【 Prólogo 】
Era una tarde calurosa de verano. Específicamente ese momento del día en el que el sol se oculta detrás del horizonte para dar inicio a la noche, dando por finalizado otro hermoso día. Parecía ser un día común y corriente, algo no muy habitual en la ciudad Satán donde a menudo habían robos de banco o tiroteos por razones que ni la policía podía explicar.
En el centro de la ciudad, yacía un pequeño instituto educativo solo para la sección primaria, con un patio enorme y una cantidad de estudiantes capaces de llenar los bolsillos del obeso director a su gusto.
A la hora que es, ya no hay estudiantes rondando por las instalaciones, obvias son las razones. A excepción de uno, un niño pequeño que se encontraba sentado en una banca junto a la entrada del colegio.
Está muy aburrido, muy muy aburrido. Ya ha contado los autos que pasaban más de cincuenta veces, adivinado todas las figuras que formaban las nubes en el cielo e incluso hizo su tarea. Sin embargo, nadie llegaba a recogerlo.
Ciertamente se habian olvidado de él.
Bufó cansado, ya le dolía su parte trasera de tanto estar sentado, por lo que optó por levantarse y dar una vuelta por el patio escolar, o al menos ese era su plan, hasta que vió los columpios y sonrió para dirigirse hasta allí corriendo.
Se subió a uno de color azul, el color de los niños según él y se empujó hacía atrás con la ayuda de sus pies para comenzar a balancearse, escuchando el chirrido que provocaban las viejas cadenas oxidadas que lo sostenían.
Unas manos sostuvieron el columpio por detrás, deteniendo su diversión por unos cortos segundos. Estuvo por quejarse ante el atrevido que detuvo su paseo, hasta que echó su cabeza hacia atrás y vió aquellas hebras azuladas que lo hicieron callarse y de paso tragar saliva por la autoridad que desprendía.
—¿Qué haces aquí todavía, Goten?—cuestionó, inclinando su rostro cerca del suyo y arqueando una ceja por verlo jugando tranquilamente.
El mencionado parpadeó un par de veces al ver al adulto. Quiso preguntarle lo mismo, pero sabía que, como él era un profesor, tenía sus responsabilidades y era bastante obvio que aún está allí por razones de trabajo; todo lo contrario a él.
—¡Profesor Mirai!—se puso de pie automáticamente y miró como el adulto sonreía por su reciente actitud.
Mirai, uno de los profesores más respetados de aquella escuela, por la dedicación que le tenía a su trabajo y el cariño que a menudo expresaba hacia sus estudiantes. También era bastante famoso por el reciente chisme de que el peliazul había comenzado una relación amorosa con la profesora Mai, quien imparte clases de gimnasia. Un hombre de treinta años bastante ocupado, sin duda.
—Parece que tus padres olvidaron recogerte, eh.—miró a distintas direcciones, buscando un rastro de los padres del niño.
—Ellos están trabajando ahora mismo. Se supone que mi hermano debia venir a recogerme.—aclaró, llevando sus manos detrás de su espalda con timidez. Apresar de que admira a su profesor, también le pone nervioso su presencia.
El mayor pensó por un momento. Estuvo por irse a casa, pero paró en seco al ver al niño jugando en los columpios y, claro, no podía dejar a un pequeño de siete años solo en ese lugar.
—¿Sabes donde vives?—tiene una idea. Es consciente de que aquello era bastante arriesgado, pues la gente podia llegar a ser muy morbosa a veces, pero no le quedaba de otra.
—Si.—lo miró curioso, ¿Qué planea?
—Pues, ¡Es tu día de suerte!—alborotó un poco sus cabellos, haciendo que el más pequeño formará un puchero en sus labios. —Voy a llevarte a casa. Vamos.—
Comenzó a caminar decidido en dirección a los estacionamientos, pero al notar que el menor no iba a la par suya, detuvo su caminata y se giró para encontrarse con que el menor seguía parado en el mismo lugar.
—¿Qué pasa?—volvió con él y se agachó hasta quedar a su altura. —¿Prefieres quedarte aquí?—
Dudó por unos momentos. Sus padres siempre le han explicado a lujo de detalles que no debe irse con nadie más que su hermano mayor. Se está replanteando seriamente la idea marcharse con el profesor Mirai y desobedecer la orden de sus progenitores; sin embargo, su hermano no llegó por él, y no quiere quedarse a esperar por cinco horas más, por lo que no tiene ninguna otra opción.
—Nada.—suspiró derrotado y extendió su mano frente al mayor, dándole a entender que quería que la sujetará.
El contrario sonrió y sujeto su pequeña manito, ahora los dos empezando a caminar con destino al lujoso auto del mayor. Goten quedó maravillado ante el moderno vehículo, "brillante", a su parecer y fue una gran emoción para él subirse a su interior.
—Y, bien.—habló el peliazul, una vez ambos estuvieron sentados en sus puestos y había girado la llave para poner en marcha el vehículo. —¿Por qué tu hermano no vino a recogerte?—
El menor se encogió en su lugar al escuchar la pregunta. Divagó un poco entre sus propios recuerdos y se tomó su tiempo para hallar una buena respuesta.
—Tal vez está ocupado...—murmuró tan bajo que el docente apenas pudo oírlo.
—¿Ocupado?—elevó una ceja.
"¿Qué tan distraído tienes que ser como para olvidarte de tu hermano pequeño? Estos jóvenes de hoy en día..."
El peliazul se cuestionó muy a sus adentros, rodando levemente los ojos.
—Sí. Él está estudiando mucho para entrar a la universidad.—sonrió. Le emociona bastante que su hermano cumpla sus sueños, pero por otro lado, también lo extraña demasiado. De tanto hundir su cabeza en los libros, ya ni siquiera tiene tiempo para jugar con él.
—¿En serio? ¡Eso es genial!—aprovechó que el semáforo se puso en rojo y miró al pequeño por el espejo retrovisor. El menor sonrió ampliamente, con sus mejillas regordetas levemente ruborizadas
—De seguro eso te inspira a seguir sus pasos, ¿Verdad?—
—¡Si!—chilló más que contento, subiendo sus pies sobre el asiento y abrazando sus rodillas. Por un momento olvidó sus modales, su madre siempre le dice que hacer aquello es de muy mala educación. —¡Entrar a la universidad "Estrella Naranja" siempre fue su sueño y ahora también es el mio!—
—Oh, estoy seguro de que podrás ingresar sin ningún esfuerzo.—él también sonrió, mostrando su blanca dentadura.
De todos los estudiantes a quienes les imparte clase, sin duda, Son Goten es el que más le preocupa por su incapacidad para relacionarse con sus compañeros de clase a pesar de sus intentos por hacer que socializara como un niño normal. Genuinamente le alegra saber que tiene un sueño que quiere alcanzar para no llevar una vida vacía.
—Aunque...—el adulto salió de sus pensamientos al escucharlo hablar y le miro por el espejo retrovisor. Son bajó su cabeza, fijando su mirada en sus zapatos que le hacen utilizar para ir a la escuela, ahora que se da cuenta, la punta está un poco gastada. —Él se ha estado comportando... extraño, últimamente.—soltó un suspiro. Sus orbes azabaches se posaron en el paisaje a través de la ventana del vehículo, divagando en nada más que su hermano mayor.
No es un secreto para nadie que el hijo mayor de la familia Son, ha cambiado considerablemente en los últimos seis meses, o al menos ese es el tiempo que sus conocidos recuerdan desde que todo comenzó. Por supuesto, Goten se percató de ello y de inmediato le informó a sus progenitores sobre la situación del joven; sin embargo, ellos lo "tranquilizaron" diciéndole que seguramente estaba algo estresado por sus estudios, algo normal en chicos de su edad.
Oh, que equivocados estaban.
—¿A dónde debo ir ahora, Goten?—indagó por quinta vez el docente luego de un rato. Goten yacía sobre su hombro, dándole instrucciones.
—Avance un poco más...—él mismo está tratando de ubicarse en el lugar en el que están. Es bastante distraído a pesar de caminar por ese mismo sitio todos los dias. Murmuró algo que el contrario no alcanzó a escuchar y luego exclamó: —¡Es aquí!—
El grito lo hizo frenar de golpe y, cuando recobró el sentido luego de la aturdición que le dejo el chillido, escuchó el sonido de la puerta del auto cerrándose y de inmediato se apresuró a salir en busca del pequeño que sonreía emocionado.
Sus ojos casi se salieron de sus órbitas al notar el lugar.
—¿Vives aquí? Pero... esto es un bosque.—estaba muy confundido. A su alrededor no había nada más que árboles y cosas características de lugares rurales como ese. ¿Cómo podia vivir allí? ¿Es una broma?
—Lo sé.—le dedicó una sonrisa amable al mayor. —Mi casa es por aquí. Venga conmigo.—,
Tomó la mano del mayor de nueva cuenta y ambos comenzaron a caminar por un sendero cubierto de lodo por la lluvia que había caido esa mañana, y de paso manchando los costosos zapatos del peliazul que se maldijó en silencio.
—¡Es por aqui!—levantó la mirada de sus zapatos manchados hacía el menor y vio como este señalaba algo con su dedo índice. Rápidamente se apresuró a mirar hacía donde señalaba y se sorprendió al ver una casa de dos pisos frente a ellos.
Aún seguía algo desencajado por la zona tan apartada en la que habitaba el niño y su familia, pero al ver lo rebosante de alegría que estaba por haber llegado por fin a su casa, decidió no hacer preguntas y solo lo dejó en la puerta para después despedirse de él con una sonrisa y volver por donde había llegado.
Goten se alejó un poco para observar por una de las ventanas de su hogar y al ver la luz del baño encendida, su rostro ardió con el calor de la ira, precediendo a entrar en la vivienda dispuesto a hacer trizas al irresponsable de su hermano.
Subió las escaleras dando fuertes pisadas para expresar lo enfadado que estaba y atrapó en pleno pasillo al joven que buscaba, entrando al baño con algo en manos que no supo con exactitud que era.
—¡Gohan!—exclamó al verlo.
El otro se dió la vuelta al oír su nombre y de inmediato se sorprendió al ver a su hermanito de pie frente a él con los brazos cruzados.
—¿G...goten? ¿Q...qué haces aquí?—tiró algo dentro del baño, luego cerró la puerta y se dirigió donde se hallaba el más pequeño.
—¡Olvidaste recogerme de la escuela, tonto!—le dió una pequeña patada en la pierna, es todo lo que puede hacer ya que no alcanza ni siquiera su pecho como para golpearlo en esa zona. —¡Eres un torpe!—
Él se mostró sorprendido, luego asustado y por último aterrado al darse cuenta de que lo que le reclamaba era cierto.
Se apresuró a inclinarse frente a su hermano menor y tomó sus manos con cierta desesperación, mientras miraba sus profundos y brillantes ojos azabaches.
—¡L...lo siento!—gimoteó, sus manos temblaban sin parar. —¡N...no fue mi intención! ¡No me odies! ¡N.. no... n...no puedo...!—su voz se fue quebrando a medida que hablaba, hasta volverse inentendible desde el punto de vista del pequeño.
—Está bien Gohan, te disculpo.—se adelantó a calmarlo. Le asustaba mucho la forma tan impulsiva en la que rogaba por su perdón. Él no era así. —Nunca te odiaría.—posó sus manos pequeñas sobre sus mejillas y sonrió para hacerlo sentir seguro.
Amaba a su hermano, era su persona favorita en todo el mundo, no, ¡El universo! ¿Cómo podria odiarlo?
El mayor no pareció aliviarse por sus palabras y se aferró a él con tanta fuerza que se vio obligado a soltar un sonoro gemido por la cantidad de presión que aplicó en el abrazo.
—No me siento bien, Goten.—sorbió su nariz, esa acción preocupó al menor, pues le daba a entender que estaba llorando. Quiso alejarse y mirarlo a la cara para comprobar sus sospechas, pero el otro se aferró más con la intención de no soltarlo. —Lo siento... nada de esto es tu culpa. S...soy un mal hermano. L...lo siento mucho.—
¿Qué le pasaba?
Goten no lo sabe, pero le preocupa bastante.
—No es cierto.—enredó sus manos alrededor de la azabache cabellera del mayor. —¡Eres el mejor hermano de toda la galaxia!—
Gohan soltó una risita ante lo dicho por el infante. Lo amaba muchísimo, más que a sus padres realmente... Entonces, si de verdad lo ama, ¿Por qué rayos va a hacerle eso a su hermanito? ¿Por qué?
—Aún eres demasiado pequeño.—se separó por fin. Las lágrimas caían por su rostro sin intenciones de detenerse, mientras que en sus labios se formaba una sonrisa que no reflejaba otra cosa más que tristeza. —Espero que no me recuerdes cuando seas mayor.—
La confusión de Goten aumentó. ¿Qué no lo recuerde? ¿Por qué? ¡Son hermanos!
—Goten.—el susodicho fijó su vista en el adolescente, después de perderse por un momento en sus propios pensamientos respecto al estado de su hermano. —Lamento si en algún momento te lastime o si te hice sentir mal... eres asombroso, mucho más que yo.—el pequeño iba a contradecirlo, pero continúo hablando. —Te amo, Goten. Siempre serás lo mejor que me ha pasado en la vida y te amaré sin importar qué.—
Nuevamente tomó sus pequeñas manos y plantó un tierno beso sobre su frente que dejo al más joven embobado ante tanta dulzura, no muy acostumbrado a tantas palabras de elogio y afecto. Lo miró a sus grandes pupilas brillantes y sonrió.
—Hay muchas cosas que nunca podré decirte, pero espero que un "Te amo" pueda ser suficiente para recompensar todo lo que no podremos vivir juntos.—
Eso último lo entristeció mucho.
—¿Qué pasa? ¿Y...ya no quieres ser mi hermano?—sus ojos comenzaron a picarle, sintiendo el llanto aproximarse.
—Eso es ridículo, ¿Quién no querría ser tu hermano?—pasó su dedo pulgar por sus tiernos ojos, limpiando cualquier rastro de lágrimas.
Él, aparentemente. Porque de lo contario no se atreveria a pensar siquiera en eso.
Pero sentía que no merecía un hermanito tan perfecto como Goten. Todo de él le encanta: desde sus cabellos azabaches alborotados en forma de palmera, hasta su cuerpo algo relleno que lo hacía lucir más adorable desde su punto de vista y su personalidad, tan dulce que podría atrapar a cualquiera.
Su hermano es perfecto, pero él no.
No importa cuanto se esfuerce estudiando, entrenando o practicando todos los deportes que existen; se siente vacío, nada lo hace feliz, ni siquiera su pequeño hermano a quien ama desde el día en que se enteró que se estaba formando en el vientre de su madre.
Son Gohan es insuficiente.
Son Gohan es un cobarde.
Son Gohan es un estúpido.
Son Gohan es un mal amigo.
Son Gohan es un mal hijo.
Son Gohan es un pésimo hermano.
Son Gohan es un asco de persona.
—O...oye.—sorbió su nariz, la cual estaba exageradamente roja. —¿Quieres jugar? Ya sabes... Co...como antes.—fingió sonreir, aunque por dentro estaba gritando del desespero que sentía.
Los ojos del infante brillaron cómo dos pequeñas estrellas en el cielo nocturno. Le emocionó bastante la idea de jugar con su hermano de nuevo. Por un momento había olvidado lo molesto que estuvo hace un rato, ahora estaba dando pequeños saltitos en su lugar ante la propuesta.
—¡Si! ¡Tengo muchas cosas en mente que podemos jugar!—agitó sus brazos emocionado, ya había pasado mucho desde la última vez que ambos jugaron juntos y está quizas es la conversación más larga que han tenido en meses.
—Si... Eso me da mucho gusto.—acarició con suavidad una de sus mejillas y esta se ruborizó al cabo de unos segundos. —P...pero antes... T...tengo que darme un baño.—un escalofrío recorrió su espalda.
—Está bien, podemos bañarnos juntos.—llevó sus manos hasta el borde de su camisa y cuando estuvo por levantarla, el mayor lo detuvo.
—¡N...no!—posó sus manos sobre las suyas y desvió la mirada cuando este lo observó confundido. —Y...yo, a...apuesto a que no puedes ir al parque al que siempre nos lleva papá y contar hasta cien.—elevó una ceja divertido. Lo conocía, y sabia que Goten nunca se negaba a una buena apuesta, mucho más si está implicaba algún tipo de actividad fisica, en este caso correr.
Son Gohan es un manipulador.
—¡Acepto!—alegó, inflando sus mejillas. —¡Te veré alla!—
Se dió la vuelta, dispuesto a correr por el pasillo y salir de la casa rumbo al parque antes dicho, sin embargo, la mano del mayor se posó sobre su hombro.
—¿Uh? ¿Qué pasa?—inquirió, mientras trotaba en su lugar.
El mayor abrió sus labios, pero al instante volvió a cerrarlos al no tener nada que pudiera decir. Nunca fue bueno con las palabras, pero está vez iba a motivarse... Al menos por última vez.
Goten no podía ver el rostro del contrario, mantenía su cabeza gacha, desprendiendo un aire de tristeza que logró contagiarselo hasta a él.
Quiso acercarse y abrazarlo, pero el más alto se le adelantó.
—Adiós, Goten.—finalmente elevó la cabeza en alto, mostrándole al menor la mejor sonrisa que le pudo salir en un momento como ese. —Te amo.—
El pelinegro menor también sonrió mostrando sus blancos dientes de leche. Se abalanzó sobre el contrario y enrolló sus brazos alrededor de su cintura.
—¡Te amo, Gohan!—
Más lágrimas se deslizaron por las mejillas del Son mayor al sentir aquella muestra de afecto, acompañada de las dos palabras más dulces que le puedas decir a alguien. Se sintió fatal. Definitivamente era un hermano horrible por hacerle eso, pero como dijo antes, Goten aún es muy joven como para comprender el sufrimiento y la constante tortura que pasaba día tras día.
El menor se despidió también con un "Adiós" que para él fue de lo más inofensivo. Salió corriendo la casa con la emoción y la adrenalina corriendo por sus venas al haber recuperado a su hermano. Ya casi anochecía y sabía que sus padres llegarían del trabajo pronto, pero eso era lo que menos le importaba en ese momento.
Una vez llegó, se sentó en una de las bancas y se dispuso a contar a gran velocidad, pensando que su hermano aparecería mágicamente frente a sus ojos una vez terminará de contar.
—Noventa y nueve... ¡Cien!—acabó por fin. Retiró sus manos de su campo de visión y quedó algo desencajado al no ver señales del otro chico.
Pensó que tal vez había sido muy rápido, así que trató de nuevo, ahora contando con más calma para darle tiempo a su hermano de llegar, sabía que a veces se demoraba secando su cabello.
Sin embargo, él nunca llegó.
Son Gohan es un mentiroso.
Hola <3
Bienvenidos a esta nueva historia de la pareja de jotos favorita de todos.
Antes de comenzar con este intento de cuento, quiero aclarar unas cuantas cositas:
•No aceptare insultos hacia los personajes por más estúpidos que sean.
•Tampoco aceptaré insultos ni criticas destructivas hacia mi persona. Soy muy sensible :(
•Además de romance, este fanfic contendrá dramas familiares... muchos dramas familiares.
•Créditos a: @HollishOceanDepths
•Posiblemente hayan parejas secundarias, la que más destaque será el BarGine.
•Gine y Gohan serán los únicos personajes que tendrán protagonismo a base de recuerdos.
•Actualizaciones indefinidas(?
Y bien, creo que eso es todo, nos leemos pronto 💕
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