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Capítulo 1: La nueva escuela.

Un pequeño zorro caminaba con los nervios a flor de piel por los pasillos de su nueva escuela. Podía sentir como algunos (por no decir todos) allí clavaban su mirada en él. Dios, qué vergüenza.

Intentaba evitar el contacto visual como podía mientras se repetía mentalmente: "Tú solo sigue caminando Miles, nadie te está viendo raro..."

Y es que si una chica usando pantalones ya era considerada una cosa extraña, ¿qué sería de él, un chico usando falda?

¿Cómo es que había llegado a esa vergonzosa situación? La respuesta se encontraba hace solo dos días atrás.

...

Era sábado por la tarde. Miles se encontraba en su habitación trabajando en unos planos mientras escuchaba algo de música en la radio.

Sin embargo, se vería obligado a cesar en su labor debido al llamado de su madre desde la cocina.

—¡Miles! ¿Puedes abrir la puerta? Están golpeando y tengo las manos ocupadas.

—¡Voy!— Exclamó levantándose de su silla y corriendo a asistir a su madre.

El de colas gemelas entró en la sala, se acercó hasta la puerta principal y la abrió, encontrándose con el cartero.

—¡Buenos días!— Saludó este —Entrega especial para...— Su vista se dirigió al paquete para corroborar el nombre del destinatario —Miles Prower.

—Soy yo.— Habló el de rubio pelaje recibiendo el paquete y una carta. En cuanto Miles leyó de quién era el paquete, se emocionó mucho.

El cartero le hizo firmar una hoja y posteriormente se fue.

—¡Mamá!— Llamó con entusiasmo el pequeño zorro entrando en la cocina —¡Ya llegó!

—¡Oh!— La mujer giró su cabeza para poder ver a su hijo —¿Qué esperas? ¡Ábrelo!

Miles asintió con la cabeza repetidas veces, se acomodó sobre el suelo y comenzó a abrir el paquete con gran emoción.

Sin embargo, ya abierto, su expresión perdió todo rastro de felicidad.

—M-Mamá... Esto...

—¿Uh?— Ciertamente, no esperaba esa reacción por parte de su retoño —¿Qué ocurre, corazón?

La mujer cerró el grifo y se acercó hasta su hijo mientras secaba sus manos con una toalla.

Lo que encontró la dejó muy confundida; Miles sostenía entre sus manos un uniforme colegial femenino.

—¿Q-Qué significa esto?— Preguntó el menor, se le notaba igual o incluso aún más confundido que su madre.

—Yo... No lo sé, hijo.— Respondió con total honestidad —Esto debe ser un error.— Dejó la toalla a un lado y se agachó a la altura del vulpino —No te preocupes, encargaré uno nuevo.

—Está bien...

...

Así fue como pasó.

Su madre encargó un nuevo uniforme, pero obviamente no llegaría en dos días, y Miles no tuvo otra opción que vestirse con el que ya tenía en espera del otro.

Al entrar por la puerta de su nuevo salón, inmediatamente se convirtió en el centro de atención.

El vulpino intentó simplemente ignorar las miradas y los susurros que fingía no oír, y comenzó a caminar entre las mesas, visualizando aquellos asientos que se encontraban vacíos.

Sin embargo, cada vez que estaba dispuesto a sentarse en algún lugar, las personas sentadas justo al lado comenzaban a colocar sus mochilas. Como si estuvieran diciéndole implícitamente "aquí no te vas a sentar, ni de coña".

Suspiró triste, definitivamente no había dado una buena primera impresión a sus nuevos compañeros, en lo absoluto, cosa que le había echo mucha ilusión poder hacer.

—¡Hey!— Una voz femenina llamó su atención.

Miles junto a varios otros estudiantes dirigieron su mirada hacia una erizo de púas rosadas sentada casi al final del salón.

—Puedes sentarte conmigo.— Ofreció con una sonrisa sincera, señalando el puesto vacío a su lado.

Los molestos susurros por parte de los demás no se hicieron esperar.

Sin embargo, esto al pequeño Miles no le importó. Le dedicó su mejor sonrisa a aquella chica y, sin pensarlo dos veces, corrió a sentarse junto a ella.

—Gracias, uh...

—Mi nombre es Amy Rose.— Saludó ofreciéndole una mano —Es un gusto.

—Yo soy Miles... Miles Prower.— Le pareció correcto presentarse también, así que correspondió al estrechamiento —Es un gusto también, Amy.

La maestra aún no llegaba, por lo que la dama decidió iniciar una conversación para aligerar un poco el tenso ambiente que hace segundos atrás se había formado.

—Nunca te había visto, ¿Eres uno de los nuevos?— Cuestionó, posicionando su codo sobre la mesa y descansando su mejilla en la palma de su mano mientras lo miraba atentamente.

—Uh... Sí, lo soy.— Respondió.

Luego de un par de minutos conversando, la maestra llegó y la primera clase del día dió inicio.

El timbre dió la señal de que era hora de salir al receso. El pequeño zorro fue uno de los primeros en salir del salón.

—¡Miles, espera!

—¿Uh?— El vulpino detuvo su andar y volteó, encontrándose con Amy corriendo en su dirección.

—¿Te gustaría comer con nosotras?

—¿Nosotras?— Repitió, algo confundido. Acaso ella pensaba... ¿Presentarle a alguien?

—Ven, vamos.— Ignorando la pregunta, la erizo tomó la mano de Miles y lo tiró en dirección a las gradas de la amplia cancha situada en el patio —Ahí está, ¡Sticks!

Una tejón sentada en las gradas pareció reaccionar ante el llamado, ya que volteó en dirección a ambos y saludó con un ademán.

La erizo y el zorro corrieron hasta llegar junto a ella.

—Amy.— Saludó la castaña, luego, observó al vulpino —¿Quién es el nuevo?

—Me llamo Miles Prower.— Saludó —Es un placer conocerte, Sticks.

—Ven, siéntate.— Rose hizo una señal a su lado, indicándole al chico que podía sentarse.

—Gracias... Espero no incomodarlas.

—Oh, no. Descuida.

Miles observó discretamente a la tejón, percatándose de algo.

Ella estaba usando pantalones.

—¿Por qué me miras así?— Preguntó la castaña de pronto, sacando al zorro de su trance —¡¿Hay algo detrás de mí?!— Exclamó de pronto, volteando violentamente —¿Es un alien? ¿Un agente del gobierno? ¿El maestro de tecnología?

—¿Qué? ¡N-No! Oye, tranquila...— El vulpino, confundido por la actitud de la tejón, volteó a ver a Rose —Amy... ¿Uh? ¿Qué llevas puesto?

Fue entonces cuando se dió cuenta de que, de forma improvisada, la dama se había puesto una camiseta azul con el estampado de un erizo junto a la frase "Equipo Sonic". Así mismo, también se había puesto una visera del mismo color.

Rose quiso contestar, pero fue interrumpida por los gritos de todos.

El mismo erizo estampado en la camiseta de Amy estaba entrado en la cancha mientras saludaba al público. Todos aplaudían su presencia.

—Él es Sonic The Hedgehog, el capitán del equipo de fútbol.— Habló Sticks dirigiéndose a Tails —Amy es su fan número uno.— Añadió.

—¿Q-Qué? Por supuesto que no.— Para la fortuna o desgracia de la tejón, su amiga la escuchó.

—Ha estado enamorada de él desde sexto grado.

—¡No es cierto!— La dama enrojeció, pero en seguida todo rastro de vergüenza en su rostro desapareció cuando escuchó el silbato a sus espaldas —¡Oh! ¡Va a comenzar!

Miles pudo intuir que se trataba de un partido de fútbol. El deporte no era de su agrado, pero aún así decidió quedarse a ver, más que nada, por curiosidad acerca de cierto individuo azul.

—¡Saque de centro!

Sonic se hizo con la pelota en un parpadeo. Miles parpadeó varias veces, tratando de entender cómo se la había quitado al equipo contrario tan rápido. Ni siquiera se había dado cuenta y ya se encontraba corriendo en dirección al arco.

«Vaya que es veloz...» Pensaba el zorro, intentando seguir con la mirada a aquel erizo, ¡pero era muy rápido!

—Hey, tú.— Habló una voz a sus espaldas, sacándolo de su burbuja. El rubio se giró sobre sus talones, encontrándose con un chico pájaro —Tu cola no deja ver.

—Oh... Lo siento.— Se disculpó abrazando, lo que parecía ser, su cola.

—Espera un momento...— Volvió a hablar el pájaro —Fascinante... No es una, ¡son dos colas!

Aquel pajarraco había elevado la voz, llamando la atención de varias personas alrededor.

Incluyendo... A Sonic, quien frenó en cuanto escuchó aquello.

Oh, fantástico. Ahora no solo debía lidiar con las burlas que recibiría por el hecho de parecer una niña, sino también, por culpa de sus dos colas.

Porque sí, por muy raro que suene, Miles nació con dos colas, motivo por el cual las personas solían molestarlo en su antigua escuela.

Hoy había pasado bastante desapercibido... Hasta ahora.

—Jaja, ¡Qué extraño!— Rió el pájaro, tomando una de ellas.

Miles no supo si fue o no intencionadamente, pero el agarre de aquel pajarraco, además de incomodarlo bastante, estaba haciéndole daño.

¿Ya viste a ese zorro?

Tiene dos colas...

Es un fenómeno.❞

No sabía que hacer, de pronto estaba atrapado entre la muchedumbre y sin escapatoria alguna de la humillación a la que estaba siendo sometido en ese momento.

Podía escuchar a Amy llamándole, pero no podía verla entre tanta gente.

Su respiración comenzó a agitarse.

¿Por qué siempre a él? ¿Por qué en su primer día de clases?

—Déjala en paz, Jacob.

De pronto, la multitud abrió paso al mismo erizo de púas azules que hace tan solo un momento atrás estaba jugando en la cancha.

—Sonic.— Llamó el pajarraco, soltando las colas del menor y dirigiéndole una mirada desafiante.

El vulpino aprovechó esa pequeña distracción por parte de ambos y salió corriendo del lugar con lágrimas amenazando con desbordarse de sus ojos.

—¡Espera!

Miles, a pesar de los llamados de Sonic, no se detuvo. Corrió y corrió hasta llegar a un pasillo apartado, lugar donde Miles se sentó sobre el suelo y comenzó a llorar.

—No es justo.— Sollozó —Esto no es justo...

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