WHISKY AND SPICE
—Sabes que podrías haber rechazado la oferta, ¿verdad?— preguntó Jinsol ajustándose los tacones blancos y peinándose los rizos negros, atándolos en una cola de caballo posteriormente. Sus pendientes hacían juego con sus ojos y llevaba un vestido sin mangas negro. Tenía un lazo del mismo color a la altura de su hombro izquierdo y las faldas caían suavemente hasta sus pies.
—Pero dijo que habrá niños que me admiran y no puedo darles plantón.— comentó Jungeun arreglándose la corbata. Iba a llevar un traje negro para combinar con su novia. Se miró de arriba hacia abajo y notó que su corbata roja estaba un poco torcida.— Ayúdame a ponerme esto, por Dios.
Jinsol sonrió levantándose de su tocador y dejó el cepillo en la mesita. Con mucho cariño, la pelinegra le rehizo el nudo y se lo ajustó a la medida de cómo Jungeun lo quería. Besándole la mejilla y sacándole un rubor, volvió a peinarse. La castaña sacó su maletín con correa y se fue a la cocina. Allí tenía un compartimiento con lo que se llevaba a eventos; cuchillos de todo tipo súper afilados, sus especias y combinaciones creadas por ella, su salsa especial y algunos utensilios como palillos, pinzas finas y guantes de telas distintas. Habiendo metido esto e su maletín, dio rumbo a la entrada para dejar este en la puerta.
Volviendo al cuarto se sorprendió por lo hermosa que estaba Jinsol. Jungeun le dejó una chaqueta de traje suya y ahora su novia parecía recién sacada de Vogue. La castaña se engominó un poco el cabello echándolo hacia atrás, sintiéndose como una adolescente. Al ver que su novia agarraba su bolso pequeño con el móvil, un pintalabios, toallitas y las llaves de casa en las manos, dieron rumbo hacia el garaje.
No era tiempo para llamar un taxi y que Taeil le humillase por llegar en ese vehículo, por lo que optó por coger las llaves de su Ferrari. Montando en el coche y arrancándolo, abrió la puerta del garaje a distancia con su mando y la cerró nada más salieron, pisando a fondo para su motor favorito retumbara por las calles de Gangnam. La fiesta era en el hotel más caro de Seúl, a veinte minutos de su casa.
En su mente planeaba llegar pronto y poder pasar desapercibida, pero la noticia de que Jungeun iba a asistir a la fiesta no tardó en hacerse viral. Algunos inversionistas también sabían que habría un rincón para niños en una parte del salón, cuyo se usaría para hacer el banquete. Por esa razón decidieron a última hora llevarlos al hotel, y Jungeun tendría que cocinar para más de doscientas personas, entre ellas a su novia y los cuarenta niños que habría.
—Vamos a ciento veinte kilómetros por hora, ¿no crees que te estás pasando?— dijo Jinsol mirando el reloj. Aún quedaban dos horas y media para el comienzo de la cena, empero Jungeun era la única cocinera allí. Era un reto al saber que Taeil no contrató a nadie más que ella, haciéndole pasar un mal rato.
No iba a tener a nadie más entre fogones, aparte de los camareros, los cuales apenas sabían hacerse tallarines. Jungeun fue informada de que había muchísima diversidad de alimentos, entre muchas diez tipos de carne, diez de pescados, embutidos, legumbres, todas las frutas y verduras y hasta aceites de España.
—No entiendes lo que pasa... Taeil no ha llamado a nadie para que me ayude a cocinar. Voy a tener que hacer menús para doscientas treinta personas. Cuarenta de ellos son niños y luego estás tú.— le miró de reojo.— No quiero cagarla, no quiero que me juzguen.
—Escúchame.— nada más pararon en un semáforo en rojo, Jinsol se abalanzó a su oído para susurrarle.— No vas a liarla, no va a pasar nada. Eres la mejor chef del mundo y eso nadie te lo va a quitar, llevas siendo la inspiración de muchos aspirantes a cocina. No te eches atrás solo porque un lunático quiere humillarte, cosa que no va a pasar si estás conmigo. Yo seré quien te ayude esta noche, y si me lo impiden y no cenas tú primero, nadie cenará.— soltó acariciando su mano.— Estoy ogullosa de ti, amor de mi vida.— besó sus labios girándole el rostro. Jungeun aceptó gustosamente aquellos labios pintados de rojo mate y le devolvió el abrazo.
Un claxón hizo que se separaran y Jungeun miró por el retrovisor y sonrió malvadamente. Sacó el dedo del medio y pitó también su Ferrari. Dándole caña a su bebé italiano, Jinsol se volvió a agarrar del cinturón al ver a su novia desviarse de nuevo por la autopista. Esta vez yendo a ciento sesenta por hora, Jinsol juró que algún día tendrían una muerte asegurada. Su novia al volante transmitía confianza y pasión pero miedo al mismo tiempo.
Luego de dar vueltas por cinco minutos para buscar un sitio en el aparcamiento privado, Jungeun le abrió su lado del coche a su novia y bloqueó el Ferrari para subir por el ascensor. Dándole al piso veinte mirando las puertas cerrarse, Jungeun se inclinó para besarle con cariño mientras que de su espalda colgaba su maletín. La correa tenía un estampado militar, mientras que la tela era cuero duro marrón oscuro, el cual tenía pegatinas con calaveras.
El cuello de Jungeun se tensó nada más llegaron a su destino, dándose cuenta de que había ya al menos cien personas. Un guardaespaldas saludó cordialmente a la pareja y les dejó pasar a un gran ático el doble de grande que su antigua universidad. Alucinó con la cantidad de gente que le reconoció de inmediato aplaudiéndole y chillando su nombre.
—Vaya, vaya... Si Kim Jungeun al final se ha presentado.— una voz masculina chillona se hizo retumbar por la entrada.— Y qué señorita tan hermosa te acompaña esta noche.
—Cariño, este es Moon Taeil, mi querido socio.— habló con ironía intencionada.— Ella es Jinsol, mi novia.— les presentaron.
Taeil tomó la mano derecha de Jinsol para plantar un beso en su dorso y sonreírle. Jungeun le hirvió la sangre al ver esto y se alejaron un poco de él. Taeil siguió con su estúpida sonrisa en el rostro y Jinsol notó que su novia no se llevaba bien con él.
—Si me permites, dime dónde está la cocina y comenzaré la cena.— preguntó Jungeun sin apartar su mano de las caderas de Jinsol.
Taeil les indicó que le siguieran y se metieron por un salón enorme, donde las mesas ya estaban puestas con los nombres de los invitados. En la mesa cuatro estaban Jinsol y ella, junto con algunos importantes nombres que circulaban cada día por el país. El dueño de Hyundai se sentaría con ellas, con el que Jinsol se llevaba fenomenal. También estaba Lee Minsoo, una creadora de contenido digital y musical que llevaba en la fama más de cinco años, contando con tres millones de seguidores.
—Es esa puerta de ahí, la que es doble. Se abre por ambos lados, así los camareros tendrán más facilidades para servir los platos.— primera cosa que tenía sentido en ese lugar.— Si me permites...— se fue con una risa parecida al Joker. Jinsol se alejó de él como pudo y siguió a su novia hacia la cocina.
Era espaciosa, tenía diez fogones en un lado y cinco en otro. Había cinco ollas y sartenes de todos los tamaños. Tenía cuatro neveras dobles para ella sola y Jungeun sacó de su maletín lo único que necesitaba. Afiló dos cuchillos frotándolos entre sí y sonrió a Jinsol.
La pelinegra le robó un beso mientras Jungeun se ponía el delantal. Haciéndose otra coleta en su castaño caballo, esta vez Jinsol se quedó mirándole cómo empezaba la magia. Para empezar, Jungeun pensó en los niños que cenarían allí. ¿Hamburguesas o pizza? ¿Hot dogs o tallarines?
—¿Si tuvieras un hijo y fuera a una fiesta como esta, qué le darías de comer?— preguntó Jungeun acercándose a Jinsol.
La pelinegra parpadeó varias veces antes de apoyar su mentón en una de sus manos. Pensó algunos segundos antes de contestar, aún procesando la pregunta. ¿Si tuviera un hijo? ¿Significaba eso alguna señal o solo porque era la cocinera de banquete?
—Le haría algo con patatas, los niños adoran eso. Quizás verduras también, la lechuga es muy común en dietas infantiles hoy en día. En Londres hacen comidas con formas de animales, ¿por qué no pruebas eso?— le explicó a Jungeun con una sonrisa.
—¿Y si mejor me pruebas a mí, nena?
Jungeun fue caminando hacia donde estaba su novia sentada y se subió a horcajadas de ella con ambas piernas a los costados, besó su cuello y mantuvo sus manos en la nuca de Jinsol. La pelinegra apoyó sus brazos alrededor de la cintura de la castaña, besándole con deseo y lujuria. Sin darse cuenta, Jinsol puso sus manos en los pechos de Jungeun, apretándolos y sacándole un gemido ronco. A su vez, Jungeun fue desabrochándose el pantalón para liberar una presión en su entrepierna.
Jinsol alzó un poco a Jungeun para quitarle los pantalones y dejó a su novia sin ropa de cintura hacia abajo. Apartó el delantal a un lado e incorporándose hacia debajo con ganas, le dio una primera lamida a la gran polla que tenía chocando contra su estómago. Esta vez Jungeun enterró sus dedos en el cabello negro de Jinsol, el cual había perdido los rizos ligeros.
Jinsol masturbó y chupó con ganas la punta del pene de Jungeun, acariciando sus muslos con tatuajes. Subió un poco su camisa y Jungeun dio un respingo al notar las manos calientes de su novia en su estómago. Riendo por el roce, Jinsol volvió a enfocar su boca en la polla.
Levantándose para hacer más fricción, Jungeun forzó los labios de Jinsol y dio embestidas follándole la boca. La pelinegra se comenzaba a ahogar y sacó su pene violentamente para volver a metérselo entero. Con otras tres embestidas más y el fuerte agarre de su cabello entre sus manos, Jungeun se corrió con fuerza dentro, viendo a Jinsol tragarse todo el semen. Besándole salvajemente, Jungeun se puso de nuevo los calzoncillos de Guitar Hero y localizó sus pantalones en el suelo.
Antes de que Jinsol se fuera de la cocina, le dio un guiño rápido a su novia para abandonar el sitio. Sintiéndose en el mismísimo cielo, Jungeun aceptó el reto de cocinar a solas teniendo dos horas para ello. Pero lo que más amó fue el momento que compartió con su novia, renaciendo en el acto para darle fuerzas para completar la misión que tanto le atormentaba.
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