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VENGEANCE

—Mi casa es esa, la negra con baldosas blancas.— Jinsol giró hacia la derecha por donde Jungeun le había indicado. La casa de la castaña era sencilla, moderna y no tan pequeña como pensaba. Calculaba que podrían haber tres o cuatro habitaciones y dos baños. Nada más salir del coche de su padre, Jungeun se agarró un poco la cabeza tambaleándose.

Intentó llegar hasta la puerta de su casa cuando se desplomó en el césped, bajo la incrédula mirada de Jinsol. Si Jungeun se había desmayado eso significaba que ella misma tendría que cargarla e ir con ella hacia adentro. Con poco esfuerzo sacó las llaves de los pantalones de Jungeun y abrió la puerta sin problema. Cogió ambos brazos de la castaña y le arrastró unos cuantos metros hasta meterla en la entrada.

Olvidándose de su ex novia inconsciente, observó con todo detalle la casa. Era espaciosa, con colores oscuros y suelos de madera marrón chocolate. El salón contaba con una televisión de mediana medida, no tan grande ni tan pequeña. El sofá era gris de cuatro plazas, teniendo en uno de los lados un almohadón más grande, que permitía tumbarte en él. La alfombra era de terciopelo bueno, a juzgar por los gustos de Jungeun, esta tela era la mejor del país. Las lámparas eran iguales para todos los sitios, solo que cambiaban su color o intensidad.

En la cocina encontró un mármol moderno y blanco, y la zona de la cocina era una obra maestra. Estaba más que obvio que, teniendo a la mejor chef del mundo por mucho años seguidos, su cocina iba a ser la parte más exquisita del hogar. Las baldosas que adornaban el suelo eran grises y negras, dándoles contrastes de sombra.

Tenía una nevera de doble puerta. En la izquierda se hallaban frutas, verduras, mantequilla, huevos, leche, vino, etc... En la derecha todo tipo de carne, pescado, legumbres... Y los alimentos parecían nunca acabarse. Abandonando ese sitio, puso su mirada en un pasillo grande. La curiosidad mató al gato, o en este caso, a Jeong Jinsol. 

Caminó hacia su destino para encontrarse con varias puertas y marcos colgados en su pared. La primera puerta era un baño elegante con una bañera encristalizada, sirviendo también como ducha al apreciarse una madera en el suelo. El lavabo era moderno también, con un espejo grande y macetas con rosas por los alrededores. La siguiente puerta era una habitación pequeña, cuya no tenía muebles o decoración. 

Abrió la tercera y se encontró con una especie de despacho. Observó el ordenador de Jungeun, descifrando que lo usaba para jugar a videojuegos, ya que su teclado y ratón tenían las típicas luces que volvían locos a los gamers. Tenía dos pantallas de tamaño mediano, de buena calidad al ver la marca Samsung grabadas en ellas. Sus cascos también tenían luces, y rio al ver orejas de gato salir de estas. A su lado había otra mesa con libretas encima, echando una vista se sorprendió al leer lo que había en una de ellas. Eran nuevas recetas para su restaurante, el cual iba de bien a mejor.

Otras estanterías estaban en la habitación. Una de ellas tenía millones de libros, que seguramente Jungeun leyó y se aprendió de memoria. En la otra habían más fotos, esta vez de más logros y trofeos que ganó. Cerrando la puerta, se metió en otra para dar con un baño más grande. Quedaban dos más, ojeando una de ellas que era exactamente igual a la vacía. Pero la puerta del fondo le llamaba más la atención.

Entrando al cuarto, se dio cuenta de lo grande que era. Supuso que era la habitación donde dormía Jungeun. Se tumbó en la cama enorme que había y lo perfecta que estaba hecha. Las sábanas estaban planchadas y perfumadas, el covertor de la almohada era suave y recién cambiado. Amaba el detalle de que Jungeun seguía siendo ordenada y limpia, a pesar de saber las cosas que hizo.

Miró a ambos lados, encontrándose con un armario a su izquierda y una mesa de noche, donde una lámpara reposaba. A su derecha, una réplica de la misma mesa y la misma lámpara. Pero vio otro cuadro, uno más pequeño. Cuando lo agarró para observarlo, su aliento y sus piernas se inmobilizaron. Era una foto de Jungeun y ella en un fotomatón besándose, viendo también como en esta foto ella misma enseñaba el anillo con el que Jungeun se le propuso. 

Siempre tuvo curiosidad por saber si había otro anillo para la castaña. Resolvió todas las dudas al abrir el cajón, viendo la misma caja de terciopelo que le dio Jungeun ocho años atrás. Sonrió al ver el mismo anillo. Jinsol nunca se deshizo del suyo y siempre lo tenía puesto o guardado en la caja en su bolso, en el coche o simplemente en su tocador de maquillaje.

Se llevó la cajita a su pecho para retenerla allí. Con mucho amor suspiró porque sabía que Jungeun aún le amaba, al igual que Jinsol a ella. Cuando vio la hora, se dio cuenta de que media hora antes había llevado a Jungeun a la entrada. Habiéndose ido del cuarto, vio a la castaña en la misma posición que cuando le había dejado. Haciendo la misma maniobra, le agarró de los zapatos esta vez y le metió en su habitación.

Con mucha fuerza pudo levantarle y tumbarle en la cama, haciendo que esta rebotara por el impacto contra el colchón. Fue quitándole la ropa para ponerle algo más cómodo. Revisó que su frente estuviera bien, y se dirigió al baño para coger toallas pequeñas y echárselas con agua fría. Los zapatos volaron por los aires nada más se los quitó. La camiseta igual y se sintió más enamorada al ver el torso de Jungeun igual de lleno con tatuajes.

En su pecho había una brújula partida con un reloj, a sus lados unas cuerdas de barco y un ancla, y debajo apreció unas letras que ponían; "J + J = X". 

Sonrió porque era obvio que una de las J era de su nombre. Dedujo que era "Jungeun + Jinsol = X". ¿Pero qué podría significar X? ¿X acaso era amor? ¿X era dinero? ¿O más bien vida? ¿O quizás libertad? Parecía que volvía a la secundaria aprendiendo matemáticas cuando tenía que descifrar el valor de X. Estaba con esa gran duda que no tardaría en preguntarle. En el estómago tenía un tigre feroz y hambriento con la mirada fija. De su boca salían corazones de todo tipo; con pegatinas, rojos, sonrientes, cantando... Detrás del tigre tenía unas olas de mar al estilo japonés de la yakuza. 

Quiso indagar más cuando sintió a Jungeun moverse lentamente. Abrió los ojos despacio para encontrarse con Jinsol sentada en su cama. Dio un fuerte grito y se cayó del colchón, dejando una risa tímida en el rostro de la pelinegra. Y no, su torpeza siempre estuvo ahí.


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chuuchatumadre actualicé puta.

próximo capt lleno de sexo.

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