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IGLOO

—Dormilona, te he hecho un desayuno exquisito.

Jungeun levantó a su novia con sus brazos, cargándola al estilo princesa. Jinsol simplemente reía somnolienta y no se quejó del dulce trato que recibió. Luego de estar follando toda la noche hasta el amanecer, pensaba la castaña que su novia merecía un día lleno de caprichos.

—Mira, prueba esto.— al llegar a la mesa de la cocina y sentar a Jinsol en sus piernas, la pelinegra degustó el plato que Jungeun le había cocinado.— Es una receta que pienso poner en mis cafeterías. Ahora tengo muchas ideas para temáticas para mis pastelerías. Igualmente no son tan buenas, quiero decir, sí quiero que me des tu opinón...

—Me encanta esto.— se abrazó a ella con cariño apegándose más a Jungeun. Besando su cuello con delicadeza y acariciando su nuca, Jinsol ronroneó prácticamente en su regazo. Moviéndose para atrapar otro trozo con el tenedor, aprovechó y le dio un poco a la castaña de su desayuno.

—Creo que debería añadirle más miel, ¿no?

—Cualquier cosa que hagas me gustará, y me enamoraré de tu comida cada vez más.— sintiendo su corazón salirse de su pecho, miró a Jungeun con amor, quien le devolvió el gesto.— Pero no me hagas más de estos o engordaré.— rieron y Jungeun apretó su estómago para atraerla más hacia su pecho.

—Seas como seas, estés como estés, siempre te voy a amar.— besándole con tanta lujuria jamás vista, Jinsol empezó a sentir calor de nuevo.— No podemos seguir haciendo esto o Nayeon me volverá a regañar por llegar tarde.— poniendo sus manos en su espalda, Jinsol dejó que Jungeun se levantara para ir a ducharse. Acompañó a su mayor hacia el baño viendo cómo se quitaba la ropa interior.

La pelinegra mordió su labio al volver a ver la perfecta desnudez de su pareja, la cual había culminado dentro de ella minutos atrás. Ambas había tenido una noche llena de sexo y gritos, sumados a múltiples orgasmos por parte de las dos. Había sido una semana muy larga para Jungeun al atender a más de diez mil personas en sus propiedades, y Jinsol aún estaba negociando con Moon Taeil.

Jungeun seguía sin apoyar la idea de que su novia hiciera tratos con su mayor enemigo, sin embargo eran decisiones que tomaba Jinsol y las tenía que aceptar. Aún recordaba cuando Taeil infectó el Delicious Taste con cucarachas y ratas nada más Jungeun cumplió los veintidós. O cuando uno de sus amigos le robó todas las sartenes y ollas de la cocina.

Soportó muchas tonterías a lo largo de esos ocho años, pero no iba a consentir que le hiciera algo a Jinsol. Fue vigilando los contratos que firmaba su novia por la noche, precisamente cuando esta se iba a dormir y no se enteraba de nada. Leyó cien veces cada contrato que le ofreció Taeil, dándose cuenta de que no había nada extraño. Un impulso le hizo ir una mañana a amenazar a Moon, cuya acción no pasó desapercibida por Jinsol.

Arriesgó el ir una segunda vez a amenazar a Taeil, si no fuera porque Jinsol se encontraba reunida con él la tarde en la que acudió a su oficina. Habiendo discutido con su novia por un rato y yéndose a dormir al sofá, tuvieron otra reconciliación en la cama.

Amaba con todo su corazón a su chica, y aguantó ocho años de humillaciones, maltratos y desprecios con tal de volver a verla. No tenía ni idea de cómo pasó, no obstante no iba a dejarle de nuevo.

—Voy a tener que irme ya, he quedado para hablar con unos arquitectos.— habló Jinsol saliendo de la ducha mientras se secaba el cabello. Jungeun se apoyó del marco de la puerta viéndole desnuda con un sonrojo en el rostro. Jinsol se dio cuenta y sonrió coquetamente, moviendo sus caderas a la par yéndose a cambiarse.

Jungeun sabía que Jinsol era hermosa, pero no recordaba que lo fuera tanto. Su rostro fue tallado por los ángeles, su cuello era precioso y perfecto para ser ahogado por las noches. Tenía un cuerpo que la misma Venus envidiaría, y sus perfectas y largas piernas le hacían ponerse nerviosa. Era perfecta, su mujer era perfecta.

Llevaban tres meses saliendo desde que Jinsol volvió a Seúl y Jungeun encontró de nuevo su motivación para no rendirse y tirar todo a la mierda. Llevaba tres meses sin consumir ningún tipo de droga y por fin había conseguido no alejarse del tesoro más preciado de su vida, su novia.

Desde que tenía memoria pudo recordar todo lo que vivió con ella; una separación y una distancia, un enamoramiento fugaz, una propuesta por las nubes y nuevamente el dolor de dejarla ir. Pero no estaba en sus planes abandonarla ni permitir que Jinsol se cansara de ella.

Esta vez tenía una ocasión perfecta para repetir lo que ocho años atrás le preguntó, y sacó el anillo que le dio cuando tenían diecisiete años. No olvidó el rostro de felicidad de Jinsol cuando le pidió matrimonio aquella noche de fiestas navideñas, cuando el único sonido que podían escuchar fueron sollozos y besos.

Tenía miedo de no ser la misma Jungeun que ocho años atrás. Temía por no poder darle lo que Jinsol merecía, y su pudiese le hubiera regalado la galaxia entera. Ninguna estrella podía compararse con Jinsol, ni mucho menos.

Jungeun se despidió de su novia alzándole por los aires para besarla con pasión y se dirigió a uno de sus coches. Comprándose un Mitsubishi Lancer tuneado para carreras, Jungeun lo apodó como su nuevo bebé. Compartiendo lona con sus otros coches, la castaña decidió pasear con este en concreto. El diseño le recordó al Karin Kuruma, del Grand Theft Auto V, por lo que decidió comprárselo. Si Jinsol contara la cantidad de coches que Jungeun quería...

La tatuada le dio marcha al coche, provocando que el motor asustara a los pájaros que habían colgando de los árboles. Riendo fuertemente por la vida que tenía, pensó dos veces en lo que quería en su vida. Dio camino hacia el Delicious Taste para aparcar en la plaza de empleados. No se sentía superior a nadie, bajo ningún concepto. Simplemente era la jefa y dueña de todo el imperio Kim, mas siempre supo lo que era ser menospreciada. Se hizo cargo de varios vagabundos de la calle, tanto por hogares decentes como por sus seguros médicos.

Por su generosidad fue premiada por una organización contra las drogas, sin saber que ella era una de las que más consumía. Le daba consejos a jóvenes de veinticuatro para que no entraran o se alejaran del mundo de las sustancias, dejando ver esa doble cara que tenía. Aceptaba la culpa y admitía haber gastado muchísimo dinero en drogas, alcohol y apuestas, sin embargo Jinsol empezó a abrirle los ojos. Indirectamente Jinsol le estaba salvando la vida y daba gracias al de arriba por haberse vuelto a encontrar con ella, con su único amor.

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