes que llevaban juntos parecía que los cuatro chicos se llevaban de maravilla, aunque a veces Kevin ni siquiera aparecía con ellos en todo el día. Y aunque Yuki había conseguido hacerse amigo de otros chicos, Max y el pequeño Checo permanecían juntos.
Amaban hacer sus rutinas junto al otro, pues todo eran risas y juegos.

Max comenzó a sentir que haber ido hasta ese lugar no había sido del todo malo.

Aprendieron cosas el uno del otro; Checo por ejemplo, era el mayor de los cuatro, pero aun con eso era tierno, noble, gustaba de mirar caricaturas y ayudar a todo el que pudiera. Max por otro lado parecía tener fija una expresión de molestia, pero eso no significaba que era la única emoción que sentía, también le gustaba ayudar al resto.

Probablemente una amistad que perduraria a través de los años.

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  —Agosto, 2002
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Todo se volvió un caos.

No supo en que momento acabó sentado afuera de la oficina del director del campamento, temblando de pavor mientras sus padres hablaban con ese hombre.

Todo había pasado muy rápido.
No supo manejarse.
No quería hacerlo.

Temprano por la mañana, al despertar, notó a Checo en mal estado. Le llevo el desayuno hasta la cama y, luego de observar lo sudoroso que estaba, cayó en cuenta de la fuerte fiebre que tenía.
Corrió de inmediato hasta sus operadores, rogando ayuda para su amigo. Cuando una chica estuvo con el pequeño mexicano, él fue sacado casi a la fuerza. Aunque eso no evitó que se quedara cerca de la cabaña con Yuki, en espera de cualquier información.

Cinco, diez, quince, veinte minutos esperando, pero solo fueron necesarios dos segundos para que todo se descontrolara.

Un fuerte y sabroso aroma a naranjas dulces se extendió por la zona. Algo dentro de él se removió.

Cuando menos lo esperó, una horda de  chicos estaba intentando colarse en la cabaña y llegar hasta su amigo. Checo. Su pobre pequeño. Se miró tan aterrado cuando Kevin abrió la puerta de manera torpe e intentó tirarse sobre él, al igual que el resto.

Max no se lo pensó y corrió hasta su amigo y la operadora del campamento, interponiendose en el camino de los jóvenes alfas —presentados a raíz de la aparición del olor— y su amigo.

Luego de eso no supo exactamente que pasó.

Todo pareció ir en fotogramas.

Él gruñendole a Kevin.
Él y Kevin encarandose.
Kevin sobre él, en el suelo.
Él sobre Kevin.
Una fuerte mordida en el brazo de Kevin.
Yuki intentando separarlos.
Un operador alejandolo del sangrante brazo de Kevin.

Luego de eso no supo más. Todo fue tan borroso. Se sintió mareado y débil de golpe, pero la angustia por Checo jamás abandonó su cuerpo.

Ahora, mientras anochecia, se preguntaba que había pasado con su amigo, sus amigos.

La puerta se abrió y, aterrado, miró quien era. Para su alivio total, era su madre.

—Maxie, mi bebé— Habló con cariño al notar el miedo reflejado en los ojitos azules.

—Mamá...— Un puchero apareció en sus labios. —Te juro que no quería causar problemas, pero quería lastimar a mi amigo y- y-... No sé que me pasó— Sus lágrimas inundaron de inmediato su rostro. —Solo supe que quería lastimar a Checo y corrí a ayudar. Te juro que no quería morderlo—

Su mamá fue hasta él y lo acunó en sus brazos, besando su cabeza y acariciando su espalda.

—Lo que hiciste estuvo mal Maxie, pero estoy tan orgulloso de ti— Susurró la dulce voz. —Escucha mi amor, tu amigo, Checo, se presentó como un omega— El corazón de Max se paralizó

La angustia volvió a su cuerpo de tan solo pensar en lo que alguna vez habló con el pequeño de pecas.
“Voy a ser un alfa Emi, ya verás. Cuando eso pase mi abuelo y yo vamos a celebrar hasta el amanecer. Su único nieto, un alfa de bien.”
Estaba tan entusiasmado aquella noche mientras miraban las estrellas...

—Esos chicos que intentaron llegar hasta él, parece que sus castas despertaron cuando sintieron el olor de un omega en su primer celo— Su madre le explicó con calma. —Eso te incluye Maxie. Eres un alfa—

Max bajó la mirada.

—Quiero verlo... Mamá, quiero ver a Checo— Suplicó.

—Me temo que no va a ser posible cachorro. Sus padres vinieron por él en cuanto supieron todo. Ahora mismo ya no está aquí— Sintió a su hijo aferrarse con fuerza a ella y sollozar, cosa que le rompió el corazón. —Lo siento, pero, quizás en otro momento lo vuelvas a ver cariño. El destino tiene muchas cosas preparadas para nosotros—

Entonces la puerta volvió a abrirse y de ahí salió su padre. Por supuesto, no se miraba en lo absoluto feliz.

—Vamonos de aquí— Fue todo lo que dijo, con tono autoritario.

Su madre, con esfuerzos, lo tomó en brazos y siguió a su marido mientras continuaba arrullando a su pobre y confundido hijo.

Solo esperaba que Checo no se olvidara de él.

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  —Septiembre, 2002

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La familia de Kevin había intentado demandarlos por el ataque a su hijo, pero con ayuda de los directivos del campamento, todo quedó como "un percance de dos alfas recién presentados que no sabían manejar sus emociones". Además de que, según supo, la familia Tsunoda atestiguó a su favor como un accidente.

Lo último que supo de Checo fue que sus padres demandaron al campamento, y aunque él rogó a su padre ayudar a la familia de su amigo, este se negó rotundamente. “Meternos en eso solo nos va a traer aún más problemas de los que ya ocasionaste antes.” Esa había sido su respuesta.

Luego de todo eso no supo más de ninguno de sus amigos.

Los extrañaba demasiado.

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Checo: 12 años
Max: 11/12 años
Yuki: 10 años
Kevin: 11 años

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