Capítulo 19: Mi lugar seguro.
Las temporadas de lluvia en época escolar eran, sin duda, lo peor.
Era martes a la primera hora. Afuera, había una fuerte tormenta. Tails se encontraba cubriendo sus oídos y apretando los ojos con fuerza debido a los truenos, conteniendo la respiración e intentando reprimir las lágrimas.
En un principio, su comportamiento no llamó demasiado la atención, pero cierto pajarraco se encargaría de cambiar eso.
—¿Qué te pasa, eh?— Un lápiz tocó su espalda y el vulpino reconoció la voz de Jacob —¿Acaso tienes miedo de los truenos? ¡Oigan, todos! ¡Le tiene miedo a los truenos!
Y, a pesar de la presencia de la maestra, el resto del salón no se apenó en reírse por el comentario del pajarraco.
—Ya basta, Jacob. Todos callados.— Reprendió Vanilla, acercándose hasta el puesto de Tails —¿Está todo bien, pequeño? ¿Quieres llamar a alguien?
—¿Eh? N-No... Gracias, maestra.— Respondió tragando saliva con dificultad y forzando una sonrisa —Estoy... Estoy bien.
—¿Seguro?
—Sí, no... No se preocupe.
Vanilla suspiró, no muy convencida con su respuesta, sin embargo, no podía hacer mucho.
Tras restaurar el orden en el salón, intentó continuar con su clase a pesar de los truenos y los micro cortes de luz.
Lo peor de toda esta situación (aparte de los truenos) era que Zooey no había asistido ese día, así que Tails estaba solo. Tuvo que soportar a Jacob toda la clase clavando su espalda con un lápiz mientras susurraba cosas a espaldas de Vanilla.
Miedoso, cobarde, niñita...
En cuanto tocaron el timbre, por órdenes de la institución, Vanilla no los dejó salir al patio y el salón se volvió un completo caos.
El ruido, la gente, los truenos, la sensación de soledad al no tener a ninguno de sus amigos cerca, todo eso estaba comenzando a poner ansioso a Tails hasta el punto de darle náuseas. Su cabeza dolía, tenía ganas de llorar y abrazar a alguien.
Con suerte pudo movilizarse hasta su siguiente clase con toda la muchedumbre.
Al entrar en su siguiente salón, lo primero que hizo fue buscar con la mirada a alguien de su círculo cercano.
—Sonic...— Llamó en cuanto vió al erizo hablando con Tangle y Whisper, sintiendo sus piernas flaquear —¡Sonic!
—¿Tails?— Tan pronto como el cobalto notó la presencia del menor, se levantó de su sitio y corrió en su dirección, preocupado. Se veía pálido y débil. Ni siquiera le dió tiempo a saludar correctamente ya que Tails se lanzó a sus brazos y Sonic se alarmó al escuchar un sollozo —Tails...
La profesora Ella entró en el salón, haciendo que todos guardaran silencio y tomaran atención. Sonic llevó a Tails hasta un asiento en el fondo del salón y se sentó junto a él, comenzando a acariciar su cabeza.
—Buenos días, estudiantes.— Saludó —Me informaron que hubo un corte de luz en toda la escuela, así que no vamos a poder utilizar la cocina.
—¿O sea que tenemos clase libre?— Preguntó un estudiante.
—Solo por hoy.— En ese instante, algunos estudiantes celebraron, mientras que otros abuchearon —Ya, guarden silencio. Debo salir otra vez, dejaré a alguien a cargo mientras no estoy... ¿Whisper?
—Dígame, maestra.— Habló la loba.
—Quedas a cargo.— La morena asintió tímidamente, y fue entonces cuando Ella notó algo extraño en el fondo del salón —¿Todo bien allá atrás?
—Sí, maestra Ella, no se preocupe.— Respondió el cobalto, aún abrazando al vulpino.
—Está bien. Volveré pronto.
Posteriormente, la mujer abandonó el salón y todos comenzaron a hablar entre sí, convirtiéndose en un completo desastre nuevamente.
Whisper trató inútilmente de restaurar el orden con la ayuda de Tangle. Sonic, por otro lado, decidió no darle demasiada importancia. Él estaba más preocupado por Tails.
—O-Odio los días de tormenta, los odio demasiado...— Sollozó el vulpino aferrándose al pecho de su amigo. El cobalto podía escuchar los acelerados latidos de su corazón.
—Tranquila, estás bien, yo estoy aquí, respira...— Habló suavemente.
Después de unos minutos, Tails terminó con el abrazo y se recostó sobre la mesa, aún con los ojos llorosos.
—¿No quieres llamar a tu madre?— Cuestionó el cobalto preocupado —No te ves bien...
—Estoy bien.— Sentenció, escondiendo su cabeza entre sus brazos.
Sonic se sentía mal por Tails. Era obvio que no se encontraba nada bien, su fobia lo estaba dañando a un nivel físico.
Quería ayudar, ¿pero cómo?
Entonces, tuvo una idea.
Tails sintió cosquillas en sus manos. Al levantar la mirada para ver de qué se trataba, vió que en su mano derecha había algo escrito.
“¡Oigan, truenos! Yo NO les tengo miedo >:(”
Mientras que en su mano izquierda decía:
“Yo soy una chica valiente”.
Tails rió por la ocurrencia, aún con lágrimas en sus ojos. Volteó a ver Sonic con una sonrisa, y él le entregó el marcador.
El cánido lo recibió y, a modo de respuesta, dibujó un corazón en una de las manos del erizo.
Sonic le sonrió dulcemente y continuó dibujando en sus manos. De vez en cuando, le prestaba el marcador para que él dibujara en sus manos también.
Hubo un momento en el que ya no había espacio en sus manos y Sonic tomó su manga y la subió un poco, buscando continuar dibujando en sus brazos, pero se llevó una sorpresa al encontrar múltiples cicatrices alrededor de sus muñecas.
Tails había reaccionado muy tarde, aún así, intentó cubrirlas. Observó a Sonic con angustia, esperando una mala reacción.
Sin embargo, lejos de eso, se encontró con una mirada decidida y el cobalto subió la manga de todos modos, comenzando a dibujar estrellas alrededor de sus cicatrices.
Ninguno de los dos dijo nada. No eran necesarias las palabras.
Luego de un rato, estrellas, corazones, flores y caritas felices iban desde las palmas de sus manos y subían por los brazos de Tails, opacando por completo aquellas feas marcas.
Para cuando el bloque de clase terminó, ya no había truenos, por lo que Tails se permitió relajarse un poco. No obstante, aún llovía y no había luz en toda la institución. Así no podrían realizarse las clases restantes y mucho menos los clubes, por lo que terminaron por dejar a los estudiantes retirarse antes a sus hogares, junto con decirles que las clases serían canceladas unos días.
Sonic y Tails caminaron tomados de las manos bajo el paraguas del vulpino hasta la salida. Ahí, su madre esperaba en la camioneta.
—¡Mamá!— Tails comenzaba a irse, pero se dió cuenta de que, nuevamente, el cobalto no había traído su paraguas y se había quedado en la entrada de la institución —Pero... Sonic...
—No te preocupes por mí, me iré con Knux.
—Está bien. Adiós, Sonic.
—Adiós, Tails.
El zorrito se subió a la camioneta y esta arrancó, perdiéndose rápidamente de la vista del cobalto.
—¿Ese chico te llamó “Tails”?— Preguntó Rosemary —¿Como “colas”?
—Ah... Sí, es un... apodo que me puso.— Respondió el menor, desviando la mirada hacia la ventana.
—Eso es tan adorable. ¿Qué es eso en tu brazo, cariño?
—¿Qué cosa?— El vulpino se dió cuenta de que su madre se había percatado de los dibujos en sus brazos y se apresuró a bajarse la manga —Ahm, nada.
La mujer mostró una sonrisa y volvió a enfocar su vista en el camino.
—Me alegra tanto que hayas hecho amigos, corazón.
—Sí...— Tails leyó una vez más el “Yo soy una chica valiente” escrito en su mano y no puede evitar sonreír —Que bueno.
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