VIBES
Jungeun despertó al lado de Jinsol y recordó lo que hicieron aquella noche. Fue la mejor cena que tuvo en años, y no solo porque compartiera travesuras por debajo del mantel con Jinsol, sino porque finalmente pudo gozar de tener a su familia con ella.
Siempre se preguntó cómo sería que los Jeong estuvieran juntos de nuevo en Seúl, y sus dudas se esfumaron al poder disfrutar de un banquete con ellos. Hyunjin y Yeji abandonaron la casa sobre las diez y media, llevándose a Jinsol en el coche de su padre. Sin embargo, minutos más tarde la pelinegra volvió, esta vez con una maleta cargada de ropa y pertenencias.
Estaba dispuesta a volver a vivir esa vida soñada con Jungeun, porque si no era con ella no iba a ser con nadie más. Otra vez se deleitaron de una buena noche de sexo, donde las palabras más repetidas fueron los "te amo", "te deseo", "te extrañé".
Parecían dos fugitivas del amor que no podían adorar a otra maldita cosa que no fueran la contraria. La castaña se levantó y besó la desnuda espalda de Jinsol y se metió a la ducha. Iba a tener que trabajar de nuevo bajo los fogones por casi quince horas seguidas. No le gustaba nada estar fuera de casa por mucho tiempo, empero su trabajo como la mejor chef internacionalmente le exigía eso.
Tenía en su poder más de veinte restaurantes, diez cafeterías, diez bares, siete pubs y cuatro tabernas. No podía dejar su trabajo porque sí, y tampoco tenía tiempo para unas vacaciones. A pesar de tener a sus mejores amigos gestionando sus negocios, y aunque quisiera no trabajar nunca más, sabía que le hizo una promesa a su madre. Cuidar el Delicious Taste como la palma de su mano.
Cuidó cada detalle como su madre siempre quiso, y compartían mismos gustos, por lo que nunca se fue muy lejos de decorarlo a la perfección. Yeji fue la primera en verle caer financialmente al gastárselo todo en su ludopatía, en el consumo de las drogas y en las facturas del hospital.
Sin embargo había pasado un día desde que estaba limpia, y eso fue gracias a la llegada de Jeong Jinsol a Seúl. Su retorno dejó a todos con las bocas abiertas, incluso a los dueños de Hyundai, de los cuales eran socios.
"Jeong's & Run" era finalmente una marca propia y no una empresa reconocida por exportación e importación de moda. Al fin Jinsol pudo desarrollar su propia marca de ropa lujosa y cara, llevándole a la cima. Los últimos meses tuvo varios problemas al poder abrir una de sus tiendas, e inauguró por fin una boutique en el centro de Londres, al lado de Harrods.
Colaborando con los dueños de Hyundai, la noticia no tardó en hacerse tendencia por las redes sociales. ¿Cómo era posible que una mujer tan bella, femenina, sofisticada y derecha como Jinsol no tuviera pareja? Durante esos ocho años trabajando y estudiando fue la primera pregunta que todos se hacían. Era imposible que la reina de la industria de la moda estuviera soltera, sin embargo en todas sus entrevistas decía que su corazón le pertenecía a una cocinera.
—Buenos días dormilona, es hora de desayunar.— sonriéndole a lo grande, Jungeun se acostó encima de Jinsol para darle besos en las mejillas. La pelinegra abrió los ojos lentamente y le correspondió la sonrisa para apartarse los pelos del rostro.— Aún estás más sexy cuando te despiertas.
—Cállate.— susurró y cogiéndole del cuello le besó con ganas, lujuria, amor...— He estado tanto tiempo anhelando esto...— acariciándole los pómulos, Jungeun se levantó de la cama para servirle el desayuno en una bandeja.
Jinsol se sentó contra el respaldo tapándose con las sábanas y olió el rico aroma de las tostadas con miel y azúcar que le preparó su amante. Jungeun se sentó a su lado y le robó una fresa del cuenco. Acariciándole el hombro y haciendo círculos en su hombro, Jinsol se estremeció al ver a Jungeun tan vulnerable.
Sus ojos tenían muchas ojeras que tapaba con maquillaje ligero. A Jungeun nunca le gustó el maquillaje ni los retoques, ya que pensaba que la belleza estaba en el interior. Por supuesto tenía que venir de Kim Jungeun, la mujer más hermosa de la historia, según Jinsol. Fue por eso por el cual Jeong a veces no se maquillaba, dejando ver su hermosa cara sin pintalabios o colorete.
Jungeun se enamoraba más de ella cada día y sus ojeras eran tapadas con poca base, haciéndole ver un poco más joven. Jinsol pudo darse cuenta de esto al reírse de que la castaña había comprado un tono más oscuro que su piel blanca. Besándole con cariño y abrazándole con ganas, terminó su desayuno para dejar marchar a su amante hacia el trabajo.
Antes de que Jungeun se fuera con su mochila en la espalda, Jinsol salió desnuda de la cama y corrió hacia su mayor. Sonrieron por ello y la pelinegra besó los labios de Jungeun con mucho, muchísimo amor.
—¿Qué somos ahora?— preguntó Jinsol asustada. Sabía que Jungeun le amaba, mas temía que solo fuera una noche de pasión o desquite del trabajo, y que cuando volviera del restaurante le pidiera desaparecer. Sin embargo, sus miedos se esfumaron cuando Jungeun le envolvió entre sus brazos y de sus orbes salían corazones.
—Podemos ser lo que quieras que seamos, porque yo me muero por ser tu esposa... Pero hay que dar paso por paso y sanar aún. Por ahora entonces quiero que seas mi novia, que nos conozcamos de nuevo, que nos contemos todo, que sepamos nuestros secretos, que no nos olvidemos de la otra... Que nunca nos separemos, jamás.— picándole en la nariz con el índice, ambas sonrieron a lo grande por la declaración de Jungeun.
—Sí, sí... Seamos eso, siempre juntas, mi amor.— Jinsol sin acordarse de que seguía desnuda, subió de un salto a la cintura de Jungeun, quien por inercia le agarró al instante. Rodeándole con sus piernas, la pelinegra besó con intensidad a su novia.
Qué hermoso era llamarle como su novia ahora.
Jungeun tuvo de dejar a Jinsol en el sofá para que le dejara ir a trabajar, y juraría que iba a llegar tarde. Tomando un taxi para ir hacia el Delicious Taste, luego de recordar de que su motocicleta Hyosung se había quedado allí el día anterior, se despidió de su novia gritándole. Jinsol se asomó al balcón, esta vez envuelta en una toalla, le devolvió el gesto lanzándole un beso en el aire.
Orgullosa de lo que había conseguido, Jinsol volvió al cuarto y habiéndose duchado, se puso un conjunto casual, formado por una falda negra y una camisa blanca ajustada. Tendría varias reuniones por FaceTime y quería estar presentable en su primer día trabajando en su ciudad natal.
Más que nadie en el mundo, Jinsol sabía lo mucho que sufrió Jungeun durante su vida, pero esta vez cambiaría las cosas para bien, tenía fe en que todo cambiaría. Porque por eso y por mucho más, le tenía fe a su amor, el cual nunca moriría.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro