RITUAL
Jungeun despertó por la alarma en su teléfono notando cómo el amanecer era más oscuro que nunca. Recordó los mimos que compartió con Yerim antes de que se fuera a su casa. Le dejó un mal sabor de boca ver cómo sus madres aún no le habían escrito, diciéndoles que llegaron bien anoche.
Habiéndose duchado y puesto ropa desgastada para ir a clases, un mensaje de Taeyeon le alivió la mañana. Estaban hospedadas en la casa de una de sus amigas. Volviendo a respirar con normalidad, se montó en su Hyosung para ir hacia el instituto.
Una vez allí, quitándose el casco para atarlo a las ruedas, ajustó su mochila y entró por las puertas. Saludando a varios compañeros por los pasillos, se metió a su primera clase, notando una mirada encima de ella. Girándose disimuladamente vio a Jinsol sin quitarle el ojo de encima. Sintió pena por ella, pues le había besado, probablemente haciéndole ilusiones y luego le rechazó.
Se odiaba como persona y sabía que aún no le había pedido perdón como debía.
Habiendo entrado el profesor por el aula, dieron comienzo a una larga jornada de aburridas clases, en las que, hiciera lo que hiciera, sacaba excelentes. Recordaba cuando Yeojin y Chaewon le pidieron tutorías para Literatura, otra vez aprovechándose de su inteligencia.
Estaba harta de recibir sólo propuestas de estudio, sin embargo nadie se preocupaba por su estado de salud o mental. No podía más y quería acabar ya con el curso, dándose por satisfecha de que no volvería a ver a ningún compañero suyo jamás.
Estuvo atrapada entre las paredes de su institución por otras seis horas más. Tuvo momentos románticos con Yerim, otros peleándose con un garrulo más... Pero lo que más le llamó la atención fue un chico acercándose a Jinsol de manera inoportuna. Se sabía que Hyunsung tenía reputación de delincuente, mujeriego y maltratador. Bajo ninguna circunstancia iba Jungeun a permitir que Jinsol saliera herida.
—¿Entonces qué? ¿Te animas a ir a comer conmigo?— le alzó las cejas sonriéndole descaradamente.
—Agradezco tu interés, pero no quiero.— puso una mueca de asco, siendo tirada del brazo por Hyusung.— ¡Suéltame, estúpido!
—A mí nadie me dice que no.— con su mano buscó su falda, a punto de subirla.
Jinsol ponía resistencia, queriendo salir de allí con toda la fuerza que tenía. De repente vio cómo Hyusung se echaba hacia atrás, cayendo al suelo. Jungeun le había cogido del cabello y le tiró, pisándole con sus botas.
—Vuelve a acercarte a ella y a la próxima tus dientes pagarán tus acciones.— escupió en su cara, llevándose a Jinsol de ahí. Metiéndole en el baño, le metió en un cubículo para revisar sus muñecas.— Ese idiota...— suspiró.
Jinsol le miró avergonzada, apartándose un poco de ella. Jungeun notó esto, sujetándole suavemente desde las caderas.
—Perdóname... Lo siento si ayer te confundí por cómo te besé.— sus orbes iluminados decían lo contrario.— No debí hacerlo y no quería hacerte ilusiones.
—Me besaste, pero dijiste que te arrepentías.— se soltó de ella mirando hacia el suelo, cabizbaja mientras su mayor le seguía con los ojos.
—Lo sé, y perdóname... Mereces a alguien mejor que yo, que no te haga esto.— acariciando sus pómulos sintió un temblor por parte de la más baja.— Te mereces que alguien te quiera, te respete, te cuide, te ame.— fue acercándose más y más.
—Jungeun, dices cosas que tus acciones contradicen todo...— se dejó tocar por ella, llevando sus manos a las solapas de la camisa de esta.
—He corrido tantos kilómetros para encontrar a una mujer que me amara, y que nunca se fuera de mi lado... Pero debo hacer que sepas que eres tú esa mujer que necesito, sólo tú.— besando sus labios, Jinsol siguió moviéndolos al ritmo de los de Jungeun. La castaña se sentó en el váter, teniendo a la pelinegra a horcajadas suya. Gimieron por el gran gusto que tenían, dejando que sus dedos se juntaran con cada caricia que se daban.— Ven esta noche a mi casa, la tendré sola.— rieron por lo dicho, siguiendo demostrándose que se amaban como el primer día.
Al estar metidas por tanto tiempo en los baños, se les pasó los minutos juntas. Arreglándose la ropa sin salir aún, se dedicaron unas miradas cómplices. Jinsol fue la primera en irse, girándose para guiñarle el ojo a Jungeun. Unos minutos más tarde, la castaña decidió imitar a su menor, yéndose hacia la salida del instituto. Encontrándose con su novia, le abrazó por la espalda para despedirse de ella, pues Yerim igualmente le dijo que no iría con ella aquella tarde.
Volviendo a casa y aparcando su motocicleta, se propuso a hacerse un tteokbokki y ensalada de espárragos. Hizo los deberes, ordenó la casa e incluso le dio tiempo para ir al gimnasio. Aprovechó demasiado el día, pero haciendo menos cosas de las que normalmente hacía. Con las tareas principales hechas y teniendo su agenda preparada, pensó internamente en qué cena le haría a Jinsol cuando viniese.
Estaba hecha un lío. Quería a Yerim, le quería a su lado, sin embargo no de la misma forma que pensaba en un principio. Se enamoró de ella, y mucho, al igual que Yerim de ella. No obstante, Jungeun fue la primera en darse cuenta de sus verdaderos sentimientos. Cuando hablaba con Yerim, notaba que tenían varias diferencias en cada tema que sacaban. Con Jinsol era opuesto. La pelinegra amaba escucharle hablar, quería saber más de ella, sentir como ella sentía...
Fueron un par de horas para tenerlo todo listo. Preparó la mesa y puso música antigua para recibir a Jinsol en su casa. Saltando del susto al oír el timbre, no tuvo más que abrirle a la chica que amaba.
—Te ves increíble.— titubeó Jungeun al verla con el vestido que le regaló.— Ven aquí.— le arrastró hacia el interior, besando sus labios para formar contacto con ella.— Eres tan hermosa.— sonreí sincera con corazones en sus ojos.— Espero que te guste la cocina italiana.
Jinsol asintió para ponerse cómoda, dejando su bolso pequeño en el sofá. Fue por detrás de Jungeun, abrazándole por la espalda, apoyando su cabeza en el hombro contrario. Jungeun sonrió al notarle más cariñosa de lo normal, no oponiéndose a ella. Girándose sobre sus talones le alzó por los muslos para depositarla en la encimera.
Empezaron con unos besos suaves, dejando que la otra tomara las riendas. Jinsol atrapó las mejillas de Jungeun con sus palmas atrayéndola hacia ella cada vez más. Jungeun tenía sus manos en la espalda de Jinsol, chocando con la encimera cada vez que quería tocarle el culo. La pelinegra rio por ello, enrollando sus piernas a la cintura de la mayor.
Al notar un roce gimieron con fuerza soltando suspiros. Jinsol arqueó su espalda para darle acceso a Jungeun a su cuello. Pero estuvieron tan inmersas en lo suyo que la cena se les quemó. Jungeun no tuvo otra que pedir una pizza, sonriente por ser igual de torpe de lo que era en un principio. Jinsol simplemente besaba cada contorno de ella, enamorándose incluso un poco más de lo que ya estaba.
Fueron minutos de risas y contemplaciones a las estrellas, Jungeun admiraba al ver a Jinsol hablando por lo bajito para no asustar a la luna con tanto amor que se tenían, sintiéndose envidiada de la galaxia al tener al tesoro más preciado del universo.
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