Atrapada
Abro los ojos cuando el sonido de mi alarma rompe el silencio en la habitación, me doy cuenta entonces que sólo conseguí dormir unas horas, tal vez tres, máximo cuatro.
Me permito mirar el techo meditando las opciones que tengo para no levantarme. No quiero hacerlo, pero entonces miro en la cama junto a la mía a mis hermanos. Lucen tranquilos y sin preocupaciones, sonrió viendo el rastro de baba en sus mejillas hasta la almohada y sus cabellos desordenados.
Agradezco a Dios un día más, un día donde deja que las personas que amo también tengan otro día de vida. Le pido que sea un gran día, como siempre; deseo que hoy sea diferente y que de verdad todo salga bien.
Me pongo de pie con pereza, reviso mi teléfono y veo los mensajes de mis compañeros del salón esperando que les pase mis apuntes o preguntando sobre una tarea. Mis amigos envían audios con sus problemas, los cuales escucho atentamente y les mando mi respuesta con alguna solución sencilla o mi más sentido pésame por sus dificultades imposibles de solucionar.
No les digo nada mío cuando preguntan si estoy bien, es obvio que no deben saberlo. Nadie puede entenderlo, nadie va a hacer que las cosas cambien por el simple hecho de escucharme, así que pienso mi respuesta antes de escribirla. "Estoy bien" les contesto múltiples veces con la esperanza de que no vuelvan a preguntar en un largo tiempo.
Parecen satisfechos con eso y yo también, no necesitan detalles de lo que es mi vida, si es que así se le puede llamar vida.
Camino a la cocina, veo los platos amontonados en una esquina y la cafetera vacía. Necesito una humeante taza de café, pero no quiero lavar las tazas.
Asomó mi cabeza hasta poder ver el cuarto de mis padres donde mi mamá descansa sobre la cama, dormida y plácidamente desparramada en las sábanas. Se ve cansada, su enfermedad la desgasta mucho y entiendo que el ser diabética agravie su situación. Así que despertarla no es una opción en estos momentos.
Regresó a la cocina y comienzo a lavar los platos, poniendo algo de música en mi teléfono para motivarme a continuar y terminarlos. Son demasiados, pero tengo medido el tiempo, así que no me preocupo por tardarme un poco lavandolos meticulosamente, es una buena terapia para el estrés, según leí un día en algún artículo.
Cuando todo quedó limpio, me prepare algo para desayunar. Mi pequeño hermano no ha de tardar en despertar, así que les dejo servidos a ellos también los platos con el desayuno.
Me siento a comer, pensando en todo lo que tengo que preparar rápidamente para ir a la Universidad, pero entonces mamá se despierta.
-¿Limpiaste la cocina? -pregunta caminando hacia la estufa.
-Si. -contesto tragando lo que antes masticaba. -¿Quieres que te sirva un poco?
-No. -dice fríamente. -Sabes que no me gusta lo que cocinas. No sabes hacerlo bien y me da asco.
Miro con asco mi plato y lo alejo de mi, tiene razón, se ve horrible. Me levanto para dejar todo lo que ensucie en el lavadero y servirme una taza de café.
-¿No piensas recoger la sala? -pregunta mamá tomando un vaso con agua.
-Si, pero primero quería... -comienzo pero ella escupe el agua y me mira frunciendo el ceño.
-¿Lavaste los platos? -pregunta molesta.
-Si, ¿por... qu?-comienzo y me da el vaso con fuerza.
-Huele horrible. Apesta. No lo lavaste bien, hazlo otra vez. Es imposible que ni eso puedas hacer bien.
Se aleja yendo de nuevo a su cuarto y me quedo mirando mis manos con el vaso y mi taza. Suspiro fastidiada y vuelvo a lavar los platos que según mi olfato aún conservan ese olor que tanto le desagrada.
Al terminar veo la hora y se que ya es tarde. Corriendo, barro la sala y paso el trapeador lo más rápido que puedo. Mi hermano pequeño se levanta y comienza a comer, ensuciando la mesa a su alrededor mientras come.
-¿Me puedes servir jugo? -Me pregunta mi pequeño hermano, Alex.
-Yo no quiero eso de comer. -se queja mi otro hermano, Erick.
-¿Puedes servirle jugo a Alex? -le pido a Erick.- ¿Qué quieres que te haga? Sólo hay eso.
-Bueno, así déjalo. -acepta Erick.
-Recuerda que no puedes irte a la escuela si no has dejado limpio tu cuarto. -me recuerda mi madre gritando desde su habitación.
Mis hermanos y yo nos miramos de reojo y se, por sus caras de fastidio, que están igual de cansados que yo.
...
Siento que me asofoco cuando llego a casa, fue un largo día como todos los otros. Arrojó mi mochila al suelo y camino arrastrando los pies, hago un movimiento con mis dedos del pie y me quito los tenis.
Estoy exhausta y sólo deseo tocar la comodidad de mi cama, undirme en las sábanas desgastadas que me cubren todas las noches y sentir paz por lo que resta de la noche.
Pero por supuesto que eso no es así.
Puedo escuchar a mis padres discutir por el dinero que hace falta. Por los servicios que están a punto de cortarnos, por lo mal que nos portamos sus hijos.
Es entonces cuando me dedico a imaginar un mundo nuevo. Cierto los ojos, dejo que el poco aire que me llega del abanico me relaje.
Me teletransporto a un lugar solitario, con un paisaje hermoso que cubre una gran extensión. Parece como si nunca nadie hubiera pisado ese lugar.
No hay nadie más, sólo estoy yo.
La voz en mi cabeza comienza a susurrar cosas malas, quiere hacerme sentir mal. Pero hay una voz, muy al fondo de todo, que se encarga de que nada me moleste.
Yo lo llamo "Él"
Cuando lo veo, es una versión de mi en niño, somos muy parecidos, hablamos mucho cuando vengo a este lugar a descansar de mi propio mundo.
No decimos nada, sólo miramos el horizonte y nos dejamos caer en el verde césped bajo mis pies.
El sol se congela en un mismo lugar y pasan las horas pero ya no se mueve. Él sostiene mi mano y juega con mis dedos mientras que yo no le prestó atención.
Lleno mis pulmones de oxígeno y me permito mirarlo. Su cabello largo y de colores claros y naranjas me hacen sonreír.
Somos uno mismo y aún así, siento que él es mejor que yo.
Me mira con sus lindos ojos color miel y sólo así, se que ha llegado la hora de despertar. Luce triste, puedo apostar que tenemos la misma expresión en este momento.
-No quiero irme. -susurro más para mi que para él.
-Tienes que hacerlo, recuerda que siempre estaré aquí. -susurra apretando con ternura mi mano.
-No me dejes. - pido cuando lo veo comenzar a desaparecer.
-Nos veremos en unas horas. -asegura y desaparece por completo.
El paisaje se distorsiona, mi cuerpo comienza a desvanecerse y antes de irme, puedo ver una última vez el cielo claro y lleno de nubes que se ve en mis sueños. Entonces despierto, el sonido de la alarma retumba contra la mesa al lado de mi cama y molesta, la apago.
Miro al techo pensando en si sea buena idea levantarme y vuelvo a mi rutina de siempre. Esperando que algún día esto termine y encuentre a donde pertenezco realmente.
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