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MEANT TO BE

La cena no tardó en servirse y Jungeun se encargó de servirles el vino a sus familiares. La primera en saborearlo fue Yeji, quien notó un sabor dulce y exquisito en sus papilas gustativas. Aplaudió a Jungeun por haber encontrado un vino tan delicioso, seguida de Hyunjin, quien también le felicitó.

Sin embargo, Jinsol decidió probarlo en otra ocasión, haciendo que Jungeun se preocupara. Al ver que los Jeong tenían hambre, los cuales consideraba como a sus padres también, les ofreció rebanadas de pan con aceite y sal mientras sacaba la cadera y las costillas en platos. Echando la salsa Kim en los platos, llevó los cuatro sin problema y se los colocó a cada uno enfrente. 

Una vez se sirvieron y la tatuada puso música en sus altavoces, sintiéndose adolescente de nuevo cuando sonó su playlist favorita. Eran las mismas canciones que cantaba con Jinsol en sus días de pareja. Una pena que no fuera así ya...

—Esto es un manjar real y no lo que hace Gordon Ramsay. Ni siquiera Bochunon o cómo se diga.— comentó Hyunjin masticando el trozo de cadera de ternera. Estaba alucinando con la cocina de Jungeun.

—Se dice Robuchon, es Joël Robuchon. No creo que le llegue a la suela del zapato.— comentó Jungeun desprevenida por una caricia que le dio Jinsol en su muslo. Bajó la mirada discretamente hacia la mano contraria y vio cómo la pelinegra subía peligrosamente hacia su entrepierna.

—Y la salsa Jungeun, la salsa...— se chupó los dedos Yeji al coger las costillas con las manos. Aplaudió de nuevo a Jungeun y le vio nerviosa.— ¿Estás bien, hija?

—S-Sí, sí... Es que...— buscó una excusa cuando los dedos de Jinsol acariciaron sus partes íntimas.— Es solo que me emociona estar los cuatro juntos otra vez.— esta vez Jinsol le dio un beso en la mejilla y se apoyó en su hombro para asentir. 

Sabía que Jinsol era una bandida, aunque no recordaba que lo fuera a tan calibre. Las manos de Jinsol simularon coger las de Jungeun bajo la mirada de sus padres, haciendo todo lo contrario. Bajó la cremallera de los pantalones de Jungeun y metió una mano a través de sus calzoncillos para toquetear su bulto. Yeji siguió comiendo y Hyunjin le sujetaba el cabello para que no se manchara.

Jungeun aprovechó que sus padres estaban distraídos con la comida, le manoseó a Jinsol por debajo del vestido. Recordaba que este era un poco más largo en el pasado, haciendo que la pelinegra se lo recogiera un poco por la altura de los muslos. Abrió las piernas para ella y comenzó a acariciar aquel clítoris hinchado por encima de la tela. 

La castaña vio a Jinsol sacar toda su polla por debajo de la mesa y salió disparada hacia su estómago. Faltaron un toques para que tuviera una erección inmediata y Jinsol se apretó los labios para no soltar un gemido. Jungeun apartó con sus dedos las bragas de encaje y frotó el clítoris con más facilidad. 

Abriendo un poco más las piernas, Jungeun disimuladamente escupió en sus dedos para meterlos dentro de su vagina. Jinsol apretó la silla para no jadear enfrente de sus padres, los cuales seguían comiendo o mirando el teléfono.

—Jungeun, mañana voy a ir a una exposición de coches de drift japoneses. Es a las seis en el aparcamiento de Hakdong, puedes traerte a mi hija.— habló Hyunjin sin despegar su mirada de su teléfono.

—B-Bien, iremos... ¿Verdad, Jinsol?— preguntó mirándole, quien asintió con un sonido afirmativo. Sin despegar sus ojos de ella, Yeji se excusó para llevar los platos sucios a la cocina. Ahora tenían a una persona menos en la mesa y Jinsol quería que su padre se fuera ya. 

Jinsol fue masturbando aquella gran polla que tenía en su mano y con la otra se llevaba trozos de la carne a la boca, simulando comer cuando solo callaba sus gemidos. Con fuerza llevó su cabeza hacia el espaldo de la silla, ignorando el ruido pequeño que hizo. Llamando la atención de Jungeun, agradeció que el que no se giró fuera Hyunjin. 

Su padre finalmente abandonó el comedor para ir a fregar los platos, cruzándose con su esposa quien salía de ese cuarto. Yeji les miró para irse hacia el salón, también dando gracias porque el sofá grande estaba despaldas a la mesa. La señora Jeong puso las noticias y Hyunjin se le unió unos segundos despúes con las mangas arremangadas. 

Pusieron una película de comedia y la escena que salió le causó mucha risa a Jungeun, haciendo que profundizara sus dedos en las paredes de Jinsol. La pelinegra soltó un gemido que fue tapado por las voces de la película. No sabía cuántas veces había agradecido al de arriba por las casualidades que le estaban pasando.

Jungeun aumentó las embestidas con sus dedos y Jinsol subía y bajaba su mano por los veinte centímetros de la castaña. Sonrió por volver a ver su nombre tatuado en kanji al principio de la polla de Jungeun. Viendo que sus padres estaban muy inmersos en la película, Jinsol movió las caderas para ayudar a su amante. No les faltaban mucho para terminar.

—Jinsol, una de tus amigas me preguntó si ibas a ir a visitarla algún día de estos.— dijo Yeji sin girarse. Tanto la cocina como el salón daban a caras opuestas al comedor, dejando a las dos poder seguir con sus trabajos tranquilamente.

—¿Cuál de todas?— preguntó con la voz entrecortada.

—Sorn, la tailandesa.— contestó Hyunjin riéndose viendo la televisión. Palmeó sus muslos por la risa intensa y se secó algunas lágrimas, dejando a Jinsol un poco más apurada.

Cada vez que Hyunjin soltaba lágrimas por alguna comedia estúpida, siempre tenía la rutina de ir al baño para lavarse la cara y volver a reír como loco. Si su padre se giraba estaban muertas. La cocina estaba enfrente de Jungeun y Jinsol, y el salón conectaba con esta. Al salir del lugar, los padres de Jinsol fueron directos al sofá ignorando la mesa, pero ahora podrían ser descubiertas masturbándose. Estaban de lado cara al sofá, el cual estaba despaldas a ellas. Un movimiento en falso y les pillarían.

Sin embargo el momento no llegó, pues Hyunjin se secó las lágrimas con la camisa y siguió riendo con Yeji. Inesperadamente ambas se corrieron y los fluídos de Jungeun cayeron al suelo, mientras que la mesa se llenó de semen. Llenas de amor y risas discretas, se limpiaron corriendo por el pasillo, siendo tan suertudas de que los Jeong no se girasen.

Rieron a pulmón abierto y recordaron sus días cuando estaban en la cama las veinticuatro horas de los siete días. Se amaban con tanta intensidad que nada podían separarlas. Jungeun le juró amor eterno a Jinsol, y eso es lo que quería hacer. No obstante, Jinsol abrió el cajón de Jungeun, cogiendo de nuevo la caja de terciopelo. 

La castaña fue hasta ella para besarle bruscamente y Jinsol le puso el anillo en el anular a Jungeun, abrazándose a su pecho una vez más, sintiendo su corazón latir con la misma intensidad de cuando tenía trece años.

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