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Capítulo 23: Pizza, amigos y columpios.

Tails fue el primero de todos en despertar aquella mañana dominguera.

Al abrir los ojos, su vista y sentidos tuvieron que acostumbrarse a esa sensación de estar despierto otro día más. A pesar de haber descansado, sus párpados pesaban como si no lo hubiese hecho en lo absoluto.

Dió un largo bostezo y trató de levantarse, pero le fue imposible debido a que estaba siendo prisionero de un abrazo por ambos lados. A su derecha, estaba Amy, con una de esas mascarillas de chicas y pepinos en los ojos. A su derecha, Sonic.

Su rostro se tiñó de rojo al fijarse mejor en el cobalto, quien había babeado su pijama al tener apoyada la cabeza contra su hombro y roncaba con fuerza. Sus púas estaban despeinadas, lo que, de alguna forma que no se podía explicar, lo hacían ver aún más atractivo de lo que ya era.

Sacudió su cabeza, tratando de alejar esos pensamientos sin sentido y comenzó una búsqueda de sus dos amigos restantes, claro, solo con los ojos. Sería ilegal moverse ahora mismo.

Knuckles estaba de cabeza durmiendo junto a Sonic. Tails tuvo que aguantarse la risa porque parecía haberse caído de un séptimo piso por la forma en la que estaban posicionados sus brazos y pies. Sticks, por otro lado, dormía dándole la espalda a Amy y tenía una bolsa de papas fritas sobre su cabeza.

—Sonic, despierta.— Habló en voz baja mientras sacudía al erizo a su lado —Sonic.

—Mmm... Cinco minutos más...— Murmuró el cobalto con voz somnolienta.

El doble cola rodó los ojos y, aún siendo prisionero de los brazos de sus amigos, extendió la mano buscando su celular, que por ahí debía de estar.

En cuanto lo encontró y encendió, casi se ahoga con su propia saliva al darse cuenta de la hora que era.

—Eh... Chicos.— Llamó en voz alta —No quiero alarmarlos, pero ¡Ya son las dos de la tarde!

—¡¿Qué?!— Todos se levantaron de inmediato ante lo dicho por el zorro.

—¡Ugh! De seguro el pan recién horneado de la tienda de la esquina ya se acabó.— Sonic murmuró con fastidio, limpiándose la suciedad de los ojos —En verdad quería que lo probaran. ¿Qué hacemos? Ya es muy tarde para desayunar.

—Y nos acabamos todos los snacks anoche.— Dijo Knuckles con tristeza agitando las bolsas.

—¡Knuckles, mi pijama!— Se quejó Rose al ver que el equidna ensuciaba sus ropas con los restos que quedaban en las bolsas.

—¿Qué les parece si pedimos una pizza a domicilio?— Sugirió Tails, a lo que todos estuvieron de acuerdo.

Sonic fue quien pidió la pizza por teléfono siguiendo las especificaciones de sus amigos, llegando incluso a una pequeña discusión porque algunos la querían con piña y otros no.

Mientras esperaban, el azulado decidió que era el momento perfecto para mostrarles el juego de Tomato-Pótamo, por lo que se mantuvieron entretenidos con eso hasta que el timbre sonó.

—¡Llegó la pizza!— Anunció, haciendo que todos dejaran de hacer lo que hacían para comenzar a comer en silencio en el mismo sofá.

—Y... ¿Qué haremos después de esto?— Preguntó Rose de pronto.

—Pues... Hay un parque a un par de cuadras de aquí.— Mencionó el azulado —Podríamos salir y... No lo sé, hacer algo.

—Suena a un buen plan.— Concordó Tails.

Una vez todos acabaron sus trozos, se cambiaron de ropa y bajaron al dichoso parque.

Tails observaba desde un columpio a Sonic enseñándole a Amy a jugar fútbol, solo que Rose parecía más concentrada en admirar las expresiones del cobalto que en aprenderse las reglas básicas del deporte.

Sus labios dibujaron una sonrisa, sin embargo, sentía un sabor agridulce. Debería estar feliz de que su amiga por fin se haya acercado más a Sonic y cada vez estar más cerca de conseguir confesarse... Pero, por otro lado... No estaba feliz. Podría sonar un poco egoísta, pero esperaba que Sonic no le correspondiera. Sentía que, de alguna forma, si aceptaba salir con Amy, pronto se olvidaría de él, de Knuckles y Sticks... Pero sobre todo de él.

Además, lo ocurrido la noche anterior mientras jugaban "verdad o reto" no había sido muy alentador. ¿Y si Sonic no dijo nada precisamente porque ella estaba presente?

Y ni hablar sobre el apodo con el que la tenía agendada.

—¿Tails?— Sticks, sentada en el columpio de al lado, analizaba la expresión en el rostro del vulpino y agitó una mano frente a sus ojos para que reaccionara —¡Ay, no! ¡De seguro es un alienígena! ¡Está controlando tu mente!

—¿Ah, qué?— Tails reaccionó con los gritos de su paranoica amiga —Estoy bien, Sticks.

—Wiiii.— Exclamó Knuckles al lanzarse en el tobogán.

—¡Ay, no!— Exclamó Amy de pronto viendo su reloj —Les dije a mis padres que regresaría para almorzar. Lo siento chicos, ya debo irme.

—Yo iré contigo.— Habló la tejón, bajándose del columpio.

—Yo también debo irme.— Habló el rojizo acercándose —Ya saben, soy un equidna ocupado, ¡tengo una familia que mantener!

—Knux, vives solo.— Recordó Sonic al cruzarse de brazos.

—¿Qué hay de ti, Tails?— Preguntó la oji-jade —¿Vienes con nosotras?

—No, mi mamá vendrá a recogerme después, pero gracias.

—Está bien.

Sonic, sin que nadie lo pidiese, usó su velocidad para ir hasta el departamento y traer las mochilas de todos en un abrir y cerrar de ojos.

Justo pasó un bus, por lo que Amy y Sticks tuvieron que correr apuradas mientras se despedían para alcanzar el transporte. Por suerte, el chófer paró a tiempo y se las llevó.

—Nos vemos el lunes, amigos.— Se despidió Knuckles de igual manera, chocando los puños con los dos que quedaban y alejándose sin prisa del lugar.

—Le avisaré a mi madre que estamos aquí.— Habló Tails al tiempo que Sonic le entregaba su celular.

—De acuerdo.— Dijo el oji-esmeralda, sentándose en el columpio al lado del vulpino.

Un cómodo silencio se hizo presente entre los dos, solo escuchándose de vez en cuando el chirrido del columpio por los movimientos de Sonic y los autos pasar.

No iba a negarlo... A Tails le gustaba estar con sus amigos, pero esos momentos cuando estaba a solas con Sonic... Simplemente no podía explicarlo.

Quería más momentos así.

—Sonic... ¿Puedo preguntarte algo?

—¿Qué es?

—¿Qué es lo que sientes por Amy?

Una vez más, el silencio hizo su aparición. Uno bastante incómodo a decir verdad, tanto así que Tails deseó no haber preguntado nada.

—Ella es una gran amiga.— Respondió entonces el erizo con simplicidad.

—Ah... Ya veo.

El vulpino desvió la mirada, completamente avergonzado por su pregunta. Tan estúpido.

—...Veo, veo.

El zorrito volteó a verlo una vez más, confundido.

—¿Qué ves?

—Veo una cosa que es...— El azulado miró hacia el cielo —Blanca y esponjosa con forma de algodón de azúcar.

Tails observó en la misma dirección.

—Las... ¿nubes?

—Adivinaste.— Dijo, sonriendo —Tu turno.

—¿Mi turno? ¿De qué?

—¿Nunca has jugado al veo, veo?

—Eh... No.

—Es fácil, solo busca algo con la mirada, descríbelo y yo trataré de adivinar que es. Inténtalo, es divertido.

—Está bien... Veo, veo.

—¿Qué ves?

—Veo... Uhm...— Su mirada recorrió el paisaje —Algo largo, alto y que de noche alumbra.

Sonic observó a su alrededor y lo pensó durante unos segundos. De pronto, chasqueó los dedos y apuntó.

—¡El poste de luz!— Dijo con emoción, volteando a ver al menor con una radiante sonrisa.

—Sí... Es correcto.— Respondió, sonriendo de igual forma. Su entusiasmo por algo tan simple era contagioso.

—Mi turno. Veo, veo.

—¿Qué ves?

—Veo algo de color rojo y resbaladizo.

—El tobogán.

—¡Sí! Tu turno de nuevo.

—Veo, veo... Algo espeso de color verde.

—El césped.

—¡Sí!

—Okey. Veo, veo...— Las orejas de ambos se movieron al oír la bocina de un auto. Ambos observaron en esa dirección, percatándose de que un vehículo se estacionó en frente de ellos —Algo de color blanco con cuatro ruedas.

—Un auto.— Tails se levantó del columpio cuando Rosemary bajó la ventana y saludó —Es mi mamá, debo irme.

—Nos vemos el lunes, Tails.— Se despidió haciendo un ademán. El doble cola se lo devolvió con un sonrojo en sus mejillas y, sin más demora, subió en la camioneta.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue?— Cuestionó su madre —¿La pasaste bien?

—¡Sí, fue realmente genial! Jugamos a las cartas, a las mímicas, verdad o reto, vimos películas, comimos pizza y... ¡Oh! ¡Sonic me enseñó un juego!

—¿Ah, sí? ¿Cuál?

—Se llama veo, veo...

Tails no paró de hablar el resto del recorrido hasta su hogar, y Rosemary no podía estar más contenta por él.

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