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DOPAMINE

—Imagino que ayer te reconciliaste con la señorita Jeong, ¿cierto?— preguntó Nayeon viendo a su jefa llegar a su oficina.— Y también imagino que por la sonrisa que traes se trata de algo más que bueno.

—Hemos vuelto, ella y yo ya somos pareja de nuevo bajo la promesa de contarnos todo, no tener secretos nunca más y poder estar a su lado siempre. Realmente le amo más de lo que me puedo amar a mí misma.— esbozó una risa risueña. Nayeon nunca estuvo tan feliz por Jungeun desde que le contó ocho años atrás que se casaría con Jinsol.

—Las segundas oportunidades existen, jefa.— acariciándole la espalda, le animó viéndole cambiarse de ropa.— Tenemos diez mesas reservadas para el almuerzo, no podemos tardar más.— le habló revisando una lista que tenía entre sus manos.

Jungeun fue hacia la cocina donde su equipo de quince cocineros y veinte camareros le esperaban. Eran los mismos leales trabajdores bajo las órdenes de su madre, y ahora le obedecían a Kim. Jungeun siempre se ponía enfocada en los fogones nada más se cambiaba de ropa, sin embargo ahora no podía dejar de pensar en su preciosa novia. Quería tanto llamarle como su esposa, pero aún había heridas por sanar.

Esos ochos años fueron los peores de su vida. Obtuvo sus certificados universitarios y ganó billones con sus negocios, haciendo realidad la oportunidad de llevar sus restaurantes fuera del país. Tuvo suerte de poder conocer a poderosas personas que invirtieron bastante capital en sus negocios, haciéndose con acciones de sus tabernas. 

Ganando más de un billón de wons al mes, prácticamente Jungeun tenía la vida resuelta. No obstante tenía una fundación para personas afectadas por accidentes de tráfico, a la cual asistía tres veces al mes. Donaba cien millones a la causa, haciendo que algunas empresas de seguridad controlasen con más cautela las autopistas.

También se disfrazaba de superhéroe para ir a hospitales y sorprender a niños con leucemia. Era un hábito que hacía tanto en fiestas navideñas como en pascuas. Les regalaba todo tipo de juguetes, hasta cocinaba hasta altas horas de la madrugada para llevarles dulces hechos por ella. Empezó a hacer esos gestos de caridad desde que sus madres murieron. 

Su fundación "Kim's Arms" tenía mucho éxito, consiguiendo que cada vez se unieran más voluntarios. Tenía puestos en todas las ciudades de Corea, incluida Jeju, la cual era zona muy propensa a tener más accidentes por sus climas irregulares. Jungeun visitaba cada puesto que tenía y agradecía la labor que hacían, dándoles manjares de sus restaurantes como obsequios.

Era la chef más reconocida mundialmente con veinte estrellas michelín, haciéndole la más joven en conseguir tan gran número. No podía haberlo conseguido sin aquellos que le apoyaron, como sus madres, los Jeong, sus amigas, su prima Hyunjin y, por supuesto, Jinsol. 

Jinsol estuvo ausente durante ocho largos años, sin embargo era el impulso que le hacía falta a Jungeun cuando no quería rendirse. A veces lloraba de la frustración, del odio, del olvido... De cómo Jinsol pudo haberle abandonado cuando más le necesitaba. No estaba tan segura de haber entendido el por qué, aunque nunca hubo una razón para hacerlo.

Jinsol se fue de su vida porque sabía que si le contaba que se iba a Cambridge, Jungeun probablemente hubiera abandonado sus sueños para irse con ella. La pelinegra no quería que su amante tirara por la borda el trabajo de sus madres, obligándole a ocultarle su partida. Fue la despedida más dolorosa que pudo vivir, luego del fallecimiento de sus suegras.

Cuando pensaba que todo iba bien, Jinsol con su testarudez tuvo que irse sin mirar hacia atrás. Se negaba a que el amor de su vida se alejara de lo que verdaderamente le apasionaba, que era la cocina. Entre fogones y planos por construir, Jungeun cayó en una depresión severa donde lo único que le sanaba era el alcohol. Estaba echa mierda por el abandono de Jinsol y la presión que tenía al ser la única heredera del imperio del Delicious Taste.

Ahora contaba con toda la felicidad del mundo y no iba a pararle nadie, a no ser...

—¡Jungeun, cuánto tiempo!— la castaña nada más escuchó su nombre se giró al ver al responsable de esto. Pasando de un rostro neutral a uno enfadado, Nayeon se apresuró a ponerse al lado de su jefa.— Ya veo que me has echado de menos, quita esa cara de pocos amigos y dame un abrazo.

Taeil, un empresario también conocido por Seúl, era un hombre despreciable, avaricioso y mujeriego, pero para los negocios era el mejor. Cuando Jungeun apenas tenía el Delicious Taste reformado, vio que su presupuesto no iba a llegar para pagarles a los reformistas, siendo respaldada financialmente por Taeil. Su amistad duró varios años hasta que Taeil le sonsacó información privada cuando estaba borracha y la usó en su contra.

A pesar del incoveniente que tuvieron, Jungeun aún seguía siendo socia de Taeil y no podía quitárselo de encima por el contrato de firmaron. Tenía que aguantar un par de meses más para romper su alianza, y sabía que ya había jugado bastante sucio con ella. Uno de los hombres de Taeil intentó incriminarla de blanqueo de capital y Jungeun finalmente salió inocente, siendo indemnizada con más de cuarenta millones de wons. 

Moon Taeil finalmente dejó sus intenciones de pisotear a Jungeun y comenzó a calmarse, ignorando el más que obvio odio que tenía Jungeun, Nayeon y los trabajadores de Kim hacia él y su empresa. Aún celoso y narcisista con sus logros, los cuales eran insignificantes comparados con los de Jungeun, decidió visitar a una vieja amiga.

—Ya ni te reconozco, Jungeun.— rio con ganas, recibiendo otra mala cara.— Solo vengo a decirte que mañana por la noche haré una fiesta con inversores de Japón y quiero que cocines algo para nosotros, y por supuesto puedes traerte a tus marionetas.— dijo en bajito mirando a los cocineros, camareros e incluso a Nayeon.

—¡Vuelve a llamarles así y te romperé las piernas!— advirtió Jungeun siendo sujetada por Nayeon. Dos cocineros vieron la escena y fueron a gritarle a Taeil de que se fuera. 

—Mañana te veré y no acepto un rechazo a mi invitación, todos querrán ver a la gran Kim Jungeun allí, ¿o acaso decepcionarás a tus fans? Acudirán los hijos de esos inversionitas y muchos aman tu trabajo.— escupió en el suelo, a lo que fue expulsado a empujones por los trabajadores de Jungeun. Sonriente como siempre, le guiñó el ojo a su socia y salió en su limusina de Mercedes Benz.

Jungeun estalló de la rabia y se dirigió a fogones para preparar los dichosos almuerzos. Más de cuarenta personas se presentaron al abrir las puertas y Nayeon les atendió a todos alegremente. Jungeun rompió todo lo que vio a su paso y tomó las órdenes de los camareros, poniéndolos en la pantalla principal de la cocina. Aplaudiendo y tomando decisiones precipitadas, en su mente ya había aceptado la invitación de Taeil, sabiendo que probablemente se arrepentiría muchísimo.

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